Recomiendo:
1

El coronavirus y el virus de la acumulación incesante de capital

Fuentes: Rebelión

Las noticias de actualidad giran prácticamente solo alrededor de la pandemia del coronavirus. Hoy en día, un tercio de la humanidad se encuentra paralizada y encerrada en sus casas para evitar la propagación del virus o controlar el ritmo de ésta. Mientras tanto, la economía se ha detenido en una proporción considerable, millones de trabajadores han sido despedidos, ha aumentado el número de personas en condición de pobreza y extrema pobreza, están más expuestos a contagiarse y a morir las personas de menores recursos económicos y sin acceso a servicios de agua potable y alcantarillado, las bolsas de valores han caído… Todo indica que asistimos a una recesión económica mundial, ya vaticinada desde hace unos pocos años atrás, pero que ahora la crisis del coronavirus no va a hacer sino agravar.

En el presente artículo quiero destacar dos aspectos de la crisis mundial en curso. El primero tiene que ver con el hecho de que la pandemia del coronavirus es real y grave, con lo cual queremos decir que no se la puede minimizar de ninguna manera, como lo han hecho algunos dirigentes políticos de la derecha. El segundo tiene que ver con lo que Marx llamó el fetichismo de la mercancía y del capital, un virus más letal que el primero, por cuanto la lógica que comanda la economía capitalista y su propia dinámica no está en correspondencia con las necesidades reales de los pueblos y por ello ocasiona verdaderas catástrofes sociales y naturales. El fetichismo de la mercancía, del dinero y del capital impiden imaginar y reconocer que una economía distinta a la del capitalismo es necesaria y posible construir, sin poner en riesgo ni mandar a la muerte a millones de seres humanos en el planeta (en el mundo, por ejemplo, 8.500 niños mueren diariamente por razones de hambre). Una vez que nos liberamos de este último virus, la humanidad podrá al fin construir una economía orientada a la satisfacción de las necesidades reales de la gente y al desarrollo multilateral de aquélla en los más diferentes ámbitos de la actividad social humana: la ciencia, el arte, la técnica, etc. A la vez, solo liberándonos de este último virus, seremos capaces de construir una economía en consonancia con el equilibrio de la naturaleza.

De acuerdo con los informes oficiales, el coronavirus mata principalmente a las personas de la tercera edad que tienen debilitado su sistema inmunológico tanto por el paso del tiempo como por enfermedades como la diabetes, fallas cardíacas, enfermedades pulmonares, entre otras. También han fallecido jóvenes sin ninguna enfermedad, pero el 80% de las personas que fallecen son las del primer grupo mencionado. En general, la tasa de mortalidad del coronavirus es aproximadamente del 3% (muy por debajo de la tasa de mortalidad que ocasionan otros virus), aunque tiene variaciones importantes según el país de que se trate (en Italia, por ejemplo, ha superado el 10%, por el importante tamaño que tiene su población de la tercera edad). Sin embargo, el coronavirus se propaga con gran velocidad y facilidad, y ya ha llevado a la muerte a más de 45.000 personas al momento en que concluimos el presente artículo.

Esta es una razón suficiente para que tomemos con seriedad la pandemia del coronavirus. El método más eficaz para hacerle frente es el aislamiento social y la búsqueda activa de las personas infectadas. Si una persona no se cuida, expone a las demás a que se contagien del virus. Trump, Bolsonaro, entre otros dirigentes políticos de derecha, no han tenido mayor reparo en ordenar que las maquinarias económicas de sus países continúen funcionando, sin importarles que miles de personas mueran a causa del coronavirus. Para estos dirigentes políticos, lo principal es la acumulación de capital y no la vida de las personas. Para nosotros, en cambio, lo principal es la vida de las personas, razón por la cual cobra especial importancia que tomemos los recaudos necesarios para no contagiarnos ni contagiar a los demás, aunque sabemos muy bien de las enormes dificultades que para tal cometido atraviesan personas y familias enteras que se desempeñan como trabajadores independientes. Con ellos debemos establecer lazos de solidaridad y los gobiernos tienen la obligación de subsidiar sus días sin trabajar. 

En segundo lugar, los acontecimientos indican que el número de víctimas mortales y de personas contagiadas por el coronavirus podía haber sido mucho menor de no haber sido porque se presentaron un conjunto de hechos íntimamente vinculados con la economía capitalista. Es decir, la organización económica capitalista incide en un grado superlativo en la magnitud que ha tomado la pandemia.

Así, podemos ver que entre los países con mayor número de personas infectadas están Estados Unidos, Italia, China y España. China, habiendo sido el primer país en presentar los primeros casos de personas infectadas con el coronavirus a principios de diciembre de 2019, controla a epidemia a partir de estrictas medidas que obligó a su población al confinamiento en sus casas. De este modo, China detuvo al menos parcialmente su maquinaria económica y redujo a cero el número de nuevas personas infectadas. China ha presentado 3.312 muertes a la fecha.

