Edmond Dantès aprende de la mano del abate Faria que el conocimiento le libera y se convierte en el auténtico tesoro que posee en la prisión del castillo de If
Edmond Dantès y el abate Faria en la prisión del castillo de If. Ilustración de Tony Johannot para El conde de Montecristo, entre 1845 y 1851.
Alejandro Dumas encierra a un inocente marinero en la prisión del Castillo de If, condenado por un delito que no había cometido, para transformarlo en otra persona, posiblemente en el primer superhombre moderno de la historia.
El novelista y dramaturgo francés escribe El Conde de Montecristo pocos años antes de que estalle la revolución de 1848 y una década después de las Tres Gloriosas, en 1830. Por tanto, durante el reinado de Luis Felipe I y fin de la dinastía de los Borbones.
La novela nace en una Francia sumida no sólo en una crisis política y financiera, sino espiritual y moral. No existían lo derechos humanos, los poderosos abusaban de los pobres y la gente era enjuiciada falsamente, de ahí que la obra gire en torno a la generosidad y la lealtad, pero sobre todo lance un eminente mensaje contra la maldad.
Edmond Dantès está a punto de ascender a capitán y va a casarse con la bella condesa de Morcef, ajeno a la envidia que despertaría en su entorno más próximo. El joven es arrestado el día de la boda. Es acusado, en falso y de forma anónima, de agente bonapartista. Su cautiverio durará 14 años.
No suele hacerse un análisis riguroso sobre el aspecto ético y moral de la obra más allá del icono de vengador justiciero que tanto nos seduce. Sin embargo, El Conde de Montecristo gira principalmente en torno al control de nuestras vidas y emociones, la capacidad de superación y de perdón que alumbra y guía al protagonista a través de sus páginas.
La obra de Dumas gira principalmente en torno al control de nuestras vidas y emociones, la capacidad de superación y de perdón que alumbra y guía al protagonista
En ese sentido, se trata del mejor libro de crecimiento y desarrollo personal que existe. Una obra que enseña a conocerse a sí mismo, a desarrollar todas las potencialidades humanas, a dominar la cólera y la venganza, a resistir, a aceptar el infortunio y afrontar el dolor como una parte imprescindible de la vida.
Al comienzo del encierro, en la oscuridad del calabozo, el protagonista desespera. Se encomienda a Dios, le reza, pero pasan los años y pierde la esperanza de ser liberado. Dantès ya se encontraba preso cuando Napoleón regresa de su exilio en la isla de Elba, dando lugar a los Cien Días en los que derroca al rey, restaura su imperio y es definitivamente vencido en la Batalla de Waterloo.
El conocimiento te libera
El sufrimiento de Dantès da un vuelco cuando traba amistad con un sacerdote y erudito italiano que ocupa la celda contigua, el abate Faria, que llevaba recluido desde el 1811 por un crimen político.
Faria, personaje inspirado en un polifacético monje, profesor de filosofía de la Academia de Marsella, José Custodio de Faria, lo instruye en la importancia de la integridad y el desarrollo personal. Le enseña conocimientos profundos de historia, matemáticas, lenguaje, filosofía, idiomas, física y química.
El cura es el que le descubre quiénes son sus enemigos y, sobre todo, que el estado moral de alguien no depende de su posición social o su riqueza. Dantès encuentra las claves filosóficas que le harán avanzar por la senda de su metamorfosis.
El protagonista aprende de la mano del sacerdote que el conocimiento le libera, le confiere un consuelo interno que no alcanzará de otro modo. En El Conde de Montecristo hallamos a Epicuro, Séneca, Maquiavelo, Pitágoras, Juliano, Fabre d’Olivet, esa filosofía práctica que sirve para enfrentar algunas dificultades de la vida y alcanzar la serenidad, el auténtico tesoro que posee Dantès y, como él mismo admite, no encuentra en las cavernas de la isla de Montecristo.
En sus últimos minutos de vida, el abate le revela el secreto del tesoro de Cesare Espada, oculto en la isla de Montecristo, y le conmina a encontrarlo, confiando en que su aplicado pupilo utilizará el tesoro para hacer el bien. Dantès no comete acto violento alguno a lo largo de la novela. Para aquellos que le ayudaron se convierte en un ángel protector; quienes le traicionaron deben enfrentarse a sus actos.
