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El Perú frente al ALCA

El desafío de la nueva colonización de la educación: ALCA y pedagogía para la opresión

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Manuel Talens

Introducción

El año 2005 marcará la firma y la implementación del ALCA, un exhaustivo acuerdo político y económico que limitará radicalmente la soberanía latinoamericana. El ALCA le proporcionará al imperialismo estadounidense un marco legal y de toma de decisiones para determinar el comercio, las inversiones, las políticas sobre la propiedad y la legislación laboral, así como la naturaleza, el coste, la forma y el contenido de los sistemas de salud y educación.

El ALCA significa un cambio cualitativo en las relaciones entre EE.UU. y América Latina, porque establece un nuevo sistema político y la base legal para el control estadounidense directo de toda la estructura socioeconómica de esta última. Los gobiernos de casi todos los países andinos, Perú, Ecuador, Colombia y Bolivia (con la excepción de Venezuela) ya han manifestado su deseo de aceptar el nuevo estado colonial. Pero antes de discutir sobre cualquier cuestión social de importancia es necesario entender las implicaciones del ALCA y su impacto específico sobre la educación, así como sus efectos sobre el sistema pedagógico peruano.

El ALCA como proceso

La firma y la puesta en marcha del ALCA en 2005 son el producto de un proceso político, no de un acontecimiento aislado. Es importante comprender las diferentes fases y cambios incrementales que han creado la base para la actual transición hacia el nuevo colonialismo. El ALCA es la culminación de una lucha que ya dura veinte años y que, en el caso de Perú, se inició en los años ochenta bajo Belaunde y la presidencia de Alan García, se aceleró en los noventa bajo la dictadura de Fujimori y ha culminado con la abyecta y total sumisión del régimen de Toledo al marco neocolonial propuesto.

Incluso si la transición al ALCA tuvo lugar por medio de cambios poco sistemáticos, el acuerdo representa una nueva totalidad que abraza cada aspecto de la vida política, militar, social y cultural. El ALCA no es simplemente un problema de dominación económica, sino que afecta tanto la estructura interna como la política internacional de América Latina, incluida la formación de un ejército mercenario para vigilar el imperio, tal como se ha visto en la reciente intervención y la ocupación de Haití.

El proceso de colonización se inició con el uso imperial de la deuda externa como palanca de la «política de ajuste estructural»; a través de sus representantes en las instituciones financieras internacionales (el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco Interamericano) Washington diseñó un programa para la privatización de empresas públicas, la desnacionalización de los recursos naturales, la cancelación de las medidas arancelarias protectoras, la desregulación del sistema financiero, la inversión de la legislación industrial y social y la promoción del control privado capitalista de la educación y la seguridad social. Cada una de estas medidas neoliberales tuvo un doble efecto: por un lado, aumentaron los activos, los beneficios y los pagos de intereses a los bancos y multinacionales estadounidenses; por el otro, apareció dentro del país una clase social de gerentes, profesionales, inversionistas, administradores, políticos y demás que se beneficiaron de dicha política y que son los principales partidarios internos de la transición al colonialismo. La política neoliberal creó un nuevo personal y las instituciones internas que apoyan al ALCA. El neoliberalismo es una política precolonial y procolonial que ha creado la clase política dispuesta a servir al imperio colonial.

El imperialismo se expande y gobierna mediante la fuerza y las ideas. Para algunos escritores y universitarios, el problema clave es la hegemonía imperial, es decir, la integración mental de las ideas de la clase dirigente por parte de los oprimidos. Yo añadiría que el término hegemonía ha sido desvirtuado. La hegemonía imperialista en América Latina se basa en sectores sociales y políticos muy limitados. La mayor parte de las clases sometidas a la hegemonía son aquellas que colaboran abierta y continuamente con instituciones imperiales y comparten los beneficios del pillaje imperial. Esto incluye a los líderes políticos de la mayoría de los partidos electorales, a banqueros locales, inversionistas, consultores, etc. Esos colaboracionistas ejercen influencia sobre las clases medias, prometiéndoles «reformas» y «democracia» y sirviendo algunos de sus intereses. Pero la gran masa de la ciudadanía rechaza el libre comercio, el pago de la deuda, la reducción de los presupuestos sociales, la erradicación de la coca y el ALCA. Es evidente que la hegemonía imperial no funciona entre las masas, que no aceptan la hegemonía del imperialismo, pero están manipuladas por los líderes políticos y sociales pequeñoburgueses, que sí están bajo la hegemonía imperial. El imperialismo gobierna a las masas por medio de la fuerza y la manipulación retórica y organizativa de la arribista clase política electoral.

