El pasado día 18 se debatió en el Congreso el tercer rescate de Grecia, una pantomima sin relevancia alguna, ya que el resultado de la votación no era vinculante y, tal como se afirmó desde la oposición, contrastaba con el hecho de que el rescate español se adoptara en su día sin someterlo antes al […]
El pasado día 18 se debatió en el Congreso el tercer rescate de Grecia, una pantomima sin relevancia alguna, ya que el resultado de la votación no era vinculante y, tal como se afirmó desde la oposición, contrastaba con el hecho de que el rescate español se adoptara en su día sin someterlo antes al debate de las Cortes. En cierto modo, la sesión del día 18 constituyó una trampa que el Gobierno tendió a los distintos grupos parlamentarios, que se vieron en la tesitura de o bien pronunciarse en contra, lo que podía entenderse como un acto de insolidaridad con Grecia negándoles la ayuda precisa, o bien votar a favor, lo que cabria interpretar como apoyo al acuerdo del Eurogrupo y bendición de un memorándum ignominioso, injusto y antidemocrático. Otra cosa muy distinta sería que la discusión se hubiese producido con anterioridad a las negociaciones y dedicado a fijar la postura del Gobierno en ellas.
Es una evidencia que este tercer rescate va a servir para todo menos para sacar a Grecia de la ruina en la que se debate. Si en 2010 la situación de este país era mala, ahora es mucho peor, y peor será según vaya avanzando la implantación de las medidas incluidas en el memorándum. Grecia es el caso más dramático, pero algo parecido se podría afirmar de los demás países que han sido rescatados: Portugal, Irlanda y España. A pesar de la propaganda que los pone como ejemplo, lo cierto es que la situación económica de sus ciudadanos, la real, es peor que la de 2010. Y si entonces los mercados los pusieron contra las cuerdas fue tan solo porque no contaron con un banco central que los respaldase. La presión duró (excluyendo a Grecia) hasta que el BCE y Merkel quisieron, y cesó tan pronto como creyeron que la situación se volvía peligrosa para toda la Eurozona y que los países deudores habían adoptado la disciplina que convenía a los acreedores.
El único fin de los rescates, tanto en el caso de Grecia (el más dramático) como en el resto, es asegurar que los acreedores (la mayoría, bancos alemanes) recuperen sus préstamos. Sin duda, Alemania lo ha conseguido transfiriendo las deudas a todos los contribuyentes europeos. En contra de esa idea tan extendida de que es este país el que pone el dinero, hay que decir que, muy al contrario, es el principal receptor de fondos. En los rescates de Grecia, por ejemplo, Alemania, en porcentaje, no aporta un euro más que el resto de los países miembros, pero, eso sí, ha recobrado en buena medida las deudas que sus bancos habían contraído de forma temeraria y cuya recuperación corría peligro.
Pero es que, además, Alemania se está lucrando con la situación por otros procedimientos más indirectos, o menos conocidos. Según informaba hace unos días EFE, el Instituto alemán para el estudio de la economía, Halle, perteneciente a la asociación Leibniz, ha publicado un análisis en el que apunta que el equilibrio presupuestario del país germánico se debe en buena parte al pago de menores intereses, fruto de la crisis de la deuda europea y en particular de los problemas de Grecia. Este estudio cifraba el ahorro desde 2010 hasta 2015 en 100.000 millones de euros, cantidad que compensaría con creces la pérdida que Alemania tendría que afrontar, aun cuando Grecia no pudiese pagar su deuda. A lo que habría que añadir que el diferencial en el tipo de interés (algo que no debería existir en una unión monetaria bien diseñada) coloca a las empresas alemanas en una situación de privilegio frente a las de otros países.
