«En lugar de lograr más solidaridad, lo que ha traído la moneda única es más división», dice Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía «La primera obligación de un Gobierno es lograr el pleno empleo» «La mayor parte de las reformas deben centrarse en que los bancos corrijan los daños que han causado a nuestra sociedad» […]
«En lugar de lograr más solidaridad, lo que ha traído la moneda única es más división», dice Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía
«La primera obligación de un Gobierno es lograr el pleno empleo»
«La mayor parte de las reformas deben centrarse en que los bancos corrijan los daños que han causado a nuestra sociedad»
«Hay que dar más voz a los trabajadores en la negociación colectiva y regular más el mercado»
Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía y catedrático de Columbia. FOTO: ANDREA BOSCH
Desde Europa siempre se han visto con reticencia las críticas de los economistas estadounidenses a la construcción de la moneda única. Muchos intelectuales y políticos europeístas opinan que los académicos de la otra orilla del Atlántico no comprenden que el euro es un proyecto político además de monetario. Por otra parte, los defensores del euro subrayan que el euro es un proyecto en fase de construcción, que apenas lleva veinte años de vida. Aunque reconocen los fallos originales (ausencia de unión económica y política), consideran que la moneda única debe mantenerse a toda costa y corregir sus deficiencias paulatinamente en los próximos años.
El análisis de Joseph E. Sitglitz, premio Nobel de Economía en 2001, no encaja precisamente con la corriente mayoritaria de críticas a la moneda única. El catedrático de la Universidad de Columbia es un apasionado del proyecto europeo, que considera superior al de Estados Unidos. «El modelo social europeo», explica a Alternativas Económicas, «era una alternativa al modelo de desigualdad de Estados Unidos». «Pero si el euro lo destruye», añade, «entonces sólo nos quedará Suecia, Noruega, pero estos Estados son demasiado pequeños para considerarlos un modelo europeo».
Stiglitz sostiene que «si no se quiere el modelo neoliberal de Estados Unidos ni un modelo socialista, ¿entonces qué esperanza podemos tener?». Su opción es el proyecto europeo, pero «el problema es que el modelo social europeo no funciona».
Stiglitz profundiza en sus análisis sobre Europa en su reciente libro El euro. Cómo la moneda común amenaza el futuro de Europa (Taurus). Es desde una posición claramente europeísta que el profesor estadounidense expresa sus preocupaciones sobre el futuro del proyecto de la Unión Europea.
¿Qué es lo que ha fallado? ¿La estructura de la unión monetaria o las políticas que se han aplicado después en la zona euro?
Ahora en Estados Unidos cuando se analiza por qué los países de la zona euro se comportan de una manera tan pobre, casi todo el mundo está de acuerdo en que el euro no funciona bien. La mayoría cree que se ha incurrido en numerosos errores políticos: por ejemplo, la manera en que se trató a los bancos en Irlanda o la forma en que se abordó el déficit en Grecia. En mi libro planteo que los políticos más geniales, aunque vayan con sus mejores intenciones, no pueden lograr que el euro funcione sin romper las reglas que lo crearon, sin constituir nuevas instituciones como un seguro de depósitos europeo o los eurobonos. La idea básica es, pues, que si se quiere que la zona euro funcione hay que cambiar no sólo las políticas, sino también la estructura.
¿Los fallos de construcción del euro se deben a la ideología que dominaba, sobre todo en Alemania, en aquel momento?
El euro fue fundado en un momento determinado, en 1992. En aquel momento la ideología dominante era compartida por Alemania, pero también por otros países. Las ideas dominantes eran que si se controlaba el déficit y se mantenía la inflación baja, el mercado ya arreglaría el resto de problemas. Pero la crisis asiática de 1997 demostró que esto era un error. Y la crisis financiera global de 2008 ratificó aún más que dejar la solución en manos del mercado era una equivocación. Lo que ha ocurrido es que en 2010, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha cambiado de pensamiento y se ha dado cuenta también de que estas ideas de limitarse a controlar el déficit y la inflación eran equivocadas y que se necesitan políticas expansivas, pero Alemania y algunos países no lo ven así.
