Dieciocho meses después de la invasión norteamericana-inglesa contra Iraq, el país árabe se mantiene en un completo caos con peligros de muerte constante y donde la economía esta sumida en la debacle más grande de su historia. Contingentes de marines, rangers, tropas especiales de inteligencia y de cuantas especialidades existen en el ejército estadounidense no […]
Dieciocho meses después de la invasión norteamericana-inglesa contra Iraq, el país árabe se mantiene en un completo caos con peligros de muerte constante y donde la economía esta sumida en la debacle más grande de su historia.
Contingentes de marines, rangers, tropas especiales de inteligencia y de cuantas especialidades existen en el ejército estadounidense no han podido frenar la resistencia, cada vez mayor, contra los ocupantes extranjeros, pero si han logrado destruir la economía de la nación.
Con intensas conflagraciones en la que primaron masivos bombardeos en 1991 (Guerra del Golfo) y 2003 (ocupación del país), se desbastó gran parte de la infraestructura, que Estados Unidos pensaba reconstruir en pocos meses con la inyección de abundante capital. El jefe de la recién disuelta Autoridad Provisoria de la Coalición, Paul Brener afirmó que uno de sus mayores logros resultó transformar Iraq en una economía de mercado, con tasas de interés y aranceles bajos y leyes de inversión extranjera de corte liberal.
Brener durante su estancia de 14 meses en Bagdad, donde dictó leyes y dirigió el país como un todopoderoso, aprobó cerca de 120 decretos, entre ellos, los que otorgan amplias prerrogativas a las transnacionales norteamericanas para que controlen el petróleo y la economía de la nación árabe.
Así aparecieron en ese territorio numerosas compañías de Estados Unidos encabezada por la Halliburton Company, en la que el vicepresidente Richard Cheny fue presidente ejecutivo desde 1996 hasta que en el 2000 se postuló para su actual cargo. Contratos millonarios recibió esta compañía que en los últimos años ha estado envuelta en varios turbios negocios.En el reparto del gran pastel, antes de abandonar el cargo, Brener comprometió miles de millones de dólares en «proyectos mal concebidos con el propósito de imponérselos a los gobiernos iraquíes, estimó el Instituto Sociedad Abierta.
El Washington Post señaló en octubre de 2003, a solo siete meses de la invasión, que las sumas de dinero asignadas por la administración republicana para mantener la ocupación de Iraq reflejaba un reconocimiento de que la Casa Blanca subestimó el precio de la ocupación, restauración del orden y reconstrucción de la infraestructura..Mientras, el The New York Times significaba «cuánto tiempos, cuánto dinero y cuántas vidas humanas son necesarias para que el gobierno de Bush abandone esta campaña».
El candidato demócrata John Kerry denunció a principios de la pasada semana que ya se han gastado en Iraq 200 000 millones de dólares que podrían haberse investido en crear nuevos puestos de trabajo y para ofrecer seguros sociales y de salud al ciudadano norteamericano.
Pero, qué ha recibido el pueblo iraqui a quien no le ha llegado la abundante ayuda prometida antes y después de la invasión y que en vez de observar los avances de la reconstrucción solo tiene ante sí más necesidades.La mayoría de las ciudades carecen de electricidad y son deficitarios los servicios de agua potable; los alimentos escasean y sus precios son muy altos; la atención médica esta dirigida prácticamente a prestar auxilio a las innumerables personas heridas por los bombardeos de la aviación norteamericana y por los ataques de la resistencia.
Aunque el régimen de Saddam Hussein estaba sometido a una resolución de las Naciones Unidas (impuesta por Estados Unidos) de entregar petróleo a cambio de medicinas y alimentos que en muchas de las ocasiones no llegaban al país, lo cierto es que aunque insuficiente, se repartían y entregaban a la población a precios preferenciales.
La producción petrolera que se situaba en unos 2,2 millones de barriles diarios antes de la invasión, no ha podido ser restablecida por los constantes sabotajes contra los oleoductos.
Al dejar de ser el anterior Estado el distribuidor por excelencia de los productos de primera necesidad, los precios se han multiplicado y no están al alcance de la gran mayoría.
Productos como papas, tomates, maíz cuestan ahora 10 y 15 veces más y la gasolina se ha elevado de 12 dinares a 250 el litro.
La introducción del libre comercio y el neoliberalismo, provocó que los productos, antes subvencionados por el Estado hayan sufrido una super inflación.Con la llegada de las tropas y el establecimiento de una administración estadounidense, millones de iraquíes perdieron sus fuentes de trabajo y se estima que en la actualidad, cerca del 60 % esté desempleada.
A esas desgracias se suma una deuda externa calculada en 120 000 millones de dólares. En definitiva, la economía del rico país petrolero está por el suelo y las penurias de su población cada vez son más profundas sin que se vislumbren soluciones a corto plazo.