Hay una especie de extraño doble rasero en la generosidad con el erario público que muestra el presidente electo Obama cuando se trata de los bancos y las compañías de seguros de Wall Street, comparado con su postura mucho más exigente hacia un posible rescate de la industria automovilística de los EEUU. En su entrevista […]
Hay una especie de extraño doble rasero en la generosidad con el erario público que muestra el presidente electo Obama cuando se trata de los bancos y las compañías de seguros de Wall Street, comparado con su postura mucho más exigente hacia un posible rescate de la industria automovilística de los EEUU. En su entrevista del 7 de diciembre con Meet the Press puso condiciones a un rescate de dicha industria, pero no dijo nada de pedir las mismas condiciones para el sector financiero. Sus palabras sobre Detroit podría haberlas aplicado igualmente a Wall Street. Pero no lo hizo así.
«Creo que los Tres Grandes constructores de vehículos de los EEUU han cometido errores estratégicos en repetidas ocasiones. No hay gestionado dicha industria de la forma en que deberían. (…) Lo que debemos hacer es proporcionarles ayuda, pero esa ayuda está condicionada a que lleven a cabo ajustes significativos. Van a tener que reestructurarse, y todos quienes participan en ello van a tener también que asumir esa reestructuración. Los trabajadores, la dirección, los accionistas, los acreedores – todo el mundo va a tener que reconocer que en estos momentos no tienen un modelo de negocio viable. Y si esperan que los contribuyentes ayuden a ese proceso de ajuste, no pueden seguir posponiendo un tipo de cambios que, francamente, deberían haber hecho hace 20 o 30 años».
Y más adelante en la misma entrevista, mantuvo su postura:
«… cuando se trata del dinero de los contribuyentes (…) queremos estar seguros de que esté condicionado a que después del proceso emerja una industria del automóvil realmente viable, que funcione de verdad. (…) Pero también me preocupa que no demos a una determinada industria 10, 20, 30 o los miles de millones de dólares que sea y luego, seis meses o un año después, vuelvan con una mano delante y otra detrás diciendo «dadnos más». Me parece que los contribuyentes están ya hartos».
Está bien. ¿Pero no es exactamente esto lo que está pidiendo Wall Street? ¿No acaban de volver pidiendo los restantes 350 mil millones de dólares del plan del Tesoro aprobado por el Congreso en octubre y que quedaron sin asignación (refrendado además por el propio presidente electo Obama), y ello mientras la Reserva Federal sigue proveyendo de «efectivo a cambio de basura» a los bancos y las compañías de seguros hasta un montante que se aproxima ya a los 2 billones de dólares?
Uno podría preguntarse porqué los mayores culpables de Wall Street – Hank Greenberg de A.I.G., Charles Prince de Citibank – fueron rescatados como si salvarles a ellos fuese salvar «la economía» en si misma, mientras a los únicos que se les pide que no se asignen esos salarios y pluses exorbitantes es a los ejecutivos de las empresas automovilísticas. Si la industria del automóvil tiene un problema de «mal diseño» del que se les hace responsables, ¿porqué los bancos, A.I.G., y quienes les nutren – los hedge funds que están al otro lado de esos tratos que los chico listos cierran y los chicos despreocupados les dejan cerrar – no son sometidos a similares exigencias?
La explicación parece ser que los altos ejecutivos de la industria del automóvil no tienen a un alto funcionario del gobierno como el Secretario Paulson que trabaje para ellos para presentar sus intereses particulares como el interés del conjunto de la economía. Por si mismos, no estaban en una posición que les permitiese llevarse por delante toda la economía si no se les daba lo que pedían. Sólo Wall Street puede hacer naufragar la economía, llevándola a la bancarrota. Es este poder lo que le permite presentar sus intereses como los de toda la economía, y por lo tanto gozando de una protección que no recibe ningún otro sector y ni mucho menos los trabajadores.