Usted subraya que el euro no ha generado prosperidad y tampoco ha reducido las diferencias entre los países europeos. Es más, incluso destaca que ha aumentado las diferencias.
Efectivamente. Se puede decir que la crisis financiera global contribuyó a agravar los problemas en Europa, pero todo el mundo reconoce que la prueba del euro se verificó cuando apareció la crisis. Y cuando surgió la crisis, el euro falló. Lo mismo ocurrió en el plano político, cuando aparecieron fuerzas políticas que pusieron a prueba la política de solidaridad. Por ejemplo, cuando Europa se amplió al Este se crearon fuertes presiones migratorias mucho más fuertes que las existentes cuando se creó la Unión Europea. Y estas presiones aumentaron los problemas económicos y políticos y crearon más euroescépticos. En esta situación la economía del euro hizo a los países pobres más pobres y a los ricos más ricos. Aumentó la división y las políticas de la troika aplicadas al Sur la hicieron crecer más. El resultado es que Alemania, que pensaba que estaba ayudando a Grecia, estaba cada día más enfadada con los griegos y éstos a su vez cada vez más irritados con los alemanes. Así que en lugar de lograr más solidaridad, lo que se ha conseguido es más división.
Para muchas personas, el euro es la profundización lógica del mismo proceso de construcción europea. Pero usted distingue entre el proyecto europeo y el euro. Usted está claramente a favor de la Unión Europea, pero ve muchos problemas con el euro. Dice que el proyecto europeo es demasiado importante y no se puede permitir que sea destruido por el euro.
Exactamente. Cuando uno considera la moneda, un pedazo de papel, se ve claramente que es un medio, no un fin en sí misma. El dinero es un medio, no un fin. El acuerdo monetario es un medio, no un fin. Si la moneda se convierte en un fin en sí mismo e impide conseguir el objetivo, entonces tienes que repensar el medio.
De todas formas usted dice en su libro que el euro puede y debe ser salvado.
Lo que digo es que la Unión Europea tiene que ser salvada y que el euro puede y debería ser salvado, pero no a cualquier precio.
Para salvar el proyecto de la moneda única, propone una serie de reformas. Usted compara el triple mandato de la Reserva Federal de Estados Unidos (crecimiento, empleo y estabilidad de los precios) con el único objetivo del Banco Central Europeo (control de la inflación). En su opinión, la reforma más urgente es lograr un compromiso por el pleno empleo en Europa. ¿Cuál es su recomendación concreta?
Después de la Segunda Guerra Mundial, la mayor responsabilidad de un gobierno en una economía moderna es lograr el pleno empleo. Esto no lo hace el mercado. Si no se siente esta responsabilidad, se derrochan los recursos, se crea desigualdad y se crea sufrimiento. Por tanto, la principal responsabilidad del Gobierno es lograr el pleno empleo. Pero si el diseño del euro impide el pleno empleo, entonces hay replantearlo. ¿Qué significa todo esto? Pues que todas las instituciones deben ser coherentes con mantener el pleno empleo. Una de las instituciones más importantes es el Banco Central Europeo y éste no está pensando ahora en el pleno empleo.
En el caso de España, ahora tenemos el 19,5% de desempleo y más del 43% de paro juvenil, que son claramente insoportables. En 2012, en el momento peor de la crisis, superamos el 26% de desempleo. ¿Cree que esta situación es consecuencia de pertenecer a la zona euro y de sus políticas?
Oh, claramente es parte de esto, porque si España no perteneciera a la zona euro podría devaluar su moneda, sus exportaciones se habrían incrementado y su economía podría ser estimulada, y así tendrían más crecimiento, más trabajo y menos paro.
Muchos políticos y académicos dicen que la solución es «más Europa». Pero «más Europa» significa más solidaridad de los países ricos hacia los pobres, y entonces viene Alemania y dice que esto es «la Europa de transferencias» a la que se opone frontalmente. ¿Entonces qué se puede hacer?
