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El fenómeno Bolsonaro. ¿Punto de llegada o momento de aceleración de la crisis?

Fuentes: Anticapitalistas en Red

Toda situación de crisis contiene factores importantes de indeterminación. Los estados de ánimo, las opiniones y las fuerzas, tanto hostiles como amigas, se forman en el proceso mismo de la crisis. Es imposible preverlos por adelantado de forma matemática. Hay que medirlos en la lucha, por medio de la lucha, y aportar a la política […]

Toda situación de crisis contiene factores importantes de indeterminación. Los estados de ánimo, las opiniones y las fuerzas, tanto hostiles como amigas, se forman en el proceso mismo de la crisis. Es imposible preverlos por adelantado de forma matemática. Hay que medirlos en la lucha, por medio de la lucha, y aportar a la política las correcciones necesarias basándose sobre estas mediciones sacadas de la vida.
León Trotsky, La lucha contra el fascismo en Alemania

 

El triunfo de Jair Bolsonaro en las elecciones presidenciales de Brasil alimenta un debate de carácter estratégico y de alcance internacional. Las primeras respuestas desde el PT, el progresismo y su intelectualidad son, vacilantes, superficiales, contradictorias y algunas hasta cobardes. Expresan en sí mismas las dificultades para digerir el impacto del resultado por parte de un sector de la llamada «izquierda», desorientado, hundido en su vulgar sentido común, en su mirada «institucional» de los hechos y en su adaptación orgánica a un régimen político, económico y social surgido a partir de la negociación con la Dictadura, «podrido» hasta la medula. En fin, muestran su impotencia estructural para provocar los cambios que había prometido y por lo tanto para enfrentar el nuevo fenómeno ultra reaccionario que está en desarrollo.

La profunda crisis económica y su correlato de crisis política y las políticas con las que las enfrentó el PT son algunas de las claves que explican la derrota de ese partido, otras se pueden encontrar en el recorrido de los 14 años de gobierno petista.

La crisis de la 8ª economía mundial y el quinto país más grande del globo, se mantiene desde inicios de 2014 y es de las más prolongadas y profundas en los últimos 115 años [1]. Mientras que el proceso judicial conocido como Lava Jato al desnudar la podredumbre del sistema político, excitó la crisis que tuvo como una de sus características un extendido sentimiento anti PT no sólo entre los sectores medios urbanos que en algún momento acompañaron a Lula, sino que llevó a que Bolsonaro arañara en la segunda vuelta el 70% de los votos en el ABC paulista, cuna del Partido de los Trabajadores, lo que augura un destino de colapso para ese partido. Al mismo tiempo que demuele literalmente al otro partido sostén del sistema político, incluso desde antes, el PSDB de Fernando Henrique Cardozo, cuyo candidato Alkim quedó en cuarto lugar con menos del 5% de los votos.

La mirada superficial del progresismo que no reconoce su incapacidad para enfrentar los problemas que señalamos, alimenta ese profundo magma político y social que recorre y provoca el malestar de gran parte del pueblo brasilero. Mientras concluye a modo de auto justificación que el camino para el fascismo estaría abierto y que la derrota de ese pueblo ya se habría consumado. Nada más alejado de la realidad que esa visión.

El enorme movimiento de mujeres que por millones conmovió las calles de las principales ciudades antes de las elecciones bajo el lema «Ele Nao, Ele Nunca», es apenas una muestra de la vitalidad del movimiento de masas, allí hay que ubicar el polo opuesto a las fuerzas ultra reaccionarias que se aglutinaron alrededor de Bolsonaro. Lo mismo que las primeras reacciones antifascistas de los estudiantes de la Universidad de Sao Paulo y otras, el día siguiente de la segunda vuelta. Son estos hechos los que muestran en todo caso, que lo que se desarrolla es una dinámica de creciente polarización social en la que se están viendo las primeras maniobras de las confrontaciones que vienen. Si este pronóstico es correcto, es de vital importancia interpretar acertadamente las razones del triunfo de Bolsonaro y la dinámica del momento político actual.

