Recomiendo:
1

El decrecimiento puede funcionar: así puede ayudar la ciencia

Fuentes: Sin permiso

Los países ricos pueden crear prosperidad utilizando menos materiales y energía si abandonan el crecimiento económico como objetivo.

La economía mundial está estructurada en torno al crecimiento: la idea de que las empresas, industrias y naciones deben aumentar la producción cada año, independientemente de si es necesario o no. Esta dinámica está impulsando el cambio climático y el colapso ecológico. Las economías de renta alta, y las corporaciones y clases adineradas que las dominan, son las principales responsables de este problema y consumen energía y materiales a ritmos insostenibles (1) (2).

Sin embargo, muchos países industrializados luchan ahora por hacer crecer sus economías, dadas las convulsiones económicas provocadas por la pandemia COVID-19, la invasión rusa de Ucrania, la escasez de recursos y el estancamiento de las mejoras de productividad. Los gobiernos se enfrentan a una situación difícil. Sus intentos de estimular el crecimiento chocan con los objetivos de mejorar el bienestar humano y reducir los daños medioambientales.

Los investigadores en economía ecológica abogan por un enfoque diferente: el decrecimiento (3). Las economías ricas deberían abandonar el crecimiento del producto interior bruto (PIB) como objetivo, reducir las formas de producción destructivas e innecesarias para reducir el uso de energía y materiales, y centrar la actividad económica en garantizar las necesidades y el bienestar humanos. Este enfoque, que ha ganado adeptos en los últimos años, puede permitir una rápida descarbonización y detener el colapso ecológico al tiempo que mejora los resultados sociales (2). Libera energía y materiales para los países de renta baja y media en los que el crecimiento puede seguir siendo necesario para el desarrollo. El decrecimiento es una estrategia decidida para estabilizar las economías y alcanzar objetivos sociales y ecológicos, a diferencia de la recesión, que es caótica y socialmente desestabilizadora y se produce cuando las economías dependientes del crecimiento no crecen.

Los informes de este año del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) sugieren que deberían considerarse políticas de decrecimiento en la lucha contra el colapso climático y la pérdida de biodiversidad, respectivamente. Entre las políticas de apoyo a una estrategia de este tipo figuran las siguientes:

Reducir la producción menos necesaria. Esto significa reducir sectores destructivos como los combustibles fósiles, la producción masiva de carne y lácteos, la moda rápida, la publicidad, los automóviles y la aviación, incluidos los jets privados. Al mismo tiempo, es necesario acabar con la obsolescencia programada de los productos, alargar su vida útil y reducir el poder adquisitivo de los ricos.

Mejorar los servicios públicos. Es necesario garantizar el acceso universal a la atención sanitaria, la educación, la vivienda, el transporte, Internet, las energías renovables y los alimentos nutritivos de alta calidad. Los servicios públicos universales pueden ofrecer buenos resultados sociales sin un elevado uso de recursos.

Introducir una garantía de empleos verdes. Esto permitiría formar y movilizar mano de obra en torno a objetivos sociales y ecológicos urgentes, como la instalación de energías renovables, el aislamiento de edificios, la regeneración de ecosistemas y la mejora de la asistencia social. Un programa de este tipo acabaría con el desempleo y garantizaría una transición justa para los trabajadores de industrias en declive o «sectores en extinción», como los que dependen de los combustibles fósiles. Podría combinarse con una política de renta universal.

Reducir el tiempo de trabajo. Esto podría lograrse reduciendo la edad de jubilación, fomentando el trabajo a tiempo parcial o adoptando una semana laboral de cuatro días. Estas medidas reducirían las emisiones de carbono y liberarían a las personas para dedicarse a los cuidados y a otras actividades que mejoren el bienestar. También estabilizarían el empleo al disminuir la producción menos necesaria.

Permitir el desarrollo sostenible. Esto requiere cancelar las deudas injustas e impagables de los países de renta baja y media, frenar el intercambio desigual en el comercio internacional y crear las condiciones para que la capacidad productiva se reoriente hacia la consecución de objetivos sociales.

