Quien guarda la entrada del cuartel que aloja al comando de la Policía Militar en Santa Catarina es una mujer. Su nombre es Lucita y ella es esposa de un soldado… Decidida a cambiar de rumbo su vida, ella dejó atrás la casa, el hijo, las obligaciones de mujer del hogar y vino a luchar […]
Quien guarda la entrada del cuartel que aloja al comando de la Policía Militar en Santa Catarina es una mujer. Su nombre es Lucita y ella es esposa de un soldado… Decidida a cambiar de rumbo su vida, ella dejó atrás la casa, el hijo, las obligaciones de mujer del hogar y vino a luchar junto con otras centenas más de mujeres de militares por el cumplimiento de una ley aprobada en el 2003 y que hasta ahora no fue cumplida en su íntegra. La mujer de 42 años es quien decide quién entra y quién sale del lugar, porque en este movimiento, lanzado el 22 de diciembre, a tres días de navidad, quien manda son mujeres, dando por tierra con todo el machismo típico del mundo militar.
En la capital, por toda la manzana que aloja a la corporación hay carpas armadas en las puertas centrales. En ellas, las mujeres de los soldados establecen el orden del día y es de ellas que sale la voz de comando, la organización es militar. Al fin, fueron ellas que decididas a tornarse sujetos de la historia, vencieron a los maridos en la propuesta de ocupar los cuarteles. Como argumento traían el día a día que es administrado por ellas. «Nuestros maridos llegan estresados, no tienen las condiciones de trabajo y mucho menos un salario digno. Mientras, los oficiales ya tuvieron sus ganancias. ¿Por qué no los soldados? Nosotros también queremos vivir dignamente.»
Acampados en las entradas de los cuarteles, los militares, las esposas e hijos esperan sensibilidad de parte del gobernador, hasta porque esta decisión extrema no surgió de la nada. Ella es fruto de meses y meses de frustradas negociaciones con un gobierno que se niega a oír el dolor de las familias. «La prioridad ahora es con los afectados por las inundaciones», habría dicho el secretario de Seguridad en la última reunión que acabó en nada.. Las mujeres saben de eso, pero entienden que tan trágico como perder una casa es perder la vida en servicio y siquiera ser amparado por el estado, como sucedió con la mujer del un soldado muerto en el municipio de Antonio Carlos hace poco más de un mes.
La promesa del 2003
La ley 254 es una antigua reivindicación de los militares catarinenses. Ella reorganiza la estructura administrativa y la remuneración de los profesionales del Sistema de Seguridad Pública de la Secretaría del Estado de Seguridad Pública y Defensa del Ciudadano. En la práctica inicia una especie de plan de carrera una vez que establece la proporcionalidad remuneratoria. Con ella, un coronel no puede ganar más de cuatro veces lo que gana un soldado, lo que eliminaría graves distorsiones que había en los salarios. La ley además elimina ciertos abonos y gratificaciones, incorporándolos al salario y crea adicionales de actividad que deberían ser pagos en cuotas. Los dirigentes de la Aprasc, Asociación de los Soldados de Santa Catarina, admiten que parte de la ley ya fue cumplida y que ellos tuvieron ganancias, pero eso quedó por la mitad. En el caso de los oficiales, las ventajas que ellos tenían -un abono de dos sueldos y medio – ya fueron incorporadas a los salarios, pero los soldados todavía no garantizaron esa parte del acuerdo. Eso significa que todo sigue como antes.
Cuando en el 2004 el cronograma de pago comenzó a no cumplirse, los soldados iniciaron un movimiento reivindicando la consecución de lo que estaba establecido en la ley. En aquellos días, ellos oyeron los argumentos del gobierno y creyeron en la buena voluntad del gobernador Luis Henrique. Lograron un abono de 250 reales y un 20% de reajuste en cuotas. Pero no era lo ideal. En casa, las mujeres comenzaron a percibir que la ley sólo saldría del papel se hubieses una lucha más fuerte. Pero, aún así, aceptaron el abono y siguieron con sus vidas, confiando que cuando se hace una ley ella debe ser cumplida. Pero no fue así.