Educación: la transición desde el neoliberalismo al colonialismo

En el área específica de la educación, el proceso de privatización se ha abierto camino por medio de diversas políticas complementarias. En primer lugar, la reducción del presupuesto estatal para la educación pública conduce a la reducción de los salarios de los educadores, a un aumento del alumnado por aula individual, al deterioro de las instalaciones, etc. Los presupuestos estatales fueron reducidos para canalizar un tercio de los beneficios y la mitad de los ingresos de las exportaciones hacia el pago de la deuda. La reducción de los gastos educativos y de otros gastos sociales también tiene un objetivo ideológico: lograr que la educación pública se deteriore y, luego, argüir que cualquier actividad pública es inferior a la empresa privada capitalista. Además, la reducción de la financiación pública de la educación hace que las escuelas públicas sean más dependientes de la financiación privada, lo cual hace que aumente la influencia del sector privado sobre la educación.

La promoción y la subvención de la educación privada y, por consiguiente, el deterioro de las escuelas públicas, conduce a la segregación de la educación entre los pobres y las clases medias bajas. La financiación de la educación privada tiene varios objetivos. En primer lugar, promueve la idea de que lo privado es mejor que lo público. En segundo, aumenta la calidad de la educación privada para las clases privilegiadas y reduce los gastos de la elite. El Banco Mundial y las fundaciones privadas (las Fundaciones Ford y Rockefeller) diseñan y financian programas educativos, agendas de investigación, reformas de planes de estudios y educación ideológica con vistas a hacer avanzar el proceso de privatización y a vincular la educación a los intereses económicos privados, a la extensión colonial y a la difusión de la ideología imperial. Por mucho que el Banco Mundial abogue a favor de una mayor profesionalidad y en contra de la ideología en los programas educativos, en realidad lo que promueve es una ideología proimperial que prepara tecnócratas para que sirvan a las multinacionales contra una ideología nacionalista que sirve a la población.

La función de esa educación es crear un hombre nuevo que cuadre con la nueva economía colonial, lo cual implica la conversión cultural de ciudadanos independientes soberanos en sujetos coloniales. La construcción de una cultura colonial es esencial para el mantenimiento de los nuevos regímenes colaboradores que sostienen el imperialismo. La ofensiva cultural colonial se opone al concepto cheguevariano de hombre nuevo socialista [1] con la noción de hombre nuevo colonial. La ideología del hombre nuevo colonial se basa en que «lo que es bueno para las multinacionales es bueno para el país». Su objetivo no es cuestionar los objetivos del imperio, sino definir las técnicas menos costosas y los medios para alcanzar los mayores beneficios.

La perspectiva de Guevara, el hombre nuevo socialista, se opone diametralmente a la del hombre nuevo colonial: para el Che, el objetivo en la vida es servir al pueblo, guiarse por los ideales del bien común, integrar la palabra con la acción, combinar el trabajo físico con el intelectual, despreciar a los opresores y abrazar al oprimido, sacrificar la riqueza material por el bien de la humanidad. Por el contrario, el objetivo del hombre nuevo colonial consiste en servir a la corporación, guiarse por la acumulación privada de riqueza, hablar con doblez, despreciar el trabajo físico, adorar al rico y al poderoso y despreciar al pobre, idolatrar el consumismo y venderse al mejor postor.

Para el Che, el valor más alto era la solidaridad de clase; para el sujeto colonial es el mercado quien dicta las respuestas; para el Che, el respeto de la naturaleza y la fe en el potencial humano eran valores supremos; para el sujeto colonial, el objetivo consiste en extraer la riqueza y pisotear los derechos de los pueblos indígenas.

La creación de una cultura colonial implica no sólo la conformidad con la disciplina económica y social impuesta por el estado neocolonial para facilitar el pillaje imperial del trabajo, de los recursos naturales y del tesoro público, sino también la colonización de la mente, de los sentidos e incluso de los objetos del deseo.