Lo que es importante entender es que el problema de los préstamos basura se concentra en las capas altas (aproximadamente el 15 más rico de los bancos), los grandes conglomerados de Wall Street que se crearon después de que la administración Clinton conspirase con los republicanos para revocar la ley Glass-Steagall y permitir que los bancos formasen conglomerados de otro tipo de empresas. Pero el rescate no termina en estos bancos o en A.I.G., sino en los acreedores que hay del lado ganador de las apuestas que se hicieron contra estos bancos y contra A.I.G., y que ahora quieren cobrar de instituciones financieras que no pueden pagar. Como jugadores en un casino en bancarrota, pidiendo al gobierno que les ayude o «el sistema» colapsará.
¿Y cuál es este sistema que el Congreso y el señor Obama se afanan tan vigorosamente en rescatar? Básicamente, los banqueros y los vendedores de seguros de A.I.G. se comportan como gerentes de un casino a los que no les importan las pérdidas mientras sigan recibiendo un cheque que les permita vivir muy, muy bien.
Pero no todos los casinos se arruinaron, y la vasta mayoría de bancos y compañías de seguros norteamericanas evitaron hacer grandes apuestas. El plan de rescate tiene pues poco que ver con ellos. Y por supuesto tiene poco que ver con «el conjunto de la economía». Tiene que ver con gestores de hipotecas deshonestos que trabajaban para bancos deshonestos que corrompieron el proceso político mediante sus donaciones a las campañas, y que llevaron a cabo malas apuestas contra inversores financieros muy espabilados que les pidieron prestadas enormes sumas de dinero para cubrir dichas apuestas, y que permitió que los banqueros de inversión y de los bancos comerciales se convirtiesen en los individuos mejor pagados de la historia. ¿Pero debería uno decir que este episodio único en la historia de la humanidad es realmente «la economía»? ¿O es un excremento? ¿No estaría mejor la economía SIN que esas deudas de los bancos y de A.I.G. sean «saneadas»?
El señor Obama explicó que la solución de su administración al problema de los malos préstamos es que ante el Gobierno de los EEUU los bancos «hallen su camino para salir de la deuda» cargando a los propietarios de viviendas, a los hogares y a la industria americana con mucha MÁS deuda hasta que los intereses que genere permitan reconstruir los balances de los bancos. En breve, lo que los bancos nos venden es deuda. Esto puede tacharse de polución financiera. Los bancos se van a dedicar a ganar dinero llenando de polución financiera la economía.
¿No es ser hipócrita por parte del señor Obama el que critique a las empresas automovilísticas por producir trastos que engullen litros y litros de gasolina y contaminan el medio ambiente, sin criticar los grandes de Wall Street que financian las campañas políticas para hacer lo mismo al medio económico? «Mi equipo ha llevado a cabo conversaciones con esta gente para ver como podemos hacer que los fabricantes de coches se pongan a trabajar en los cambios que es necesario hacer», explicó el señor Obama a Tom Brokaw, «Alguna gente ha dicho que sencillamente les dejemos que quiebren. Bien, en tiempos normales una empresa incluso tan grande como General Motors puede efectivamente ser capaz de pasar por un proceso estándar de bancarrota (según capítulo 11), reestructurarse y aún así seguir operando en el sector. Cuando observas este tipo de colapsos al mismo tiempo que tienes al sistema financiero tan débil como está ahora, eso significa que tendremos que encontrar maneras de ejercer presión en el mismo sentido que lo haría un tribunal de cuentas, pidiendo responsabilidades, exigiendo cambios profundos».
El señor Obama terminó diciendo que «tenemos que poner punto y final a esta actitud de esconder la cabeza bajo el ala y seguir como si nada… Y lo que todavía estamos viendo son bonificaciones salariales para los ejecutivos de la industria del automóvil que están fuera de lugar respecto a las de sus competidores», añadiendo que «no es algo exclusivo del sector del automóvil. Lo hemos visto en todos lados. Sin duda, lo hemos visto en Wall Street».