Nuevos movimientos en los cuarteles
Cuando el 2005 llego la Asociación de los Soldados volvió a la carga pidiendo el cumplimiento de la ley, pero la disculpa del gobierno era la Ley de Responsabilidad Fiscal. No había dinero para gastar con empleados. «Por otro lado, había dinero para el Funsocial que no es otra cosa que un recurso que va para los amigos del rey», insisten los soldados. Según ellos, a los empresarios nunca les fue negado dinero, pero a los trabajadores sí. Fue por causa de ese lamento de que no había dinero para dar consecución al cronograma de la ley que la Aprasc decidió encomendar un estudio al DIEESE para saber exactamente cuánto el estado tenía de dinero. Los datos fueron sorprendentes. En el año de la firma de la ley, cuando parte del dinero fue pago, el haber era de 300 millones, y en 2008, con todos los argumentos de falta de dinero, el haber es de mil cien millones. ¿Cómo es posible que no haya dinero para aquellos que cuidan de la seguridad del estado? Esta era la pregunta que no callaba.
En el mes de mayo de 2007, cansados de años de mesas interminables de negociación, la Aprasc decidió había llegado la hora de dar un basta en la confianza que los soldados, cabos, sargentos y subtenientes depositaban en el gobernador. Después de semanas de movilización, más de tres mil soldados vinieron a la capital en una gran manifestación en frente al Centro Administrativo.. En aquellos días, el gobierno ya había hasta concedido nuevos beneficios a los oficiales y los ánimos estaban tensos demás… Y de nuevo, el gobernador pidió confianza, encaminando las negociaciones para el Consejo Gestor que involucra Hacienda, Administración y Recaudación. Pero allí nada sucedió y los soldados volvieron para sus ciudades con las manos vacías. Ellos no sabían, pero las mujeres que los recibían en casa, desolados principiaron a rebelarse. «Sólo uno sabe lo que pasa en casa, con el marido desesperado, cansado, sintiéndose impotente delante de todo eso, sin tener como poner comida en la mesa y todavía pasando riegos en la calle. Fue ahí que empezamos a comunicarnos», dice Denise Laurentino.
Y las mujeres dominaron la tierra
Por causa de las actividades de la asociación muchas mujeres de los soldados se conocen. Y de este conocerse socialmente empezó a surgir una cierta complicidad, al fin, sólo quien es mujer de policía sabe lo que es vivir la tortura de esperar que se abra la puerta y que el marido llegue, entero, vivo. Cuando la ley 254 salió en el 2003 ellas creyeron que las cosas iban a mejorar, confiaron. Pero, con el pasar del tiempo, acompañando la angustia y las luchas de los soldados, percibieron que sería necesario meter la cuchara. Y no sólo la cuchara, como el corazón, la vida.
Por eso, cuando la última ronda de negociación, en mayo de este año, acabó en nada, ellas empezaron a crear una red de comunicación por todo el interior. Entonces, mientras estaban en el trabajo, ellas se colgaban al teléfono para movilizar.. «Llamamos a una reunión en la Aprasc y decidimos hacer un recorrido por todo el estado. Fuimos a 20 municipios, reuniendo, conversando, llamando a la lucha. Considerando que venían mujeres de otros lugares llegamos a hacer 100 municipios. Fue cuando vino la lluvia y la tragedia en la región del Valle. Hicimos un levantamiento y vimos que había 227 familias de soldados que habían quedado sin techo. Nos movilizamos en la atención de estas familia y eso ayudó aún más a aproximarnos unas de las otras», cuenta Edileuza.
Ahora, cuando llegó diciembre, ellas decidieron meter la murga en la calle. Así, el día 11, realizaron una Asamblea General de las esposas que deliberó por una ida a la casa del gobernador, en Agronómica. La idea era hablar con la primera dama y pedirle su apoyo, como mujer y madre. Pero, en aquella tarde de sol, ellas salieron más que quemadas. La primera dama no las recibió. Había llegado de un viaje a Marruecos y estaba muy cansada. Además de eso, avisó a través del portero, cuestiones políticas no eran con ella. Las mujeres cuentan ese episodio con lágrimas en los ojos, recordando la profunda decepción. «Vinimos en caminata por la costanera, cantando: el pueblo unido es un pueblo fuerte… Fue un momento de mucha emoción. Había gente del interior y las mujeres querían marcar la diferencia. Aquella negativa de la primera dama no fue suficiente para derrotarnos. Enfrentaríamos lo que fuese para hacer valer la ley».