La dominación cultural colonial incluye la influencia de las experiencias visuales y del entretenimiento a través de los medios de comunicación mediante programas estúpidos de violencia policial que refuerzan la autoridad del Estado, telenovelas que convierten profundos problemas sociales en dilemas personales o juegos de azar que crean la ilusión del escape individual lejos de la miseria de las masas. El imperialismo gastronómico bajo la forma de consumo individual de comidas rápidas infectas destruye los hábitos nutritivos históricos y colectivos que hasta ahora se transmitían de generación en generación. El imperialismo gastronómico crea vínculos con los hábitos de consumo de la sociedad imperial y, además, elimina a los productores locales de alimentos e incrementa los beneficios de multinacionales multimillonarias. Los símbolos coloniales del consumo -centros comerciales enormes- se convierten en lugares de encuentro para la juventud de clase media baja y sirven como puntos de referencia para el comportamiento imitativo, que conduce a la sumisión colonial.

La educación, en el más amplio sentido de la palabra, también tiene lugar fuera de las aulas por medio de la publicidad, de los medios de comunicación colonizados, de familias conformistas y grupos de amigos. No son únicamente las fuerzas macropolíticas las que crean la mentalidad colonial, sino también los microcontextos, la influencia de los amigos y de las relaciones primarias, con sus «líderes de opinión» que comunican directamente con los estudiantes.

La auténtica educación debe tener en cuenta a los estudiantes que posean cualidades de mando y sean capaces de transmitir los valores solidarios de clase y de independencia nacional para que organicen a otros estudiantes en la causa de la justicia social. Sería necesario incitar a los estudiantes a que tomen la delantera en el desafío a la propaganda colonial, y ello tanto en los patios de recreo, como en las aulas y en los campos de juego.

La educación formal debe crear una mente crítica que permita a individuos/estudiantes/profesores/familias analizar y desenmascarar las intenciones imperiales ocultas tras la macrodominación manipuladora de los medios de comunicación y la transmisión inconsciente (o estúpida) del mensaje y de los valores en pequeños grupos. La lucha pedagógica no sólo abarca la enseñanza de las materias fundamentales en el plan de estudios, sino también la interpretación de las experiencias cotidianas en el mundo.

Los educadores no sólo deben proporcionar a los estudiantes las críticas de la elite en el poder y de sus múltiples voces en los medios de comunicación, sino asimismo trabajar con ellos y con la comunidad en la construcción de microalternativas, lo cual incluye la publicación de boletines y pequeñas revistas literarias y políticas, la organización de foros públicos, el rodaje de vídeos experimentales, la creación de sitios web, la organización de actividades solidarias, el aprendizaje de la escritura narrativa, el montaje de espectáculos de marionetas y teatros callejeros en barrios populares, los conciertos y acontecimientos sociales con un claro mensaje social de clase y de afirmación nacional. Sería necesario animar a los estudiantes al trabajo voluntario con una clara orientación de clase, para que formen brigadas alfabetizadoras y enseñen higiene a los más pobres.

Los educadores deben animar a estudiantes a que se conviertan en actores y creen medios de comunicación alternativos (radios comunitarias) y lugares alternativos de encuentro (centros municipales) que fomenten la solidaridad de clase y provoquen el rechazo de los centros culturales coloniales controlados.

Educación formal: el modelo colonial

Los colaboradores locales presentan el modelo colonial de la educación como la «elevación del nivel de educación», la búsqueda de la «excelencia en la enseñanza» y la «modernización del plan de estudios», todos ellos objetivos recomendables… en abstracto. Pero, una vez que se estudia el contenido operativo de tales conceptos, lo que se descubre es que están vinculados a la fabricación de un tipo específico de estudiante: un sujeto colonial. La «elevación del nivel de educación» es, con frecuencia, una excusa para la privatización de la educación y la conversión de los estudiantes en trabajadores acríticos que se identifican con los intereses de las autoridades políticas y del mundo de los negocios. La búsqueda de la «excelencia en la enseñanza» bajo el neoliberalismo quiere decir el uso de los modelos imperiales centrados en el éxito individual, ajeno a cualquier noción de solidaridad de clase social. Las «reformas educativas» financiadas por las agencias imperiales explotan el complejo de inferioridad de los pueblos y de las autoridades del Tercer Mundo y presentan su plan de estudios colonial como una modernización, como la transferencia del triunfo de un Primer Mundo superior a los pueblos colonizados. Los educadores críticos que se oponen a la tendencia ideológica de la «modernización» colonial son descritos como ideológicamente atrasados.

