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El drama de los desposeídos en Brasil y la covid-19

Fuentes: Correo del Alba

Brasil, el país de mayor extensión territorial de Suramérica con más de 8,5 millones de km² y una población, para el año 2019, de 210.385.000 de habitantes, sufre el ataque feroz del coronavirus. A pesar de que la pandemia no distingue clases ni etnia, los habitantes de las favelas brasileñas (barrios pobres) son abandonados a su suerte por el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro. La República Federativa del Brasil es el segundo país del mundo, después de los Estados Unidos, en cuanto a número de contagiados con 3.112.393 y contando, hasta la fecha, con 103.199 muertes.


“Aquí todo va de mal en peor. La semana pasada se murió mi tía Jacinta y el sábado, cuando ya la habíamos enterrado y comenzaba a bajársenos la tristeza, comenzó a llover como nunca.”

Fragmento del cuento “Es que somos muy pobres”, de Juan Rulfo


Las favelas, caldo de cultivo del coronavirus

El drama que se vive en las favelas va acompañado de la imposibilidad de poder aplicar las dos recomendaciones principales de la OMS y la comunidad científica para contener el virus: lavarse las manos con frecuencia y mantener la distancia social, sin mencionar el uso de las mascarillas. El vital líquido en las barriadas brasileñas no es solo una necesidad si no que se ha convertido en prácticamente un bien de lujo dados los continuos cortes o su ausencia total, por lo que se hace imposible su uso cotidiano. De acuerdo a los datos proporcionados en su página web, el IBGE (Instituto Brasileño de Geografía y Estadística) afirma que hay casi 14 millones de habitantes en situación de pobreza en Brasil que en su mayoría viven en casas de una sola habitación donde se concentran todos los ambientes (dormitorios, cocina, etc.) y en los cuales el distanciamiento social o el aislamiento en caso de contagio es imposible. Es decir son millones de familias hacinadas en espacios estrechos, húmedos, mal ventilados, sin condiciones higiénicas adecuadas donde las enfermedades respiratorias y pulmonares siempre han sido endémicas. Esto hace que las favelas sean el caldo de cultivo perfecto para la propagación del virus.

Economía de subsistencia

Para quien debe decidir entre comprar “alimentos” o adquirir “gel desinfectante”, seguramente la decisión prioritaria será invertir en comida para sobrevivir, una cruel ley que impone la pobreza para que una persona o una familia pueda al menos mantenerse con vida. La mayoría de los habitantes de las favelas viven de una economía de subsistencia del día a día. Según un estudio del Instituto de Investigación Brasileño, Locomotiva, el 47% de los habitantes de las favelas son trabajadores “autónomos”, sin ningún contrato o garantía.

Pero las clases pudientes, y los sectores medios de la sociedad brasileña no están totalmente protegidos contra la pandemia. El coronavirus se desplaza a través de los habitantes de las favelas que trabajan como repartidores, conserjes, sirvientes sirvientas, limpiadores y limpiadoras de tiendas, cajeros, cajeras de supermercados, y todos los servicios básicos que requieren de su fuerza de trabajo para continuar funcionando.

Un gobierno que fortalece el capital

La respuesta del gobierno brasileño ha sido la de aplicar una especie de darwinismo social. Al igual que Trump (Estados Unidos) y Johnson (Reino Unido), Bolsonaro ignoró inicialmente las posibles consecuencias del virus, abandonando a la población en un contexto crítico de expansión de la pandemia en el que el Estado sigue siendo el gran ausente. En una República como Brasil, no existe una coordinación federal de la emergencia y sobre los hombros de  los gobernadores estatales reposa toda la responsabilidad de la aplicación de las medidas de cuarentena y la suspensión del año escolar.

Algunas de las medidas adoptadas por Bolsonaro las cuales privilegian al Capital financiero, alcanzan en su totalidad un monto de 30.000 millones de euros (2% PIB) entre estas podemos señalar:

– un adelanto de 35 euros para los trabajadores autónomos sin medios de subsistencia.

– el pago por el Estado de las dos primeras semanas de licencia por enfermedad para los enfermos de coronavirus.

– la asignación de recursos presupuestarios adicionales para reforzar los servicios de atención de la salud y apoyar a las empresas y los trabajadores

– la flexibilización de la legislación laboral para reducir las horas de trabajo hasta en un 50% y los salarios proporcionalmente, incluida la suspensión de los contratos de trabajo hasta cuatro meses, con el objetivo declarado de salvar puestos de trabajo.

Un golpeado y mermado sistema de salud

En cuanto al acceso y la calidad de las estructuras sociales y sanitarias en el país suramericano según las estadísticas del Banco Mundial (2014), en Brasil el número de camas de hospital disponibles es de 2,2 camas por cada 1000 habitantes. Por otra parte el número de médicos por cada 1000 habitantes es de 2.1. Son cifras realmente bajas que imposibilitan que toda la población tenga acceso a una atención médica pronta, adecuada y eficiente. Por ejemplo, el Estado de Río de Janeiro tiene 16,46 millones de habitantes y 10.000 camas en cuidados intensivos. Sin embargo, sólo el 30% de estas camas se encuentran en hospitales públicos, donde el 70% de la población de Río de Janeiro deben ir porque no tienen seguro de salud privado. Como resultado, los ciudadanos y ciudadanas de las clases mas desposeídas se ven privados del derecho a recibir atención médica. Por lo tanto, es evidente que las condiciones de supervivencia, de acceso al sistema de salud y también las condiciones de salud personal difieren mucho según la situación socioeconómica del ciudadano. Además, la enmienda constitucional 95, aprobada por el gobierno de Bolsonaro en 2019, impuso un límite máximo al gasto en el SUS -el sistema de salud brasileño financiado con dinero público- limitando cada vez más el gasto estatal en salud y educación. Los efectos negativos de estos recortes muestran sus dramáticas consecuencias en los últimos meses, y las principales víctimas son los habitantes de las favelas.

Ante la ausencia del Estado impera la ilegalidad

Como prueba de la incapacidad del Estado y del gobierno de Bolsonaro para hacer frente a la crisis sanitaria e intervenir en las favelas, los paramilitares brasileños (grupos armados que no responden a ninguna autoridad reconocida) y las mafias de narcotraficantes fueron los únicos capaces de imponer un toque de queda, en estas zonas, que evitara medianamente la propagación de la covid-19. Según informes de los medios de comunicación brasileños, los narcotraficantes deambulan por las calles de las favelas con altavoces, amenazando con matar a cualquiera que encuentren en la calle después de las 21:00 horas. Además, algunos de ellos han distribuido desinfectantes gratuitos a los habitantes de los barrios bajos.

Dada la ausencia histórica del Estado brasileño, nacen iniciativas autónomas;  lamentablemente, algunas de ellas a través de la delincuencia organizada. Pero nada de esto parece frenar el avance de la covid-19 y las cifras diarias lo comprueban, tristemente la peor parte siempre la llevan los más pobres.

Fuente: https://correodelalba.org/2020/08/12/el-drama-de-los-desposeidos-en-brasil-y-el-covid-19/