«Me ubico en el corazón de nuestra Venezuela, viendo hacia la izquierda«. No deja de resultar curioso: uno lee la frase, sin saber todavía a quién se le atribuye, y de inmediato sabe que algo anda mal. Es sencillo concluir que se trata de una impostura. Hay algo que no encaja: un cierto exceso que […]
«Me ubico en el corazón de nuestra Venezuela, viendo hacia la izquierda«. No deja de resultar curioso: uno lee la frase, sin saber todavía a quién se le atribuye, y de inmediato sabe que algo anda mal. Es sencillo concluir que se trata de una impostura. Hay algo que no encaja: un cierto exceso que raya en la cursilería, una construcción gramatical tan «perfecta» que resulta artificial.
Pongámoslo así: Chávez hace campaña y lo que logra proyectar es que más que un candidato, incluso más que un Presidente, el que habla y se desplaza es un líder popular. Usted podrá desconfiar del pueblo y menospreciarlo, podrá espantarse cuando lo ve atestando las calles, podrá llamarlo ignorante y rabioso. Lo que usted no podrá dejar de reconocer es que ese pueblo se reconoce en Chávez.
Popular. La clave está en lo popular. Los expertos podrán versar sobre los tipos de liderazgo, y los asesores seguirán intentando convertir a tal o cual candidato en un líder político, pero lo que se llama liderazgo popular es algo que se forja desde abajo, que no se improvisa, y mucho menos se compra. Lo popular: eso que los entendidos pocas veces entienden.
Usted podrá disfrazar a Capriles Radonski de candidato de «izquierda» y podrá convencerlo de que se autodefina como tal, que es lo que ha hecho en entrevista concedida al diario español El País, y publicada el domingo 23 de septiembre. Podrá ponerlo a hablar de corazones, unicornios y arcoíris. Pero no podrá convertirlo en un candidato popular.
Digamos que se trata de un dilema shakesperiano: se es o no se es popular. He allí el dilema de lo que, sin riesgo de yerro, se puede llamar la derecha venezolana: cómo ser como el pueblo chavista. Para lograr vencerlo.
Claro, la derecha venezolana no puede serlo, pero tiene que intentarlo. En el camino, sus expertos, asesores o entendidos al parecer concluyeron que lo que sucedió en este país durante la revolución bolivariana es que el pueblo se volcó a la izquierda. Se «izquierdizó», podría decirse.
¿Y si lo que aconteció es que lo que había de izquierda, en la calle, en los cuarteles, devino popular? ¿Si fue la izquierda la que se «popularizó»?
» ¿Pero cuál izquierda? Chávez y su modelo están llenos de profundas contradicciones, de acciones absolutamente fascistas como cuando obligan a la gente a inscribirse en un partido político para tener acceso a beneficios «, declaró Capriles Radonski al diario español.
La pregunta es absolutamente pertinente: ¿cuál izquierda? De allí puede derivarse una lista larga: ¿la izquierda tránsfuga que hoy se sienta al lado de sus verdugos históricos? ¿Cuál fue la izquierda que se hizo hegemónica con Chávez?
Capriles Radonski, por supuesto, no llega hasta allá. Su única ambición consiste en lograr transmitir el mensaje de que Chávez es un izquierdoso facho, avejentado y trasnochado, mientras él mismo manifiesta sentirse » muy cómodo con la definición de progresista porque significa tener una visión abierta en términos económicos, pero teniendo claro que la economía tiene que estar al servicio de la sociedad «.
En otras palabras, Chávez representaría una izquierda rancia, que huele feo. En cambio Capriles Radonski sería el portaestandarte de una izquierda nueva, lozana, «abierta», todavía sin fecha de vencimiento.
Como no puede ser de otra forma, el candidato-producto que la oligarquía especuladora pretende vendernos como nuevo, expele el tufillo neoliberal: «En lo económico, mi plan es atraer a la inversión extranjera. Hoy no viene nadie a invertir«, cantinela sobre la seguridad jurídica, etc. Pero atención con lo que viene: » Planteo aumentar la producción petrolera, pero también abrir la economía a otras áreas: turismo, agricultura, oro, gas, carbón, hierro, bauxita, coltán. Más que ajustar el tipo de cambio, hay que cambiar el modelo«.
Con todo, el premio se lo lleva una frase que deja colar como quien repite algo obvio: » Venezuela nunca ha sido gobernada por la derecha «.
Así mismo como usted lo está leyendo: José Antonio Páez, Antonio Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez, Marcos Pérez Jiménez, Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez, todos, según Capriles Radonski, presidieron gobiernos de izquierda. Una izquierda… cuál es la palabreja que la intelligentzia «progre» no puede dejar de usar… ¡decimonónica!, una izquierda decimonónica y fracasada de la cual Chávez sería su versión más acabada.
Visto así, Capriles Radonski, el izquierdista, no vendría a liberarnos de un yugo que dura ya ¡catorce años!, como repite en cada discurso, sino de una verdadera calamidad que sobrepasa los 180 años, y eso si decidimos seguir la convención y contamos desde 1830.
Tal vez eso explique por qué, en rueda de prensa ofrecida el pasado 25 de septiembre, representantes del Comando Venezuela se refirieron al acto de cierre de campaña de Capriles Radonski, que tendrá lugar en la Avenida Bolívar de Caracas, como el » Gran Caracazo «. Un » sacudón » han prometido.
El razonamiento parece ser el siguiente: de la misma forma que basta con autodefinirse como «izquierdista» o «progresista», sería suficiente con invocar la rebelión popular del 27 de Febrero de 1989 para lograr disimular un programa de gobierno de inocultable corte neoliberal y, por tanto, profundamente anti-popular.
Forma parte del mismo dilema de la derecha venezolana: no haber entendido todavía lo que aconteció el 27F del 89, no entender al chavismo, pero hablar de él, copiarlo, intentar «representarlo». Hace tiempo que una parte de la izquierda venezolana, de por sí pequeña, logró entenderlo. Una parte. Ni siquiera toda.
Pues bien, ahora es cuando la derecha más rancia, esa que encarna Capriles Radonski, ha decidido doblar la esquina y disfrazarse de «izquierda». Pero popular y revolucionaria, eso nunca lo será.
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