Debemos elaborar criterios, normas de excelencia y métodos propios para alcanzar una educación de calidad que incorpore los valores de la independencia nacional, la solidaridad internacional y las formas de autogestión de la propiedad social. Los planes de estudios deberían ser diseñados conjuntamente por profesores y estudiantes, en consulta con los padres. Debemos evaluar constantemente las técnicas y las habilidades sociales y permanecer abiertos a la crítica y a las nuevas ideas. Y, por encima de todo, debemos esforzarnos por llegar a los más pobres, interesados en un proyecto social común.

Las reformas educativas imperiales son cambios complejos, integrales, que alteran la formación del profesorado, reforman los planes de estudios, afectan la disciplina de clase y dan lugar a experiencias de trabajo diseñadas para crear una actitud sumisa a la hegemonía en la que profesores, estudiantes e individuos aceptan de buen grado la dominación colonial.

Las «reformas» coloniales de la educación del profesorado tienen dos vertientes, una utilitarista y otra ideológica. El lado utilitarista acentúa el mayor conocimiento de los medios técnicos en la educación, las mejoras educativas, los programas de enriquecimiento venidos de ultramar, etc. El lado ideológico acentúa la figura del profesor como sujeto ajeno a la ciudadanía, pues no participa en las luchas sociales y, en cambio, hace de guardián de la autoridad existente en la política y en la economía. Según las normas coloniales, los profesores deberían enseñar los ideales del Estado, no una comprensión crítica de las realidades del abuso de poder, de la corrupción estatal o de la explotación económica.

La cuestión central de la educación del profesor es su «naturaleza híbrida», una mezcla de innovaciones técnicas y adoctrinamiento ideológico; únicamente los profesores con principios firmes están en condiciones de desactivar el paquete de reformas y de rechazar la ideología imperial de las innovaciones técnicas útiles.

La transición desde el régimen neoliberal al neocolonial establece nuevas exigencias sobre el mercado del trabajo, pues requiere un nuevo plan de estudios, nuevos manuales, nuevos profesores y una nueva política de admisiones. La función principal del régimen neoliberal consistía en eliminar la autonomía educativa, debilitar el apoyo popular a los educadores públicos, minar la solidaridad social y facilitar la transición desde un sistema educativo semiprivado a uno totalmente privado.

El plan de estudios colonial requiere que se haga hincapié en una formación profesional limitada, en el endoctrinamiento social de los «efectos benéficos» del universo imperial y en la aceptación pasiva de la posición privilegiada del mercado capitalista. Desde la perspectiva colonial, el producto ideal de estas reformas es un técnico entrenado sin referencias sociales ajenas a las establecidas por las autoridades políticas y económicas y un profesional «culto» que carece de criterios críticos para evaluar el contexto social de la crisis socioeconómica. Este tipo de educación incita a las personas a pensar que los problemas sociales y económicos son fracasos personales y a culparse ellas mismas en vez de al sistema imperial. Al aceptar la responsabilidad personal por los fracasos del sistema, es menos probable que los estudiantes, los profesores y los padres socialicen su descontento y actúen de manera colectiva.

Bajo el modelo colonial, los programas de formación de profesores y estudiantes son sumamente estratificados y jerárquicos: en lo alto de la pirámide se encuentran las costosas y exclusivas escuelas y universidades privadas, tanto locales como extranjeras, para los hijos y las hijas de la clase dirigente y de los ricos, donde son entrenados para llegar a ser directores de empresas y ministros. En la mitad de la pirámide están los colegios privados y las universidades públicas de alta calidad, que forman profesionales, ingenieros, consultores y gestores medios del sistema imperial. En la base se encuentran las escuelas técnicas y las universidades provinciales, que producen trabajadores expertos, funcionarios de bajo nivel, profesores mal pagados e inspectores de sanidad. Para el resto, está la «economía informal», donde trabaja un ejército de niños pobres que, de vez en cuando, estudian por la tarde. Se trata de un sistema educativo diseñado para reproducir y consolidar la sociedad, la economía y la política coloniales.

