Europa les cederá dos bancas del directorio del FMI a los países emergentes, pese a lo cual seguirán siendo minoría. Strauss-Kahn lo presentó como una «profunda reforma» y un cambio «histórico».
Los ministros de Finanzas del Grupo de los 20 cerraron su reunión de dos días en la ciudad surcoreana de Gyeongju con un acuerdo para llevar a cabo «una profunda reforma» del Fondo Monetario Internacional (FMI), al tiempo que rechazaron las «devaluaciones competitivas» de las divisas. En Gyeongju se clarificaron los puntos que centrarán la agenda de la cumbre de noviembre en Seúl con el objetivo de lograr un crecimiento «fuerte, sostenible y equilibrado», aunque el inesperado acuerdo para reformar el FMI en favor de las economías emergentes se llevó el protagonismo.
El director del FMI, Dominique Strauss-Kahn, se mostró satisfecho después de que los miembros del G-20 alcanzaran un «histórico» compromiso para que países como China o Brasil tengan más peso en la institución y contribuyan a un fondo «más efectivo, creíble y legitimado». El FMI confía en «reflejar la realidad de la economía global» y «poner fin al debate sobre su legitimidad» a partir de este acuerdo, señalaron voceros de la entidad.
Para permitir ese nuevo equilibrio, Europa cederá dos asientos en el directorio ejecutivo del FMI, mientras economías emergentes como China, India o Brasil se beneficiarán de un aumento del 6 por ciento en sus cuotas de representación. El comisario europeo de Finanzas, Olli Rehn, y el ministro belga de esa cartera, Didier Reynders, presentaron el anuncio como un avance histórico. Dijeron, además, que existen alternativas como una silla rotatoria para países europeos de tamaño medio, de forma tal que no resultaran marginados.
StraussKahn se esperanzó en que los cambios conviertan al FMI en un instrumento clave para que las economías industrializadas y emergentes agrupadas en el G-20 puedan prevenir crisis como la actual y para crear «una red de seguridad financiera».
Al llegar al complejo hotelero de Gyeongju, unos 400 kilómetros al sur de Seúl, los ministros de Finanzas y gobernadores de bancos centrales buscaban también poner el acento en la volatilidad de los mercados de divisas y los desequilibrios entre las economías más importantes del mundo. En el centro del debate estaba la puja entre Estados Unidos y China. El primero culpa al gigante asiático de mantener su moneda, el yuan, artificialmente devaluado para atraer capitales y mantener su prevalencia en el comercio exterior. Desde un enfoque distinto, se podría señalar que Estados Unidos pretende que el yuan se revalúe contra el dólar para poder exportar los costos de la crisis a terceros países. El comunicado conjunto final afirma el compromiso del G-20 de «avanzar hacia un sistema de tipos de cambio determinados por el mercado que reflejen los fundamentos económicos subyacentes y rechace las devaluaciones competitivas de las divisas».
El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Timothy Geithner, propuso al comienzo de las reuniones que los desequilibrios en la balanza comercial no superasen el 4 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB), pero se encontró con la mayoritaria reticencia a poner límites numéricos. Geithner indicó que «el mundo atraviesa un necesario, pero complicado, proceso de ajuste» y urgió a que se cambien las estrategias de países con grandes superávit y dependientes de las exportaciones hacia la demanda interna. Estados Unidos es el país con mayor déficit fiscal del mundo, en términos que a cualquier país emergente los pondría en situación de someterse a todo tipo de condicionamientos del FMI y, en comparación con los países europeos, lo colocaría lejos de los límites del Tratado de Maastricht. Sin embargo, sigue pontificando sobre qué deben hacer los demás.
Los jefes de Finanzas recordaron que la recuperación avanza, «aunque de manera frágil e irregular», por lo que propusieron reformas estructurales para sostener la demanda global y crear empleo, así como completar la reforma reguladora del sistema financiero sin dilación.
Además, se acogieron positivamente los cambios en las normas de adecuación de capital para los bancos tomados por el Comité de Basilea y se adoptaron las recomendaciones para incrementar la supervisión del sistema financiero y evitar el riesgo de fallo de las grandes entidades.
La reunión realizada en Gyeongju, de la que participó el ministro de Economía argentino, Amado Boudou, es preparatoria de la cumbre de presidentes prevista para el 11 de noviembre en Seúl, a la que comprometió su asistencia Cristina Fernández.
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