Los problemas que afligen el mundo y América Latina en especial, incrementaron sus niveles con la elección de Jair Bolsonaro para la presidencia de los más de 200 millones de brasileños. Como resultado de un proceso electoral viciado, donde el ex presidente Lula da Silva, que según las encuestas, ganaría en primera vuelta ante cualquier […]
Los problemas que afligen el mundo y América Latina en especial, incrementaron sus niveles con la elección de Jair Bolsonaro para la presidencia de los más de 200 millones de brasileños. Como resultado de un proceso electoral viciado, donde el ex presidente Lula da Silva, que según las encuestas, ganaría en primera vuelta ante cualquier adversario, fue condenado por un juez de primera instancia, que hace pocos días fue nombrado ministro del nuevo gobierno, un claro regalo por tan importante favor, Brasil se muestra como una gran nación a la deriva.
Es un error conceptual relacionar a Bolsonaro con alguna línea teórica innovadora que trae soluciones. El ex capitán fue expulsado del ejército por los generales de la dictadura por su comportamiento conturbado y sus malas prácticas, llegó a defender la colocación de bombas en la principal carretera brasileña como forma de presión para una campaña salarial de los militares. El nuevo presidente emerge de un grupo que defiende las torturas corrientes en el país durante la dictadura (1964-1985). Fue diputado por 28 años, sin llegar a ser líder de ningún partido, ni siquiera presidente o relator de cualquier comisión parlamentaria, sin ningún proyecto relevante, en todo el tiempo que estuvo en el Congreso solo tres de sus proyectos fueron aprobados. ¡Especialista en nada, pero que puede generar caos en casi todo!
Las dudas se acentúan cuando se evalúa quién eligió a Bolsonaro. La campaña fue compuesta por inversiones de una clase adinerada de empresarios que deben un gran volumen de impuestos al Estado, y por lo tanto quieren reducirlos así como ganar el perdón de sus deudas. Evangélicos pentecostales que son retrógrados en las costumbres, pero liberales a la hora de cobrar diezmos, de los más humildes. Banqueros que asfixian el capitalismo productivo con intereses altísimos, pero no recogen en la mayoría tasas, como de la previsión o burlan el impuesto a la renta. Los acreedores israelíes, que además de captar apoyo político para masacrar palestinos, ambicionan abrir un prometedor mercado de armas entre los pueblos pacíficos de América del Sur. Difícil enumerar cuántos pactos existen en este mostrador de negocios, pero el producto del pago, sin duda es Brasil.
La tecnología brasileña permitió a través del conocimiento acumulado por años por su estatal del petróleo, desarrollar una serie matemática de algoritmos que en la práctica eliminaban aspectos de distorsiones, permitiendo ver más allá de la capa del pre-sal. El descubrimiento en 2006 vino junto con la codicia de las petroleras estadounidenses e inglesas. La elección del gobierno Lula da Silva y Rousseff por la utilización de esta renta para construir un futuro a través de inversiones en educación y salud, contradecía los objetivos de las multinacionales que financiaron el golpe en 2016 contra la presidenta electa.
La acción de Bolsonaro, va en el sentido de profundizar el proceso de entrega de las reservas, iniciado por Michel Temer, en un ambiente en que el precio del barril sólo asciende, aproximándose a los 80 dólares. Los incentivos fiscales corroboran con el lucro de las compañías y la reducción del ingreso estatal, disminuyendo los recursos para políticas públicas que apuntaban a la mayoría de la población. Los gobiernos golpistas, decidieron abdicar de la riqueza de los recursos naturales de la nación dentro de una oportunidad histórica, finalmente Petrobras poseía la tecnología de donde prospectar el petróleo, factor preponderante en la actividad. En vez de aumentar su ganancia con la producción, el gobierno vende reservas productivas en condiciones desventajosas, hipotecando el futuro del país.
En el mismo conjunto de ideas está la desindustrialización de Brasil. El empresario se enfrenta a la política de excluir a Brasil del Mercosur, Celas, distanciándose de China, que es su mayor socio comercial, a favor de Estados Unidos. La destrucción del sector, que representa el 21% del PIB y el 32% de la recaudación, pasa por el cierre del Ministerio de Industria y Comercio y minimiza la acción del principal banco de fomento de América del Sur, el BANDES.
