El desarrollo de los acontecimientos en la zona euro está llevando a numerosos expertos a cuestionar cada vez más la conveniencia de continuar perteneciendo a la moneda única europea. CTXT ha aprovechado la publicación del libro El Leviatán desencadenado (Lola Books) para conversar con su autor sobre las posibilidades, los riesgos y las dificultades que […]
El desarrollo de los acontecimientos en la zona euro está llevando a numerosos expertos a cuestionar cada vez más la conveniencia de continuar perteneciendo a la moneda única europea. CTXT ha aprovechado la publicación del libro El Leviatán desencadenado (Lola Books) para conversar con su autor sobre las posibilidades, los riesgos y las dificultades que para el Estado español acarrearía dotarse de «soberanía monetaria» a través de la puesta en circulación de una nueva moneda. Como pequeña ilustración previa a la conversación, Medina Miltimore nos emplaza a la lectura de una fábula extractada de un libro del economista Michal Kalecki para observar la naturaleza del dinero y de la moneda desde una perspectiva diferente a la convencional.
En una empobrecida aldea judía, cuyos residentes estaban sumidos en el endeudamiento viviendo del crédito, un rico y pío judío llegó un día y se alojó en la posada local, tomando la precaución de pagar la factura por adelantado. El viernes, para no incumplir la prohibición del Sabbath de llevar dinero, entregó al posadero para que lo custodiase un billete de 100 dólares. El domingo al alba, el judío dejó la posada antes de que el posadero hubiese tenido ocasión de devolverle el billete.
Unos días después, el posadero decidió que el rico judío no regresaría, así que cogió el billete de 100 dólares y lo usó para saldar su deuda con el carnicero local. Encantado, el carnicero entregó el billete a su esposa para que lo custodiase. Esta lo utilizó para saldar sus deudas con una costurera local que le hacía vestidos. La costurera utilizó el dinero para pagar los atrasos de alquiler a su casero. El casero, contento de cobrar por fin, le entregó el dinero a su amante, que ya hacía tiempo le había estado prestando sus favores sin compensación. La amante utilizó el billete para saldar su deuda en la posada local donde de vez en cuando alquilaba una habitación.
Así ocurrió que el billete volvió al posadero. Aunque no se había celebrado ninguna transacción nueva ni se había creado ninguna renta, las deudas de la aldea habían sido saldadas y todos contemplaban el futuro con optimismo renovado.
Dos semanas después, el rico judío regresó a la posada y el posadero pudo devolverle el billete de 100 dólares. Para su asombro, el judío cogió el billete, le prendió fuego y lo usó para encenderse un cigarrillo. Al observar al posadero, el judío se rió y le explicó que el billete, de todos modos, era falso.
La fábula que comparte en su libro revela que el dinero es esencialmente deuda. Afirma que las teorías sobre el dinero están sesgadas, cuando no equivocadas. Propone como alternativa la Teoría Monetaria Moderna. ¿En qué consiste?
La Teoría Monetaria Moderna (TMM) describe cómo funciona un sistema monetario y bancario con moneda fiduciaria, que es una moneda cuyo valor no está vinculado al oro. El punto de partida es que el dinero es una creación del Estado, es decir, que el Estado tiene un monopolio de emisión de moneda, por lo que nunca puede ser insolvente. El Estado tiene una restricción real, por supuesto: los recursos que tiene la economía; pero no tiene una restricción presupuestaria ni financiera. El Estado obviamente no puede crear toda la moneda que quiera si no quiere generar inflación, pero sí tiene todos los elementos suficientes para evitar un proceso inflacionista.
Entonces, desde el punto de vista de la TMM, las reglas del déficit público (3% del PIB) y de deuda pública (60% del PIB) exigidas en la eurozona…
…Son arbitrarias. Para nosotros y para muchos economistas keynesianos, el superávit o el déficit del Estado son completamente irrelevantes; lo que importa en realidad son los efectos de la política fiscal: en primer lugar, si hay pleno empleo o no; en segundo lugar, si hay inflación o no.
Imaginemos que hemos decidido salir del euro. Teniendo en cuenta el miedo de la gente a salir de la moneda comunitaria, ¿cómo podríamos hacerlo con éxito?
Creo que es un problema al que se le da más complejidad de la que tiene. Introducir una moneda es extraordinariamente sencillo: es como decir que el Estado a partir del 1 de febrero va a efectuar los pagos en una nueva moneda, en pesetas, o en pesos, por citar dos ejemplos.
