Ya lo entiendo. Pero era más feliz cuando ignoraba las reglas de juego de esta especie de monopoly amañado en el que la Banca siempre gana y nosotros somos expoliados. Resulta que para salir del desastre provocado por la mala praxis y la codicia especulativa del sector financiero; hasta el extremo de que los Tesoros […]
Ya lo entiendo. Pero era más feliz cuando ignoraba las reglas de juego de esta especie de monopoly amañado en el que la Banca siempre gana y nosotros somos expoliados. Resulta que para salir del desastre provocado por la mala praxis y la codicia especulativa del sector financiero; hasta el extremo de que los Tesoros públicos hayan salido a su rescate (un déficit del 13% del PIB de la UE); y para que estos mismos mercados confíen ahora en la solvencia de nuestra deuda, tenemos que seguir sus instrucciones interesadas, y acatar las evaluaciones de sus agencias «descalificadoras» de riesgo, porque, al parecer, los mismos que nos arrastraron a la ruina son ahora garantes de la credibilidad, gurús poseedores de las fórmulas mágicas para salir de la crisis mediante la reducción acelerada del déficit, desechando medidas de estímulo económico y ahogando la recuperación. Aunque los problemas sean la falta de crédito, el bajo consumo y el desempleo.
Es como si tuvieras que pagar, no una vez sino tres veces, la cuenta de un banquete en el que no hubieras probado bocado (cada vez más hambrientos) y que encima los más tragones te acusaran de glotón. El primer sablazo fue colectivo, en forma de ayudas al sector financiero; el segundo viene ahora, como ciudadanos que ven reducirse sus ingresos vía salarial o impositiva para frenar el déficit; y el tercero, a medida que los bancos se dignen a abrir el grifo, como deudores de préstamos, preñados de intereses -de seguro bien creciditos-, aunque sea dinero casi regalado por el Estado.
¿Y cuáles son las recetas recomendadas por el sector financiero y aplaudidas por los voceros del pensamiento único? Pues similares a las defendidas en tiempos de bonanza, porque como dijo G.K. Chesterton «el mundo moderno está lleno de hombres que sostienen dogmas con tanta firmeza, que ni siquiera advierten que son dogmas»; las mismas metodologías que vienen abonando el crecimiento porcentual de las rentas del capital frente a las del trabajo (un expolio gradual y silencioso); sólo que, aprovechando la coyuntura, llevadas al extremo, porque hay que flexibilizar, privatizar, exprimir, esto es: reducir salarios (y ¡adiós consumo!); congelar pensiones (entre las más bajas de la UE); reformar el mercado laboral y rebajar el despido (aunque con estas reglas se batieran records de contrataciones hace poco); reducir impuestos a los ricos, como patrimonio o sucesiones, y rebajar el tipo máximo (y ahora no toca hablar de recuperarlos); y desmantelar todo lo público (creando nuevos espacios para el florecimiento del sector privado). O sea: reducir gastos sin subir la fiscalidad a las rentas más altas (tampoco a la Banca), y mucho menos reformar con urgencia el sistema financiero.
Zapatero lo admitió al anunciar los recortes. Cito textualmente: «los gobiernos no siempre pueden hacer lo que parecería lógico desde fuera» (desconozco si con «fuera» se refería al espacio sideral, a los exteriores del Congreso o a los hastiados bolsillos ciudadanos); «incluso gobiernos más poderosos tienen una dialéctica difícil con el mundo financiero»; lo que traducido significa: «esto es lo que hay, y estas medidas antisociales ejecutaremos, aunque no sean correctas, ni éticas, ni siquiera útiles para la recuperación; nosotros simplemente acatamos la voluntad del amo; la política, al servicio del poder financiero». ¿Y la soberanía nacional?: obsoleta. ¿Y la democracia?: pues sencillamente una mascarada.
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