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El debate de fondo

Fuentes: Rebelión

Capriles no puede ocultar como fue su arribo a la política. Él no llegó luego de haberse iniciado en esta actividad durante su vida estudiantil; no, arribó a ella a partir de un arreglo que hiciera su familia con uno de los partidos dominantes para que lo incluyera en sus listas de candidatos a diputados […]

Capriles no puede ocultar como fue su arribo a la política. Él no llegó luego de haberse iniciado en esta actividad durante su vida estudiantil; no, arribó a ella a partir de un arreglo que hiciera su familia con uno de los partidos dominantes para que lo incluyera en sus listas de candidatos a diputados por una región con la que no tenía vinculación alguna.

¿Tiene esto importancia? Claro que sí, la política es una actividad a la que se llega por vocación. Es, además, sumamente exigente, tanto desde el punto de vista de la dedicación como del intelectual. De allí que la manera como se llegue y se participe en ella sea definitorio.

El asunto de los apellidos reviste importancia cuando ellos expresan una posición en la sociedad que viene dada por el poder patrimonial del que se goza. También cuando ellos constituyen la razón fundamental de la posición que se ocupa.

En modo alguno poseer riquezas o un apellido plutocrático son una rémora para el ejercicio político.

En Venezuela hubo quienes aun perteneciendo a una familia de la godarria asumieron posturas valientes en la lucha por alcanzar un país justiciero y democrático. Si me piden un nombre daré el de Gustavo Machado, cuya vida y luchas invitó a estudiar para que se evalúe en su justa dimensión lo que es hacer política.

El asunto no es que Capriles sea rico de cuna y que ello, per se, lo haga poco confiable para ponerle en sus manos los asuntos públicos; no, el problema es que Capriles piensa y actúa como oligarca. Colocarlo en la presidencia sería poner al país en manos de un grupo con intereses económicos muy concretos, los cuales, por cierto, estarían muy lejos de los intereses de la mayoría.

El problema es que Capriles no manifiesta; porque carece de él, un sentido de patria independiente y soberana, ambas nociones que han sido rescatadas por el Presidente Chávez, constituyendo logros irrenunciables. Capriles no es capaz de hilvanar, porque no lo siente, ideas nacionalistas o que reafirmen la independencia frente a los poderes mundiales.

Esto no es cualquier cosa en un país que es acechado constantemente por mantener en su subsuelo grandes reservas de hidrocarburos. En muchos pasajes de nuestra historia tuvimos gobiernos complacientes. Carentes de un sentido de patria soberana, lo que se manifestó con la entrega de nuestro petróleo y con el cultivo ideológico de una idea según la cual no éramos capaces de manejar nuestras riquezas y por ello teníamos que dejarlas en manos de quienes si sabían, es decir, lo gringo. Así fue por más de setenta años.

Chávez llegó a Venezuela luego de décadas de frustración e injusticias. Ello fue producto de una concepción que aún se mantiene activa y de la cual Capriles es representante. En ninguna de sus intervenciones aparecen ni siquiera vestigios que esté pensando en continuar y profundizar el modelo de inclusión que se ha puesto a andar. Para él todo se reduce a unas formulaciones tecnocráticas en las cuales habla de mejorarlo todo, lo cual no deja de ser una trampa caza bobos puesto que la esencia de su pensamiento a los que apunta es a regresarnos al país de las grandes injusticias; a la fábrica de pobreza en lo que se convirtieron los gobiernos de la Cuarta República.

Porque de eso se trata, Capriles propone el regreso a aquella situación, basta observar detenidamente el fondo de su discurso para darse cuenta que más allá de las frases efectistas se esconden las concepciones que han apartado, marginando, invisibilizando a millones de seres humanos en nuestro país y en el continente.

Capriles no representa la superación de las fallas que el modelo de inclusión hoy dominante puede arrastrar, sino el regreso a lo que ya hemos superado hace catorce años. Él es un atraso, no solo histórico, también político y social. Es el regreso del dominio de las élites plutocráticas y tecnócratas, la misma de los planes de ajuste a nombre de la disciplina fiscal. Esa que apretaba el cuello de los pobres hasta ahogarlos, mientras favorecía abiertamente a quienes más tenían.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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