Fracaso integral del Partido de Trabajadores y del progresismo reformista

El programa por el que el PT llegó al gobierno en 2003 se asentaba en tres pilares que despertaron la esperanza en sectores mayoritarios del pueblo brasileño: Una redistribución progresiva del ingreso, un reforma política que hiciera más democrático y menos corrupto el sistema político y una agenda de reformas sociales que tenía como uno de sus principales puntos el acceso a la tierra para centenares de miles de familias campesinas, entre muchos otros derechos que se esperaba obtener. Sin embargo, no sólo no desarrolló una política que le diera forma a un verdadero proceso de transformación anticapitalista, ese no era su proyecto, sino que tampoco cumplió ninguno de los objetivos que se propuso y por los cuales había estimulado la ola de simpatía que lo llevó al gobierno.

Algunos ejemplos de las principales políticas desarrolladas por el PT pueden mostrar este fracaso: El plan Bolsa Familia fue presentado como la principal herramienta de lucha contra la pobreza y la marginación. Después del impulso inicial del Plan y a partir de 2008 la disminución de la pobreza de detuvo. En un documentado texto, el analista internacional Alejandro Teitelbaum cita un informe del Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas: «El ritmo de disminución de la pobreza y de la indigencia se desaceleró considerablemente – más bien se estancó- en el periodo 2008/2016 con respecto al período 2003/2008: en el período 2003/8 la cantidad de pobres e indigentes disminuyó en 24 millones, de 77 millones a 53 millones. En tanto que en el período 2008/16 la cantidad de gente viviendo por debajo de la línea de pobreza y de indigentes disminuyó en un millón: de 53 a 52 millones» [2]. El monto que reciben esas familias con hijos a su cargo no alcanza a cubrir la Canasta Alimentaria.

En lo que hace a salarios lo ocurrido es similar: El salario mínimo interprofesional que reciben 45 millones de personas, algo más de la mitad del total de la masa trabajadora, se ha duplicado en reales desde el 2003 pero solo cubre en la actualidad el 70% de la Cesta Básica (alimentos y otros bienes) [3].

Si por otra parte revisamos el tema agrario nos encontramos con que a nivel del asentamiento y distribución de tierras a las familias campesinas sin tierra lo ocurrido es todavía peor: En 2003 los movimientos agrarios, el MST entre ellos, «habían requerido al gobierno el establecimiento de 400 mil familias sin tierra. El gobierno dijo inicialmente tener capacidad para asentar 140 mil familias en su primer año, después bajó la promesa a 60 mil familias. Terminando el año, sin embargo, había poco más de 20 mil familias asentadas» [4]. Pero ya para el 2005 la entrega de tierras se había paralizado. El mismo instituto señala que mientras los emprendimientos agrícolas familiares trabajaban el 24 % de las tierras cultivadas pero con ello producían el 38% del total bruto, el agronegocio, es decir las grandes empresas, tenían el control del 75% de las tierras pero apenas producían el 44% del total bruto. Es decir no solo no se avanzó en la entrega de tierras a campesinos sin ellas, sino que se impulsó el extractivismo agroindustrial que reoriento esa producción a la exportación, debilitó la soberanía alimentaria nacional, profundizando la reprimarización del país y concentrando en cada vez menos manos la tenencia y propiedad de la tierra productiva, incluso avanzando con una desforestación brutal sobre el Amazonas.

