Ahora que la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional han comprometido 67.500 millones de euros para rescatar a los bancos irlandeses en dificultades, ¿está terminando finalmente la crisis de deuda de la eurozona? Desafortunadamente, no. De hecho, es probable que apenas estemos a la mitad de la crisis. Ciertamente una enorme y sostenida aceleración […]
Ahora que la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional han comprometido 67.500 millones de euros para rescatar a los bancos irlandeses en dificultades, ¿está terminando finalmente la crisis de deuda de la eurozona?
Desafortunadamente, no. De hecho, es probable que apenas estemos a la mitad de la crisis. Ciertamente una enorme y sostenida aceleración del crecimiento podría todavía remediar todos los problemas de deuda de Europa –como los de cualquier otro lugar. Sin embargo, ese escenario dorado es cada vez más improbable. El final supondrá, con mucha mayor probabilidad, una oleada de procesos de saneamiento de deuda similar a la que acabó finalmente con la crisis de deuda de América Latina de los años ochenta.
Para empezar, faltan más rescates, empezando por el de Portugal. Con una tasa de crecimiento promedio de menos del 1% en los últimos diez años, y el mercado laboral que probablemente sea el más esclerótico de Europa, es difícil imaginar cómo podría Portugal crecer lo suficiente para eliminar su enorme carga de deuda.
Esta deuda incluye tanto la pública (la que debe el gobierno) como la externa (la que debe el país en su conjunto a extranjeros). Los portugueses afirman con razón que su situación no es tan grave como la de Grecia, que actualmente se encuentra ya en lo que sería el equivalente económico de una terapia intensiva. No obstante, los niveles de deuda de Portugal son muy problemáticos en comparación con referentes históricos (basados en las investigaciones que he realizado con Carmen Reinhart). Es probable que Portugal, que parte de un escenario de recesión o crecimiento lento con austeridad presupuestal para los próximos años, busque ayuda más pronto que tarde.
España es un caso más difícil. Se puede afirmar que el gobierno central es solvente, pero una parte importante de los bancos municipales o provinciales parecen tener problemas de deuda. La pregunta en el caso de España es si, al igual que en Irlanda, el gobierno central se dejará manipular para que se haga cargo de la deuda privada (y también de la municipal). Aquí la historia tampoco da lugar al optimismo. Es muy difícil para un gobierno central no actuar mientras los actores económicos clave están al borde del colapso.
Sin embargo, los rescates de Portugal y España sólo constituyen la fase siguiente -y no necesariamente la etapa final-de la crisis. A la larga, es probable que se requiera una reestructuración significativa de la deuda pública y/o privada en todos los países de la eurozona aquejados por problemas de deuda. Después de todo, los rescates de la UE y del FMI son únicamente medidas para ganar tiempo, pues esos préstamos también tendrán que pagarse en algún momento.
Los llamados «PIGS» (Portugal, Irlanda, Grecia y España), que ya se enfrentaban a un crecimiento lento antes de la austeridad fiscal, tienen ante sí la perspectiva de una «década perdida», como la que experimentó América Latina en los años ochenta. El renacimiento y la dinámica moderna de crecimiento de América Latina realmente empezaron después de los procesos de saneamiento que se emprendieron en toda la región en el marco del «Plan Brady» de 1987. Una reestructuración similar es también el escenario más probable en Europa.
A veces parece que entre los líderes de la eurozona la única que está dispuesta a encarar la posibilidad de una reestructuración de deuda en el futuro es la Canciller alemana Angela Merkel. Se han hecho críticas generalizadas a los alemanes por señalar que Europa no tiene un mecanismo claro para solucionar los impagos soberanos (de los gobiernos) y que con seguridad necesita uno. Muchos expertos quieren hacer creer que Irlanda habría salido ilesa si no hubiera sido por las torpes afirmaciones de Alemania.
Eso es una tontería. En vista de las enormes deudas privadas, la caída de los precios del mercado inmobiliario y las reclamaciones externas que ascendían a más de diez veces el ingreso nacional (según la base de datos Reinhart-Rogoff), nunca habría habido una salida fácil. Los problemas de deuda europeos seguramente empeorarán si se les deja que se infecten y agraven ocultándolos con maniobras turbias.
En efecto, apenas en julio pasado, la eurozona hizo una gran alharaca con las «pruebas de tensión» financiera de sus bancos y declaró que casi todos, incluidos los de Irlanda, gozaban de buena salud. La negación no es una política útil para solucionar una crisis financiera. De hecho, los problemas de deuda de Europa todavía deberían ser bastante controlables -a condición de que se apliquen el saneamiento y la reestructuración de deuda necesarios.
Aquí es donde el más reciente rescate irlandés es particularmente desconcertante. Esencialmente, lo que ha hecho Europa y el FMI es convertir el problema de la deuda privada en uno de deuda soberana. Los titulares de bonos, las personas y las entidades que extienden créditos a los bancos, se les permite sacar todo su dinero en masa y remplazarlo por deuda pública. ¿Han decidido los europeos que el impago soberano es más fácil o solo sueñan con que no pasará?
Al nacionalizar las deudas privadas, Europa está siguiendo el camino de la crisis de deuda de los años ochenta de América Latina. Ahí también los gobiernos «garantizaron» ampliamente la deuda del sector privado y después declararon el impago. Finalmente, con el programa de saneamiento, Plan Brady de 1987, se logró una reducción de la deuda del 30%, cuatro años después de que la crisis había golpeado con toda su fuerza.
La mayoría de las autopsias de la crisis latinoamericana sugieren que todas las partes podrían haber obtenido mejores resultados si hubieran logrado ponerse de acuerdo mucho antes en la condonación parcial de la deuda. América Latina podría haber vuelto a crecer mucho antes de lo que lo hizo. Los acreedores incluso podrían haber recibido más al final.
Como los responsables europeos del diseño de políticas tratan de ir de una etapa de negación a otra, tal vez sea tiempo de empezar a ver hacia delante de forma más realista. Un alcohólico regenerado les podría decir que el primer paso es aceptar, como Merkel, que Europa tiene un problema.
(*) Kenneth Rogoff, profesor de Economía y Políticas Públicas de la Universidad de Harvard, fue economista en jefe en el FMI.