Algunos países, regiones y ciudades ya han introducido elementos de estas políticas. Muchas naciones europeas garantizan asistencia sanitaria y educación gratuitas; Viena y Singapur son famosas por sus viviendas públicas de alta calidad; y casi 100 ciudades de todo el mundo ofrecen transporte público gratuito. En el pasado, muchos países han utilizado sistemas de garantía de empleo, y en Finlandia, Suecia y Nueva Zelanda se está experimentando con rentas básicas y jornadas laborales más cortas.

Pero la aplicación de una estrategia más amplia de decrecimiento -de forma segura y justa- se enfrenta a cinco retos de investigación fundamentales, que exponemos a continuación.

Eliminar la dependencia del crecimiento

Las economías actuales dependen del crecimiento de varias maneras. El bienestar suele financiarse con los ingresos fiscales. Los proveedores privados de pensiones dependen del crecimiento bursátil para obtener rendimientos financieros. Las empresas citan el crecimiento previsto para atraer a los inversores. Los investigadores deben identificar y abordar estas «dependencias del crecimiento» sector por sector.

Por ejemplo, hay que cambiar el «deber fiduciario» de los directores de empresa. En lugar de priorizar los intereses financieros a corto plazo de los accionistas, las empresas deberían dar prioridad a los beneficios sociales y medioambientales y tener en cuenta los costes sociales y ecológicos. Sectores como la asistencia social y las pensiones necesitan mecanismos de financiación seguros para los proveedores públicos, así como una mejor regulación y el desmantelamiento de los incentivos financieros perversos para los proveedores privados(4).

Equilibrar la economía nacional exigirá nuevos modelos macroeconómicos que combinen variables económicas, financieras, sociales y ecológicas. Ya se están utilizando modelos como LowGrow SFC (desarrollado por T.J. y P.A.V.), EUROGREEN y MEDEAS para proyectar las repercusiones de las políticas de decrecimiento, incluidos los impuestos redistributivos, los servicios públicos universales y la reducción de la jornada laboral.

Pero estos modelos suelen centrarse en un solo país y no tienen en cuenta la dinámica transfronteriza, como los movimientos de capitales y divisas. Por ejemplo, si los mercados se asustan por el bajo crecimiento de un país, algunas empresas podrían trasladar su capital al extranjero, lo que podría afectar negativamente a la moneda del país de origen y aumentar los costes de los préstamos. Condiciones como éstas plantearon graves problemas financieros a Argentina en 2001 y a Grecia en 2010. Es necesario considerar la cooperación internacional para un control fronterizo más estricto de los movimientos de capital y modelizar sus efectos.

Financiar los servicios públicos

Se necesitarán nuevas formas de financiación para financiar los servicios públicos sin crecimiento. Los gobiernos deben poner fin a las subvenciones a la extracción de combustibles fósiles. Deben gravar las industrias perjudiciales para el medio ambiente, como el transporte aéreo y la producción de carne. Los impuestos sobre el patrimonio también pueden utilizarse para aumentar los recursos públicos y reducir la desigualdad.

Los gobiernos que emiten su propia moneda pueden utilizar este poder para financiar objetivos sociales y ecológicos. Este enfoque se utilizó para rescatar a los bancos tras la crisis financiera mundial de 2007-8 y para pagar planes de rescate y hospitales durante la pandemia de COVID-19(5).

Hay que gestionar los riesgos inflacionistas, si el aumento de la demanda supera la capacidad productiva de la economía. Destinar divisas a los servicios públicos reduce la inflación del coste de la vida. Pero una estrategia de decrecimiento también puede reducir la demanda de bienes materiales, por ejemplo mediante una fiscalidad progresiva, fomentando el consumo compartido y colaborativo, incentivando la renovación y la reparación, y apoyando los servicios comunitarios.

Otro riesgo es que cuando los Estados o los bancos centrales emiten moneda, puede aumentar el pago del servicio de la deuda pública. La investigación sugiere que la gestión de este riesgo requiere una cuidadosa coordinación de la política fiscal (cuánto gravan y gastan los gobiernos) y la política monetaria (cómo se mantiene la estabilidad de los precios)(6) . Se necesitan modelos e investigaciones empíricas que arrojen luz sobre los pros y los contras de los mecanismos innovadores de política monetaria, como el «sistema de reservas diferenciadas», que reduce el tipo de interés de la deuda pública.

