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El empleo mundial y sus implicaciones para la organización de los trabajadores

Fuentes: Rebelión

Actualmente es bien reconocido el problema de falta de dinamismo en la economía mundial. En algunas regiones esta debilidad adquiere formas de estancamiento económico y en otras de recesión. De una u otra manera, estas situaciones reflejan una crisis del capital, que en la necesidad de buscar soluciones, utiliza el balance del poder existente para recargar los costos y perjuicios sobre las masas trabajadoras.

El aumento del costo de la vida, los incrementos de las tarifas de los bienes de consumo colectivo, los despidos laborales y las nuevas políticas para degradar las relaciones salariales hacen parte del arsenal que impacta día a día al proletariado mundial. Parte de su consecuencia son organizaciones populares y políticas que a fuerza les ha tocado refugiarse en la política defensiva, contestataria, reformista; casi en modo de supervivencia.

Sin embargo, a pesar de que el capital hace esfuerzos por cargar el peso de la crisis en la espalda de los trabajadores, es importante señalar que las crisis son consecuencias de tendencias estructurales y que por lo tanto, su conocimiento y análisis permiten que las organizaciones de trabajadores pasen a un escenario más propositivo sobre el futuro de la humanidad en su conjunto.

Un mundo de desempleados

Una de las tendencias más importantes del capitalismo es la destrucción de la fuente misma de su riqueza: el trabajo. Paradójicamente, el proceso constante de acumulación de ganancias, es uno de los mejores estimulantes para la incorporación de nuevas técnicas y tecnologías en los procesos productivos. Esta necesidad de buscar las posiciones más competitivas en el mercado mediante la innovación, tiene como consecuencia inevitable, el desplazamiento de mano de obra. Se estima por ejemplo que en las siguiente dos décadas, entre el 47% y el 80% de los trabajos existentes en los Estados Unidos serán susceptibles de ser reemplazados por procesos automatizados de computación o robótica[1].

Lo que es una predicción basada en el fuerte desarrollo e incorporación de inteligencia artificial en varios procesos que hoy dependen de la intervención humana, ya tiene algún grado de soporte empírico en el mundo contemporáneo. Un vistazo de las últimas tres décadas, período en el que la irrupción de las tecnologías asociadas a la computarización, da cuenta de algunas tendencias regionales y mundiales (Figura 1).

Si bien existe una tendencia generalizada al alza de la tasa de desempleo mundial, las dinámicas regionales sugieren que diferentes zonas del mundo cargan de manera diferencial con las consecuencias del desempleo. Regiones como América Latina y el Caribe, el África subsahariana y el sureste Asiático, han sufrido con mayor rigor los impactos de la expulsión de millones de sus trabajadores al desempleo. Mientras que en otras regiones, el desplazamiento de la mano de obra por la incorporación de nuevas tecnologías se puede relocalizar en nuevas ramas de la producción, en las regiones más pobres, esto supone la expulsión estructural de la mano de obra, sin que esta pueda ser relocalizada.

Figura 1. Desempleo en el mundo y sus regiones. Los puntos corresponden a datos iniciales que han sido obtenidos de la base de datos del Banco Mundial[2]. Las líneas curvas representan un ajuste para visualizar las tendencias y han sido calculadas utilizando regresiones polinómicas locales. La masa de desempleo ha sido calculada teniendo en cuenta las mediciones del censo mundial para cada periodo de tiempo, asumiendo que el 65% de la población (edades entre 15 – 64 años) es económicamente activa.

El panorama mundial sugiere una clara tendencia del desempleo que se acentúa cuando se tiene en cuenta el incremento total de la población mundial y que da cuenta de un verdadero ejército sobrante de proletarios. Una tendencia que si bien es funcional para la acumulación del capital a corto plazo por generar una presión hacia la baja salarial, a largo plazo también representa un problema estructural para la viabilidad intrínseca del capital, pues ello reduce con fuerza y sin pausa la única fuente de la plusvalía: el trabajo.

Estas cifras sin embargo no logran capturar la verdadera dimensión del desempleo, toda vez que estas mediciones no tienen en cuenta el mundo de la informalidad laboral o los procesos de migración demográfica. Por ello, para tener una idea más aproximada de la realidad, es preciso tener en cuenta los cambios no solamente en la cantidad, sino en la calidad del trabajo, expresado en la creciente precariedad laboral y la marginalidad en centros urbanos. Es ello lo que da cuenta de la verdadera magnitud de la población sobrante en el mundo contemporáneo del capital.

La descomposición de los contratos de trabajo

Es sorprendente pensar que fue hace más de un siglo, que las organizaciones laborales empezaron las exigencias sobre una jornada de ocho horas de trabajo. Ya desde entonces, la producción mundial generaba los excedentes suficientes para que a principios del siglo XX, estas demandas fueran incorporadas en la normatividad de la mayoría de los países. Hoy, más de un siglo después y con todo lo que ello supone en avances técnicos y tecnológicos, los grandes talleres del mundo como India, China y Bangladesh, someten aún a sus trabajadores al látigo de las más largas jornadas laborales en el mundo entero; muy por encima de las viejas ocho horas (Figura 2). Nuevamente, el panorama es más dramático cuando se explora más allá de las relaciones formales asalariadas. Por ejemplo, se estima que la verdadera carga laboral del trabajador promedio en los Estados Unidos está alrededor de las 47 horas semanales[3].