Pero no parece que entienda cuál es el problema. Hablando explícitamente de la crisis financiera, Obama dijo que «había una enorme cantidad de deuda, una enorme cantidad de dinero de otra gente que se prestaba, y la especulación giraba en torno a esas hipotecas. Y si podemos reforzar esos activos, entonces eso reforzará al sistema financiero en su conjunto».
¿Qué no encaja en esta fotografía? En primer lugar, los bancos NO estaban prestando «el dinero de otra gente». Esto es un mito promovido por el lobby académico de Wall Street, la escuela «monetarista» de la Universidad de Chicago. Los bancos crean crédito – es decir, deuda a devolver con interés – libremente, tan pronto como dan con un prestatario dispuesto a firmar un pagaré. El préstamo genera un depósito («ahorrándose el dinero de otra gente»). Esa es la realidad financiera. La banca es un monopolio público capaz de crear y monetizar el crédito. Este monopolio se garantiza para así poder tener un sistema financiero que se supone que financia la inversión de capitales para el crecimiento económico.
Pero si los bancos se hubiesen limitado a hacer esto, no habrían tenido el problema de las deudas de mala calidad provocado por apostar con las acciones y por préstamos hipotecarios fraudulentos llevados a cabo por sus enormemente rentables filiales que gestionan activos hipotecarios, y sus rapaces secciones legales extremadamente bien pagadas y encargadas de redactar contratos de hipotecas más sangrantes aún. La inversión en capital es financiada hoy en día por las mismas empresas industriales con parte de sus beneficios – si son capaces de retener alguno después de pagar a los tenedores de bonos basura que han pedido prestado dinero a los bancos para acabar haciéndose con el control de la empresa y trocearla, no para aumentar su inversión a largo plazo en capital, investigación y desarrollo.
Lo que hace falta es reestructurar el sistema financiero para que realmente haga lo que sus defensores y sus cómplices de la academia sostienen que hace: promover el crecimiento económico en lugar de simplemente ahogar la economía con deuda como medio de obtener beneficios con los intereses.
La segunda parte de la frase del señor Obama donde recomienda hacer reformas propone de hecho lo contrario. Ha dado todo su apoyo al Secretario del Tesoro Henry Paulson, al sugerir que la forma de reactivar la economía y los bancos es volver a hinchar una burbuja inmobiliaria alimentada por la deuda. Se espera que los posibles compradores de inmuebles vayan aún más lejos en su endeudamiento para así proveer a los bancos con suficientes ingresos por intereses para ser solventes de nuevo (su pasivo es tan desproporcionado como el de aquellos que tienen una hipoteca subprime y han sido explotados por esos mismos bancos). El señor Obama habla de «reforzar esos activos», es decir, casas y edificios de oficinas, «para así reforzar el sistema financiero en su conjunto».
Pero eso va a debilitar la economía, dejándola aún más endeudada.
Michael Hudson es ex economista de Wall Street especializado en balanza de pagos y bienes inmobiliarios en el Chase Manhattan Bank (ahora JPMorgan Chase & Co.), Arthur Anderson y después en el Hudson Institute. En 1990 colaboró en el establecimiento del primer fondo soberano de deuda del mundo para Scudder Stevens & Clark. El Dr. Hudson fue asesor económico en jefe de Dennis Kucinich en la reciente campaña primaria presidencial demócrata y ha asesorado a los gobiernos de los EEUU, Canadá, México y Letonia, así como al Instituto de Naciones Unidas para la Formación y la Investigación. Distinguido profesor investigador en la Universidad de Missouri de la ciudad de Kansas, es autor de numerosos libros, entre ellos Super Imperialism: The Economic Strategy of American Empire.
Traducción para www.sinpermiso.info: Xavier Fontcuberta i Estrada