Estados Unidos enfrenta varias amenazas económicas, pero consideremos por un momento una vieja preocupación: el temor de que los países productores de petróleo no sean capaces de «reciclar» todo el dinero que han cobrado, para detrimento de la economía mundial.
La angustia por el «reciclaje de petrodólares» fue noticia en los años 70. Un temor que hoy en día parece curioso cuando Abu Dhabi Investment Authority intercambia las ganancias de alrededor de 75 millones de barriles de petróleo, el valor aproximado de una semana de importaciones de crudo por parte de EE.UU., por una participación del 4,9% en Citigroup.
Sin embargo, hace tres décadas había verdadera preocupación ante la posibilidad de que la Organización de Países Exportadores de Petróleo no supiera qué hacer con las ganancias obtenidas con la primera crisis del crudo. Y había temores de que los países importadores de petróleo, sobre todo en el mundo en vías de desarrollo, pudieran intentar compensar sus crecientes déficits comerciales inducidos por el petróleo, reduciendo otras importaciones.
El Fondo Monetario Internacional estableció «facilidades de petróleo» especiales para prestar a las naciones en desarrollo sedientas del commodity que estaban registrando enormes brechas comerciales.
La OPEP comenzó a comprar. El dinero que ahorró, antes de que cayeran los precios del petróleo, se destinó a valores del gobierno o depósitos bancarios. Los bancos comerciales, a su vez, aumentaron los préstamos a Latinoamérica y otros países en vías de desarrollo, de lo que se arrepintieron más tarde.
Ahora los precios del petróleo están al alza y el dinero vuelve a fluir desde los consumidores en EE.UU., Europa, Japón, China e India a los productores. Incluso si el petróleo regresa a US$70 por barril, los productores cuentan con casi US$2.000 millones para invertir cada día. Entonces, ¿por qué nos inquieta tan poco el reciclaje de los petrodólares?
Para empezar, la economía mundial de principios de 2000 ha sido mucho más sana que la estanflación de los 70. El mundo se ha deshecho en gran medida de los regímenes de tasa de cambio rígidos, aunque no del todo, un problema de los países de Oriente Medio cuyas divisas vinculadas al dólar se están hundiendo junto con a la moneda estadounidense cuando los fundamentos sugieren que deberían estar subiendo. Los mercados financieros globales son mucho mayores de lo que eran entonces.
La perspectiva de enormes déficits comerciales no parece tan inquietante como antes, quizá porque EE.UU. ha podido mantener un gran y (hasta hace poco) creciente brecha comercial. Y los mayores mercados emergentes son más robustos que hace 30 años.
Está claro que los productores de crudo hoy son inversionistas mucho más expertos que en los 70, aunque nadie sabe con certeza a dónde va todo el dinero. Simon Johnson, economista jefe del FMI, dice que sólo se da cuentas de la mitad de las ganancias de los productores de petróleo.
Pero actualmente sólo hay un gran prestatario en la economía mundial: EE.UU. Otros importadores de petróleo, han restringido el gasto del consumidor, aumentado el ahorro o reducido la inversión para evitar los enormes déficits comerciales al estilo de EE.UU. que requieren financiamiento del extranjero.
¿Es todo esto bueno o malo? Este dinero ha ayudado a mantener las tasas de interés de EE.UU. entre medio punto y tres cuartos de punto porcentual por debajo de lo que deberían estar, un contrapeso al daño económico producido por los altos precios del petróleo. Y, como muestra el acuerdo de Citigroup, es bueno tener a alguien con capital para invertir cuando las firmas financieras estadounidenses lo necesitan, aunque sea costoso.
Sin embargo, todos los días la economía estadounidense se vende un poco más a los productores de petróleo y a las economías asiáticas porque no ahorra lo suficiente para financiar su inversión. A cambio, las ganancias futuras de dichos activos fluirán al extranjero en lugar de quedarse en EE.UU.