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El crecimiento económico y la competencia empresarial

Fuentes: Rebelión

El crecimiento económico, particularizado casi siempre en su indicador: la tasa de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB), es protagonista de las noticias económicas casi a diario. Aquellos a quienes les conviene, han hecho que los medios de comunicación pongan en la mente de la mayor parte de la población la idea del crecimiento económico […]

El crecimiento económico, particularizado casi siempre en su indicador: la tasa de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB), es protagonista de las noticias económicas casi a diario. Aquellos a quienes les conviene, han hecho que los medios de comunicación pongan en la mente de la mayor parte de la población la idea del crecimiento económico y de lo beneficioso que es para la sociedad. Hay puntos de vista diversos en relación con el beneficio que se obtiene de este y por quién. Críticos no faltan con respecto al indicador utilizado para medir el bienestar con el PIB, llegando la preocupación incluso al máximo nivel institucional, como cuando el Presidente francés Sarkozy hizo crear en 2008, una comisión, presidida por J. Stiglitz, con Amartya Sent y otros economistas, cuatro de ellos catalogados de Premios Nobel de Economía (digamos, de paso, que erróneamente, pues este premio no existe más que como aprovechamiento de un noble nombre para un premio que otorga el Banco de Suecia y no la Fundación Nobel). Y también están los que se oponen abiertamente al crecimiento, los partidarios del decrecimiento (particularmente en Francia, con el movimiento de La Décroissance), que consideran que el decrecimiento no tiene nada de malo, al contrario lo ven como expresión de un vivir gozoso.

El crecimiento económico tiene, para las empresas, una virtud que no se dice, y es que permite aumentar las ganancias sin tener que pelearse con los competidores: todos pueden aumentar sus beneficios al aumentar los ingresos globalmente para todos; obviamente, su reparto no es obligadamente proporcional, pero permite mantener las cuotas de mercado sin hacer acciones extraordinarias contra los competidores; a fin de cuentas, en la lucha uno siempre se deja algo, por lo menos tiene el riesgo. Tampoco quiere decir que las empresas no intenten ganar cuota de mercado, pero en un entorno más tranquilo, menos esforzado y en el que si no hay crecimiento de cuota, sí hay crecimiento de cifra de negocios (excepto los que van a menos). Es por eso que los empresarios quieren que los gobiernos hagan lo imposible para mantener o aumentar el crecimiento, convirtiéndolo en obligada preocupación de todas las instituciones públicas, convirtiendo el crecimiento económico en lo que el gran economista norteamericano John Kenneth Galbraith llamaba la Virtud Social Conveniente.

Ahora son preocupación institucional declarada, tanto el descenso del crecimiento económico que se ve materializar en los últimos años, como las previsiones para los próximos; así, por ejemplo: mientras que el PIB real por cápita creció en Estados Unidos un 2,5% anual en el periodo 1950-1973, se prevé que en 2016-2026 el crecimiento anual sea del 1%. Y en la Europa de los 15 (los miembros de antes de 2004), el crecimiento en el período desde 1950 hasta 1973, fue el 4,0%; y se prevé que para el 2014-2023, sea del 1% (ver los datos extraídos de The Conference Board 2016; Havik et al., 2014; y Oficina de Presupuesto del Congreso de Estados Unidos, 2016, recogidas en el artículo de Nicholas Crafts, en la revista del FMI, Finanzas & Desarrollo, marzo de 2017). Un crecimiento tan modesto puede dar lugar a una lucha más encarnizada entre competidores para conseguir beneficios empresariales.

Fernando Gustavo Jaén Coll es doctor y profesor titular de Economía y Empresa en la UVIC-UCC.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.