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Entrevista a Caterina Martins (Bloco d’Esquerda)

«El Estado de bienestar aún está en peligro en Portugal»

Fuentes: Viento Sur

Cuando crecen fuerzas de extrema derecha por toda Europa, Portugal parece marcar la excepción. Esto se debe en particular a los avances del Partido Socialista del primer ministro, António Costa, que tal vez es el partido de centroizquierda más exitoso del continente. En el gobierno desde 2015 con el apoyo del Bloco d’Esquerda (Bloco) y […]

Cuando crecen fuerzas de extrema derecha por toda Europa, Portugal parece marcar la excepción. Esto se debe en particular a los avances del Partido Socialista del primer ministro, António Costa, que tal vez es el partido de centroizquierda más exitoso del continente. En el gobierno desde 2015 con el apoyo del Bloco d’Esquerda (Bloco) y del Partido Comunista, el partido de Costa se hizo con la victoria en las elecciones generales del mes pasado y ahora vuelve a estar en el poder como gobierno minoritario.  

Este gobierno sustituye a la anterior jerigonza, en que los partidos de izquierda podían influir directamente en el gobierno socialista. En efecto, sus propios resultados han sido menos positivos: los comunistas han perdido votos y escaños en los comicios de octubre, mientras que el Bloco conserva sus 19 escaños. En mayo, el Bloco fue uno de los dos únicos partidos de izquierda radical que lograron aumentar su número de escaños en el Parlamento Europeo.  

El fin de la jerigonza obliga a reflexionar sobre esta experiencia y sobre lo que puede conseguir la izquierda radical en cooperación con partidos socialdemócratas. Aunque el gobierno de 2015-2019 abordó las secuelas de la pobreza, desde el aumento del salario mínimo hasta la gratuidad de los libros escolares y la reducción de las tarifas de transporte, otros aspectos de su actuación son más modestos. En particular, la escasa inversión pública y la incapacidad de reestructurar la deuda pública generan problemas de cara al futuro, problemas que pueden estallar cuando la eurozona vuelva a entrar en crisis.  

Catarina Martins es coordinadora nacional del Bloco. Ha hablado con David Broder, de Jacobin, sobre la experiencia de su partido en el gobierno, el papel de Portugal como modelo para la socialdemocracia y la necesidad de salir de la jaula de hierro que es la deuda.

 David Broder (D. B.): En primer lugar, quisiera examinar el resultado de las elecciones en su conjunto. El centroderecha ha salido derrotado, mientras que el principal vencedor ha sido el Partido Socialista, de centroizquierda. El Bloco conserva el mismo número de escaños, aunque ha perdido unos cuantos votos, mientras que el Partido Comunista ha perdido bastantes más. ¿Por qué crees que ha sucedido esto? ¿Por qué la gente ha premiado en particular al Partido Socialista, y por qué vosotras habéis logrado mantener vuestro apoyo electoral más que los comunistas?

Catarina Martins (C. M.): En la época de las anteriores elecciones generales de 2015, Portugal sufría la austeridad impuesta por la troika europea. Hubo recortes en las pensiones y los salarios, y acalorados debates públicos sobre lo que iba a venir después. La derecha insistió en que necesitábamos proseguir con los recortes para evitar el colapso de la economía, pero la experiencia de los últimos cuatro años demuestra que eso no es cierto. Por esta razón, la derecha perdió una parte de sus votantes, que se abstuvieron o apoyaron a los socialistas.

Hoy, en comparación con 2015, la situación está, en general, menos polarizada. El acuerdo de gobierno también convenció al electorado comunista de que el Partido Socialista no es tan derechista como suele decir su propio partido. Esto ha hecho que perdiera algunos votos. Nuestra base es diferente de la de los comunistas, y nosotras también adoptamos un enfoque distinto con respecto al gobierno: no pusimos trabas a la cooperación con los socialistas, pero también demostramos efectividad a la hora de enfrentarnos a ellos y exigirles medidas.

Al haber sostenido al gobierno durante cuatro años, hemos perdido algunos de los votos de protesta, incluso de personas que suelen votar sobre la base de cuestiones únicas. Pero también hemos visto crecer nuestro apoyo entre la clase trabajadora, que ha obtenido mejoras en los últimos años y reconoce nuestra contribución a este logro. Por ejemplo, después de décadas en que no tuvieron contrato, muchas personas con un empleo precario en la administración pública consiguieron un contrato con el Estado. Fue un gran avance, ya que previamente no habían experimentado más que retrocesos. Ahora, muchas personas que no solían votar y que nunca habían estado en contacto con el Bloco, se nos acercaron. Esto ha compensado gran parte de los votos que hemos perdido en otros sectores.

 D. B.: Durante la campaña electoral dejasteis claro que el Bloco aspiraba a que el Partido Socialista de António Costa no tuviera la mayoría absoluta en el parlamento, de manera que pudiérais seguir influyendo en el gobierno. Conocidos los resultados -los socialistas rozaron la mayoría-, Costa habló de renovar el pacto y ahora también parece que su partido gobernará en solitario. ¿Qué implicaciones crees que tendrá esto para sus propias políticas? ¿Piensas que un gobierno socialista minoritario buscará más bien pactos con el centroderecha?

