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El diario El País contra Venezuela

Fuentes: Rebelión

El poder mediático nacional e internacional no encajaron muy bien la llegada a la presidencia de la república del comandante Chávez en 1998; pasa una década y nada que se recomponen. Desde entonces no cejan en sus intentos por expulsar del gobierno, por cualquier vía, al presidente venezolano. Uno de los grupos mediáticos que peor […]

El poder mediático nacional e internacional no encajaron muy bien la llegada a la presidencia de la república del comandante Chávez en 1998; pasa una década y nada que se recomponen. Desde entonces no cejan en sus intentos por expulsar del gobierno, por cualquier vía, al presidente venezolano. Uno de los grupos mediáticos que peor lleva el hecho de que Chávez se mantenga al frente del ejecutivo venezolano, es el Grupo Promotora de Información, S.A., corporación española mejor conocida como Grupo Prisa, fundado por un viejo franquista, Jesús de Polanco, quien fue reconvertido por esa «magia» de la política que fue la «transición española a la democracia», en paladín y promotor de toda la progresía de ese país, en fin en otro «ilustre demócrata» español, al punto que el diario El País llegó a convertirse en la referencia (La Biblia) obligada de un sector mayoritaria de la «izquierda» y vocera del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) liderado por Felipe González.

El Grupo Prisa es propietario del diario El País. Este diario quizás sea el de mayor circulación y el más influyente de España y es uno de los instrumentos utilizados sistemáticamente para atacar al presidente Chávez, a la Revolución Bolivariana y/o cualquier aspecto o acción relacionada con la Venezuela nacida de la Asamblea Nacional Constituyente de 1999, que dio como resultado nuestra actual constitución y la institucionalidad democrática derivada de ésta.

Desde los laboratorios de guerra sucia del medio español se conciben y ejecutan de forma reiterada campañas mediáticas contra Venezuela, descalificando a sus líderes, ocultando los inobjetables logros de la revolución en el campo político, económico, cultural y social, presentando la peor imagen del país, sin ningún tipo de escrúpulo ni consideración ética en el tan cacareado ejercicio del «periodismo». En fin, El País desde que Chávez es presidente por voluntad de la mayoría de los venezolanos se encuentra en guerra abierta en contra de nuestra democracia, en contra de nuestras instituciones y lo que es peor, en contra de nuestro de pueblo.

El País, con el inestimable apoyo de sus amanuenses criollos ha desplegado una agenda de agresión, que va desde vincular al gobierno y a sus dirigentes con el tráfico de drogas provenientes de Colombia, pasando por un supuesto compadrazgo con el «terrorismo», hasta desfigurar la realidad nacional ante los ojos de sus lectores, presentándonos como un pueblo violento, caótico e irrespetuoso de los derechos más elementales del ser humano.

Esta maquinaria que apunta sus cañones contra cualquier cosa que le huela a Venezuela, a la figura del presidente y su obra de gobierno, así como a los millones de seguidores (que somos la mayoría del pueblo venezolano), emplea con toda su furia los diversos y poderosos recursos con que cuenta para descalificar nuestra voluntad democrática de decidir el camino que ahora transitamos hacia el socialismo, y eso les pesa. Pero mucho más les duele en el bolsillo, y no existe la menor duda que, con el arribo del presidente Chávez a la presidencia de la república, sus jugosos negocios que mantenía con diferentes instancias del poder político y económico de la IV república, hayan ido progresivamente mermando. También les molesta que sus lobistas en los ministerios de educación y el de cultura estén fuera de circulación y con ello, parte del monopolio que tenían en las políticas educativas de la IV dirigidas a la compra de textos escolares y hasta llegaron a fungir de «asesores» de las autoridades de entonces.

Algunas de estas acciones del gobierno de Chávez son las razones por lo que la «gente» de Prisa reconoce en ellas un verdadero agravio a sus intereses, una lesión grave, diría, de sus negocios y aspiraciones de expansión monopólica en Venezuela. La posición venezolana se ha traducido en este tiempo en una firme posición del gobierno revolucionario de recuperar el control del Estado sobre temas tan sensibles como el cultural y, concretamente, el educativo; este esfuerzo ha servido para que Chávez sea considerado la piedra de tranca a las aspiraciones del monopolio mediático español.

Actualmente el Grupo Prisa lo dirige el heredero de Jesús de Polanco, Ignacio Polanco, uno de sus hijos, un hombre con pocas luces y muchas deudas, quién emulando al bobolongo criollo (Miguel Henrique Otero, principal accionista de El Nacional) ha conducido al grupo, en escasos cuatro años, al borde de la quiebra, a la pérdida de una parte sustantiva del patrimonio heredado de su padre (Por cierto obtenido a base de favores de los «felipistas» del PSOE). Esas carencias en la gestión de los negocios del grupo, se han traducido en: endeudamientos progresivos (hoy esa deuda está por encima de los 4.000 millones de euros), la venta de activos para poder capear el vendaval de acreedores (el mes pasado tuvo que pedirles cacao, solicitando un nuevo aplazamiento a los bancos que le exigen a Prisa el pago de su deuda); en fin, toda una debacle económica y financiera que reduce la participación de la familia Polanco en un escaso 30 % accionarial.

La bestia herida de muerte califica al comandante Chávez como uno de los obstáculos para la expansión en América Latina del discurso de la «prosperidad» y el «progreso», según la versión del Grupo Prisa; en otra palabras, la prosperidad de los negocios propios y el progreso de los de su clase. El ejemplo, liderazgo y prédica contra la voracidad de estos monopolios y en favor de una integración contraria a las concebidas por el neoliberalismo, son justificaciones suficientes para que el Grupo Prisa, por intermedio de El País, lo tenga como objetivo de su metralla mediática.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.