Recomiendo:
0

El flanco más débil de los BRICS

Fuentes: Rebelión [Imagen: 'Foto de familia' de la 17ª Cumbre de los BRICS en Río de Janeiro los pasados 6 y 7 de julio de 2025. Créditos: Presidencia de Brasil]

En este artículo el autor analiza las relaciones económica bilaterales entre Brasil y EEUU para concluir que la histórica situación de dependencia de Brasil puede verse substancialmente modificada en el contexto de los BRICS, por lo que afirma que «los intentos de Trump para estrangular comercial y políticamente al gobierno brasileño podrían estar abocados al fracaso, siempre que Lula da Silva no ceda a las presiones del gobierno de Trump y de sus vasallos en Brasil».


En la reunión de los BRICS del 6 al 7 de julio en la ciudad de Rio de Janeiro Lula da Silva, actual presidente pro tempore del grupo hasta finales de 2025 hizo una firme defensa de la desdolarización entre las transacciones comerciales internacionales. Así pues, no fue una simple coincidencia que el presidente Donald Trump quisiera asestar un golpe de efecto contra Brasil, al anunciar el 9 de julio nuevos aranceles de hasta un 50% contra determinados productos que tienen en el mercado norteamericano su principal receptor. Trump ya ha dejado bien claro más de una vez que el dólar es el instrumento más poderoso que tiene su país y la desdolarización tendría el mismo efecto que la “pérdida de una guerra”, por lo que los países que se alineen con estas tesis sufrirían un aumento arancelario. Para él, las subidas arancelarias ofrecen no sólo ventajas económicas sino también políticas, al combatir prácticas antiamericanas.

Pese al ruido provocado por la medida del gobierno de los Estados Unidos, el impacto real del llamado tarifazo sobre del PIB brasileño está todavía por ver. Por ahora, aunque el decreto no sea desconsiderable, sólo afecta a sectores muy determinados de la economía del país sudamericano, por ejemplo las exportaciones de zumo de naranja (del que los EEUU importan el 80%), el café (el 25%) y la carne de vacuno (el 23%). Una de las razones por las que el pánico no se ha adueñado totalmente de Brasilia, aún que sí la preocupación, y que ha permitido al presidente Lula da Silva responder con altivez al órdago de Trump, es que el mercado de Estados Unidos ha dejado de ser el primer destino de su comercio internacional, y ocupa ahora la tercera posición, con casi el 12%, tras China con un 27% y la propia EU con un 13%. En efecto, aunque las exportaciones totales a Estados Unidos de los productos brasileños que se han visto afectadas por el arancelmás alto están alrededor del 57%, eso significa sólo un 6% del conjunto total de las exportaciones brasileñas.

Los números desmienten a Trump sobre la necesidad de aplicar aranceles más altos a Brasil para atajar el hipotético déficit en la balanza comercial desfavorable a los EEUU que aduce en su carta al mandatario brasileño. El presidente estadunidense yerra al decir que su país pierde en el comercio con Brasil. De hecho, hace más de una década que la balanza comercial entre los dos países le es siempre favorable. En los últimos 15 años, el superávit general de los EEUU con Brasil fue de alrededor de 410 mil millones de dólares. El año pasado, por ejemplo, el superávit del comercio de productos entre los dos países fue de casi 7 mil millones de dólares; si se suman los intercambios de bienes y servicios aumenta a 25 mil millones. En lo que va de 2025 los datos parciales arrojan 1,6 mil millones a favorables al país norteamericano en el comercio de productos.