Los mecanismos de dominación educativa

Con vistas a realzar la influencia imperial sobre el proceso educativo y transmitir la ideología imperial a profesores y estudiantes, el estado imperial ha instituido varios mecanismos y disposiciones institucionales, el Banco Mundial, el Banco de Desarrollo Interamericano, fundaciones privadas semioficiales e instituciones educativas semiautónomas.

En primer lugar se encuentra la financiación imperial -denominada ayuda extranjera- sobre la base de condicionamientos. Los fondos son distribuidos bajo la condición de que se pongan en práctica las reformas imperiales. Para asegurar el control, muchos de los programas financiados requieren la creación de asociaciones entre los funcionarios imperiales y sus colegas del Tercer Mundo. Esta asociación tiene por finalidad asegurar que los recipiendarios sigan las reglas y directrices y alcancen resultados que favorezcan la política imperial. Las asociaciones también permiten el control colonial del colega del Tercero Mundo.

Con vistas a promover la ideología de EE.UU. y realzar los intereses estratégicos económicos y políticos estadounidenses, las fundaciones semioficiales privadas financian: (1) conferencias sobre asuntos de interés para el imperio; (2) consejeros que infiltrarán las instituciones educativas claves y supervisarán las reformas; (3) programas de intercambio para resocializar a los estudiantes y educadores (y posiblemente reclutarlos); (4) programas de becas (como los US Fullbright Scholarships) que inducen a los aspirantes potenciales a evitar las manifestaciones públicas contrarias al imperialismo y (5) programas educativos conjuntos que crean vínculos estructurales a largo plazo y que sirven de correa de transmisión para el control imperial. Las «asociaciones» entre socios de recursos desiguales conducen siempre a la subordinación. Únicamente las asociaciones entre educadores latinoamericanos se dan en un estado de igualdad y permiten un intercambio libre y positivo.

La «ayuda extranjera» es un concepto engañoso por muchos motivos. En primer lugar, porque se trata sobre todo de préstamos que se deben ser rembolsar con intereses. En segundo lugar, las condiciones de estos préstamos permiten transferir desde el país los ingresos excedentarios. La desregulación de los mercados financieros (que es una condición para la ayuda extranjera) permite que los políticos corruptos, los hombres de negocios, los banqueros, los narcotraficantes, los traficantes de armas y los esclavistas sexuales envíen miles de millones de dólares de dinero sucio a bancos del exterior. En segundo lugar, la desregulación permite que los bancos y multinacionales transfieran miles de millones de beneficios, intereses y derechos de autor a sus sedes centrales fuera del país. Una economía nacionalista que controle los flujos de capital, posea compañías provechosas y persiga a los delincuentes del dinero sucio no necesita «ayuda extranjera». Puede financiar su desarrollo con fondos propios.

Estrategias imperiales: poder blando, poder duro

En el lenguaje de los estrategas imperiales, el poder blando (por ejemplo, la reforma educativa) es tan importante como el poder duro (la intervención militar o las misiones clandestinas de la CIA) para el mantenimiento y la ampliación del imperio. El poder blando es otra manera de hablar del imperialismo cultural (el debate implícito entre Bush y Kerry durante la del poder blando y del poder duro en el proceso de edificación de imperio. Kerry estuvo en favor de utilizar un poder ligeramente más blando que Bush).

El imperialismo cultural implica el reconocimiento de la subjetividad como fuerza para sostener el mando imperial y el pillaje y como arma para eternizar el control imperial. La subjetividad es una relación aprendida, ya que nadie nace esclavo o revolucionario. Las condiciones económicas y sociales pueden facilitar por sí mismas una u otra respuesta subjetiva, pero nunca son totalmente determinantes. No existen «condiciones objetivas», por muy precarias y opresivas que sean las condiciones que determinan automáticamente el conocimiento político o la subjetividad. Se conocen muchos casos, documentados y experimentados, de gente oprimida que responde a la miseria abrazando movimientos espirituales o centrando su frustración en la violencia familiar. También se conocen numerosos casos de organizaciones rurales y urbanas pobres que atacan al sistema. Entre el mundo objetivo y la respuesta de los individuos, las clases y los grupos étnicos son el contexto subjetivo, ideológico y social que influye en la percepción, en la comprensión y en la acción social. El uso imperial del poder blando busca crear una pantalla ideológica que filtre y elimine el análisis crítico y promueva una identificación positiva con los símbolos y los intereses del poder imperial. Por ejemplo, todos los paquetes de arroz, frijoles y harina donados por USAID llevan una gran etiqueta: «From the USA».