Como complemento de estos datos es necesario agregar que otro sector claramente beneficiado por los gobiernos del PT fue el capital financiero: Con el mecanismo de la deuda pública [5], que para el 2014 alcanzaba el 70% del PBI, se transfería anualmente a los tenedores de Bonos de esa deuda el 46% de los presupuestos federales, que en ese año superaba los dos billones de reales. Estos títulos están en manos de Bancos y fondos de inversión que aumentaron exponencialmente sus ganancias en el periodo, a costa de impedir el desarrollo de las políticas redistributivas prometidas. Los altos cargos en el Banco Central de Brasil y el Ministerio de Finanzas en los 14 años de gobiernos petistas pueden simbolizar esa sumisión al capital financiero, Fernando Meirrelles, hombre del Bank of América, fue presidente del Banco Central los 8 años del gobierno lula, y luego Ministro de Hacienda de Temer y Joaquín Levy integrante del staff del FMI fue Ministro de Hacienda de Dilma.

Si los ejemplos anteriores son algunos indicadores de la incapacidad del PT y los gobiernos de Lula y Dilma para aplicar su propio programa en el terreno económico y social y asimilarse a las presiones de las elites, lo mismo sucedió con las propuestas en el terreno político y de la participación popular. La adaptación en este sentido es de tal magnitud que llevo a Dilma y al PT a soportar el golpe institucional pasivamente, desde el juego de esas instituciones corruptas, sin enfrentarlo decididamente en las calles. Lo mismo sucedió luego con el proceso que llevó a la cárcel a Lula, su candidatura cae, porque él confía, para poder presentarla, en una institución como la justicia que había legitimado el golpe a su compañera de partido. El 24 agosto de 2018, a un mes y una semana de la primera vuelta electoral y luego de explicar cómo, un fino cálculo de los tiempos judiciales hechos por Lula le permitirían presentarse a las elecciones, Emir Sader escribe: «Hay más poder en la pequeña celda de Curitiba, desde donde Lula articula el retorno a la presidencia de Brasil, que en todos esos edificios vaciados de legitimidad» [6]. No hace falta comentarios sobre esta frase para medir la miopía provocada por la adaptación al régimen de uno de los principales pensadores del PT.

Pero, ¿en qué consiste esta adaptación? Qué se hizo para avanzar en la democratización de un sistema tutelado firmemente por los militares, donde la negociación de prebendas, privilegios y corrupción forma parte permanente de la práctica de gobierno, donde el propio sistema electoral garantiza la presencia de partidos de alquiler y una fragmentación parlamentaria que facilita la negociación espuria, no se hizo nada. Nada más que integrarse a él. Incluso ayudar a limitar todavía más los derechos electorales reduciendo los espacios de las campañas políticas en los medios de una forma que beneficia a los partidos y candidatos del régimen. Y, finalmente el Lava Jato, como en 2005 había sido el Mensalao, desnudó la corrupción estructural de todo el sistema. Y tuvo al PT como uno de los principales gestores de esa corrupción.

Estas son algunas de las bases materiales que explican la amplía derrota del PT a manos de Bolsonaro. Al no cumplir con sus propias propuestas. Al no llevar adelante ni siquiera los cambios mínimos «posibles», que planteaba en el programa con el que llegó al gobierno para no enfrentarse con las elites del país y extranjeras, el PT abrió la puerta por donde ingresó, con apoyo electoral masivo, un candidato ultra reaccionario.

Junio 2013, punto de inflexión

Pero la crisis brasileña no aparece como resultado del proceso electoral, ni siquiera con la operación Lava Jato, tampoco es producto del golpe a Dilma. El punto de inflexión de una situación que se venía incubando desde bastante antes es Junio de 2013 y se dio primero en las calles, expresada en un periodo de grandes movilizaciones que abren cause a la polarización social actual.