La diplomacia brasileña no se hizo esperar. Brasil buscó inmediatamente el apoyo de sus socios. El mandatario del país latinoamericano telefoneó inmediatamente a los presidentes de China, Rusia e India (los otros tres fundadores de los BRICS también amenazados por el alza de los aranceles), buscando una acción conjunta para frenar la guerra comercial provocada por los EEUU. Xi Jinping ya ha respondido positivamente a sus demandas, afirmando que “China está lista para trabajar con Brasil”. No ha trascendido cuáles fueron las reacciones de Vladimir Putin y Narenda Modi. Por otro lado, otros miembros del gobierno han intentado mantener los canales abiertos con la administración estadunidense, como el ministro de Hacienda Fernando Haddad y el vicepresidente Geraldo Alckmin, aunque sin perder de vista la posibilidad de acudir a la Organización Mundial del Comercio (OMC) para tomar medidas legales en defensa de sus intereses. Por ahora, esos intentos de establecer contactos de alto nivel parece que se han visto frustrados, ya que el ministro Haddad ha recibido un portazo del secretario del Tesoro, Scott Bessent. Si el castigo arancelario en el caso brasileño no tiene respaldo en la balanza comercial entre los dos países, ¿cuáles pueden ser las motivaciones reales de la administración americana para iniciar ahora una guerra comercial también contra Brasil?

En la carta enviada a Lula da Silva, el presidente de los EEUU no ocultó que con el instrumento de la guerra arancelaria pretende también socorrer a sus aliados políticos brasileños. Ello en el peor momento para el ex presidente Jair Bolsonaro, que se encuentra en serios apuros judiciales. Está en arresto domiciliario impuesto por el magistrado del Supremo Alexandre de Morales, y un juicio por intento de golpe de Estado que está previsto que comience en el mes de septiembre. Trump ha dejado bien claro que, en su opinión, la justicia brasileña no es independente y está haciendo una “caza de brujas” contra la oposición. Para el gobierno brasileño, el tarifazo pero también las sanciones impuestas a los jueces de la Corte Suprema, a quienes se les ha retirado el visado para EEUU, son maneras no solo de intentar interferir en las decisiones de los órganos de justicia de Brasil, sino también de favorecer un cambio de régimen político con vistas a las elecciones de 2026. Toda vez que os aranceles podrían amedrentar a parte del sector empresarial afectado por esta guerra comercial. El palacio del Planalto (sede de la presidencia de Brasil) acredita que el mandatario estadunidense planea crear un ambiente interno hostil, que pavimente el camino para que, en el caso de un resultado desfavorable en las urnas en el año próximo, la oposición de ultraderecha y el gobierno de los EEUU no reconozca el resultado electoral.

Sin duda, tener un gobierno más dócil en Brasil es un objetivo para la administración Trump. Para eso trabaja el hijo de Jair Bolsonaro, Eduardo Bolsonaro (parlamentario brasileño con conexiones muy cercanas a la administración republicana y que actualmente vive en los EEUU). La salida de Joe Biden de la presidencia de los EEUU, con quien el gobierno brasileño tenía una deuda por su rechazo al intento de golpe del 8 de febrero de 2023, dificulta actualmente la relación entre los dos países. Fruto de esa deuda con Biden, Lula da Silva no tuvo más remedio que apoyar abiertamente a Kamala Harris para la presidencia de los EEUU. Las preferencias políticas del mandatario brasileño en materia de política interna de los EEUU seguramente quedaron como una espina clavada en la cúpula republicana; es un factor que dificultan el acercamiento diplomático con Trump, un político acostumbrado a tratar sus opositores más débiles como enemigos a abatir.

Por otro lado, no hay que perder de vista que los recientes acuerdos firmados entre Lula da Silva y Xi Jiping en materia infraestructuras de gran porte (como es el caso del acuerdo para la viabilidad de la construcción de la Ferrovía bioceánica que uniría el puerto de Chancay en Perú al de Ilheus en Bahia; el puente de Salvador a Isla de Itaparica, entre muchos otros), comercio exterior, transferencia de tecnología, o apertura de fábricas de coches y de baterías, pueden aumentar más aun la fuerte presencia inversora de China en suelo brasileño. Fiel a la doctrina Monroe, la administración americana está en alerta: no aceptará tan fácilmente que el país más grande del subcontinente americano escape de su esfera de influencia. Pese a que Brasil decidió no adherirse al proyecto chino de la nueva “Ruta de la Seda”, es indudable que la creciente presencia del gigante asiático en la economía de Brasil, y el deseo de China de invertir en las infraestructuras tan necesarias para el desarrollo industrial del país, a cambio de disponer de la ingente cantidad de recursos naturales y productos agrícolas que Brasil puede ofrecerle, no puede menos que inquietar a la administración Trump. Una cosa son los acuerdos comerciales bilaterales, o el acceso a inversiones con que el gigante asiático seduce a cualquier gobierno, otra muy diferente es la constitución de bloques económicos fuertes como los BRICS, que pueden dar lugar a desequilibrios geopolíticos regionales y afectar a esa área de influencia “natural” de los EEUU que es América Latina. Más aún ahora cuando las medianas y grandes potencias mundiales están aprovechando las tensiones internacionales para redimensionar sus capacidades de influencia.