La educación: terreno para la lucha contra el poder blando

Todos hemos estado, estamos y estaremos siempre inmersos en una batalla de ideas, de lenguaje, de métodos educativos y de materias de estudio. ¿Cuántos de nosotros hemos vivido nuestra niñez con precariedad y hemos trabajado en condiciones de explotación, ignorantes de las causas de aquel estado de cosas, para sólo tomar conciencia política de los motivos más tarde, al leer, estudiar e implicarnos en discusiones públicas?

Los profesores y educadores tienen que enseñar a sus estudiantes cómo analizar críticamente los conceptos coloniales, que tienen una connotación positiva, pero un significado totalmente negativo. El imperialismo ha corrompido nuestro lenguaje político, invirtiendo el significado de conceptos y obligándonos a servir sus fines con la palabra. Por ejemplo, los ideólogos coloniales y neoliberales proponen reformas que, de hecho, desmantelan los programas sociales y concentran los ingresos en lo alto de la pirámide. En un principio, desde luego, las «reformas» se referían a la política redistributiva que favorecía a los pobres. Otro ejemplo es la expresión política de ajuste estructural. En el pasado, la izquierda hablaba de la necesidad de «cambios estructurales» tales como la reforma agraria y la nacionalización de los bancos. En los labios de los neoliberales, el «ajuste estructural» es un eufemismo para transferir la propiedad pública a monopolios privados extranjeros, promover la inversión extranjera y llevar a la bancarrota a los productores locales, reducir salarios y aumentar sus propios beneficios. Todo el vocabulario político colonial está hoy lleno de eufemismos, colonización lingüística que, en última instancia, conforma el pensamiento conceptual y el marco para la comprensión, la interpretación y la actuación en el mundo. Los educadores deben dedicarse a una crítica cuidadosa y sistemática que ponga en evidencia la contradicción fundamental entre la connotación de estos conceptos eufemísticos y su significado sustancial en nuestra vida diaria.

Las ideas son importantes y la educación pública, tanto fuera como dentro de las aulas, puede proporcionar los instrumentos críticos para el análisis y también las habilidades técnicas para ganarse la vida. La batalla de las ideas tiene lugar en terreno impugnado: la escuela no es simplemente un producto de influencia vertical, de arriba abajo; la educación es también un producto de influencia horizontal, de abajo arriba. La historia no es simplemente el estudio de los nombres y las fechas de la elite, sino una discusión desde abajo, una historia popular de luchas y avances sociales.

El método de enseñanza depende de los sujetos y del objetivo de ésta. Quienes enseñan para el imperio se centran en los efectos positivos del establecimiento colonial, no en el pillaje a las civilizaciones precoloniales; destacan a los dirigentes y su modo de gobernar, no los esfuerzos autóctonos de solidaridad, la autonomía y la lucha contra la explotación. El punto de vista (o la perspectiva de clase) determina la elección de los conceptos, los protagonistas de la historia y la naturaleza de las relaciones de poder. En la ciencia no sólo estudiamos los grandes hallazgos, sino la opción de los temas de estudio, el uso y los beneficiarios de los descubrimientos científicos, en una palabra, el contexto social del trabajo científico.

Incluso si muchos científicos se dicen «apolíticos», la clase de investigación que realizan -ya sea militar o civil, para compañías farmacéuticas multinacionales dedicadas a hacer beneficios o para agencias de salud pública, cirugía estética para ricos o el tratamiento de la malaria para las clases pobres rurales- se basa en decisiones políticas. El apoliticismo de quienes se dedican a la enseñanza implica la abdicación de sus responsabilidades, ya sea por ignorancia del contexto político de su trabajo o por un cinismo hipócrita.

