Jane Morrice. UE / CESE
Formar parte de un partido feminista no es tarea fácil. Hacerlo en los años noventa en Irlanda del Norte, en plenas negociaciones de paz, menos aún. Jane Morrice (Belfast, 1954) creó, junto con otras compañeras, la Northern Ireland Women’s Coalition en 1996. Neutrales en las discusiones territoriales del conflicto y centradas en defender los derechos de las mujeres, dos años después llegó el éxito: consiguieron dos escaños en la primera Asamblea Norirlandesa en tiempo de paz. Morrice ocupó uno de los asientos.
Periodista de formación, sus primeros pasos en la profesión terminaron por conectarla con los grandes temas que han estructurado la mayor parte de su carrera: Europa y los procesos de paz en su Irlanda del Norte natal. Primero fue corresponsal en Bruselas; luego, en la delegación de la BBC en Belfast. En 1992 fue nombrada jefa de la Oficina de la Comisión Europea en el país, y trabajó activa y directamente en las negociaciones para el fin del conflicto. Tras su experiencia en la Asamblea Norirlandesa, en 2006 pasó a formar parte del Comité Económico y Social de la Unión Europea (EESC). Ahí ha ocupado la vicepresidencia y hoy en día sigue formando parte del órgano.
Su mandato terminará a finales de marzo, difuminado por los complicados eventos que enfrenta el Reino Unido en estos meses: un brexit que se tambalea y unas elecciones europeas llenas de incertidumbre. Morrice parece afrontarlo con amargura. Es especialmente crítica y no titubea ante el proceso que ha llevado a Reino Unido a abandonar el proyecto común. La UE, asegura, se ha dejado llevar indolentemente y ha sido sobrepasada por las narrativas excluyentes. Su carácter afabilísimo y sentido del humor no contrarrestan su hiperactividad y contundencia: se ha peleado para encontrar una vía que mantuviese a Irlanda del Norte dentro del Mercado Común, llegando incluso a plantear una ruta de paz -al estilo del Camino de Santiago- que atraviese la UE de norte a sur.
¿Qué diferencias se plantearon entre las posiciones y sentimientos de la gente británica e irlandesa durante el brexit?
Eso es muy interesante. Has dicho británica e irlandesa, y yo soy las dos cosas debido al Acuerdo de Viernes Santo [ The Belfast/ Good Friday Agreement ]. Esto supone que los norirlandeses tenemos derecho a la doble nacionalidad. Y lo más importante: que podemos seguir siendo europeos independientemente de lo que ocurra, ya que tenemos también el pasaporte irlandés. Es una posición personal bastante buena. Sobre el brexit, pienso que es el desastre más grave… La catástrofe potencial más importante que ha ocurrido en Reino Unido, y en particular en Irlanda del Norte. El resultado de una incapacidad total para comprender las implicaciones de una salida tras pertenecer cuarenta años a la Unión Europea y sobre todo para afrontar el hecho de que Irlanda del Norte tiene una limitación terrestre con Europa, que ahora será una frontera con la UE. Todas estas cuestiones tuvieron una falta de consideración absoluta en el referéndum, lo que nos ha dejado institucionalmente en una situación terrible.
En las últimas semanas Theresa May ha afrontado y sobrevivido -de momento- a una votación de no confianza en el Parlamento Británico, poco después a una reprobación… ¿Tendrá el brexit un peso determinante en las elecciones Europeas?
Eso se puede ver desde distintos puntos de vista. En primer lugar, las elecciones van a ser un gran reto general por todo lo que está ocurriendo en Europa. Es un momento en el que se está generando mucha permisividad -el brexit es uno de los elementos potenciadores- con los anti-todo: anti-establishment, antieuropeos… El brexit, Trump y otros actores están autorizando y fomentando a estos ‘anti’. Sin embargo, los que están enfrente deberían empezar a trabajar bastante más duro para demostrar que no son parte de la élite y que están tomando decisiones. Aunque de momento no han hecho lo suficiente para aparentar que les importa, por lo que es bastante fácil que sigan oponiéndose a ellos…
¿Te refieres a partidos liberales y socialdemócratas?
EN EL REINO UNIDO LA GENTE NO SABÍA LO QUE ESTABA HACIENDO LA UE. FUE UNA DESCONEXIÓN CON LA POBLACIÓN QUE DEBERÍA REVERTIRSE
Sí, de alguna forma. Me refiero a lo que ha sucedido en Europa desde la crisis de 2008, como la austeridad, la migración o el desempleo juvenil, que por ejemplo es muy alto en España… Todas estas cuestiones están alimentando lo que se suele conocer como ‘la narrativa’. Pues bien, la respuesta de la Unión Europea no ha sido lo suficientemente buena, adecuada y eficiente. Y esto obviamente es una crítica a las instituciones, que necesitan liderazgo y reorientar sus prioridades. En los años cincuenta, cuando se fundó la UE, eran los granjeros europeos los que más apoyo necesitaban, ya que sufrían pobreza y falta de suministros. Ahora, los jóvenes y los desempleados están en una situación similar. ¿Por qué la UE no ha hecho nada para ayudarles? Desde luego, era necesario haber hecho bastante más. Lo que necesita Bruselas es aprender de las lecciones del brexit, necesita reajustarse y convencer a sus ciudadanos sobre lo que hace. Porque la realidad es que en el Reino Unido la gente no sabía lo que estaba haciendo la UE. Fue una desconexión con la población que debería revertirse.