Tomadas de cuarteles
La caminata de las mujeres terminó en una nueva asamblea, esta vez con la presencia de los soldados. Había más de 300 y la propuesta era ocupar el Comando General. Los policías argumentaban contra y eran abucheados, nadie las iba a parar. «Decidimos que íbamos a esperar por la dirección de la Aprasc, nosotros seríamos sujetos de esta historia. Fuimos a la Asamblea Legislativa y después al Comando General. Cerramos todas las salidas. Hasta el comandante quedó preso», recuerda Edileuza.
Aquel día también el coronel Eliésio decidió apelar para las víctimas de la inundación, pidiendo calma y comprensión as las mujeres. Fue cuando una de ellas lo sorprendió: «Yo fui una de las que perdió la casa en la inundación y estoy aquí. ¡Preocúpese conmigo entonces!» Con lágrimas en los ojos él decidió abrir la negociación y marcó una reunión con el Secretario de Seguridad. Confiadas, las mujeres suspendieron la movilización y volvieron a la mesa. Pero, tanto las lágrimas del comandante como la conversación con el secretario fueron vanas. «Él vino con la misma charla de que no había dinero, que estaba ofendido con Amauri (diputado Amauri Soares, que es dirigente de la Aprasc), en fin, hizo un enredo. Salimos de allí y fuimos a movilizar. Entendimos que sólo la lucha hace la ley». De vuelta a casa, cabizbajas, las mujeres de Chapecó tuvieron una sorpresa que les levantó la moral. Al bajar del ómnibus, los maridos las esperaban con rosas en las manos. Aquel día ellas supieron que habían iniciado un nuevo tiempo en sus vidas.
El día 12 de diciembre otras de ellas estaban en Laguna y después de una reunión que movilizó a más de 150 mujeres decidieron ocupar el cuartel de Criciúma. Ellas entraron y vaciaron todos los neumáticos de los autos. En secuencia otras 300 mujeres cerraron el cuartel de Chapecó y el de Lages. Había un rastro de pólvora lila recorriendo el estado. Ellas estaban con las valijas prontas para embarcar en un viaje en defensa de los derechos. Nunca más serían las mismas. Muchas nunca siquiera le levantaron la voz al marido, ahora estaban allí, dueñas de sus destinos, ocupando cuarteles y decidiendo las estrategias de lucha. «Nos rebelamos, algunos maridos ni nos conocen más», dice Lucita.
El día de Florianópolis
Siguiendo a las ocupaciones, que de hecho duraban un día sólo, ellas decidieron rumbear para la capital. Llamaron a una gran reunión para el día 22 de diciembre. Nadie se importó con arbolito, regalos, navidad. O sería una navidad digna o no sería. «El secretario humilló a las mujeres, muchas vinieron porque creían en una negociación, creían en este gobierno, ellas se pusieron tristes, pero decididas para vuelos más altos». Así, cuando amaneció el día 22, estaban de nuevo en el cuartel y son ellas las que organizan todo. «Tenemos un comando y todo es hecho con disciplina militar. Nosotros conocemos eso. También estamos en el comando general del movimiento, juntos con los dirigentes de la Aprasc. Nosotros somos un movimiento autónomo», dice Edileuza.
Lo que era sólo para ser un día se extendió porque el gobierno decidió endurecer la situación. Las mujeres tienen claro que no da más para confiar en promesas. O el gobierno presenta un cronograma para el pago de lo que dice la ley, o ellas no salen de allí. La noche de navidad fue la prueba viva de que nada se achica en esa lucha. Algunas están lejos de la casa hace días, lejos de los hijos pequeños. Tal como Lucimar Lindmar, que vino de la ciudad de Maravilha. Ella habló con los hijos por teléfono y no aguantó la emoción. Entre lágrimas les explicó que estaba allí para ayudar a la lucha del padre y que si estaba lejos de la familia de sangre, estaba con la familiar militar, que también es importante. «Hoy yo sé que solos no hacemos diferencia, pero juntos, luchando por nuestros derechos, vamos a lograrlo».