Otro factor reciente que no hay que perder de vista es la fuerte tensión entre las dos administraciones debido al deseo del gobierno brasileño de regular la actuación de las llamadas Big techs (Google, Meta, Microsoft, Amazon y Apple, entre otras). La propuesta de nueva regulación del sector disgustó a ese poderoso grupo de presión, aliado de última hora de la actual administración republicana. Las compañías tecnológicas ven en la regulación un intento del gobierno interferir en su libertad de actuación empresarial. Los tribunales brasileños ya habían decidido en junio hacer responsables a las empresas tecnológicas de los diferentes contenidos delictivos que pueden aparecer en esas plataformas digitales, aun cuando hayan sido publicados por sus usuarios. Por el antiguo marco civil brasileño de internet las plataformas digitales sólo eran responsabilizadas en caso de incumplir una orden judicial de retirar determinados contenidos considerados delictivos. La nueva normativa enviada al Parlamento va más allá, y pretende responsabilizar las plataformas por dichos contenidos, lo que supondría para ellas una pérdida económica, no sólo por la necesidad de una inversión directa para realizar el filtrado de los contenidos, sino también por la reducción de anuncios remunerados. Las actuales quejas de las empresas tecnológicas de datos e información son injustificadas, ya que tienen un superávit comercial con Brasil, que en 2024 estuvo en torno a los 23 mil millones de dólares. Para el presidente Lula da Silva, el actual modelo de sumisión a las tecnológicas debe acabar, ya que se trata de una cuestión “de soberanía nacional por lo que se debe obligar a esas empresas que operan en territorio brasileño a someterse a las leyes del país”. Según el gobierno, la nueva regulación intentaría equilibrar el derecho a la libertad de información con la protección ciudadana frente a los abusos practicados en la esfera digital.

Así pues, la subida de los aranceles del 10% al 50% para los productos de exportación es un arma con que las autoridades estadunidenses buscan generar nerviosismo en determinados sectores de la economía del país. Saben que por su tradicional sumisión política, económica, militar y cultural a los EEUU, Brasil es el elemento más débil para desestabilizar a los BRICS. Después de más de un mes desde el inicio de la imposición de los aranceles, el gobierno díscolo de Lula da Silva ya recibe presiones de la prensa mayoritaria y los sectores financieros para haga concesiones al chantaje de la administración Trump. Por ahora, el presidente resiste gracias en parte a la diversificación del mercado exterior brasileño y a su capacidad para tejer acuerdos internacionales, que amortiguan el cambio brusco de las reglas de uno de sus principales socios comerciales.

En efecto, en 2024 Brasil tuvo un flujo comercial con EEUU en el orden de los 80 mil millones de dólares, mientras que con China fue el doble, en el orden de 160 mil millones de dólares, con más de 30 mil millones de superávit comercial. Ello demuestra que es posible plantar cara al chantaje comercial de los EEUU cuando la dependencia de su mercado se ha relativizado en los últimos años. Y es que los BRICS ya son una potencia comercial mundial, que ha superado al G7, con un 40% del PIB mundial en paridad de poder de compra. Los intentos de Trump para estrangular comercial y políticamente al gobierno brasileño podrían estar abocados al fracaso, siempre que Lula da Silva no ceda a las presiones del gobierno de Trump y de sus vasallos en Brasil.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.