Uno de los objetivos principales del contenido de la educación está inevitablemente determinado por la necesidad de crear habilidades técnicas de sirvan para entrar en el mercado de trabajo. Sin embargo, la enseñanza de las habilidades y el conocimiento técnico, así como el uso de innovaciones para la comunicación de ideas, necesitan acompañarse de una comprensión más profunda de las relaciones sociales de producción y de trabajo, de la organización social de las formas alternativas de trabajo, del universo de las relaciones entre estados y de cómo todo esto afecta nuestras experiencias cotidianas en el trabajo, en la familia y en nuestras relaciones personales.

Por ejemplo, los trabajadores especializados y los profesionales deberían aprender cuál es la naturaleza y la actividad de las empresas privadas capitalistas -en especial, su tendencia a cambiar la localización de la producción y a abandonar a su suerte a comunidades enteras para mejorar sus márgenes de beneficios. Los profesores deberían recibir una formación sobre el proceso del trabajo, un ejemplo del cual se encuentra en la sustitución del personal permanente por «profesores contratados», con beneficios sociales reducidas para adaptarse a las reducciones presupuestarias que son el resultado de los pagos de la deuda externa.

La experiencia educativa no se limita a la relación entre el estudiante y el profesor, sino que forma el núcleo de una serie de interacciones, ajenas a las aulas, con padres, vecindario, sindicatos y movimientos sociales. La implicación del profesor con los padres trabajadores es esencial para la mejora de la educación, del clima de trabajo y para la formación de un liderazgo en la lucha cultural antiimperialista. La mejora de los salarios y de las condiciones de trabajo de los educadores sólo se puede lograr hoy mediante su vinculación con los intereses educativos más amplios que afectan a los estudiantes, a los padres y a la economía local. La historia reciente nos enseña que sólo los grandes movimientos de masas, no simplemente las huelgas del personal de enseñanza, logran resultados favorables. Los educadores son una «red natural» -se encuentran en todo el país, poseen potencialmente los instrumentos para el pensamiento crítico, la oratoria y la escritura, interactúan a diario con sectores importantes de la población y los padres los consideran esenciales para el éxito de sus hijos. De manera objetiva, los educadores se ven forzados hoy en día a compartir las dificultades de las familias de sus estudiantes. El profesorado está en decadencia, sus salarios (¡cuando les pagan!) son iguales o inferiores a los ingresos de los trabajadores semicualificados y de los campesinos medios; sus salarios y su estatus disminuyen, sin ninguna esperanza de mejora, dentro del sistema colonial, puesto que la política neoimperial recorta los presupuestos para pagar a los banqueros del exterior. Objetivamente, el empobrecimiento de los educadores se entrecruza con las condiciones generales de la masa de trabajadores y campesinos: han dejado de tener un estatus distinto y especial.

Sin embargo, algunos educadores se han opuesto subjetivamente al reconocimiento de su situación social o han escogido las «soluciones personales» al recurrir al pluriempleo, a la dependencia de los ingresos de sus cónyuges, al falso sentido de la diferencia profesional o a una comprensión errónea de lo que significa ser un buen profesional. En muchos casos, temen las represalias de las autoridades públicas o de los intereses influyentes del mundo de los negocios. Son conscientes de los despidos de profesores e incluso de las amenazas físicas contra sus vidas. Precisamente a causa del papel central que ocupa la escuela pública en la educación y socialización de las generaciones futuras de trabajadores, campesinos y clases medias bajas, se ha convertido en un «objetivo del poder blando imperial».

Sin embargo, el profesorado posee un activo estratégico. Todos los estudios recientes demuestran que, durante los últimos cien años, la mayoría de clase obrera, del campesinado y de las familias de clase media baja creen firmemente en la educación como vehículo para la mejora económica de sus hijos y de sus familias. Trabajan duro y se sacrifican para obtener la mejor educación posible y no dudarán en implicarse en la lucha por obtenerla, a condición de que estén organizados y de que posean una educación política.