Gestionar la reducción de la jornada laboral

Los ensayos de reducción de la jornada laboral han arrojado en general resultados positivos. Entre ellos, menos estrés y agotamiento y mejor descanso entre los empleados, al tiempo que se mantiene la productividad (7). La mayoría de los ensayos se han centrado en el sector público, principalmente en el norte de Europa. Pero empresas privadas de Norteamérica, Europa y Australasia han realizado ensayos de semanas de cuatro días, con resultados similares (8). Sin embargo, las empresas se autoseleccionaron, y es necesario investigar si este enfoque puede tener éxito en un ámbito más amplio, por ejemplo fuera de las industrias de cuello blanco que dominan los ensayos.

Es necesario comprender y abordar los obstáculos a la aplicación de la reducción de jornada. Los costes de personal per cápita, como la limitación de las cotizaciones fiscales y el seguro médico, hacen que a los empresarios les resulte más caro aumentar la plantilla. El endeudamiento personal podría animar a los empleados a trabajar más horas, aunque ensayos recientes no han demostrado nada en este sentido(7) (8).

La comprensión de las repercusiones colectivas también es limitada. Los resultados de los experimentos franceses con una semana laboral de 35 horas han sido desiguales: aunque muchas personas se beneficiaron, algunos trabajadores peor pagados y menos cualificados experimentaron un estancamiento salarial y un trabajo más intenso(9). Estas presiones deben estudiarse y abordarse. La hipótesis de que la reducción de la jornada redunda en un aumento del empleo debe ponerse a prueba en diferentes sectores y contextos. Pruebas recientes sugieren que los trabajadores pueden mantener la productividad reorganizando su trabajo (7) (8).

También es necesario establecer vínculos entre las horas de trabajo y las emisiones de carbono(10). Aunque un menor número de desplazamientos reduce el consumo de energía y las emisiones de carbono durante las semanas de trabajo comprimido, los comportamientos durante los fines de semana de tres días siguen sin explorarse. Más desplazamientos o compras durante el tiempo libre podrían aumentar las emisiones, pero estos efectos podrían mitigarse si se reduce la producción en los sectores problemáticos.

Reformar los sistemas de abastecimiento

Ningún país satisface actualmente las necesidades básicas de sus habitantes de forma sostenible(1). Las economías prósperas utilizan más recursos de los que les corresponden(2), mientras que los países de renta baja probablemente necesiten utilizar más. Los investigadores deben estudiar cómo los sistemas de aprovisionamiento vinculan el uso de los recursos con los resultados sociales, tanto para los sistemas físicos (infraestructuras y tecnología) como para los sociales (gobiernos y mercados).

Los estudios ascendentes sugieren que unos mejores sistemas de abastecimiento podrían proporcionar un nivel de vida digno con un consumo de energía mucho menor que el actual(11). Estos estudios no tienen plenamente en cuenta instituciones como el Estado y es probable que sean subestimaciones. Los estudios descendentes, que sí tienen en cuenta estas instituciones, sugieren que se necesita más energía para satisfacer las necesidades humanas(12). Pero estos estudios no son capaces de separar el consumo derrochador, como los coches grandes o los yates, y por tanto es probable que sean sobreestimaciones.

Los investigadores deben conciliar estos enfoques y tener en cuenta otros recursos además de la energía, como los materiales, la tierra y el agua. Deben examinar los sistemas de suministro de vivienda, transporte, comunicación, sanidad, educación y alimentación. ¿Qué cambios sociales e institucionales mejorarían el aprovisionamiento? ¿Qué tipos de aprovisionamiento tienen los resultados sociales y medioambientales más beneficiosos? Esta investigación puede llevarse a cabo mediante la observación empírica y la modelización.