Muy bien, creamos una moneda, pero sabemos que esta se va a depreciar inmediatamente con respecto al euro. Y, además, la fuga de capitales que se produciría…
La fuga de capitales es un concepto que se define generalmente mal. ¿Qué implica una fuga de capitales? Que, por ejemplo, un depósito denominado en euros en el balance del Banco Santander se transfiera a través del Banco Central a otro banco en Alemania. Esto es relativamente irrelevante: lo que importa es dónde gasta uno: que el dueño de ese depósito en el banco alemán -y no olvidemos que de España se han marchado ya 300.000 millones de euros en depósitos- vive en España y tiene que pagar su alquiler, realizar compras, etc., en España. A nosotros lo que nos importa es dónde se gasta, no dónde está domiciliada la cuenta.
Entonces, a efectos reales, la fuga de capitales puede llegar a ser irrelevante…
La fuga de depósitos normalmente se magnifica, pero tiene su importancia más acuciante por el tema de los sumideros fiscales, que hay que controlar.
Pero a Mitterrand le hundió la famosa fuga de capitales de principios de los años ochenta y cambió totalmente su política económica…
Con Mitterrand es el momento en que los partidos socialistas empiezan a cambiar y a traicionar su propio ideario. Además, el problema que tuvo Francia fue el empeño en mantener un tipo de cambio fijo. Cuando tú tienes que defender un tipo de cambio fijo respecto a una cesta de monedas, los movimientos de depósitos sí impactan sobre la cotización de la divisa. Empeñarse en mantener un tipo de cotización fija es lo que te pone la soga al cuello.
Entonces, otro de los rasgos fundamentales de la TMM es el mecanismo de tipos de cambios flexibles…
Efectivamente, para nosotros es un postulado fundamental: el tipo de cambio tiene que ser flotante. En estas condiciones, imagina que hay una fuga de euros. Si tienes soberanía monetaria, tienes capacidad de recapitalizar los bancos: ¿que el Banco Santander puede tener un problema porque se haya endeudado mucho en euros? Hay que tener en cuenta que el Santander está muy internacionalizado y tiene menos de la tercera parte de su negocio en España, con lo cual su dependencia de los depósitos de residentes es pequeña. Y si es un banco con un negocio muy doméstico, el Banco de España puede darle la liquidez suficiente o incluso nacionalizarlo.
Entonces introducimos la nueva moneda superado el miedo a las fugas de capitales. ¿Pero eso cómo se hace?
La moneda la introduces gastando, creando, en definitiva, apuntes contables.
«Introducir una moneda gastando» suena un poco raro…
El Estado dice que a partir de mañana, por ejemplo, la autopista que estábamos construyendo en Madrid en vez de pagarla en euros se va a pagar en nuevas pesetas.
O sea, la construcción de la autopista es gasto estatal, y el Estado paga al constructor en nueva moneda. Pero para extender la nueva moneda, ¿qué se hace? Porque la gente no tiene esas nuevas pesetas…
Se crea demanda por la moneda nacional. Básicamente a través de los impuestos. Y ojo, aquí viene un principio fundamental que es erróneo en la economía convencional: en un Estado monetariamente soberano, los impuestos no son el mecanismo de financiación del Estado.
Pero el Estado necesita financiarse para gastar, para redistribuir… En primero de Económicas nos enseñaban que los impuestos sirven para financiar ese gasto…
Yo aprendí eso en primero también (risas). Eso es cierto para una diputación, pero no para un Estado con soberanía monetaria. Ten en cuenta que en este caso que exponemos el único creador de moneda es el Estado y la única manera de que los ciudadanos tengan moneda en su bolsillo es que el Estado haya gastado.
La función de los impuestos al final es apartar recursos reales para que los use el Estado; el Estado es nuestro agente, le encomendamos misiones (carreteras, sanidad, enseñanza, hospitales, seguridad). Todas estas misiones que nosotros desde el sector privado no podemos asumir como individuos o como grandes empresas (para las que muchas cosas no son rentables o simplemente no son posibles). No olvidemos que, de alguna forma, el Estado somos nosotros, y le encomendamos lo que nosotros no podemos hacer. Apartamos recursos reales que además están ociosos hoy en día, esto último está claro. Entonces imponemos tributación: por vivir aquí tengo que pagar un IBI, IRPF, etc. Yo para conseguir ese dinero para pagar mis impuestos le tengo que ofrecer algo al Estado, y por ello yo vendo mi trabajo, o bienes si soy un fabricante… Entonces consigo su dinero, que es un pagaré del Estado, lo equivalente a un crédito fiscal que se puede utilizar para pagar los impuestos.
¿Entonces el dinero es un crédito fiscal del Estado?