El fenómeno de explotación laboral lo han sufrido con mayor rigor las mujeres, quienes a partir de su inserción en el mundo de la formalidad laboral, han sido sobre quienes en particular se ha acentuado la sobreexplotación. Una dinámica que se suma a las ya de por sí extenuantes labores al interior de los hogares, necesarias para la reproducción de la mano de obra general (Figura 2).

Figura 2. Carga laboral en relación con PIB per cápita (izquierda) y por sexo en los Estados Unidos (derecha). Adaptado de: Our World in Data[4],[5].

Aquellos empleos que tienen cierta resistencia al desplazamiento por la incorporación de nuevas tecnologías, son precisamente aquellos que requieren mayor intensidad de trabajo físico humano. Es en este tipo de trabajos donde se experimenta con mayor claridad los fenómenos de sobreexplotación, degradación de las condiciones laborales y marginalidad.

Las llamadas políticas de flexibilización laboral, los programas de primer empleo para los jóvenes, las pasantías o prácticas no remuneradas, entre otros, son ejemplos de trabajos con menores salarios y mayor extensión en las jornadas. Este incremento en la captura de la plusvalía mediante cambios de las políticas laborales, si bien es un fenómeno extendido de manera global, tiene su cara más hostil en las periferias de economías subalternas donde la mayor parte de la clase trabajadora deambula en el circuito de los contratos basura, economía de supervivencia y sobreexplotación.

Tanto el incremento del desempleo formal como la descomposición de los contratos de trabajo son manifestaciones de un fenómeno subyacente y fundamental en la crisis del capital y que es el incremento de la población trabajadora sobrante.

Unas tendencias que invitan a la reflexión política

La reducción de puestos de trabajo, así como el incremento de la explotación laboral son tendencias de la crisis inherente al capitalismo como forma de organización social, pero a su vez también dan pistas sobre las posibilidades de la construcción de una sociedad post-capitalista, así como la organización del sujeto que ella requiere.

El desarrollo de las fuerzas productivas incrementa la productividad del trabajo y tiene el potencial de aligerar la carga laboral de los trabajadores directos. Que este incremento de la productividad del trabajo no se traduzca en una mayor participación de la riqueza social para el proletariado en su conjunto, de mejores condiciones de trabajo y de reducciones de las jornadas laborales, sino que al contrario, de lugar a mayor desempleo e incremento constante de la población sobrante para el capital, es producto de las derrotas parciales que ha sufrido el proletariado mundial durante las últimas cinco décadas. Estas derrotas parciales se expresan, entre otras pérdidas, en el deterioro y marchitamiento de las agremiaciones sindicales tradicionales cuya base fundamental la han constituido, hasta ahora, los trabajadores asalariados bajo contratos formales.

Si bien, estas organizaciones gremiales han sido un soporte central de los proyectos más amplios de las izquierdas a lo largo del mundo y por lo tanto su historia y experiencia es fundamental, el costo político de no transformarlas en dirección a incluir la necesaria organización del proletariado sobrante incrementará su desgaste y su pérdida de dinamismo transformador. Sin embargo, las tendencias de los cambios en la producción capitalista impactan de manera directa la organización social de la producción. Ello presenta una posibilidad de reagrupamiento, reestructuración y transición cualitativa de las organizaciones proletarias, quienes más que nunca, pueden utilizar la descomposición de las relaciones de producción existentes a su favor.

Parte de una reingeniería estratégica de las organizaciones proletarias, pasa por entender que muy a diferencia de quienes argumentan la disolución de las clases sociales como consecuencia de la reestructuración del mundo del trabajo, es precisamente el incremento de la población sobrante la que da cuenta del deterioro de las relaciones estructurantes del capitalismo y por lo tanto constituye una cantera decisiva del proletariado mundial. Ésta es precisamente la población que con mayor desespero depende de su fuerza de trabajo para sobrevivir y que arrojada hacia los márgenes del desempleo requiere de organizaciones audaces que permitan su agrupación efectiva.

Estas renovadas organizaciones proletarias que al incluir a una mayoría que no participa de la distribución salarial, deberán incluir en sus programas y plataformas, aquellos elementos que cuestionen la redistribución general de los excedentes productivos hacia inversiones populares como bienes de consumo colectivo o una economía de fondos públicos. Al final, la rueda de la historia con sus magníficas invenciones y adelantos tecnológicos es la que permitirá, junto a una intervención decisiva de la organización proletaria, una sociedad que libere más tiempo para las mayorías.

Notas:

[1] The future of employment: How susceptible are jobs to computerisation? C. Frey, Michael A. Osborne. DOI:10.1016/J.TECHFORE.2016.08.019

[2] World Development Indicators. En:  https://datacatalog.worldbank.org/search/dataset/0037712/World-Development-Indicators

[3]Lydia Saad. The «40-Hour» Workweek Is Actually Longer — by Seven Hours. GALLUP. En: https://news.gallup.com/poll/175286/hour-workweek-actually-longer-seven-hours.aspx

[4] Our World in Data. Annual working hours vs. GDP per capita. En: https://ourworldindata.org/grapher/annual-working-hours-vs-gdp-per-capita-pwt?time=latest

[5]Our World in Data. Working hours. En: https://ourworldindata.org/working-hours

Sergio Latorre. Centro de Pensamiento y Teoría Praxis.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.