Cosa distinta sucedió en los Estados Unidos, Italia y España. En estos países no se tomaron las medidas de confinamiento para no detener sus maquinarias económicas y ya han superado largamente a China en número de muertes: Italia, con 12.428 decesos; España, con 9.053 y Estados Unidos con más de 4.000 decesos. Sin embargo, hay que decir que España, después de un tiempo de dejar pasar las cosas, ha tomado medidas para enfrentar la crisis del coronavirus, en medio de una situación muy complicada, pero, como los demás países que están planificando y empezando a obrar en un sentido de intervención estatal sobre la economía capitalista, sin combatir a esta última.

Prestemos atención a lo que narra Vincenç Navarro acerca del conocimiento previo que se tenía en la comunidad científica sobre la inminencia de una pandemia para entender mejor cómo la economía capitalista y la lógica que la comanda tienen una fuerte incidencia en la pandemia del coronavirus y la dimensión gigantesca que ha tomado. Afirma Vincenç Navarro en su artículo Lo que se está ocultando en el debate sobre la pandemia:

Hace unos días hubo una reunión telemática de varios expertos, miembros de la International Association of Health Policy, procedentes de varios países y continentes para analizar la respuesta de los países en diferentes continentes a la pandemia actual de coronavirus. Eran profesionales procedentes de varias disciplinas, desde epidemiólogos y otros expertos en salud pública a economistas, politólogos y profesionales de otras ciencias sociales. La reunión, organizada por la revista International Journal of Health Services, tenía como propósito compartir información y conocimientos con un objetivo común: ayudar a las organizaciones internacionales y nacionales a resolver la enorme crisis social creada por la pandemia. De la reunión se extrajeron varias conclusiones que detallo a continuación.

La expansión de la pandemia era predecible y así se había alertado. En primer lugar, se repasaron varios estudios realizados durante los últimos años (el último en 2018) que habían predicho que tal pandemia ocurriría, habiéndose alertado que el mundo no estaba preparado para ello a no ser que se tomaran medidas urgentes para paliar sus efectos negativos. Tales alertas no solo no se atendieron e ignoraron, sino que muchos Estados a los dos lados del Atlántico Norte aplicaron políticas públicas que han deteriorado la infraestructura de servicios (a base de recortes de gasto público y privatizaciones), así como otras políticas públicas desreguladoras de mercados laborales que han disminuido la protección social de amplios sectores de la población, afectando primordialmente a las clases populares de tales países. La evidencia científica, ampliamente publicada en revistas académicas, ha puesto de manifiesto el enorme impacto negativo que tales políticas han tenido en la disponibilidad y calidad de los servicios sanitarios y sociales (con notables reducciones del número de camas hospitalarias y del número de médicos -por ejemplo, en Italia y España desde 2008-). Otros estudios han mostrado también el impacto de las reformas laborales neoliberales, que han deteriorado la calidad de vida de amplios sectores de las clases populares en estos y en muchos otros países (siendo el caso más conocido la reducción de la esperanza de vida entre amplios sectores de la clase trabajadora de EEUU, resultado del incremento de las enfermedades conocidas como «diseases of despair«, enfermedades de la desesperación, tales como suicidios, alcoholismo, drogadicción y violencia interpersonal). Estas políticas (consistentes, como ya he indicado, en recortes del gasto público social y reformas del mercado de trabajo que incrementaron la precariedad) fueron ampliamente aplicadas en muchos países y estimuladas por organismos internacionales (el FMI, el Banco Mundial, el Banco Central Europeo, entre otros), dejando sin protección a amplios sectores de la población y debilitando el sistema de protección social, pieza clave en la respuesta a la pandemia en tales países. Los enormes déficits de camas, de médicos y enfermeras, de mascarillas, de ventiladores y un largo etcétera se han hecho patentes en cada uno de estos países, donde la austeridad tuvo mayor impacto (de nuevo, como en Italia y en España, y ahora EEUU). Y déficits similares aparecen en los servicios sociales de atención a las personas mayores y a las personas dependientes, especialmente agudos en estos momentos de la pandemia.

De manera que los gobiernos sí tenían conocimiento de la inminencia de la pandemia. Vincenç Navarro explica que la razón por la cual las empresas farmacéuticas no trabajaron en la creación de una vacuna para hacer frente a los virus que se alojan en los cuerpos de los animales que están en relación con los seres humanos fue que ellas buscan ganar el máximo dinero en el menor tiempo posible. Así, invertir en una vacuna en 2018 no hubiera rendido beneficios de modo inmediato a las empresas farmacéuticas, razón por la cual no se dedicaron a crear la mencionada vacuna: “La previsión no es el punto fuerte de estas empresas, cuya rentabilidad tiene que ser inmediata para justificar tales inversiones.”

