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El eterno conflicto por la tierra

Fuentes: APM

Recientemente los campesinos brasileños ocuparon sedes del Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (Incra) en San Pablo, Marañón, Ceará y Paraiba. Principalmente exigían al gobierno una redistribución de tierras y que se les otorgue a sus moradores una mayor tajada de los 78 mil millones de reales (unos 48.500 millones de dólares) de ayuda […]

Recientemente los campesinos brasileños ocuparon sedes del Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (Incra) en San Pablo, Marañón, Ceará y Paraiba. Principalmente exigían al gobierno una redistribución de tierras y que se les otorgue a sus moradores una mayor tajada de los 78 mil millones de reales (unos 48.500 millones de dólares) de ayuda agropecuaria anual.

Según un informe de la Universidad Estadual Paulista (UNESP), entre 1988 y 2007, el Movimiento Sin Tierra realizó 7.500 ocupaciones de estancias para exigir su expropiación. El mayor número de acciones se registró en el interior del estado de San Pablo, donde fincas fueron sitiadas 171 veces por campesinos sin tierra desde 1988.

Es necesario recordar, que dicho movimiento fue una de los pilares principales del Partido de los Trabajadores (PT), el cual llevó a Lula da Silva a ganar las elecciones para el cargo presidencial.

En ese momento, la gran reforma agraria formaba parte de la plataforma política de Lula, por lo que los integrantes del MST fueron los primeros en darle sus votos de confianza. Es más, durante la campaña los campesinos no realizaron ninguna ocupación para no comprometer a su candidato.

Pero todo esto parece habérsele olvidado al presidente, que permitió que se cultiven 15 millones de hectáreas de soja en 2007, lo que significa que el avance aumentó un 30 por ciento con respecto al año anterior.

Además está «regalando» 12 kilómetros cuadrados de tierras por día a extranjeros. De acuerdo con las cifras del Sistema Nacional del Inventario Rural, entre noviembre de 2007 y mayo de 2008 hacendados e inversores extranjeros compraron 2.269 kilómetros cuadrados de tierras en Brasil.

Según un informe presentado por el diario Folha de San Pablo, el principal interés de los foráneos son tierras para cultivar soja, un producto con una gran demanda y precio creciente internacionalmente.

Los extranjeros también están interesados en proyectos para producir carne bovina, y otras áreas de interés son: el etanol, combustible que Brasil elabora a partir de la caña de azúcar, y el biodiesel, fabricado con oleaginosas como soja, ricino y girasol, que promete ser el combustible del futuro.

Ante esta situación de «extranjerización» de la tierra y la falta de límites por parte del gobierno, el principal movimiento social brasilero, con más de un millón y medio de militantes, se vio obligado a hacer escuchar sus reclamos a través de acciones no violentas, como ocupar áreas improductivas o pertenecientes al poder público.

El año pasado, casi 70 mil familias de miembros del MST ocuparon granjas como método de protesta, de acuerdo con datos de la Universidad del Estado de San Pablo.

La ley brasileña permite a grupos como el MST, tomar el control de campos y plantaciones que son improductivos o de explotación deficiente. Si un tribunal emite un dictamen a favor de los ocupantes, el gobierno paga por la expropiación de la tierra.

«El movimiento Sin Tierra, que tiene relaciones estrechas con la Iglesia, produce tensiones fuertes dentro del Estado de derecho, preservando los derechos de los ciudadanos, de las organizaciones sociales, pero sin poder atender todas sus demandas», reconoce Tarso Genro, Ministro de Justicia y miembro del PT. Piden tierra, pero la reforma agraria «sólo puede hacerse con expropiaciones pagadas y esto la convierte en excesivamente cara», agrega.

En una entrevista exclusiva de Bloomberg TV en Brasilia el pasado Junio, Lula dijo: «Cuando me convertí en presidente de Brasil, tuve que cuidar del trabajador sin tierra y del negocio agropecuario«. Además agregó que quiere que haya armonía entre ambos.

En tanto, el líder de los Sin Tierra en San Pablo, João Pedro Stedile, defiende las ocupaciones de tierra diciendo que el «movimiento está haciendo el trabajo del gobierno« porque «ya no hay una política pública para los pequeños agricultores«.

En un intento por apaciguar al MST, Lula creó un departamento para financiar las granjas pequeñas, convirtiendo a Brasil en uno de los pocos países con dos ministerios de agricultura: uno para productores de gran escala y el otro para productores familiares y de subsistencia.