Este aspecto es precisamente el más interesante de mis debates durante este viaje a Europa. Hay políticos y economistas que dicen que para «salvar el euro hay que hacer más Europa». Son personas que creen dos cosas contradictorias al mismo tiempo. Porque decir que para salvar el euro necesitamos «más Europa», lo cual supone más transferencias teniendo en cuenta que Alemania no quiere, no es una conclusión lógica.
¿Cree que es posible que el euro pueda funcionar con un presupuesto europeo del 1% del producto interior bruto (PIB) de la Unión?
No, si se quiere mantener el euro. Sí, si sólo se quiere tener un acuerdo comercial. Sí, si sólo se quiere tener un pequeño proyecto europeo, un acuerdo comercial, un Erasmus un poco mayor. Pero si se quiere tener una real integración política y económica, obviamente no.
Durante los últimos años, los comisarios de Competencia, primero Joaquín Almunia, y recientemente Margrethe Vestager, han abierto investigaciones a los acuerdos que facilitan la evasión fiscal entre algunos países (Irlanda, Luxemburgo y Holanda) y algunas multinacionales (Apple, Amazon y Starbucks), que suponen graves perjuicios para el sostenimiento de los servicios públicos de estos países. ¿Qué opina de estos acuerdos?
Cuando un Estado roba los impuestos a otros Estados esto crea muchos perjuicios. Esto es una de las externalidades importantes de la zona euro, como puede ser la medioambiental. Lo que le puedo decir es que cuando hice unas declaraciones contra el acuerdo de Apple y el Gobierno irlandés en una radio irlandesa, mucha gente me escribió para darme las gracias y decirme que lo que hizo el Gobierno fue un mal acuerdo para su país.
¿Qué consejos daría a nuestro Gobierno para afrontar sobre todo el gran problema del desempleo?
Creo que el primer consejo sería que tratara de trabajar con otros países para reformar la zona euro. Y el segundo consejo sería empezar a pensar en un debate abierto sobre las alternativas posibles.
¿En qué alternativas está pensando?
En cómo organizar un euro más flexible. También cómo animar a las universidades a estimular más debates sobre las actuaciones del Gobierno, lo que significa conectar con la sociedad para afrontar los efectos de la crisis financiera.
Uno de los problemas del sistema financiero actual es el papel de los bancos. Usted ha dicho que los bancos deben servir a la sociedad y a la economía. Pero la realidad es que no sólo no sirven a la economía, sino que causan muchos problemas.
Estoy de acuerdo. Por eso mi crítica es que la mayor parte de las reformas y regulaciones deben centrarse en que los bancos corrijan los daños que han causado a nuestra sociedad.
¿Qué piensa del creciente proceso de concentración bancaria que se está produciendo? Cuando se analizaron las causas de la crisis se dijo que los bancos eran excesivamente grandes. Ahora Mario Draghi, presidente del BCE, propone como solución más fusiones, lo que conduce a bancos más grandes. ¿Qué consecuencias va a tener esto?
La verdad es que es difícil tratar con los grandes bancos. Recuerdo que se decía de los bancos «demasiado grandes para caer, demasiado grandes para ser salvados, demasiado grandes para ser encarcelados». Estoy totalmente de acuerdo. La teoría de que si coges dos bancos débiles y los fusionas tienes un banco fuerte es absurda. La realidad es que si tomas dos bancos endebles y los fusionas lo que consigues es un banco más grande que puede causar más problemas a la sociedad. El verdadero problema de los bancos grandes es su poder político.
¿Por su influencia?
Por la influencia de los lobbies. Cuando vemos un gran banco como Deutsche Bank en Alemania o JP Morgan y Citibank en Estados Unidos se observa que son bancos con más poder del que deberían ejercer. Hay bancos, como Wells Fargo, que han falsificado millones de cuentas. Todos los bancos están involucrados en fraudes masivos y su estrategia ha sido litigar y litigar con la idea de que tienen más dinero que el Gobierno.
De todas formas, en Estados Unidos han puesto multas elevadas a los bancos por sus prácticas abusivas, que en ocasiones han superado los 16.000 millones de dólares, mientras que en España las sanciones han sido de cuantías ridículas.