Esa polarización se manifestaba en dos procesos centrales. Uno era la exigencia al gobierno de Dilma para que resolviera los problemas pendientes luego de 13 años de gobierno petista y que se sintetizaron en la consigna Padrao FIFA. Consigna que mostraba que lo que un sector extendido de la juventud y el pueblo trabajador brasilero reclamaba para el transporte público, la educación, la salud, era estándares similares al tratamiento que se le daba al uso de recursos públicos a las obras y organización de dos grandes eventos deportivos, el mundial de Futbol y las Olimpiadas. Y por otro lado aunque bastante tiempo después de las jornadas de junio, las movilizaciones de sectores importantes aunque minoritarios de las clases medias y medias altas urbanas que al tiempo que repudiaban al PT levantaban reclamos reaccionarios. Estas manifestaciones de signo opuesto no tuvieron igual densidad.

Las que convocó el Movimiento Pase Libre y que cruzaron todo junio y parte de julio de 2013, tenían un claro sesgo a la izquierda del PT, se extendieron rápidamente hasta que el 20 de junio de ese año, casi 400 ciudades, incluyendo 22 capitales, salieron en manifestaciones y marchas que agruparon a más de un millón de personas [1]. El PT y el conjunto de los actores políticos fueron sorprendidos por esta irrupción que pedía, exigía, que se cumpliera con lo necesario para la vida cotidiana, esto iba más allá de lo que Dilma decía que era «posible».

Estas manifestaciones de 2013 no cayeron del cielo. Desde 2010 hasta bien entrado 2013 se desarrollan, entre otros movimientos, una importante cantidad de huelgas de trabajadores, especialmente en la construcción civil, bancarios, de las petroquímicas, las hidroeléctricas, etcétera. La vitalidad del movimiento de trabajadores y los jóvenes se ha podido ver en la actualidad con paros generales contra la reforma laboral de Temer que impidió hasta el momento que esa medida se concrete. Pero el dato más importante para el balance que estamos haciendo, es que todo este movimiento popular, de la juventud y los trabajadores, tuvo una clara y contundente expresión política en el movimiento de mujeres «Ele Nao».

Antes de ahora, en 2014, ese movimiento le dio una nueva oportunidad al PT y a Dilma, que a pesar de eso no cambio el rumbo pro ajuste de su política. Si el movimiento no fue un actor decisivo contra el golpe ni contra la detención de Lula, es porque la dirección del PT prefirió confiar en las negociaciones institucionales, en los reclamos a la ONU, y en los tiempos legales de una justicia tan podrida como el conjunto del régimen político del Brasil, antes que convocar y darle un programa concreto, democrático, por el cual luchar a ese pueblo que en Junio de 2013 les había hecho una advertencia y que mostró su disposición a ser protagonista.

Ese polo social no ha sido derrotado, está ahí, quizás desmovilizado parcialmente, pero intacto, esperando a ser dotado de un programa y una referencia política para la lucha. Una referencia política que no encontró en ninguna de las candidaturas presidenciales. Es en relación a esto que hay que señalar el papel jugado por el PSOL. Mientras su candidatura presidencial presentó un perfil «moderado» si se quiere «lulista», por lo que retrocedió más de 600.000 votos en relación a la elección presidencial anterior, en los estados donde sus candidaturas y propuestas fueron más radicales logró duplicar la representación parlamentaria nacional y aumentar en más de un 50% las bancas del partido en las legislaturas estadales [8]. Estos pocos datos muestran el error de la campaña presidencial del partido y obligan a reflexionar sobre la oportunidad perdida.

El otro proceso de movilización, el anti PT por el costado reaccionario, fue menos numeroso pero no menos decidido, y tuvo un programa sencillo y comprensible, fue la base sobre la que los sectores protofascistas incluyendo las iglesias pentecostales [9], construyeron una referencia antisistema reaccionaria, que sumó electoralmente a los tradicionales sectores de la derecha brasilera a un sector despolitizado y desmovilizado de la población, estafado por los gobiernos del PT.

