El gobierno venezolano a finales del año 2016 parece estar muy preocupado por cerrar una fase desafortunada del proceso político venezolano, al buscar salir airoso de un fracaso que difícilmente puede ocultar, su gestión de la economía nacional. Miles de subterfugios pudieran argumentarse a lo que ha sido la debacle del país en términos del […]
El gobierno venezolano a finales del año 2016 parece estar muy preocupado por cerrar una fase desafortunada del proceso político venezolano, al buscar salir airoso de un fracaso que difícilmente puede ocultar, su gestión de la economía nacional.
Miles de subterfugios pudieran argumentarse a lo que ha sido la debacle del país en términos del desabastecimiento, del control de la inflación, de la política cambiaria y monetaria, de la recesión profunda del aparato productivo, como si no supiéramos que vivimos en un país que depende de la renta petrolera, esa misma que ha sido ya calificada como una economía colapsada.
El esfuerzo descomunal realizado durante el gobierno del Comandante Chávez desde febrero de 1999 hasta finales del 2012, permitió la distribución de esa renta con el objeto de pagar una deuda social acumulada posiblemente desde la finalización del proceso independentista. Y ese fue uno de los propósitos alcanzados en menos de tres lustros de gobierno, muy diferente a lo que se ha observado en el período posterior hasta los momentos.
Quién duda de encontrarnos en una crisis que no solamente golpea a los trabajadores del mundo, para lo cual bastaría observar lo que ocurre en USA o en la propia Europa en la actualidad, con la tasa de desempleo y la aplicación de políticas que mucho se parecen a lo ocurrido en las últimas décadas del siglo pasado.
O al observar lo que se intenta en los mayores países de América Latina como México, Brasil y Argentina donde gobiernos conservadores quieren llevar a su mínima expresión las conquistas sociales alcanzadas.
Pero no es acaso eso lo que significa el sistema capitalista, en su voracidad por producir valor de cambio, dejando de lado las necesidades primarias de los seres humanos. Eso no es nada nuevo para venir a plantearnos hasta la saciedad la llamada ¨guerra económica¨ en Venezuela.
Nada nuevo bajo el sol, dado que se trata de la realidad de la empresa capitalista en persecución de la máxima ganancia individual con su avidez por la plusvalía, complementado a nivel global con la supuesta racionalidad de un mercado mundial, bajo la égida de una voraz concentración de capitales y el dominio del sector financiero internacional.
Lo cierto es el desmejoramiento de las condiciones de quienes dependen de su ingreso producto del trabajo, de vender su fuerza de trabajo como otra mercancía más, a costa de un proceso de acumulación insaciable que solamente encuentra sus límites en esa acumulación de riqueza. En nuestro caso particular de Venezuela, el de la acumulación rentista como la de esos lobos de mar, insaciables por recibirla sin contraprestación alguna.
Hasta cuando entonces evocar la suerte de aumento de precios de los hidrocarburos en vez de elaborar otro modelo productivo alterno, al llamado rentista petrolero.
Ante esa dificultad históricamente reconocida de modificar el modelo productivo, el gobierno actual se hunde en sus propias contradicciones e insuficiencias tratando de salvar su destino a través de un pacto silencioso y mordaz con la derecha y la socialdemocracia interna, entregando el país a las transnacionales en lo que ha sido calificado como una entrega ¨vergonzosa¨ en el Arco Minero Orinoco.
Por otro lado, las negociaciones con la derecha internacional al tratar de salvar su responsabilidad ante la historia tal de finalizar el periodo gubernamental cueste lo que cueste, en una farsa que ya se sabe cómo va a terminar, saliéndose de la suerte, con la estampida que vendrá luego y las consecuencias que continuará pagando el pueblo venezolano, dado que lo que han logrado como gobierno es profundizar la crisis de hegemonía que se agrava con el pasar del tiempo.
Otras salidas diferentes al pacto oscuro que se está aplicando en la actualidad, deben venir con la profundización del proceso de cambio social, más de una vez sugerido por diferentes sectores de la sociedad venezolana.
Para ello es necesario hablarle claro al país, el asumir la crisis con toda su intensidad, acompañar al pueblo en sus problemas y sus necesidades profundizando el modelo alternativo, dándole mayor poder a las bases, modificar la conducta cupular y de cogollos que nunca tuvieron autoritas y que perdieron definitivamente su legitimidad con la derrota electoral de diciembre de 2015.
No vamos a salir del laberinto en que nos encontramos con la búsqueda de ¨pactos salvadores¨ que solo alimentan la soberbia de una cúpula incrustada en el aparato del Estado, no, lo que debe ponerse en práctica, que es más democracia de base, ir a las profundidades del gentilicio popular, a soluciones que vayan a la raíz de los problemas y dejar de lado la cansona retórica y la propaganda tediosa de un gobierno que perdió su rumbo al ensimismarse en su propia audición, y en pactar con quienes en el fondo lo que defienden son sus intereses pecuniarios y el status quo de un rentismo que colapsó como medio de distribución del ingreso y la riqueza nacional.
Hemos dicho y argumentado la necesidad de ¨Declarar una emergencia económica revolucionaria¨, para lo cual se requiere y lo repetimos una vez más, en un contexto global, la necesidad de resistir, consolidando lo avanzado, refundiendo el Estado, la República, el gobierno, el pueblo y la Fuerza Armada Bolivariana, junto a las organizaciones políticas y sociales revolucionarias, bajo un liderazgo político colectivo, que vaya en la dirección de la construcción de un nuevo bloque hegemónico, en la ya casi olvidada por el gobierno actual, el de una sociedad basada en la lógica del metabolismo del trabajo, simplemente el de una sociedad socialista.
* Jorge A. Giordani C. fue durante varios años Ministro del Poder Popular para la Planificación del gobierno venezolano hasta junio de 2014.