C. M.: Es cierto que el Partido Socialista prefiere no tener que pactar con la izquierda. En 2015 firmamos un acuerdo porque los socialistas no tuvieron más remedio que aceptarlo: habían quedado segundos en aquellas elecciones y no habrían podido gobernar sin nuestro apoyo. Sin embargo, esta vez han quedado primeros y creo que a nadie le extraña que hayan optado por gobernar solos.

Después de las elecciones, el Bloco ha dicho que volvemos a estar dispuestos a llegar a un acuerdo, y lo mantenemos. Pero este pacto habría sido diferente del anterior. Hace cuatro años necesitábamos un acuerdo mínimo para parar los pies a la derecha, bloquear la privatización de carreteras, vías férreas y el agua, y para impedir los recortes de las pensiones. En la situación actual, el acuerdo no solo habría consistido en parar los recortes, sino que exigiría recuperar los derechos de la clase trabajadora. El Partido Socialista no quiere cambiar la legislación laboral y, como siempre, no desea enfrentarse a la clase empresarial.

Ahora, con el gobierno socialista minoritario, tendremos que negociar cada presupuesto y cada ley. Efectivamente, podemos predecir que pactarán con la derecha. Portugal es uno de los países de Europa en que hay más precariedad. No obstante, este gobierno no cambiará la legislación laboral, y si no cambiamos eso no podremos mejorar la economía en su conjunto.

Esto también supone defender los servicios públicos. Mira nuestro servicio sanitario: es uno de los mejores del mundo. Presta todos los cuidados y tratamientos a todas las personas a cambio de casi nada, y lo hace independientemente de la condición del o de la paciente, de si es inmigrante o tiene la nacionalidad portuguesa, o de si trabaja o no. Pero el sistema sanitario portugués también es frágil y no cuenta con el presupuesto que necesita, al tiempo que un sector privado cada vez más grande se lleva al personal médico y de enfermería y a otros profesionales. Así que tenemos que luchar por este sistema, porque si no lo salvamos, la democracia social, que constituye un elemento central de nuestra democracia desde la Revolución portuguesa de 1974-1975, estará en el alero.

 D. B.: Portugal ha sido, desde la Revolución, uno de los pocos países europeos en que la extrema derecha no estaba presente en el parlamento, pero en estas últimas elecciones el partido antiinmigrantes Chega! (¡Basta!) ha obtenido un escaño. Al mismo tiempo, ha habido logros importantes para la izquierda, con candidatas negras, en particular Joacine Katar Moreira, de Livre, y Beatriz Gomes Dias, del Bloco, que salieron elegidas ambas. Por otro lado, este mismo año los choques que hubo en el barrio lisboeta de Jamaica, de los que existen vídeos que muestran la brutalidad policial contra jóvenes de piel negra, sacaron a relucir el racismo institucional. ¿Crees que política racista y contra la inmigración puede crecer en Portugal?

C. M.: Para mí, Chega! no es simplemente un partido de extrema derecha. Su diputado, André Ventura, también defiende un programa ultraliberal que prevé la privatización de la sanidad y de las pensiones. Despliega una retórica xenófoba, pero Chega! es en gran medida un partido del régimen. En efecto, Ventura fue anteriormente concejal del PSD [de centroderecha] y en la época en que intervino la troika recibió el apoyo del primer ministro Pedro Passos Coelho. Después estuvo implicado en un escándalo de financiación ilegal. Ventura es famoso como comentarista de fútbol en la televisión, pero Chega! combina diferentes discursos extremos: es ultraxenófobo contra la inmigración y ultraliberal en materia económica y de recorte del Estado de bienestar.

En realidad, Portugal tiene menos inmigración que la que necesitamos, y mucha gente que ha emigrado a otras partes del mundo. La población no es mayoritariamente hostil a las personas inmigrantes, pero existe un racismo estructural, que su pasado colonialista ayuda a explicar. Lo nuevo es que hay gente negra que reclama sus derechos, y es bueno e importante que haya personas que luchan por visibilizar el racismo y la violencia policial. Incluso el Partido Socialista ha obtenido un escaño para una mujer negra en estas elecciones [Francisca Van Dunem], quien ha sido ministra de Justicia desde 2015. El racismo todavía no es una cuestión central en el debate público, pero tal vez existen los instrumentos para hacer que lo sea.

 D. B.: Volvamos al contexto internacional: cuando hablé con el economista Francisco Louçã, del Bloco, antes de las elecciones, dijo que el partido había obtenido importantes concesiones y, en efecto, el gobierno ha conseguido en este periodo reducir hasta cierto punto la pobreza. Sin embargo, según él mismo, el problema de la deuda pública y de los límites estructurales a la inversión han quedado fuera del debate en comparación con 2015. La contradicción parece residir en que por mucho que la eurozona esté muy poco preparada para la crisis que viene, el hecho de que la peor austeridad sea ya cosa del pasado parece haber desplazado la cuestión de la moneda de las preocupaciones populares, no solo en Portugal, sino en toda Europa. ¿Cómo puede tu partido llamar la atención sobre este problema ahora que el Partido Socialista está rodeado de un aura de éxito?