Efectivamente, y puedo hacer varias cosas con el dinero: devolvérselo al Estado vía impuestos o bien guardarlo como instrumento de ahorro… Hay un ejemplo muy claro de la historia colonial de África a la hora de explicar la introducción de una moneda: en Ghana, cuando llegan los británicos, estos querían cultivar café, pero se encuentran con el problema de que la población nativa no quería acudir a trabajar a los cafetales porque les pagaban con dinero británico y eso no les servía para nada, ya que ellos tenían su propio circuito económico. Por mucho que los colonos subieran el salario, los nativos no querían trabajar. Entonces el gobernador de la colonia pone un impuesto confiscatorio a las chozas, unos veinte chelines. Se produce una revuelta y encarcelan al jefe tribal. Los nativos al final se dan cuenta de que tenían que conseguir libras o chelines para saldar la deuda. Y eso al final genera la oferta de trabajo que los británicos buscaban.
Entonces, el Estado introduce una moneda, gastando para ello e incorporando los impuestos. Pero el peligro de la devaluación con respecto al euro está todavía ahí. En su libro afirma que una manera de impedir que esto ocurra es «generar demanda por la propia moneda».
Sí, hay varias maneras de hacerlo. Una es obviamente lanzar la nueva moneda poco tiempo antes de una campaña de liquidación del IVA, o bien justo antes de la campaña del IRPF: la gente tiene que pagar el impuesto pero no tiene esa moneda en su bolsillo. La condición es que el Estado no acepta el pago con euros. Entonces el sector privado necesita una moneda que no tiene: se genera una demanda por dicha moneda y en el mercado su cotización sube porque está todo el mundo buscándola. Al final puedes encontrarte con que la nueva moneda acaba incluso apreciándose. De hecho, un famoso estudio de P. Pilkington y W. Mosler sobre una posible salida del euro propone no forzar la conversión de los depósitos de los ciudadanos a la nueva moneda, un error que suelen cometer los Estados para mantener el tipo de cambio y para que el banco central tenga unas reservas de divisas. Esto puede hacer que el sector privado se encuentre con unos depósitos que no quiere y que entonces los venda para comprar euros, provocando la depreciación de la moneda.
Lo que propone, pues, son unas condiciones algo más flexibles que las tradicionales a la hora de introducir una moneda o de salir de una unión monetaria. Algo que es bastante corriente a lo largo de la historia…
Según un artículo científico de Andrew Ross, ha habido 69 rupturas de uniones monetarias desde la Segunda Guerra Mundial. Sería un error pensar que una unión monetaria es para siempre. Además, aquí hay otro error: pensar que el proyecto europeo es igual al euro, que no lo es, y hay muchos países europeos que no están en el euro. No hay una identificación entre euro y Europa. Para mí el euro no es un proyecto europeo, es un proyecto fundamentalmente neoliberal. Ha habido una muy exitosa ruptura monetaria en Europa que ha sido la checoslovaca, que generó un pequeño punto de inflación en el 93 pero que fue bastante pacífica. Toda institución humana es temporal… En conclusión, no hay que convertir el euro en un tótem, siendo una institución mal diseñada.
Bueno, pero si salimos del euro, ¿nos seguirán prestando los mercados? Nos tendremos que poner a imprimir dinero… Y de ahí a la República de Weimar…
La hiperinflación de la República de Weimar es un episodio extraordinario de los que ha habido muy pocos en la Historia. Lo de Weimar se explica por la derrota de la guerra y las reparaciones del Tratado de Versalles, lo que elimina gran parte de la capacidad productiva alemana: barcos, capacidad ferroviaria, minas… Además, los alemanes tenían que hacerse con recursos para pagar las compensaciones a los aliados. Entonces la única solución que encontraron fue la de imprimir una cantidad de dinero tremenda. El caso español, por el contrario, es el de la existencia de recursos ociosos, como fábricas que no están al cien por cien de su capacidad productiva, gente que no encuentra trabajo, viviendas sin inquilino… El Instituto Nacional de Estadística afirma que no estamos por encima del 80% de nuestra capacidad productiva.
¿Por qué hay entonces tanto miedo a la inflación?
Porque es un fenómeno muy complejo que no se ha explicado bien. La denominada teoría cuantitativa del dinero, muy simplista, relaciona la oferta monetaria con la inflación de modo unidireccional. Y no es cierto. Tú puedes aumentar la oferta monetaria y lo más probable es que en vez de aumentar los precios aumente la producción. Por ejemplo (y esto viene del pensamiento keynesiano), cuando un empresario percibe un aumento de demanda y tiene capacidad sobrante, lo primero que hace es subir la producción. Porque si yo soy Mercadona y me aumenta la demanda yo no quiero perder cuota de mercado: aumento la producción, contrato trabajadores, pero no subo los precios. Esto es fundamental entenderlo: las empresas quieren aumentar o mantener la cuota de mercado; en una economía como la nuestra, debajo de su capacidad productiva, lo más normal es que primero aumente la producción. Si hay algo de inflación no es malo, ya que llevamos ya tres años de deflación, lo que empeora los balances de los que están más endeudados.
