Este post forma parte de un simposio sobre el libro de Beth Popp Berman Thinking Like an Economist: How Efficiency Replaced Equality in U.S. Public Policy [Pensando como un economista: Cómo la eficiencia sustituyó a la igualdad en las políticas públicas de Estados Unidos]. Puedes leer el resto de posts en el blog Law and Political Economy.
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En Thinking Like an Economist, Elizabeth Popp Berman rastrea el surgimiento y la difusión de un «estilo económico de razonamiento» a través de las agencias gubernamentales y los ámbitos de diseño de políticas públicas. Este estilo prioriza la eficiencia a expensas de valores como «los derechos, el universalismo, la equidad y la limitación del poder corporativo». A diferencia de los estudios sobre el ascenso del neoliberalismo que han hecho hincapié en el poder de la derecha, el relato de Berman se ocupa del centro-izquierda. «Una y otra vez», escribe, «el estilo económico fue introducido en la elaboración de políticas por tecnócratas asociados al Partido Demócrata que querían utilizar el gobierno para resolver problemas sociales».
Al leer este libro como historiadora, me sorprendió sobre todo hasta qué punto se sigue subestimando el impacto duradero del temor rojo y el anticomunismo en la política social de Estados Unidos. No podemos entender bien la adopción del «estilo de razonamiento económico» por parte de los demócratas en la década de 1960 sin tener en cuenta las secuelas políticas de las décadas anteriores. En los años 60, las acusaciones de ser «blando con el comunismo» seguían siendo una poderosa herramienta para desacreditar a los defensores de las políticas sociales de izquierdas. Y para los expertos en este ámbito al servicio del gobierno, las cicatrices de las acusaciones de deslealtad todavía ardían. En un campo tras otro – seguridad social, derechos laborales y civiles, protección del consumidor, asistencia pública, energía pública, vivienda pública – las acusaciones de deslealtad siguieron obstaculizando las políticas socialdemócratas al impedir que los defensores del gobierno abordaran las tensiones entre el capitalismo y la democracia, o incluso reconocieran que dichas tensiones existían. Adoptar argumentos orientados a la eficiencia, «racionales» y «objetivos» ofrecía un antídoto contra las representaciones de la derecha del izquierdismo como algo no americano.