C. M.: A lo largo de los últimos cuatro años se promulgaron varias leyes que ponían de manifiesto la falta de inversiones. Por ejemplo, una ley sobre el gasto en el servicio nacional de salud, que no puede sobrevivir si no cuenta con el presupuesto que precisa. O en el transporte público, donde hemos rebajado las tarifas, si bien no hay infraestructuras suficientes ni contamos con el número de trenes, autobuses y embarcaciones que la población necesita.

Son cuestiones que podemos utilizar para dejar claro que hace falta invertir más y que la política de excedente primario es una equivocación. Esto será objeto de un amplio debate. Hoy mismo [22 de octubre], la Comisión Europea ha declarado que las previsiones de déficit de Portugal le preocupan. En los últimos cuatro años, la UE tal vez no se metió tanto con Portugal porque no tenía posibilidad de someternos al mismo trato que Grecia: no podía permitirse otra tragedia más, especialmente en tiempos del brexit. Quizás ahora la UE se concentrará más en nuestros asuntos, pero nadie sabe qué sucederá con la propia UE.

Hace cuatro años, la gente decía que el Bloco estaba «en contra de Europa». Nada menos cierto. Formamos parte del continente europeo, pero tenemos que poner en tela de juicio a la UE. Nadie sabe si la UE perdurará ni cómo lo hará, y está claro que tiene que haber una batalla en Europa con respecto a las inversiones.

 D. B.: El gobierno de Costa desde 2015 aparece en los medios internacionales como un precursor del resurgir de la socialdemocracia. Hay otro caso parecido al otro lado de la frontera, en España, donde el líder del PSOE, Pedro Sánchez, fue elegido primer ministro en junio de 2018 con el apoyo de Podemos y partidos regionalistas. Sin embargo, mientras que tras las elecciones generales de abril Sánchez emprendió negociaciones con vistas a una coalición con Podemos, finalmente renunció a ellas en una apuesta aparente por reafirmar el predominio del PSOE y negar legitimidad a otras fuerzas más radicales. ¿Existen paralelismos con Portugal? ¿O acaso el sistema de partidos es demasiado diferente, tal vez más estático en general?

C. M.: El Bloco se constituyó hace veinte años y en aquel entonces se dijo que acabaría desapareciendo porque el sistema de partidos es estático. Sin embargo, aquí seguimos. Y las cosas cambian: en estas elecciones no solo hemos asistido al ascenso de un partido animalista (PAN), sino también a la aparición de tres nuevos partidos que hasta ahora no habían estado representados en el parlamento. Dos de ellos son fuerzas ultraliberales, lo que de por sí ilustra la crisis de la derecha.

Desde 2015 ha habido, en efecto, algo así como el retorno a una política que históricamente se atribuía a la socialdemocracia. En este sentido, el apoyo al gobierno en los últimos cuatro años nos ha proporcionado definitivamente una plataforma más amplia para difundir nuestro mensaje. La gente sabe que nuestras políticas han marcado diferencias reales en sus vidas, lo que nos confiere más credibilidad. Hemos demostrado que obligar a las compañías eléctricas a pagar los recibos de la gente pobre o aumentar el salario mínimo no es una utopía loca. Esto es importante, porque la gente decía a menudo que somos un partido lunático, que no hay que tomarnos en serio y que lo que proponemos es imposible.

No digo que el Bloco fuera determinante en muchas políticas, no es cierto. Más del 80 % del parlamento está formado por socialistas y partidos a su derecha, y nosotras no podíamos ni podemos con todo. La gente que se me acerca en la calle nos ve más como una fuerza de oposición que no un partido gubernamental. Dicen: «¡Luchad por nosotros!»

En los últimos cuatro años tuvimos un acuerdo con el Partido Socialista para detener los recortes de las pensiones y los salarios. La estructura económica más profunda y su relación con el sistema bancario no han cambiado. Pero tomamos medidas que realmente afectan a la vida de la gente que, tras más de una década de recortes, finalmente ha visto algunos progresos en cuestión de salarios y pensiones, algo que la gente pensaba que era imposible. Pese a que lo que recuperamos siguiera siendo muy poco, la gente se ha dado cuenta de que es posible una vida mejor, y ahora tenemos más movilización social que lo que hemos visto en muchos años. Se ha movilizado la población racializada, sí, pero no solo ella, sino también maestras, enfermeras, trabajadores portuarios, etc.

Gracias al apoyo al gobierno socialista obtuvimos mejoras en los servicios públicos y en el transporte público, y por primera vez desde la Revolución, después de décadas en que pasaron a ser cada vez más elitistas, se rebajaron las tasas universitarias. También se ha declarado la gratuidad de los libros escolares. Al cambiar las expectativas de la gente sobre lo que es posible, estos cambios son a su vez instrumentos para una política de izquierda más fuerte. 

Texto original en inglés: https://jacobinmag.com/2019/11/portugal-welfare-state-socialist-party-antonio-costa-european-union

Traducción: viento sur

Fuente: https://vientosur.info/spip.php?article15343