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EL «destino manifiesto» y la conspiración contra Venezuela

Fuentes: Rebelión

  «Jamás política ha sido tan infame que la de los norteamericanos hacia nosotros.» Simón Bolívar   El disgusto del Libertador venezolano obedecía a que el gobierno estadounidense había demorado más de doce años en reconocer la independencia de las nuevas repúblicas sudamericanas, demostrando una evidente parcialidad en favor de España. Con la misma indignación […]

 

«Jamás política ha sido tan infame que

la de los norteamericanos hacia nosotros.»

Simón Bolívar

 

El disgusto del Libertador venezolano obedecía a que el gobierno estadounidense había demorado más de doce años en reconocer la independencia de las nuevas repúblicas sudamericanas, demostrando una evidente parcialidad en favor de España. Con la misma indignación se pronunciaba el Gral. San Martín sobre la incipiente «doctrina Monroe».

Este mal comienzo parece haber signado por siempre las relaciones entre la potencia del norte y la América Latina.

Fue en una revista de Nueva York, en el año 1845, que el periodista John L. O’Sullivan publicó lo que sería el comienzo de una nueva doctrina: «el cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno». Nacía así la filosofía imperial del «Destino Manifiesto», que explica cómo ese país entiende su lugar en el mundo y la relación con otros pueblos, con la convicción nacional de estar cumpliendo el mandato divino para ser una potencia política y económica, una nación superior.

A partir de entonces, las políticas de anexiones, dominaciones e injerencias continúan hasta nuestros días. Los EE.UU. le arrebataron a México los territorios de Texas, Nuevo México y California. Invadieron cinco veces Nicaragua, imponiendo finalmente al dictador Anastasio Somoza, tras hacer asesinar al Gral. Augusto Sandino. En 1898, con el pretexto de ayudar a la independencia de Cuba, se quedaron con la bahía de Guantánamo; de esa base extranjera saldrían las tropas que en 1965 invadieron por segunda vez la República Dominicana. Pactaron con España la entrega de Puerto Rico y la Florida. Fomentaron con sus tropas una revolución separatista en el departamento colombiano de Panamá, obteniendo la concesión de una franja de tierra para construir el canal interoceánico que necesitaban para sus intereses imperiales. En 1915 invaden Haití, donde a plena luz del día saquean las arcas del Banco Nacional, apoderándose de 500 mil dólares para depositarlos en el «City Bank» de Nueva York; antes de retirarse instalan a la tiranía de los Duvallier. En 1916 los EE.UU. invaden República Dominicana, donde el jefe de las tropas extranjeras, «bajo la autoridad y por orden del gobierno de EE.UU.» se declaró a sí mismo «supremo legislador, supremo juez y supremo ejecutor». Los EE.UU. organizaron el derrocamiento, linchamiento y asesinato del presidente de Bolivia, Gualberto Villarroel. En 1947, por un acuerdo con los militares nativos, los EE.UU. derrocaron en Venezuela al presidente Rómulo Gallegos, como castigo por haber aumentado el precio del petróleo. En 1954 los EE.UU. organizan la invasión mercenaria a Guatemala, derrocando al gobierno constitucional de Jacobo Arbenz. Los EE.UU. pudieron armar una confabulación suficientemente poderosa como para lograr el suicidio de Getulio Vargas, Presidente nacionalista de Brasil. Colaboraron con Inglaterra en el derrocamiento del Gral. Perón. En 1961 organizaron una banda de mercenarios que, armados, pertrechados, financiados y transportados por ese país, invadieron Cuba por Playa Girón. Los EE.UU. contribuyeron en 1964 al golpe militar en Brasil. Organizaron y dirigieron el derrocamiento del Presidente chileno Salvador Allende e implantaron el «Plan Cóndor» en todo el cono sur. Promovieron un golpe institucional contra el Presidente del Perú, Juan Velasco Alvarado. Organizaron el asesinato del presidente nacionalista de Panamá, Gral. Omar Torrijos. Ayudaron por segunda vez en la historia a que Inglaterra nos arrebatara nuestras Islas Malvinas. Invadieron la pequeña isla de Granada, cuyo gobierno había aceptado recibir la ayuda humanitaria de médicos, maestros e ingenieros de Cuba; derrocaron al gobierno, asesinaron al Primer Ministro Maurice Bishop e impusieron un «gobernador» designado por la reina de Inglaterra. A lo largo de la década de 1980 los EE.UU. atacaron Nicaragua mediante una agresión encubierta, que tuvo como objetivo derrotar militarmente a la Revolución. Todos esos años los ex guardias somocistas fueron financiados y armados por EE.UU, que los calificó de «luchadores por la libertad» y los utilizó para invadir el territorio, asesinar campesinos, destruir cosechas, etc. Durante toda la década del 80, los EE.UU. agredieron a El Salvador, financiaron el permanente suministro de armas al ejército local para contener el avance del revolucionario «Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional», hoy en el gobierno, tras haber ganado las elecciones. Para la agresión a estos dos países, utilizaron el territorio de Honduras y se hicieron cargo de la basa aérea de Palmerola. En 1989 invadieron Panamá, asesinando a miles de civiles y militares. Entre 1988 y 1989, pilotos estadounidenses y la Guardia Nacional de Kentucky participaron en bombardeos a la población civil del interior de Guatemala, con el pretexto de combatir a la guerrilla. En 1995 invaden nuevamente Haití, presionando al presidente Jean Bertrand   Aristide para que abandone el país; consiguiendo finalmente que se trasladara a la República Centroafricana. En abril de 2002 alentaron el golpe de estado en Venezuela, reconociendo de inmediato al gobierno golpista. En junio de 2009 organizaron el golpe de Estado en Honduras que derrocó al presidente constitucional Manuel Zelaya; para concretar su secuestro, utilizaron la base aérea de EE.UU. de Soto Cano, también conocida como Palmerola.

El objetivo de esta incompleta reseña es resaltar la naturaleza agresiva de este imperio, el más grande y poderoso de todos los tiempos. Lamentablemente, una historia con final abierto, ya que una vez más el águila del norte afila la vista sobre la Patria Grande. El establecimiento de siete bases militares norteamericanas en Colombia y la actual conspiración que hoy sufren pueblo y gobierno venezolano, no son hechos inconexos sino que, por el contrario, marcan el posible comienzo de una nueva agresión. La tierra de Bolívar posee hoy la mayor reserva petrolera del mundo; cabe relacionar entonces estos dos hechos con la expresión del Senador republicano Paul Coverdell: «Para controlar a Venezuela es necesario ocupar militarmente a Colombia». El gobierno bolivariano ha denunciado que desde ese territorio son enviados mercenarios paramilitares que actúan en las llamadas «guarimbas».

Los permanentes ataques a las naciones hermanas requieren de un alerta constante de todos los pueblos del continente. Así como hoy está en la mira la faja petrolífera del Orinoco, mañana podrían apuntar al acuífero Guaraní.

Pero en todo caso, la valentía y resistencia histórica de los latinoamericanos frente a este poderoso imperio, hace resonar con vigor la vigente advertencia del poeta Rubén Darío al presidente Delano Roosevelt: «Tened cuidado. ¡Vive la América española! Hay mil cachorros sueltos del León Español.»

 

Carlos Mario Martínez es integrante del proyecto de comunicación alternativa «Al Dorso»

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.