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Estados Unidos-Irán

El control de las fuentes de energías

Fuentes: Rebelión

Estados Unidos, única potencia mundial tras la desaparición de la Unión Soviética, necesita para tratar de mantener su poderío imperial, fuentes de abastecimiento de hidrocarburos que le permitan sostener el gasto de 22 millones de barriles de petróleo diario, o sea, el 28% de la producción del orbe. Con la profusa extracción y consumo petrolero […]

Estados Unidos, única potencia mundial tras la desaparición de la Unión Soviética, necesita para tratar de mantener su poderío imperial, fuentes de abastecimiento de hidrocarburos que le permitan sostener el gasto de 22 millones de barriles de petróleo diario, o sea, el 28% de la producción del orbe.

Con la profusa extracción y consumo petrolero se estima que a más tardar en un siglo (la mayoría en 40 años) ese recurso no renovable se extinguirá y por tanto a Washington le resulta completamente necesario contar con el control de las presentes y futuras fuentes de energía.

Un reciente libro escrito por Antonia Juhasz y denominado La Agenda Bush, indica que desde el gobierno de Jimmy Carter se inició la acometida de Estados Unidos para adueñarse de los hidrocarburos del Medio Oriente, pero que fueron las administraciones de Ronald Reagan y de Bush padre e hijo, las que hostigaron de forma más belicosa la economía petrolera de Iraq.

La autora señala que la historia de la invasión de Iraq y el saqueo de su economía forman parte de una trayectoria más amplia de las multinacionales (Chevron, Bechtel, Lockheed Martín, Halliburton), de los gobiernos norteamericanos y de la globalización corporativa que afecta a la mayor parte del mundo, pues con el pretexto de las políticas económicas de libre mercado, las trasnacionales han llegado a tener más poder que los gobiernos.

Juhazs, que ofrece una documentada información acerca de las formas utilizadas por Estados Unidos para adueñarse el petróleo y del control económico, político y militar del Medio Oriente, cita las palabras de John Gibson, fundador del llamado Comité para la Liberación de Iraq en el que aseguró: «Esperamos que esa nación sea la primera ficha del dominó, y que Libia e Irán sean las siguientes. No nos gustaría quedar al margen de esos mercados porque ello daría a nuestros competidores una ventaja desleal».

En 1997, un grupo de altos funcionarios estadounidenses entre los que aparecen Dick Cheney, Paul Wolfowitz, Sccoter Libby, Eric Edelman y Colin Powell redactaron el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNAC por sus siglas en inglés) donde expresan que el objetivo de EE.UU. en Oriente Próximo es «continuar siendo la potencia dominante extranjera en la región y garantizar el acceso al petróleo de la zona para nuestro país y occidente».

Tras la ocupación de Iraq, los directivos del PNAC señalaron que «a largo plazo, Irán puede convertirse en una amenaza tan grande para los intereses estadounidenses en el Golfo como lo ha sido Iraq».

Estas son las realidades que están detrás de las actuales presiones de Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña y Francia para que Irán detenga su programa de energía nuclear con uso pacífico.

Desde hace tres décadas, Teherán tiene un programa nuclear con propósitos de producir energía eléctrica y no existe ninguna prueba que lo haya orientado hacia la producción de armamentos, según confirmó en un informe elaborado en 2004 el director de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), Mohammed el Baradei.

Además, ese país es firmante del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y ha sido objeto de constantes inspecciones de la AIEA.

Sintomática resulta que en 1967 cuando ese país persa era dominado por su incondicional aliado en la región, el sha Reza Pahlevi, Washington entregó a Irán el primer reactor nuclear de un total de 23 que se colocarían en su territorio.

La estrecha colaboración estadounidense-iraní llevó a que en 1975, el monopolio alemán Kaftwerk Union AG, integrado por Siemens AG, y AEG Telefunken, rubricara un acuerdo con el sha para la construcción de dos unidades de generación nuclear.

Es decir, si obedeces y sigues todas mis decisiones, si dejas que las transnacionales extraigan y exporten el petróleo hacia los países ricos de Occidente, entonces puedes tener acceso a cualquier tecnología. No hay nada más parecido que una doble moral.

Informes de la AIEA señalan que la generación eléctrica de origen nuclear en el año 2004 alcanzó el récord de 2.686 millones de MWh, con un aumento del 3,7% respecto al año anterior. Estas cifras señalan que la energía nuclear suponga casi un 20% de la electricidad que se consume en el mundo. Actualmente existen 441 reactores nucleares en funcionamiento y 25 se encuentran en fase de construcción. Los diez países con mayor porcentaje de electricidad de origen nuclear en el mundo fueron: Lituania (79,88%), Francia (77,67%), Eslovaquia (57,35), Bélgica (55,46%), Suecia (49,62%), Ucrania (45,92%), Eslovenia (40,44%), República de Corea (40,01%), Suiza (39,73%) y Bulgaria (37,71%). La proyección más baja de la AIEA, basada en las suposiciones más moderadas, prevé 427 gigavatios de capacidad nuclear mundial en 2020, lo que equivale a 127 plantas más de 1.000 megavatios que las proyecciones anteriores.

El Baradei destacó la oportunidad que ofrece la energía nuclear, combinada con fuentes de energía renovables, como alternativa segura a los combustibles fósiles ante la amenaza que supone el cambio climático, pues la nuclear virtualmente no emite gases de efecto invernadero.

El director de la AIEA puntualizó que la cadena de energía nuclear completa, desde la extracción del uranio hasta la gestión de los residuos, e incluyendo la construcción del reactor y las instalaciones, emite sólo entre 2 y 6 gramos de carbono por kilovatio-hora», más o menos lo mismo que la energía eólica y solar y una o dos veces por debajo del carbón, petróleo e incluso el gas natural.

Naciones como Israel, que poseen más de 400 bombas nucleares no han firmado el Tratado de No Proliferación, y sin embargo su proceder no ha sido objeto de ningún cuestionamiento por parte de Estados Unidos y sus aliados Occidentales que han sido los promotores del desarrollo armamentista israelí.

Dentro de unos decenios, el petróleo desaparecerá del globo terráqueo y las naciones que no posean otras fuentes de energía tendrán que depender de aquellos que la produzcan.

Si Irán y otras naciones pobres no pueden desarrollar la energía nuclear y el enriquecimiento del uranio, tendrán que en un futuro comprarlo a aquellos países poderosos que los producen.

La dependencia económica y el control de Estados Unidos y sus aliados sobre las naciones suddesarrolladas estará garantizado si las naciones del Sur lo permiten.

Irán como cualquier país tiene derecho a dominar el ciclo nuclear civil como lo plantea el Tratado de No Proliferación.