El problema es que la mayoría de estas multas han sido pagadas por las entidades y no por los banqueros. Los banqueros se llevan los beneficios y las multas recaen en la sociedad.
La situación en España ha sido especialmente grave. Porque se ha forzado a preferentistas, que eran pequeños ahorradores, a salvar a los bancos y no se han castigado los abusos de sus directivos.
No conozco la situación española. Pero en general estos casos deben resolverse con un seguro que garantice los depósitos. La idea de que los depositantes deben rescatar a los bancos me parece equivocada. Los accionistas y los bonistas deben pagar. Si ha existido algún tipo de indecencia como en Italia, donde se vendieron bonos deshonestamente a los afectados, hay que protegerlos.
En su libro El euro usted llega a conclusiones muy deprimentes sobre el proyecto europeo, pero al mismo tiempo se proclama optimista. ¿Cómo puede explicar esto?
Bien. La esperanza es la base del optimismo. Hay que distinguir entre las desgracias naturales como un huracán, en las que no podemos hacer nada, y los problemas causados por los hombres. Hay cosas que exceden nuestro control. Pero los problemas causados por los hombres siempre se pueden resolver por los hombres.
Usted ha dedicado muchas de sus investigaciones y varios libros a explicar los estragos que está causando la desigualdad. En relación con este problema ha señalado que «hay que ser radical para afrontar la desigualdad». ¿Qué significa ser radical para usted?
Lo que quiero decir es que los aspectos negativos de la desigualdad no se pueden resolver con pequeñas medidas. Mejorar un poco la educación o un poco el salario mínimo está bien, pero para resolver los efectos negativos de la desigualdad tenemos que adoptar medidas mayores y más valientes.
¿Qué más se debe hacer?
Por ejemplo, cambiar la legislación para dar más voz a los trabajadores en la negociación colectiva. Y por otra parte, regular más el mercado. Hemos visto durante los últimos veinte años que los mercados no funcionan bien y hay que regularlos para que funcionen de una manera socialmente justa.
La desigualdad es una consecuencia de la globalización o quizá de los excesos de la globalización. ¿Es posible una globalización que sea beneficiosa para todo el mundo?
Es posible, pero difícil. Los defensores de la globalización dicen que la sociedad va a ser más rica. Lo que ellos quieren decir es que los beneficios de los ganadores son mayores que las pérdidas de los perdedores. Esto significa que se pueden poner impuestos a los ganadores y dar una parte del dinero a los perdedores y entonces todo el mundo podría ganar. Pero los vencedores de la globalización, una vez han conseguido los beneficios, no quieren ayudar a los perdedores y esta es la razón por la que tenemos más desigualdad.
La separación del Reino Unido de la Unión Europea, el proceso conocido como Brexit, ha abierto la última crisis de la UE. ¿En su opinión, el Brexit es un primer paso que será seguido por otros países o una oportunidad para replantear el proyecto europeo?
Espero que sea un paso para repensar Europa. La reacción de algunas personas como Jean-Claude Juncker no fue positiva. Subrayó en lo que no estaba de acuerdo. Juncker no dijo «tenemos que explicar a nuestros ciudadanos los beneficios del euro y de la Unión Europea». No dijo «tenéis que estar seguros de que la Unión Europea es beneficiosa para los ciudadanos». Su postura no fue una agenda positiva.
Las últimas noticias sobre el Brexit son muy preocupantes. La primera ministra británica, Theresa May, ha manifestado su interés en aumentar el control sobre los trabajadores extranjeros en el Reino Unido.
Lo que hay que tener en cuenta es que el Brexit ha sido en parte consecuencia de que las relaciones que regulaban la emigración se habían roto. Una de las cosas que han quedado claras es que la emigración hay que analizarla atentamente. Cuando se habla de libre emigración hay que tener en cuenta que puede imponer más costes a unos países que a otros. De repartir la carga tendremos una reacción.
[Esta entrevista ha sido publicada en el número de noviembre de la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción ]
Fuente: http://www.eldiario.es/alternativaseconomicas/euro-Stiglitz-entrevista_6_580301974.HTML