Aproximadamente cinco mil haitianos entraron en Brasil desde la tragedia del terremoto que sacudió la isla caribeña el 12 de enero de 2010. Se estima que la mayor parte de estos haitianos ingresó en territorio brasileño por los estados septentrionales de Acre y Amazonas antes de buscar trabajo en otras regiones del país. La mayoría […]
Aproximadamente cinco mil haitianos entraron en Brasil desde la tragedia del terremoto que sacudió la isla caribeña el 12 de enero de 2010. Se estima que la mayor parte de estos haitianos ingresó en territorio brasileño por los estados septentrionales de Acre y Amazonas antes de buscar trabajo en otras regiones del país. La mayoría de estos emigrantes gasta todo el dinero que ahorro en Haití para hacer el viaje con varias escalas (pasa generalmente por República Dominicana, Panamá, Ecuador y Perú) hasta llegar a Brasil donde todavía deben definir la ciudad que será su destino final.
La Embajada Brasilera en Puerto Príncipe, capital de Haití ha emitido 100 visados mensuales de «carácter humanitario» con una validez de cinco años desde enero de 2012, según una resolución del Consejo Nacional de Inmigración. La medida tiende a controlar el abundante flujo de inmigrantes provenientes de la isla. ¿Cuál debería ser la política migratoria de nuestro país frente a los desafíos de un mundo cuya globalización implica que las personas circulen con la misma fluidez que las mercaderías y las finanzas?
El gobierno brasilero raramente establece barreras a la concesión de visas a extranjeros, salvo la regularización de la numerosa entrada de haitianos esos dos últimos años y la conducta de reciprocidad con España desde marzo de 2012 frente a las exigencias y humillaciones a los brasileros en la entrada a este país europeo. Es tan difícil para un emigrante pasar algunos meses o años lejos de su ciudad de origen para estudiar o trabajar, aun sabiendo que su familia esté bien. Mal podemos imaginar cómo es la vida de un haitiano que perdió sus parientes en los escombros de un terremoto antes de aventurarse por el mundo. Muchos de ellos todavía salen de Haití sin conocer la lengua de su país de destino. En éste, el emigrante estará a la búsqueda de un trabajo por el cual pueda enviar una módica ayuda financiera a un hermano o tío que dejó en Haití.
Retumarque Crispin -líder religioso de Brasileia, Acre, que acogió muchos emigrantes de Haití- afirmó en una entrevista del Instituto Humanitas Unisinos que los haitianos sufren discriminación porque los nativos creen que ellos son portadores de enfermedades (cólera, SIDA, virus desconocidos, etc.) y que están sujetos a formas de violencia tales como abandonos y asaltos en su trayectoria hacia Brasil. Lo peor es que algunos gobiernos estatales compran pasajes a migrantes «indeseados» a fin de que se muden a otros estados y alivien su sistema público de salud, vivienda, etc.
La Agencia Brasil informó que dos empresas gaúchas (Mirasol del sector textil y Finger del sector mueblero) acaban de contratar mano de obra de 27 haitianos (Empresas gaúchas contratan haitianos que entraron al país con visado humanitario, 11/05/2012). Aunque aleguen un motivo solidario o la falta de trabajadores en el sector, los directivos de estas empresas esquivan los costos elevados de nuestras leyes de Trabajo en la medida que los haitianos están restringidos por un tipo de visa que no les da los derechos plenos de un ciudadano brasilero.
Las medidas migratorias que acogen a los haitianos en Brasil son tan felices como el envío de apoyo (personal, material y técnico) para la reconstrucción de Haití. Estas son algunas de las posibilidades para aliviar las dificultades que hoy enfrentan los haitianos en su propio territorio. Las fronteras brasileras no se cierran a los extranjeros, aunque es necesario advertir que el país no es el «paraíso» de desarrollo económico del cual alardea la prensa internacional.
Cuando pensamos en el tema «migración internacional», hay que mencionar la historia de los brasileros que salieron del país en estas últimas décadas en busca de una vida mejor. Hace poquísimos años que se habla de extranjeros que vienen a Brasil buscando aquello que creíamos que estaba en otro lugar. El Ministerio de Trabajo ha recibido por esta razón un número cada vez mayor de pedidos de visa de trabajo de extranjeros bien calificados.
La hospitalidad de Brasil con los extranjeros mientras tanto contrasta con la dificultad de sanar las carencias estructurales de los brasileros. Los emigrantes buscan aquí en realidad, aquello que también allá buscábamos. Lo que parece una solución para ellos acaba intensificando un problema de todos: la competitividad en el mercado de trabajo, las colas en el Sistema Único de Salud, el aumento en el precio de los alquileres. Siendo así, la tasa salarial entre R$ 700 y R$ 900 que las dos empresas gaúchas de Sarandí pagan a los haitianos es baja para los que han acompañado el aumento exponencial del costo de vida en el país.
La venida de los haitianos enriquece nuestras culturas, aunque hay más que se puede hacer para conferir al mayor número un nivel de vida digno. De esos sabe bien el gobierno chileno, que también enfrentó las consecuencias de un terremoto, y las entidades asistenciales del Norte brasilero que ofrecieron abrigo y alimento a los haitianos.
El diálogo en los foros internacionales elucida cómo es posible ofrecer asistencia humanitaria a los países afectados por catástrofes naturales sin que sea necesario entrar por la puerta de atrás.