Un título más atinado hubiera sido «De cómo quise cambiar el mundo y terminé arreglando la vereda, y de cómo dejé la vereda peor de lo que estaba», y como preámbulo debería colocarse este cartel: «Vosotros que aquí entráis, abandonad toda esperanza», pues el film refiere a la pérdida absoluta de esperanza por un mundo […]
Un título más atinado hubiera sido «De cómo quise cambiar el mundo y terminé arreglando la vereda, y de cómo dejé la vereda peor de lo que estaba», y como preámbulo debería colocarse este cartel: «Vosotros que aquí entráis, abandonad toda esperanza», pues el film refiere a la pérdida absoluta de esperanza por un mundo mejor al canto de salmodias del Pope de la nueva religión.
Kusturica busca y no encuentra algo que muestre que el protagonista de esta palinodia mejorará en algo la vida de nuestra gente y sólo pudo mostrar que donó parte de su sueldo y parte de su chacra para construir una escuela y dicha escuela se convierte en el gran logro, es decir, en el absoluto fracaso de un hombre postrado ideológicamente.
En esa escuela, siguiendo su máxima «Debemos vender esas playas a los ricos así el pobrerío puede trabajar de mucama y jardinero», se le enseñará a los pobres a plantar flores, así se las venden a los ricos y con esa plata comprar comida.
Jamás se había establecido un programa de enseñanza tan mezquino en toda la historia de la humanidad, desde los espartanos hasta los franciscanos, salvo la Reforma EDUY 21 que pretenderá imponernos ahora Lacalle Pou, una Reforma que Kusturica, de la mano de Mujica, ha ejemplificado maravillosamente: educaremos a nuestros niños para arreglar las veredas y para comer de las migajas que caigan del banquete, ya que de disfrutar de la mesa y de preocuparse por la conducción del mundo, estarán a cargo otros que aprenderán en los colegios privados.
En este esperado film hay dos cosas sinceras: Manuela, que la obligaron a actuar, y un viejo militante de izquierda que le dice a Mujica que se ha entregado él, y nos ha entregado a todos nosotros, al capital extranjero y ante esta verdad evidente, el que fungía como Presidente de la República reacciona con un forcejeo y pseudo empuje e insulto al ciudadano coherente, el héroe secreto del film. Claro, aquí hay una tercera cosa sincera, este insulto y pseudoempuje de Mujica, pues ahí muestra su verdadera cara, ya que el film no nos muestra cuando Mujica fue a pedir humildemente audiencia a UPM para rogarles que instalaran su segunda planta de celulosa por intermedio de un Contrato despreciable. Al insultar a aquel hombre está insultando a toda la gente de su generación que soñaba con un mundo mejor.
Donde vivo hace un tiempo la vereda estaba toda rota y la Intendencia contrató a no sé quién para arreglarla, y la arregló, pero a los dos meses estaba peor que antes. Pareciera que Kusturica hubiera agarrado a todos esos malos arregladores de veredas y los hubiera puesto todos juntos en este film, y los malos arregladores de veredas acudieran desesperados a participar en el film del gringo, que eso es lo que fue y esto es lo que es: un gringo que no sabe nada de Uruguay hace un film sobre los que empeoran las veredas. Para colmo, los rompeveredas ni siquiera le buscaron un asesor y entonces mete una escuela de samba y sus tambores, pero cuelga el cartel de «Candombe» y cuando, por casualidad, aparecen dos candomberos, falta un tercero, lo que anula al candombe pues una cuerda de tambores podrá tener el número que sea de tambores, con tal de que sean tres o más, pero nunca dos, pues tiene que haber al menos un chico, un piano y un repique, sino la cosa no va para adelante, no hay lucha y no hay melodía.
Llama la atención que Mujica, a su edad, no supiera tomar mate. No creo que Mujica, que está pensando en cómo no regalarle a Manini el espacio de la crítica a la Agenda de Derechos, pierda el tiempo leyendo esto, pero si me estás leyendo, Pepe, ya que de todo lo demás no aprenderás un cuerno, te voy a enseñar a preparar un mate.
Tu problema es que como te dedicás a pensar en vos mientras perorás lugares comunes que llevan a esa región inconmensurable de la nada, dejás que el agua hierva varios minutos y por eso escupís los primeros mates. El mate no es una decocción, es una infusión, lo que implica que el agua para su uso debe estar caliente, pero no hirviendo, pues la gracia del mate es extraer de a poco el alcaloide que te estimula. Lo que vos hacés es arrancarle el alcaloide en esos primeros mates y luego te tomás un mate lavado. La próxima vez, cuando veas que aparecen ojos de pez en el fondo de la caldera, apagá el fuego y tomá el mate con esa agua. No sé, además, si en este asunto de arrancarle a lo bruto todo el alcaloide de entrada para luego tomar un mate lavado no hay una especie de metáfora política.
Me imagino la gente que luchó en el mismo bando que Mujica hace una punta de años, sorprendiéndose ante su frivolidad al momento de referirse a la toma de Pando. Creo que tuve algo parecido a una reminiscencia, pero de algo vivido o por vivir por algún otro, pues cuando llegué a esta parte, sentí con intensidad lo que había sentido Jorge Zabalza. Como aclaración histórica a los jóvenes, en esa toma los tupamaros no sólo recibieron rasguños.
Creo que la razón de que hayamos visto este film es que el autor se desenamoró del proyecto. Debemos imaginarnos que al establecer ciertos compromisos, uno debe ir hasta el final en esta industria, pero un poeta como Kusturica debió avanzar a pura fuerza de voluntad a partir de cierto momento, sea lo que sea que deba decir ahora. El lector atento haría bien en apreciar Tiempo de Gitanos, Gato blanco, gato negro, La vida es un milagro y otras donde este poeta nos muestra a su gente y despliega su poder de imaginación.
Este film culmina con una imagen medio triste con la consabida mixtura de tango y alcohol. Kusturica se empecina en lanzarnos una banda sonora donde canta uno que sabe, pero añadiéndole la voz de Mujica y consorte, que desafinan y cantan a destiempo.
Así como hablamos de un héroe secreto, aquí tenemos a otro, el sincero cantor de tangos. Una lástima que Kusturica no nos haya dejado escucharlo, pues era nuestra tierra que cantaba. Ese gesto define a un film que, aún en el error, tiene un gran acierto, desnuda a la perfección al progresismo: dirigentes que desafinan por no saber oír la voz de nuestra tierra, penosos fracasados incapaces de entender el ritmo de la Historia.
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