Pero el mayor beneficio que obtiene el país germánico se encuentra en otro ámbito que pasa más desapercibido, su excedente comercial. El mantenimiento de una moneda única y la imposibilidad de devaluar de los otros países miembros está permitiendo que durante bastantes años Alemania mantenga un superávit de balanza por cuenta corriente del 6 o 7% del PIB, cifra insólita que debilita la economía del resto de los países miembros e incluso crea un grave problema a la economía mundial (véase a este particular mi artículo de la semana pasada). De no existir el euro, el tipo de cambio de las distintas divisas se habría reordenado de manera que el país germánico habría perdido su ventaja comparativa. La Unión Monetaria se constituyó de manera tan chapucera que ni siquiera se estipuló en los tratados la obligación de los países excedentarios de corregir, al llegar a un determinado límite, su superávit comercial, más dañino para el equilibrio de la unión que los déficits públicos.
Poco van a ver los griegos de los 86.000 millones de euros aprobados como tercer rescate. La mayor parte de esa cantidad se va a destinar a pagar intereses, devolver préstamos y recapitalizar a los bancos, que es otra forma de garantizar los préstamos a los acreedores. Buen ejemplo de ello lo constituye el primer tramo del rescate por importe de 23.000 millones, de los cuales 10.000 van destinados a la banca. De los 13.000 millones restantes, el Gobierno griego deberá dedicar 3.500 a pagar intereses y principal en la amortización de bonos al BCE y 7.160 a cancelar el crédito puente que en julio le fue concedido por las instituciones comunitarias con la finalidad también de que Grecia hiciese frente a sus compromisos con el BCE y el FMI. Se puede deducir, que poco dinero queda para el pueblo heleno.
Los ciudadanos griegos, sin embargo, serán los paganos de toda esta operación. Cualquiera que lea el memorándum se dará cuenta de hasta qué grado de expolio y de intervención va a estar sometida la sociedad griega. La pérdida de soberanía es total, de manera que alguien puede ver como una farsa la celebración de las próximas elecciones en Grecia. Gane quien gane, será la Troika la que gobierne, ya que se llega al extremo de que no se podrá aprobar una ley en el país sin que antes haya sido supervisada por las autoridades de la Unión, que es lo mismo que decir por Merkel.
Prueba evidente de que quien manda en Grecia no es el Gobierno la constituye una información que hace pocos días apareció en la prensa: el acuerdo con el Eurogrupo no fue posible hasta que Tsipras contrató como asesor de Grecia a Glenn Kim, ex directivo de Lehman Brothers, y le encomendó un papel importante en las negociaciones del rescate. Él, entre otros cometidos, diseñó el proyecto del fondo de privatizaciones griego, sin duda uno de los aspectos más humillantes e ignominiosos del memorándum. Resulta curioso observar el elevado número de ex Lehman Brothers que, tras la crisis de este banco, se encuentran ocupando cargos importantísimos en la Eurozona.
El expolio al que se somete a Grecia no solo es de soberanía, sino también, como no podía ser de otro modo, económico, y es que quizás aquel vaya sobre todo orientado a este. Con el fondo de privatizaciones, cuya gestión se pone en manos ajenas a Grecia, se pretende malvender todo lo que tenga algún valor, despojando al sector público de bienes estratégicos, como puertos y aeropuertos. Catorce aeropuertos regionales han pasado ya a poder de Fraport, empresa alemana con participación pública, se supone que en condiciones ventajosas.
Bien es verdad que en esto de malvender aeropuertos también sabemos mucho en España. AENA, tras su privatización parcial, ha experimentado en pocos meses una subida en bolsa del 80%, señal inequívoca del bajo precio fijado en la venta y de que supuso un regalo para los inversores. El colmo del cinismo es que los altos cargos del Ministerio de Fomento intenten justificar la subida en bolsa amparándose en la buena gestión. Se supone que desde febrero (que fue cuando comenzó a cotizar), en apenas medio año, taumatúrgicamente la gestión cambió de tal modo que la empresa casi ha doblado el valor. Es de risa. ¿Y cómo se gestionaba antes? En fin, he aquí el verdadero objetivo de las privatizaciones y de los rescates.