Lo que viene: Más crisis y grandes confrontaciones

El triunfo electoral de Bolsonaro no es inocuo. Coloca transitoriamente a la ofensiva a los sectores ultra reaccionarios, libera fuerzas protofascistas y da a esas fuerzas un oxigeno político relativo y momentáneo. Pero, reconociendo esto, sería un grave error creer que la situación ya está definida a favor de esas fuerzas. Porque, por el contrario, cuanto más intente avanzar el nuevo gobierno con su programa más pronto vendrán grandes muestras de resistencia y lucha. Y más todavía, cuanto antes pretendan los sectores fascistas amedrentar y violentar a las fuerzas democráticas y de izquierda, más rápido se desatara su respuesta, organización y preparación para enfrentarlos.

La libre deforestación del Amazonas, la deslocalización de familias campesinas al servicio del agro negocio, y de los pueblos originarios para la mega minería y el resto de actividades extractivas, la privatización indiscriminada de todo lo público, desde Petrobras en adelante, hasta el conjunto de la seguridad social. La eliminación de la educación pública el abandono de la salud pública. La eliminación del 13 salario y aplicación de la reforma laboral esclavista. La eliminación de los derechos democráticos y humanos, no sólo significan un salto atrás de casi un siglo, sino que por su magnitud reaccionaria necesita de fuerzas sociales inmensas que lo apoyen. Fuerzas que no se forman a partir de un simple resultado electoral. Fuerzas sociales que solo pueden ser construidas sobre la base de un aplastamiento, de una derrota histórica de los explotados y oprimidos, incluso de la desaparición o reconversión de sectores de las elites, de la propia burguesía. Todo esto está muy lejos de haber sucedido. Por el contrario, el intento de llevarlo adelante hará mucho más aguda la crisis y abrirá el camino a grandes confrontaciones, entonces estará planteada la posibilidad de derrotarlo.

Dos desafíos se presentan en esta encrucijada para las fuerzas democráticas, revolucionarias y de izquierda consecuente: la primera es sin dudas la unidad de acción más amplia posible para enfrentar los avances del fascismo en las calles y la aplicación del programa de gobierno de Bolsonaro. Pero la segunda y tan o más importante que aquella, porque surge del fracaso integral del PT, es la de dotar de un programa anticapitalista y de una nueva dirección política al poderoso polo social que expreso el movimiento Ele Nao. En este desafío, la responsabilidad del PSOL es histórica, y comienza por revisar críticamente su participación electoral, en ambos están comprometidos nuestros compañeros de Alternativa Socialista en el PSOL y Anticapitalistas en Red.

En la cita con la que encabezamos este texto afirma Trotsky que las crisis contienen factores importantes de indeterminación. Pero también asegura que las fuerzas hostiles o amigas se forman en el proceso mismo de esas crisis y que el criterio de corrección de la política se consigue solo por medio de la lucha. Lo que viene en Brasil es más crisis y como siempre, más lucha. Y mientras haya lucha nadie puede asegurar que no se pueda ganar.

Notas

[1] Brasil se enfrenta a su peor y más larga recesión en 115 años https://www.elblogsalmon.com/economia/brasil-se-enfrenta-a-su-peor-y-mas-larga-recesion-en-115-anos

[2] http://rebelion.org/docs/248456.pdf

[3] (Ídem anterior)

[4] (Ídem anterior)

[5] Los datos son de la plataforma Auditoria Pública da Divida

[6] La Estrategia de Lula, Emir Sader https://www.pagina12.com.ar/137329-la-estrategia-de-lula

[7] Informes y cálculos de la prensa

[8] Resultados PSOL 1ª. vuelta. Anticapitalistas en Red. https://anticapitalistasenred.org/2018/10/11/fortalecer-el-psol/

[9] El día que la derecha comenzó a ganar en Brasil, Revista Anfibia http://www.revistaanfibia.com/ensayo/el-dia-que-la-derecha-comenzo-a-ganar-en-brasil/

Fuente: https://anticapitalistasenred.org/2018/11/07/brasil-el-fenomeno-bolsonaro-punto-de-llegada-o-momento-de-aceleracion-de-la-crisis/