Qué hacer

Hoy en día, profesores, estudiantes, padres y movimientos populares están ya implicados en la lucha por una educación global pública gratuita y contra los proyectos imperiales de privatizar, obtener beneficios y estratificar la educación. Una política educativa progresista, nacional y democrática sólo puede sobrevenir por medio de un movimiento nacional y social dinámico. La construcción de un movimiento educativo progresista debe combinar exigencias educativas específicas con luchas más amplias que hagan retroceder los avances del imperialismo mediante la renacionalización de los recursos estratégicos, la reconstrucción de una economía industrial basada en el control de los trabajadores, la reasignación de las finanzas públicas, desde la educación privada a la pública para todos. Estos cambios estructurales macropolíticos se basan en la micropolítica y en las victorias que tienen lugar en cada aula, en cada escuela, en cada distrito: la micropolítica implica victorias que aseguren la presencia de trabajadores sanitarios, enfermeras o médicos en cada escuela. Las pequeñas victorias construyen grandes movimientos. Los avances cuantitativos, a través de la micropolítica, en algún momento se vuelven transformaciones cualitativas a través de los movimientos nacionales de masas.

Hoy, el Perú vive un período de creciente polarización y movilización de campesinos y estudiantes. Por una parte, el estado colonial intenta dividir y debilitar los sindicatos de profesores con asociaciones «paralelas» coloniales y criminalizar a los profesores que enseñan la crítica en las ciencias sociales. Por la otra, hay un renacer de un movimiento de masas estudiantil que desafía la estructura de la universidad autoritaria y que ya ha logrado algunas reformas positivas. La historia demuestra que los movimientos de estudiantes que se unen hoy a movilizaciones de campesinos y trabajadores urbanos para las reformas pueden convertirse mañana en el embrión de un movimiento revolucionario.

Cuando hablamos de imperialismo y, en particular, de neoliberalismo o de neocolonias, debemos reconocer que se trata de categorías generales que sólo tienen un significado cuando se examinan las particularidades de la historia, la cultura y las relaciones sociales de formaciones sociales específicas. En los países andinos, cualquier lucha eficaz contra el imperialismo y el neocolonialismo debe dirigir su atención principal hacia la explotación económica y la opresión cultural de los indígenas; el imperialismo golpea directamente con programas de erradicación de la coca, que destruyen los ingresos y obligan a los niños a abandonar la escuela. Hablar en general de imperialismo o neocolonialismo sin examinar el papel de los líderes políticos particulares y de las elites gobernantes y sus vínculos con los diferentes tipos de clases dirigentes y funcionarios administrativos, socava el esfuerzo de centrar la movilización popular en auténticos objetivos. En el Perú, el problema del racismo no es simplemente un problema de los indios, sino también de los blancos, de los líderes sindicales y de los profesionales, que han apoyado las exigencias del pueblo indígena, pero que no han creado vínculos orgánicos con sus exigencias históricas: tierra, autogobierno, autonomía territorial, libertad para cultivar cosechas provechosas (incluida la coca). El neocolonialismo peruano es muy diferente del brasileño y el chileno, porque sus estructuras sociales, sus exigencias históricas y su pasado político no son iguales. Todos los pueblos comparten un adversario común -el imperio estadounidense-, pero los programas sociales específicos para la transformación, las exigencias y las condiciones varían. Lo mismo sucede con las variaciones regionales dentro de una nación: mientras que las exigencias de aumentar la financiación estatal de la educación son comunes, la utilización de los fondos, las prioridades sociales y los beneficiarios son diferentes. El arte de la política, incluida la política educativa, debe crear poderosos movimientos internacionales y nacionales por medio del reconocimiento y de la articulación de las demandas plurales y específicas de cada clase explotada y de los grupos étnicos y sexuales oprimidos. El arte sutil de la política educativa debe integrar las luchas particulares con los movimientos nacionales y articular un programa que conecte la micropolítica local con un proyecto para alcanzar el poder estatal.

Por último, deberíamos recordar que el objetivo de la educación es no sólo impartir habilidades analíticas y un pensamiento crítico y preparar a nuestros estudiantes para ganarse la vida decentemente, sino enseñar valores morales, crear el hombre nuevo, como el Che Guevara nos enseñó: integrar nuestras ideas con nuestra praxis.

Notas

[1] En el inglés original, new socialist person, concepto que abarca tanto al hombre como a la mujer. Para la traducción castellana hemos retenido la denominación original de Ernesto Guevara, hombre nuevo socialista, pues el Che, a quien nadie en su sano juicio podría acusar de discriminación genérica, redactó sus escritos en unos tiempos en que las justas reivindicaciones feministas aún no habían impuesto el cambio de hombre a persona. (N. del T.)