Obviamente es una medida que ayuda pero no soluciona por completo el conflicto entre los grandes terratenientes sojeros y los campesinos Sin Tierra. Por un lado, los primeros piden al gobierno desalojarlos porque usurpan tierras que podrían ser sembradas con soja y así ganar aún más dinero, y por otro lado, los militantes de MST que denuncian, por ejemplo, una persecución política en Río Grande Do Sul, -principal enclave sojero- donde dos fiscales del Ministerio Público promueven, indirectamente, un desalojo violento de las tierras ocupadas.

El dirigente del MST en Río Grande Do Sul, Cedenir de Oliveira, resaltó que el conflicto está estrechamente relacionado con el modelo rural vigente, «en vez de destinar esas tierras para la reforma agraria y la producción de alimentos, el desarrollo regional apunta a un proceso contrario: producir la materia prima para la exportación».

Porque no solamente es el conflicto por la tierra, sino que también es la suba de los precios internacionales de los alimentos lo que está en juego.

Los primeros días del mes de Julio, el presidente Lula da Silva anunció la creación del Plan Zafra, que prevé destinar, hasta el año 2010, 78 millones de reales en préstamos agrícolas subsidiados, de los cuales 13 millones de reales irán a los pequeños productores, entre ellos miembros del MST.

El mandatario expresó, además, que la estatal Empresa Brasileña de Pesquisa Agropecuaria (Embrapa) fortalecerá su acción en relación a la agricultura familiar, fomentando el cooperativismo.

La idea es fomentar la agricultura en todos los niveles para que Brasil sea «el granero del mundo». Lula quiere aprovechar la situación económica favorable para ampliar la producción y exportar a nuevos mercados.

Para João Paulo Rodrigues, uno de los líderes del Movimiento Sin Tierra, «La principal marca del gobierno de Lula es la ambigüedad».

Aunque asegura que la relación entre el gobierno y los movimientos sociales ha mejorado con la llegada de Lula al poder, cree que las políticas sociales «no son suficientes para transformar la profunda desigualdad existente en el país. Se necesitan cambios estructurales en la economía y en la política para posibilitar mayores inversiones en educación, salud, vivienda, asistencia social y reforma agraria».

Con respecto al Plan Nacional de Reforma Agraria, impulsado por Lula cuando asumió, Rodrigues expresó que «no va a alcanzar las metas predefinidas». Si bien reconoce que se amplió significativamente el crédito para la pequeña producción y que se mejoró la atención de las familias acampadas, no está conforme con la reforma.

Rodrigues aseguró que «el Gobierno priorizó el modelo agro-exportador basado en la producción de monocultivos en latifundios (grandes propiedades) para la exportación de la soja, el algodón y el eucalipto».

En 2003, Lula se reunió con los líderes de los principales movimientos sociales, donde prevaleció el pedido de la redistribución de tierras. En ese momento, Lula, les pidió «paciencia» y reafirmó su «compromiso moral e histórico» con la reforma agraria, y el MST le advertían que era necesario «implementar cambios reales» no más allá de finales de 2003, lo cual no se cumplió.

Sin dudas las medidas sociales que tome un gobierno nunca serán suficientes para satisfacer a todos los habitantes. También es cierto que los políticos están casi obligados a poner en práctica lo dicho durante la campaña política. Pero lamentablemente muy pocas veces sucede.

En el caso de Lula, el MST fue un pilar decisivo durante su campaña política. Las promesas de reforma agraria, créditos a los pequeños productores y demás políticas que beneficiaban a los campesinos, fueron la plataforma que lo llevó al poder.

Pero parecería que una vez que asumió sintió las presiones de las grandes corporaciones y empresas trasnacionales que querían llegar a Brasil a hacer uso de su suelo para plantar soja, entre otros transgénicos. Por eso se puede explicar la ambigüedad de Lula.

El MST agradece y le reconoce a Lula muchos de los avances en materia de políticas sociales, pero es una verdad indiscutible que no es suficiente para solucionar el problema de todos los brasileros que todavía hoy siguen sin un lugar donde vivir.

Sería satisfactorio para la mayoría de la sociedad de Brasil, que el gobierno centre sus fuerzas en mejorar el nivel de vida de los más empobrecidos para que se refleje en un aumento de todos los brasileros.

El Movimiento Sin Tierra no es un movimiento social más. Además de su gran cantidad de seguidores, y de una organización que le permite tener sedes en todos los estados brasileros, están apoyados por la Vía Campesina (Movimiento campesino internacional).