En relación al Mercosur el país exportó en 2017, 22,6 mil millones de dólares, siendo el 85% en manufacturas, alcanzando 10.700 millones en superávit. En lo que se refiere a China, representó 32 mil millones de dólares en superávit. China utilizó su principal periódico estatal, China Daily, este 1 de noviembre para advertir sobre la irresponsabilidad de Brasil: «Un eventual cambio en la política exterior con sumisión a EEUU, puede representar un costo para la economía brasileña».
El recetario sigue la misma línea con la financiación de la economía. La reducción de la actuación de los bancos estatales con tasas inductoras de la actividad, sólo beneficia a las instituciones financieras privadas que cobran intereses anuales del 250% para una inflación del 4,5%. En este sentido, los bancos privados Bradesco e Itaú emitieron un comunicado a sus clientes que apoya la política económica del nuevo gobierno. El paradigma de mantener un estado mínimo y superavitario, tiene como objetivo permitir la capacidad de pago para altas tasas de interés de los títulos públicos que los bancos privados exigen al gobierno. De este movimiento se acentúa la reducción de la actividad productiva debilitando empleo y la renta de los jubilados y trabajadores.
La destrucción de las asociaciones estratégicas regionales, que da preferencia a EEUU e Israel, es sin duda una amenaza para un continente que tiene más de 150 años de paz. El primer encuentro internacional del presidente electo fue con Michael Mckinley, embajador estadounidense con interés en golpear a los gobiernos progresistas, como los de Venezuela y Bolivia. El gobierno genocida de Benjamín Netanyahu quien apoyó la campaña de Bolsonaro a través de sus instituciones financieras y religiosas en el país, ambiciona abrir un nuevo y gran mercado de armas, para ello necesita fomentar turbulencias entre vecinos, así como un Estado policial a nivel interno. El hijo de Bolsonaro, diputado Eduardo, viajará a Israel para comprar drones que pueden disparar en contra ciudadanos brasileños. Influyendo en la política exterior, ya logró que Bolsonaro defienda el cambio de la embajada de Tel Aviv a Jerusalén, una afrenta a la histórica posición pacifista y de respeto al pueblo musulmán, muy presente en la sociedad brasileña.
La teoría económica no encuentra racionalidad en perder 13.500 millones de dólares en exportaciones (2017) al mundo árabe con 7,17 mil millones de superávit, para aliarse a los sionistas donde la relación es deficitaria en 246 millones de dólares. Israel quiere comprar tierras como ya hace en la Patagonia argentina, vender proyectos y conseguir apoyo para continuar la masacre de palestinos, en el proyecto de construir el «Gran Israel» en Oriente Medio.
El mundo debería también poner los ojos en tan importante tema que puede debilitar la seguridad ambiental y el clima del planeta. Brasil posee una biodiversidad que es esencial para la vida. La Cuenca Amazónica con sus 7 millones de kilómetros cuadrados es el pulmón del mundo, y el Sistema Acuífero Guaraní es una de las mayores reservas de agua dulce del planeta. Bolsonaro ya declaró favorable a tercerizar el control sobre la Amazonia y busca privatizar el acuífero. La inexistencia de una preocupación ambiental en el gobierno de extrema derecha, al mismo tiempo que acelera la deforestación del bosque por los terratenientes (aliados) que avanzan contra las tierras indígenas y las reservas ambientales, reducirá la producción de oxígeno. La permisividad de uso de agrotóxicos y pesticidas en el 1,2 millón de kilómetros cuadrados en la cuenca del Paraná y del Chaco-Paraná, en poco tiempo puede imposibilitar el uso del agua del acuífero para beber.
Este conjunto de conclusiones sobre Jair Bolsonaro no son difíciles de verificar. Su posición racista con los quilombolas (afrodescendientes) que los midió por arrobas (peso para animal), homofóbica cuando declaró preferir un hijo muerto a que fuera LGBT, y la defensa de la cultura de la violación y tortura, grita al silencio de la comunidad internacional ante lo que nos espera.
Es importante recordar el periódico alemán CV-Zeitung, volcado a la comunidad judía, cuando el 2 de febrero de 1933, después de la toma de posesión de Hitler, destacaba en la portada: «¡Despierta! Sí, él está loco, pero no será tan malo… somos una democracia y tenemos la constitución, ¡la Constitución lo detendrá!». El análisis se probó equivocado, ante una historia que, en otras tierras y tiempos, se repite.