Tomemos el ejemplo de la vivienda. En muchas partes del mundo, los mercados inmobiliarios están al servicio de promotores, propietarios y financieros. Esto contribuye a la segregación y la desigualdad, y puede expulsar a los trabajadores del centro de las ciudades para que dependan del coche, lo que aumenta las emisiones de combustibles fósiles. Los enfoques alternativos incluyen la vivienda pública o cooperativa, y un sistema financiero que priorice la vivienda como una necesidad básica y no como una oportunidad para obtener beneficios.

Viabilidad política y oposición

El crecimiento suele considerarse un árbitro del éxito político. Pocos líderes se atreven a cuestionar el crecimiento del PIB. Pero la actitud de la opinión pública está cambiando. Las encuestas en Europa muestran que la mayoría de la gente prioriza el bienestar y los objetivos ecológicos sobre el crecimiento (véase go.nature.com/3ugg8kt). Los sondeos en Estados Unidos y el Reino Unido apoyan la garantía del empleo y la reducción de la jornada laboral (go.nature.com/3uyhdjv y go.nature.com/3y8ujz5). El gran número de trabajadores que han abandonado sus puestos de trabajo en movimientos como la Gran Dimisión estadounidense o los grupos de protesta Lying Flat en China demuestran que existe una demanda de jornadas laborales más cortas y de un trabajo más humano y significativo. Sin embargo, los partidos políticos que han propuesto ideas de decrecimiento han recibido un apoyo limitado en las elecciones. De ahí la pregunta: ¿de dónde vendría el impulso para una política de decrecimiento?

Los movimientos sociales y el cambio cultural que se gestan bajo la superficie suelen preceder y catalizar la transformación política. Los científicos sociales deberían examinar cuatro áreas. En primer lugar, deben identificar las actitudes y prácticas cambiantes mediante encuestas y grupos de discusión.

En segundo lugar, deben aprender de las «ciudades de transición» sostenibles, las cooperativas, los proyectos de covivienda u otras formaciones sociales que dan prioridad a los modos de vida posteriores al crecimiento. Las experiencias de países que han tenido que adaptarse a condiciones de bajo crecimiento -como Cuba tras la caída de la Unión Soviética y Japón- también aportan lecciones.

En tercer lugar, los investigadores deberían estudiar los movimientos políticos que se alinean con los valores del decrecimiento: desde La Vía Campesina, el movimiento internacional de campesinos que aboga por la soberanía alimentaria y los métodos agroecológicos, hasta los movimientos y gobiernos municipalistas y comunalistas de ciudades progresistas como Barcelona o Zagreb, que promueven políticas a favor de la justicia social y los bienes comunes. Es necesario comprender mejor los obstáculos a los que se enfrentan los gobiernos que tienen ambiciones ecológicas, como los elegidos este año en Chile y Colombia.

En cuarto lugar, es necesario comprender mejor los intereses políticos y económicos que pueden oponerse o apoyar el decrecimiento. Por ejemplo, ¿cómo se organizan, a escala nacional e internacional, los grupos de reflexión, las empresas, los grupos de presión y los partidos políticos que trabajan para apoyar los intereses de las élites, con el fin de echar por tierra las políticas económicas y sociales progresistas? El papel de los medios de comunicación en la formación de actitudes favorables al crecimiento sigue siendo poco explorado. Dados los vínculos entre el crecimiento económico y el poder geopolítico, es posible que las naciones individuales se muestren reacias a actuar solas, por miedo a enfrentarse a una desventaja competitiva, a la fuga de capitales o al aislamiento internacional. Este problema de «ser el primero» plantea la cuestión de si los países de renta alta podrían cooperar en la transición hacia el decrecimiento y en qué condiciones.

¿Y ahora qué?

La actuación de los gobiernos es crucial. Se trata de un reto, porque los que están en el poder tienen ideologías arraigadas en la economía neoclásica dominante, y tienden a tener una exposición limitada a los investigadores que exploran la economía desde otros ángulos. Se necesitará espacio político para debatir y comprender alternativas, y para desarrollar respuestas políticas. Entre los foros que trabajan en este sentido se encuentran la Alianza para una Economía del Bienestar, el movimiento Crecimiento en Transición de Austria, la iniciativa de la Conferencia Postcrecimiento del Parlamento Europeo y el Grupo Parlamentario Multipartidista sobre los Límites del Crecimiento del Reino Unido.