Es fundamental entender que una nueva moneda a corto plazo no tiene por qué llevarnos a una situación inflacionista. Puede darse a más largo plazo, pero depende de cómo se comporten a tres o cuatro años tanto el sector privado como el sector público.
¿La devaluación, de producirse, no tendría un efecto inflacionista en un país que importa tantas mercancías?
Sí, la devaluación puede tener un efecto inflacionista. Pero hay que tener cuidado con cómo la definimos: la inflación es una subida continuada en el tiempo de los precios y hay que distinguirla de episodios singulares o aislados, donde hay una depreciación repentina de la moneda, que sería difícil que fuera mayor del 30%. Si tú gestionas ese repunte de inflación con inteligencia, no tiene por qué asentarse en las expectativas de los agentes ni prolongarse en el tiempo.
¿Y cuál sería esa gestión inteligente de la situación para que no se convirtiera en un peligro?
Hay varias maneras. Es importante entender que el Estado, como monopolista, tiene la capacidad de fijar el precio de la moneda. Una forma de evitar un proceso inflacionario es anclando el valor de la moneda a una especie de salario mínimo que llamaremos el salario genérico. ¿Y cómo se consigue este anclaje? A través de un Plan de Empleo de Transición. Este plan estatal no solo tendría el objetivo de acabar con el desempleo, sino que también tendría un objetivo macroeconómico, consistente en actuar como stock de reserva que absorbiera las variaciones en la demanda de trabajo: si cae la demanda de trabajo remunerado, el Estado absorbe el stock, impidiendo que el salario caiga; en el momento en que la economía se recupera, hay un stock de mano de obra preparada, formada, con currículum, para que los empresarios puedan volver a contratarla. De esta manera, además, estabilizas el salario como el principal factor de coste para la mayor parte de las actividades económicas; una vez estabilizado y sin que los márgenes empresariales crezcan demasiado, se consigue la estabilización de los precios.
Entonces es lo contrario a la creación de aquel «ejército de reserva» al que se refiere Marx…
Exactamente. Sustituyes como variable de ajuste el empleo para que la variable de ajuste sea el salario. Y hay muchas otras formas de luchar contra la inflación dada la capacidad de compra del Estado, por lo que la teoría de la hiperinflación es bastante inverosímil dadas estas condiciones.
¿Cómo se paga este plan de empleo?
Se pagaría desde el Estado, y recuerda que un Estado soberano monetariamente es siempre solvente. Y se crearía pleno empleo de manera más efectiva que a través de las maneras tradicionales de caminar hacia el pleno empleo. Otras vías indirectas de llevarlo a cabo pueden ser más inflacionistas. Y siempre va a haber muchas personas que las empresas no quieran contratar: antecedentes penales, discapacidades, problemas de alcoholismo… Estas personas no empleables por el sector privado pueden demostrar sus capacidades en estos planes de empleo garantizado.
Estos planes de impacto son compatibles con la transformación de nuestro modelo productivo, incidiendo en una investigación y desarrollo bastante abandonados…
Por supuesto, yo provengo del sector de las biotecnologías, por lo que alguna idea tengo de esto. Hace falta lo que Mazzucato llama «el Estado emprendedor». El dirigismo estatal se ha asociado al franquismo y el pensamiento económico dominante posterior desmanteló la industria y la banca pública, con el modelo de la CEE de fondo. Pero dejar el protagonismo al sector privado es una ficción; lo que hace el Estado emprendedor es establecer una relación simbiótica entre sector público y privado sin excluir ninguno de los dos. El Estado lidera y muestra el camino, piensa EEUU en Internet y los móviles, el Ministerio de Defensa, la tecnología GPS… todo esto procede del sector público. Muchos empresarios lo que han hecho ha sido meter algo de diseño… sin reconocer al Estado su liderazgo y sin garantizarle ningún retorno. En España esto ha sucedido también: el Estado siembra y luego el sector privado hace las apuestas. Y la innovación tiene muchísimo riesgo, tecnológico y comercial, por lo que el inversor privado huye como de la peste, imagínate en el sector biotecnológico… En realidad necesitas que alguien le señale el camino al sector privado, como ha ocurrido con la red de alta velocidad española: aquí ha habido un Estado que ha pagado miles de millones durante un montón de años. Y lo mismo con la industria automovilística, con las carreteras, las autopistas, las autovías. ¡A nadie se le ocurría aparcar en la calle en el siglo XIX!