La política del miedo
El gobierno no hace apenas oídos sordos como también una guerra psicológica. Todas las noches corren los chismes de que la gente del BOPE (especie de tropa de élite). «Ellos llaman diciendo que la tropa está en formación, que vendrán con los caballos, los perros.
Usan estas estrategias para amedrentar, al fin, gran parte de las mujeres que están allí nunca formaron parte de un movimiento» cuenta Edileuza. Pero el miedo todavía no le ganó a nadie. Ni la amenaza de usar al Consejo Tutelar para sacarle los niños a las madres que están acampadas o la noticia de la llegada de la Fueza Nacional de Seguridad. «En todas nuestras manifestaciones nosotros hicimos Ronda, que es una forma de cuidar de nuestros niños. Siempre hay alguien encargándose mientras las demás están en combate. Es muy bonito ver a las esposas que no fueron criadas para hacer política haciendo ese movimiento. Nos tornamos útiles y nadie nos va a sacar eso. Éramos un botón que se abrió», dice Lucita.
La decisión del gobierno de traer a la Fuerza Nacional sólo dio más respaldo al movimiento porque muestra que el gobierno sí tiene dinero para resolver la cuestión. Los trabajadores del estado sólo quieren lo que es su derecho y los guardias de la Fuerza nacional van a llevar 130 reales por día cada uno. ¿Cómo es que para ellos hay plata? ¿Por qué el gobierno no resuelve la cuestión estableciendo un cronograma de pago? ¿Por qué insistir en llamar de motín a un movimiento que sólo quiere el cumplimiento de la ley? Estos son los cuestionamientos que quedan dando vueltas entre las tiendas armadas en las entradas de los cuarteles.
Las persperctiva s
Entre las mujeres, pase lo que pase esta manifestación que se inició el día 22, existe el consenso de que ella fue victoriosa. Mostró la capacidad de organización, la fuerza, el coraje de todas ellas. Y más, decidieron que van a crear una Asociación de Esposas de los Soldados, para tornar aún más fuerte la movilización. «Hoy es la ley 254, pero aún hay mucha cosa para conquistar. Nuestros maridos trabajan sin condiciones, están expuestos a riesgos, nosotros vamos a continuar luchando. Ese movimiento rebeló que muchas de nosotras estábamos adormecidas. Pero nosotros despertamos.» Ellas también están dispuestas a pasar el cambio de año en frente a los cuarteles, acampadas, batallando por el cumplimiento de la lei. Sólo una cosa puede sacarlas de la lucha ahora: un cronograma de pago de aquello que les es de derecho.
Quien las ve, vestidas de lila, con la camiseta que grita con mayúscula: «Mujeres en Lucha», dando órdenes, organizando guardia, comandando tropa, no tiene dudas de que lo que no les faltará es coraje para enfrentar lo que venga. Pero a pesar del acero del cual están revestidas, ellas también saben enternecerse, como Edileuza recordando la caminata bajo el sol, con las mujeres cantando canciones de lucha. Ella para, embarga la voz y deja que corran dos gruesas lágrimas. Llora de alegría, de orgullo, de amor. Y así, en un día caliente de verano, esas mujeres locas se van fortaleciendo, sea con la llegada de nuevos compañeros de la región oeste, sea en el abrazo apretado de un niño. Al lado de ellas están los maridos (ni adelante, ni atrás), sometidos a sus órdenes. Mujeres comandantes, insurgentes y rebeldes, en el camino del todavía-no. Mientras, allá en el palacio los gobernantes traman contra los trabajadores. Historia antigua, historia vieja, pero siempre con la posibilidad de lo imponderable. Como las mujeres dicen: «si estamos juntos podemos vencer». ¿Quién duda?
Traducción: Raúl Fitipaldi, de América Latina Palavra Viva.
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