La República Federal Alemana está entrando en un peligroso declive como lo había ideado desde hace tiempo Estados Unidos, cuyas intenciones son las de debilitar y controlar a la principal economía de la Unión Europea.
La Oficina Alemana de Estadísticas informó que el Producto Interno Bruto (PIB) se contrajo por segundo trimestre consecutivo. En el primer trimestre de 2023 cayó 0,3 % y en el cuarto trimestre de 2022 se retrajo 0,5 %.
Una recesión, según lo establecido, se define comúnmente cuando ocurren dos trimestres sucesivos de crecimiento negativo del PIB. Con la alta tasa de inflación que padece este país, cayó el consumo de los habitantes y por ende toda la economía.
El gasto de los hogares descendió 1,2 % en el trimestre tras los ajustes por precios, estacionalidad y calendario, mientras el consumo público también disminuyó un 4,9 %, en el mismo período.
Andreas Scheuerle, analista del banco DekaBank, declaró que «bajo el peso de la enorme inflación, el consumidor alemán ha caído de rodillas, arrastrando consigo a la totalidad de la economía».
Resulta completamente obvio que para llegar a esa situación, una de las razones fundamentales ha sido el aumento masivo de los precios de la energía desde que el gobierno del canciller Olaf Scholz siguió a ciegas las ordenes emanadas desde Washington de no adquirir el gas procedente de Rusia con el objetivo de debilitar al gigante euroasiático.
Así comenzaron las llamadas “sanciones” contra Moscú que conllevaban la manifiesta intención norteamericana de que Europa Occidental le comprara el gas que produce en sus yacimientos con la técnica de fracking, mucho más costosa, lo que además aumentarían los precios por tenerlo que transportar en barcos en vez de gasoductos.
En ese afán de controlar y amordazar a la Unión Europea y sobre todo a Alemania, el presidente Joe Biden autorizó la voladura de los gasoductos Nord Stream 1 (en funcionamientos desde 2010) y el Nord Stream 2 (concluido en 2021) según una investigación realizada por el destacado periodista Seymour Hersh quien publicó un reportaje al respecto el pasado 8 de febrero.
No hay dudas de que, además de Rusia, los grandes perdedores por esa deplorable acción han sido Alemania y varias naciones europeas, que además del vasallaje a que han sido sometidas por Estados Unidos, tienen que comprarle a Washington el combustible a casi el doble del que provenía del gigante euroasiático.
Como consecuencia directa por la falta de suministros energéticos rusos más baratos, Alemania entró en un periodo de dificultades industriales que repercute en la economía general y en la vida de las personas.
A la vez, ha comenzado una desindustrialización, la cual se ha convertido en el centro de atención de los economistas pues ya en octubre de 2022, el gigante químico alemán BASF reveló sus planes de trasladar parte de sus instalaciones de producción a China, tras alegar los elevados costos energéticos.
Eso ocurre cuando el 10 % de las pequeñas y medianas compañías industriales alemanas declararon que trasladarían sus producciones al extranjero, según una encuesta realizada por la Fundación para la Empresa Familiar.
Seguidamente, en febrero de este año, BASF anunció que recortaría 2 600 puestos de trabajo, lo cual constituye el 2,3 % de su plantilla a escala global, de ellos, 1 800 se verían eliminados en la sede de Ludwigshafen, en Alemania.
Está previsto que la nación germana alcance este año una inflación de entre un 7 % y 8 % y el de los alimentos cercano al 25 % lo que tendrá un fuerte impacto sobre los consumidores que verán disminuir su nivel de vida, sobre todo el de la clase media.
Berlín se había acostumbrado al suministro de energía a largo plazo, fiable, barata y abundante procedentes de Rusia lo que jugó un papel fundamental en el desarrollo y fortalecimiento de su fuerte sector industrial.
Ahora, al aumentar los costos de producción de la industria alemana ya se nota un efecto negativo sobre la competitividad industrial en el mercado mundial, lo cual ha sido desde hace años el objetivo de Washington para contener a la potencia germana.
Otro panorama desalentador ocurre dentro de la Unión Europea, que siguiendo las directrices de Washington, afronta las consecuencias por imponer extorsiones a Moscú, lo cual le ha provocado que se reduzcan notablemente sus propias oportunidades de desarrollo.
El director de la Fundación Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI) en Bruselas, Paolo Raffone, enfatizó que de continuar la Unión Europea con la política de apoyo a Ucrania y aislar a Rusia habrá un costo mayor para los gobiernos del viejo continente. No obstante, agregó, es poco probable que la UE dé marcha atrás en su rumbo político, ya que el bloque sucumbió a la presión de Washington.
Alemania, considerada la locomotora económica de la Unión Europea está en declive y si el estancamiento se profundiza y alarga, las consecuencias serán desalentadoras para toda la Unión. Al parecer, seguir los agresivos consejos de la Casa Blanca contra Rusia no les ha dado el resultado esperado.
Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.