Sólo cuando un pobre inocente sale perjudicado en una de sus venganzas, toma plena conciencia de que sólo Dios es capaz de dispensar justicia. Dumas quiso enviar a los lectores una guía de supervivencia que pudieran aplicar a su vida diaria. Al final, el Conde de Montecristo consigue perdonar al más culpable de todos aquellos que lo traicionaron, aquel hombre que lo privó de su libertad y le condenó al olvido y la cárcel por un crimen que no había cometido. Se convierte en un ser humano que no solamente es capaz de amar la vida, sino que, incluso, logra superar el afán de venganza y alcanzar la felicidad, haciendo que los demás también sean felices.
Una obra masónica
“La cruz roja que aparece en el blasón del Conde de Montecristo es uno de los símbolos del grado décimo octavo de la masonería”, así como “la fuga del Castillo de If está basada en el ritual de acceso al tercer grado, el grado de Maestro”, señala el escritor Fabio García Saleh en El tesoro oculto del Conde de Montecristo (2014). La novela de Dumas desvela incluso “la contraseña que, en las organizaciones iniciáticas, permite pasar de un grado a otro”.
El ensayo cita diecisiete obras de Dumas que giran en torno a lo mismo, y coteja pasajes de El Conde de Montecristo con otros del escritor francés que arrojan luz sobre su ideología. El encierro de Edmundo Dantès sería pues un llamamiento a la transformación del hombre, sintetizada en tres claves masónicas (la instrucción, la conciliación y la exaltación). “Un mensaje iniciático que tendría una gran influencia en el desarrollo del ocultismo del sacerdote y filósofo Eliphas Lévi”, quien relacionó la cábala con el tarot, y se separaría del ámbito religioso cuando descubrió los principios matemáticos de Wronski, como “también influiría en Albert Pike, un abogado militar y francmasón que jugó una gran importancia en el desarrollo del Rito Escocés Antiguo y Aceptado”, señala el investigador.
Tras estudiar la inmensa obra de Dumas, García Saleh comprobó que Arturo Pérez-Reverte tenía razón al subrayar en El club Dumas que el novelista y dramaturgo francés era ocultista. Sin embargo, descubrió algo más importante, que la figura de Dantès está inspirada en Zanoni (1842), del escritor Edward Bulwer-Lytton (1803-1873), una obra que fue publicada dos años antes de empezar a aparecer El conde de Montecristo. “Ambas comparten el mismo mensaje colonialista y una teoría artística idéntica, e incluso la vindicta de Zanoni y la de Montecristo podrían estar basadas en la venganza templaria que supuestamente llevó a cabo el médico alquimista Conde Cagliostro”, un alto masón italiano que recorrió las cortes europeas del siglo XVIII.
Esta investigación aparece recogida en Zanoni: la inspiración oculta de Alexandre Dumas (2010), un ensayo que impugna certezas comúnmente aceptadas, y que prueban que Dumas se basó en Zanoni para crear El Conde de Montecristo. “En el plano de las ideas, la influencia del escritor británico se extiende a las cuatro obras que comprende Memorias de un médico (1846-1851), de Dumas, ya que la ideología política de Zanoni (sobre la Revolución Francesa y la aristocracia del siglo XIX y su regeneración, el dandismo) influyó, sin duda, en la del escritor francés”. También destaca similitud en los personajes de ambas novelas: Mejnour/Faria, Albert/Glyndon, Viola/Haydée, Filide/Haydée.
Dumas se dejó inspirar en la sabiduría caldea, los secretos cuatro elementos que iniciaron a los rosacruces en la búsqueda del elixir de la vida y un episodio de la mitología china que luego incluiría con ligeras variantes. Zanoni, El Conde de Montecristo, El asno de oro y las metamorfosis de Apuleyo, o la Divina Comedia con el viaje de Dante por el infierno, el purgatorio y el paraíso tomando de guía al poeta Virgilio, forman parte de ese conjunto de obras literarias universales que guardan mensajes ocultos, apreciable sólo para aquellos lectores que saben leer más allá de una trama.