Se necesitan movimientos sociales fuertes. Las formas de toma de decisiones descentralizadas, a pequeña escala y directas, como las asambleas de ciudadanos, ayudarían a poner de relieve la opinión pública sobre unas economías más equitativas(13).

Abordar la cuestión de cómo prosperar sin crecimiento exigirá una movilización masiva de investigadores de todas las disciplinas, incluidos economistas de mentalidad abierta, científicos sociales y políticos, modelizadores y estadísticos. La investigación sobre el decrecimiento y la economía ecológica necesita más financiación, para aumentar la capacidad de abordar las cuestiones necesarias. Y la agenda necesita atención y debate en los principales foros económicos, medioambientales y climáticos, como las conferencias de las Naciones Unidas.

Un editorial de esta revista de marzo de 2022 afirmaba que ya es hora de ir más allá del debate entre «límites al crecimiento» y «crecimiento verde». Estamos de acuerdo. En nuestra opinión, la cuestión ya no es si el crecimiento encontrará límites, sino cómo podemos hacer que las sociedades prosperen sin crecimiento, para garantizar un futuro justo y ecológico. Allanemos el camino.

Notas:

(1) Fanning, A. L., O’Neill, D. W., Hickel, J. & Roux, N. Nature Sustain. 5, 26-36 (2022).

(2) Hickel, J. et al. Nature Energy 6, 766-768 (2021).

(3) Kallis, G. et al. Annu. Rev. Environ. Resour. 43, 291-316 (2018).

(4) Corlet Walker, C., Druckman, A. & Jackson, T. Lancet Healthy Longev. 3, E298-E306 (2022).

(5) Nersisyan, Y. & Wray, L. R. J. Post Keynesian Econ. 44, 68-88 (2021).

(6) Jackson, A., Jackson, T. & van Lerven, F. Beyond the Debt Controversy – Re-framing Fiscal and Monetary Policy for a Post-Pandemic Era. CUSP Working Paper No. 31 (Centre for the Understanding of Sustainable Prosperity, 2022).

(7) Haraldsson, G. D. & Kellam, J. Going Public: Iceland’s Journey to a Shorter Working Week (Alda & Autonomy, 2021).

(8) Schor, J. B. et al. Assessing Global Trials of Reduced Work Time with No Reduction in Pay (4 Day Week Global Foundation, 2022).

(9) Hayden, A. Politics Soc. 34, 503-542 (2006).

(10) Fitzgerald, J. B., Schor, J. B. & Jorgenson, A. K. Soc. Forces 96, 1851-1874 (2018).

(11) Millward-Hopkins, J., Steinberger, J. K., Rao, N. D. & Oswald, Y. Glob. Environ. Change 65, 102168 (2020).

(12) Vogel, J., Steinberger, J. K., O’Neill, D. W., Lamb, W. F. & Krishnakumar, J. Glob. Environ. Change 69, 102287 (2021).

(13) Asara, V., Profumi, E. & Kallis, G. Environ. Values 22, 217-239 (2013).

Jason Hickel, Giorgos Kallis, Tim Jackson, Daniel W. O’Neill, Juliet B. Schor, Julia K. Steinberger, Peter A. Victor y Diana Ürge-Vorsatz. Jason Hickel, el primer signatario del artículo, es catedrático del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona (ICTA-UAB), España, y visiting senior fellow del International Inequalities Institute, London School of Economics and Political Science, Reino Unido. El resto y por orden, trabajan en ICTA-UAB y ICREA en Barcelona; CUSP, University of Surrey, UK; University of Leeds, UK; Boston College, Massachusetts, USA; University of Lausanne, Suïsse; York University, Canada; Central European University, Vienna,Austria.

Texto original: Nature, 2022, Vol. 612, pp.400-403 (https://www.nature.com/articles/d41586-022-04412-x)

Traducción: Antoni Soy Casals

Fuente: https://sinpermiso.info/textos/el-decrecimiento-puede-funcionar-asi-puede-ayudar-la-ciencia