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El fin de la pobreza

Fuentes:

Hace 85 años, el gran economista John Maynard Keynes reflexionó sobre las atroces circunstancias de la Gran Depresión. Desde lo más hondo de la desesperación que lo rodeaba, en 1930 escribió acerca de «Las posibilidades económicas de nuestros nietos». En una época de penalidades y sufrimiento, previó el fin de la pobreza en Gran Bretaña […]

Hace 85 años, el gran economista John Maynard Keynes reflexionó sobre las atroces circunstancias de la Gran Depresión. Desde lo más hondo de la desesperación que lo rodeaba, en 1930 escribió acerca de «Las posibilidades económicas de nuestros nietos». En una época de penalidades y sufrimiento, previó el fin de la pobreza en Gran Bretaña y otros países industriales para la época de sus nietos, hacia finales del siglo XX. Keynes puso de relieve la marcha espectacular de la ciencia y la tecnología y la capacidad de los avances tecnológicos para sustentar un crecimiento que bastaría para poner fin al antiquísimo «problema económico» de tener suficiente para comer y suficientes ingresos para hacer frente a otras necesidades básicas. Keynes acertó de lleno: la pobreza extrema ya no existe en los países ricos y está desapareciendo en la mayoría de los países de renta media del mundo.

Hoy podemos invocar la misma lógica para afirmar que se puede acabar no en la época de nuestros nietos sino en nuestro tiempo. La prosperidad del mundo rico, el poder de las amplias fuentes de conocimiento actuales y la disminución de la porción del mundo que necesita ayuda para escapar de la miseria se combinan para hacer que el fin de la pobreza sea una posibilidad realista para el año 2025.

Jeffrey Sachs acaba de publicar El fin de la pobreza: Cómo conseguirlo en nuestro tiempo. El autor es una de las principales autoridades mundiales en economía y política sanitaria, y es Director del Instituto de la Tierra en la universidad de Columbia. Ha publicado centenares de artículos sobre la lucha contra la enfermedad en el mundo, la pobreza extrema y la reducción de la deuda en el Tercer Mundo.

Actualmente, más de ocho millones de personas mueren todos los años en el mundo porque son demasiado pobres. Todas las mañanas, los periódicos podrían informar: «Más de 20.000 personas murieron ayer a causa de la pobreza extrema». Nos darían estas cifras: hasta 8.000 niños muertos de malaria, 5.000 madres y padres muertos de tuberculosis, 7.500 adultos jóvenes muertos de sida y varios miles de muertos más de diarrea, infecciones respiratorias y otras enfermedades mortales que atacan a los cuerpos debilitados por el hambre crónica. Los pobres mueren en salas de hospital que carecen de medicamentos, en aldeas que carecen de mosquiteras para prevenir la malaria, en casas que carecen de agua potable. Mueren en el anonimato, sin que se haga pública su muerte. Por desgracia, tales artículos rara vez llegan a escribirse.

Desde el 1 de septiembre de 2001, Estados Unidos ha emprendido una guerra contra el terrorismo, pero ha desatendido las causas más profundas de la inestabilidad mundial. Los 850.000 millones de dólares que Estados Unidos dedicará este año a gastos militares no servirán en ningún caso para conseguir la paz si el país sigue gastando tan sólo 15.000 millones de dólares en hacer frente a la grave situación de los más pobres de entre los pobres del planeta, cuyas sociedades se ven desestabilizadas por la pobreza extrema y que se convierten en focos de malestar, violencia e incluso terrorismo mundial.

Esos 15.000 millones de dólares representan un porcentaje minúsculo de las rentas de Estados Unidos, tan sólo 15 centavos por cada 100 dólares del Producto Nacional Bruto del país. La parte del PNB estadounidense dedicada a ayudar a los pobres lleva décadas disminuyendo, y constituye una porción diminuta de lo que reiteradamente Estados Unidos ha prometido y no ha dado. Este libro trata de la toma de decisiones acertadas, unas decisiones que pueden conducir a un mundo mucho más seguro, basado en la veneración y el respeto auténticos por la vida humana.

Dice el autor que ha tenido la suerte de haber observado algunos éxitos reales y de haber contribuido a ellos: el fin de situaciones de hiperinflación, la introducción de nuevas monedas nacionales estables, la condonación de deudas impagables, la conversión de las moribundas economías comunistas en economías dinámicas basadas en el mercado, la puesta en marcha del Fondo Mundial para la Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, y el tratamiento con medicamentos modernos de personas carentes de recursos en infectadas por el VIH.

Sostiene que todas las regiones del planeta tienen la posibilidad de incorporarse a una era de prosperidad sin precedentes basada en la ciencia, la tecnología y los mercados mundiales. Sin embargo, también existen regiones que están atrapadas en una espiral descendente de empobrecimiento, hambre y enfermedad.

La cuestión no es predecir lo que sucederá sino contribuir a forjar el futuro. Esta tarea es colectiva: nos corresponde a todos y entre todos podremos conseguirlo, al igual que se consiguió erradicar la pobreza extrema en los países industriales del siglo XX.

* José Carlos García Fajardo es Profesor de Pensamiento Político (UCM) y Director del CCS