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El desplome del sistema financiero y la nueva crisis catastrófica global

Fuentes: Rebelión

Las noticias más importantes sobre la crisis financiera y la consecuente crisis económica catastrófica, tenemos que leerlas, entre líneas, de los mismos sujetos políticos y financieros que las niegan reiteradamente, y de los que, sin negarlas admiten sin pestañear que estamos en pleno crecimiento económico, que se están reduciendo las cifras de paro o que […]

Las noticias más importantes sobre la crisis financiera y la consecuente crisis económica catastrófica, tenemos que leerlas, entre líneas, de los mismos sujetos políticos y financieros que las niegan reiteradamente, y de los que, sin negarlas admiten sin pestañear que estamos en pleno crecimiento económico, que se están reduciendo las cifras de paro o que cuando lleguen ellos al poder evitarán o corregirán los déficit presupuestarios, y mejorarán los servicios públicos que los anteriores han privatizado, rescatado, o los recortes de imposible recuperación en Educación, Sanidad y gastos en sectores claves.

No importa que ese mercadeo ocurra en asuntos tan importantes como el de la integración en el Presupuesto -por la vía de las partidas extraordinarias- de los fondos que hacen posible el acceso a la Universidad a los hijos de las familias más pobres, las familias en paro y las familias sin recursos; los que posibilitan el acceso a una vivienda digna, o los que eliminan el fraudulento negocio derivado de las hipotecas o de la ausencia total de viviendas sociales, recompradas y negociadas por los grandes bancos.

Sin mencionar el problema socialmente indigno de la quiebra del sistema de pensiones y el asuntillo criminal del mercadeo electoral que se hace con el crecimiento de dichas pensiones y ajuste de las mismas. Como mucho se promete un «ajuste corto» para un «regate en largo» con la consabida promesa de que la recuperación de las mismas es asunto para estudiar con calma en el Pacto de Toledo, jubilado él mismo desde hace muchos años.

Con los falsimédicos medios de comunicación que tenemos, nadie negaría la «necesidad de nuestra defensa para asegurar la libertad, la «gran guerra contra el terrorismo» y los enormes pagos anuales a la OTAN, con el añadido de los pagos demorados (es decir, la deuda armamentista) por los «programas especiales de armamento». Las migajas de todo eso servirían para alejar el riesgo, muy probable, casi diría muy seguro, del empobrecimiento general que está sufriendo casi toda nuestra población.

Por supuesto todos niegan o miran hacia otra parte cuando la OTAN declara que sus próximos blancos son Siria, lo que queda de Ucrania, el Yemen, Corea y sobre todo Cuba y Venezuela, amenaza considerable, como todo el mundo sabe, para la seguridad de Occidente y para la nuestra propia. Ya se sabe de nuestra hispanofobia que nos lleva a apoyar la intervención de todo tipo de Estados Unidos contra los pueblos en lucha por la independencia de América Latina.

Por supuesto Rusia y China están en el punto de mira. Nuestra seguridad está tan globalizada como la de Washington y sus aliados.

El descalabro que se niega o se utiliza solo para ganar grupos de votantes es evidente. Está a la vista.

En ese fango estamos. En eso cuando es ya evidente el desplome del sistema financiero global y, en consecuencia, el reforzamiento, hasta límites catastróficos no definidos todavía, no definibles diría yo, de la crisis económica sistémica.

Hace un poco menos de 10 años, en 2008, dos gigantescas emisiones en dólares y euros de la reserva Federal y del Banco Central Europeo, anunciaron la explosión de una crisis que siguieron negando durante meses EEUU y la Unión Europea, hasta que la crisis se hizo evidente.

Los segundos grandes anuncios del descalabro actual son más evidentes que entonces:

Desde hace tiempo Estados Unido pretenden hacer un reciclado del dólar para poder aumentar sin control su deuda externa. Tenían tres caminos que fueron minuciosamente estudiados:

– Resetear el dólar; es decir, dejar fuera de circulación el actual «dólar» y devaluarlo con la emisión de una nueva moneda (algunos pensaban en llamarla Trump, sin mucha consideración a tal anuncio público del fraude. Con eso producirían grandes pérdidas a los países con reservas en dólares con lo que tendrían enormes problemas con muchos países, no solo con China, su gran antagonista económico.

EEUU tendría que evitar, además, la realización de transacciones comerciales en otras monedas y cestas de monedas. Eso agravaría su crisis y le crearía grandes enemigos incluso dentro de su zona de influencia.

Estados Unidos tendría que reducir sus gastos militares y cargar el costo de la OTAN a sus aliados.

– Bajar la cotización del dólar en relación con el oro, garantizado por un nuevo acuerdo internacional como el de Bretton Woods. En estos momentos es imposible ya que la distribución global del oro no les resulta favorable.

– Ajustar el precio del dólar al de una cesta de materias primas escasas: barriles de petróleo, reservas de oro, minerales de gran valor tecnológico como el hierro, aluminio, coltan, diamantes, etc.

Esto no es realizable desde el punto de vista de EEUU ya que tendría competidores muy serios, por ejemplo, Venezuela. Como decía con razón mi suegro puertorriqueño, «Venezuela ha sido favorecida por Dios con las mayores riquezas del mundo. Como último regalo le regaló la isla Margarita».

Antonio Maira es miembro del FAI y colaborador habitual de Rebelión

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.