¿Es necesaria una refundación, una reforma, un renacimiento de la UE?
Bueno, eso es una buena idea. Supongo que lo más difícil sería hacerla literalmente. Yo hice campaña en las calles de Irlanda del Norte contra el brexit, así que conozco los miedos que tenía toda esa gente que acudía a votar: «¿Por qué dejaron entran a países como Letonia y Estonia en la UE?». No entendían que con la caída del Muro de Berlín, con el cambio en Europa, había muchos países haciendo cola para entrar en la UE, y no se les podía decir que no. Es discutible que se podría haber esperado un poco más, que se podría haber ampliado el periodo de transición y preparado mejor a esos países. Pero, definitivamente, no se les podía decir que no. Y hay otros que quieren entrar, como Turquía…
Recuerdo a una mujer, una brexiter, que se me acercó y dijo: «No quiero a un millón de turcos llegando aquí y quitándome mi trabajo». Y lo primero que pensé fue: ¿Cómo puedes tener la más mínima idea de eso si apenas sabes la población que vive en cualquier ciudad de este país?». Por supuesto, para entender estas reacciones hay que tener en cuenta el papel de los medios, de la prensa de tabloides. En Reino Unido han sido antieuropeos desde el inicio, alimentando el miedo constantemente.
Usted pertenece al Comité Económico y Social de la Unión Europea. ¿Cuál ha sido la posición de los miembros británicos de este órgano respecto del brexit?
A la inmensa mayoría de los 24 miembros no nos gusta nada lo que ha ocurrido con el brexit, aunque hay algunos miembros de Inglaterra que apoyaron la salida, pero son muy pocos. Desde aquí mismo yo me comprometí a pelear para que Irlanda del Norte continuara tanto en la UE como en Reino Unido, e inicié una petición para la que recogí 6.000 firmas. Se trataba de una proposición para crear una especie de disposición especial para Irlanda del Norte, por la que podría permanecer en el mercado común. Fue bloqueada por cuestiones políticas en las que no puedo entrar para ahorrarme problemas.
¿Cómo afectará la salida de Reino Unido a los derechos laborales, la justicia social o la desigualdad?
Con el brexit, el principal derecho que ha sido denegado a los ciudadanos británicos es la libertad de movimiento. La idea era la siguiente: «Queremos bloquear la libertad de movimiento para que no vengan a robarnos nuestros trabajos». Pero, ¿y qué hay del derecho de tus ciudadanos? Ya no podrán moverse por Europa o ir a retirarse al sur, por ejemplo. Son este tipo de cosas las que la gente pasó por alto que ocurrirían. Para mí es una frustración. Sobre los derechos laborales, los medioambientales o la desigualdad, en principio se han hecho compromisos políticos para que estos no caigan por debajo de los estándares europeos. Por supuesto, mi respuesta a eso era que no deberían rebajarse independientemente de que nos quedemos o no. En cualquier caso, existe el riesgo de que, ante la necesidad de competir fuera del escenario de la Unión Europea, haya una demolición de muchos de esos derechos y estándares.
Desde Europa tampoco se ha hecho mucho esfuerzo por poner esto encima de la mesa… Cada vez que la prensa o los políticos hablan del brexit solo suelen mencionar cuestiones macroeconómicas.
Es realmente extraño y desconcertante que durante dos años todo el debate sobre el brexit solo estuviera centrado en el dinero y el mercado. Me sorprendió y conmocionó que solo se hablara de economía o de negocios. ¿Qué hay de los derechos sociales, culturales, de los estudiantes, etc.? Incluso tratando de pensar con la lógica de un mercado, este no es solo es un lugar en el que comprar y vender: hay relaciones humanas, familiares… Es completamente cierto que no se ha hecho el suficiente empuje con esto desde la UE.
¿Qué pueden hacer organismos como al que usted pertenece, donde hay muchos miembros británicos, para afrontar el dilema brexit/elecciones europeas?
Es una situación complicada. Aquí, algunos de los europeos continentales han hecho un esfuerzo por mantenerse al margen, ya que tenían miedo de ser acusados de influir o de ser culpados por si algo salía mal. Bien por la Comisión, bien por el Parlamento, o incluso por nosotros mismos. A quien yo sí culpo es a la Comisión y al Parlamento por lo que yo llamo «sentarse sobre sus propias manos» y no hacer nada con la información positiva. El Comité de Derechos Sociales es el puente que une la sociedad civil con las instituciones de Bruselas. Nuestro deber -y por el que intento luchar todos los días- es comunicar y hacer entender a esos grupos de ciudadanos el buen trabajo de la UE. Porque realmente creo que es bueno, aunque quizá no lo vea la suficiente gente. He llegado a plantear la creación de un camino de paz desde Irlanda del Norte a Nicosia siguiendo los pasos de Columbano de Luxeuil, patrón de la Europa unida. Algo parecido al Camino de Santiago para que la gente pueda aprender lo que es el sufrimiento, el conflicto, las fronteras y la paz.