Los gobiernos, por su parte, en lugar de obligar a la creación de esa vacuna y fortalecer sus sistemas de salud pública, los precarizaron a través del recorte del gasto público y privatizaciones, así como mediante las contrarreformas laborales.

Tanto los gobiernos como las empresas tienen grave responsabilidad en el desencadenamiento de la pandemia. 

Si en Italia y España la pandemia ha tomado dimensiones trágicas ha sido básicamente porque las personas no tenían acceso a respiradores o a camas, razón por la cual los médicos han tenido que elegir entre darle el respirador a una persona anciana o a una de menor edad. Este factor debe sumarse al que anteriormente hemos mencionado: sus gobiernos eligieron que sus maquinarias económicas continúen adelante y no que la población entre en cuarentena.

De manera que la gran diferencia observable entre el número de contagios y de muertes entre Estados Unidos, Italia y España de un lado, y China del otro, radica en que los primeros tienen en la lógica de la maximización de la tasa de beneficio la lógica que comanda sus estados, en tanto que el segundo, con tener un sector capitalista muy fuerte, tiene un Estado no ha dejado de cumplir un rol fundamental en la regulación de la vida de conjunto de ese país con un sentido más social.

Este hecho muestra por enésima vez que el Estado no es el elemento maléfico cuando es comandado por una lógica social y que el llamado “libre mercado” no es el principio benefactor de toda sociedad, como afirma la prédica neoliberal.

Y este hecho muestra además por enésima vez también la naturaleza criminal del sistema capitalista e imperialista mundial. 

Tenemos entonces que la economía capitalista sigue un curso que tiende a escapar al control de los hombres y que por eso se disloca de la sociedad y de las necesidades reales de las personas. De ahí que los ancianos sean para el capital material desechable, porque desde su punto de vista es improductivo, y, por tanto, inútil. Las declaraciones del vicegobernador de Texas (Estados Unidos), Dan Patrick, resultan al respecto más que esclarecedoras: “los ancianos deben sacrificarse para salvar la economía norteamericana”, de modo similar a como se expresara hace unos años Christine Lagarde, en ese entonces directora del FMI: “Los ancianos viven demasiado, debemos hacer algo”.

Marx hablaba del fetichismo de la mercancía, del dinero y del capital y es cuando entonces las cosas, las mercancías, el dinero y el capital adquieren vida propia en la mente de las personas y los gobiernan, cosificando a su vez las relaciones sociales entre las personas.

Ese es entonces el virus más peligroso que tenemos en el mundo, el de la acumulación incesante de capital, para retomar la expresión de Imamanuel Wallerstein, y es el que conduce a la muerte a millones de personas por razones de hambre y de guerra y que eventualmente nos conducirá a la muerte a la humanidad en su conjunto. Superar ese virus no solo es una operación mental, ideológica, sino que implica necesariamente transformar las estructuras materiales, esto es, las relaciones de producción sobre las que es construido el sistema mundial capitalista.

La pandemia muestra una vez más que el capitalismo y su tendencia a mercantilizarlo todo, incluida la salud, la educación, el ambiente, etc., solo nos conduce al desastre. Muestra, a la vez, que no solo los servicios sociales deben ser sacados del control privado, sino también el conjunto de la producción social. Solo así será posible superar el dislocamiento existente entre economía y sociedad y solo así los seres humanos dejarán de ser gobernados por las cosas. Más que nunca, la izquierda socialista debe reivindicar la socialización de los medios de producción, a sabiendas, desde luego, que hay un largo camino que recorrer para llegar a esa meta, pero sabiendo también muy bien que podría ser implementada en uno y otro punto del planeta tan pronto se presenten las condiciones políticas para ello y se tome la decisión de hacerlo así.

Como decíamos al principio, el mundo va hacia la recesión económica. Los países del Tercer Mundo no cuentan con los recursos monetarios para hacer frente a la crisis sanitaria ni para hacer frente a la crisis económica. El FMI ya ha establecido un monto de un billón de dólares para prestarlos a los gobiernos, estimular la demanda y hacer frente a la crisis de este modo (siguiendo la receta keynesiana). Es así que desde los centros del poder financiero internacional se aprovecha el momento como una oportunidad para recomponer el capitalismo hiperfinanciarizado y depredador. Esas deudas las pagarán con creces los pueblos. Por ello es importante construir una plataforma mínima que permita a los pueblos defender sus derechos. Las crisis no deben pagarlas los pueblos, sinos los ricos. Un alza significativa en la tasa impositiva a los grandes capitalistas extranjeros y locales sería un modo de hacerlos financiar la crisis sanitaria y económica. A la vez, el estado peruano debe obligarlas a pagar la multimillonaria deuda que tienen con él. Finalmente, se impone la nacionalización de la gran empresa como un modo de reorientar sus utilidades hacia los sectores más golpeados por la crisis.

Santiago Ibarra es sociólogo, peruano radicado en Bolivia, miembro del comité de redacción de la revista digital Creación Heroica.