Durante más de dos décadas, el bangladesí Syed Hussain atendió a los líderes y diplomáticos del mundo que cenaron y bebieron vino en el comedor de la ONU en Nueva York. Sin embargo, ahora no sabe por cuánto tiempo más podrá poner un plato de comida sobre su propia mesa. «Trabajamos aquí desde hace mucho […]
Durante más de dos décadas, el bangladesí Syed Hussain atendió a los líderes y diplomáticos del mundo que cenaron y bebieron vino en el comedor de la ONU en Nueva York. Sin embargo, ahora no sabe por cuánto tiempo más podrá poner un plato de comida sobre su propia mesa.
«Trabajamos aquí desde hace mucho tiempo, pero ahora quieren echarnos. Esto no es justo. Tenemos familias», dijo Hussain, de 54 años, quien trabaja desde 1988 en el Comedor de Delegados de la sede de la ONU (Organización de las Naciones Unidas).
Hussain y sus colegas dijeron a IPS que a todos ellos –casi 100– les preocupa perder sus puestos, porque Aramark, la empresa alimentaria privada para la que trabajan, ha decidido dar por terminadas sus operaciones en la sede del foro mundial.
En mayo de 2009 Aramark envió una carta a sus empleados señalando que ya no necesitaría sus servicios luego del 10 de agosto de 2010, cuando la ONU comenzara a implementar su Plan Maestro Capital para renovar su emblemático edificio ubicado en Manhattan, que se construyó entre 1950 y 1952. Ahora todo indica que los trabajadores serán despedidos para fines de este mes.
El complejo de la ONU ocupa unas siete hectáreas e incluye seis edificios. Se prevé que las reformas finalicen para 2013.
Desde diciembre del año pasado, cuando se iniciaron las obras, unos 6.000 empleados del foro mundial fueron reubicados en otros edificios.
Esa reubicación no sólo implicó dejar sin trabajo a empleados de larga data como Hussain, sino que también hizo que a los delegados y el resto del personal les resultara más difícil encontrarse para intercambiar ideas sobre los asuntos mundiales a la hora del almuerzo o de la cena en un lugar común y tan a mano.
«Ya no son las Naciones Unidas. Son las Naciones Des-Unidas», destacó el periodista Dogan Uluc. «Me lleva más de 15 minutos caminar desde mi oficina hasta una sala de conferencias en el nuevo edificio. Esto es absurdo. Es una pésima planificación», agregó.
Algunos críticos sostienen que se está usando a la renovación como un pretexto para reducir el acceso de los medios de comunicación a los delegados y miembros del Consejo de Seguridad, y que también es una auténtica pantalla de humo para intensificar las restricciones a las organizaciones no gubernamentales acreditadas ante la ONU.
En una severa carta enviada en abril al secretario general Ban Ki-moon, el NGO Working Group on U.N. Access (grupo de trabajo de organizaciones no gubernamentales sobre el acceso a la ONU) se quejó de que «los acuerdos temporarios, como parte del Plan Maestro Capital, están creando problemas de acceso adicionales y reduciendo significativamente el espacio para la participación» de las entidades de la sociedad civil. Por contraste, la situación de los trabajadores contratados en la ONU, como los de la cafetería, ha pasado ampliamente desapercibida.
Cuando se le pidió que explicara por qué los arquitectos de Plan Maestro Capital no tomaron en cuenta los impactos negativos sobre las vidas personales y profesionales de quienes trabajan en el complejo de la ONU, uno de los funcionarios del Plan remitió a IPS a la Oficina de Servicios Centrales de Apoyo, que firmó el contrato con Aramark. Los funcionarios de la Oficina no respondieron a los pedidos de declaraciones sobre la pérdida de los empleos de quienes trabajaban en el comedor.
Jolio Mayata, quien trabajó allí durante más de 10 años, está preocupado. «Esto nunca se cerró, ni siquiera el 11 de septiembre» de 2001, dijo, en alusión a la fecha de los atentados que dejaron 3.000 muertos en Nueva York y Washington.
El representante sindical Mir Wazid destacó: «Si nos quedamos sin trabajo no tendremos seguro de salud. La ONU habla de derechos humanos. ¿Dónde están nuestros derechos humanos en este lugar?».
Manowar Khan, quien trabaja en el comedor desde 1988, expresó preocupaciones similares sobre la aparente incapacidad de los funcionarios de la ONU para persuadir a Aramark de brindar seguridad laboral a sus empleados.
«La ONU dona dinero en todo el mundo, pero aquí no le importamos a nadie. Si no pueden solucionar este problema interno, ¿cómo pueden decir que solucionan los problemas del mundo?», planteó.
«La Quinta Comisión debe actuar seriamente para salvar nuestros trabajos. Después de todo, hemos servido a sus miembros durante mucho tiempo», opinó. La Quinta Comisión de la Asamblea General de la ONU es responsable de las cuestiones administrativas y presupuestarias del foro mundial.
Farhan Haq, portavoz de Ban, dijo que los funcionarios de la ONU apoyan plenamente los derechos del personal del comedor. «Es Aramark quien toma las decisiones (sobre contratos y despidos), no nosotros. Pero estamos intentando decirles que deberían mantener a su personal», señaló.
Igual que Haq, un funcionario de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que es parte del sistema de la ONU, se compadeció de los trabajadores, pero pidió no ser identificado. «Esperamos que la empresa de alimentación siga las normas de la OIT», dijo cuando se le preguntó si esas reglas se aplican o no a los trabajadores que sirven a los miembros y diplomáticos de la ONU. «Nos gustaría que se cumplieran los contratos entre la ONU y la empresa», añadió.
Al ser consultado por IPS, el gerente general de la compañía, Ron Beck, primero accedió a ser entrevistado en persona, pero luego se retractó, diciendo: «No tengo permitido hablar con usted». Sin embargo, confirmó que su empresa está lista para despedir a sus trabajadores para fines de este mes.