Nos sorprende hasta a nosotros, dinosuarios anteriores a la llamada «revolución» tecnológica digital, pensar cómo funcionaríamos sin celular, sin redes ni correo electrónico, sin guglear, mientras nos intentan seducir con la comodidad del mundo tecnológico, con un robot que haga la limpieza de la casa y nos avise si entran ladrones… Todo este seductor avance […]
Nos sorprende hasta a nosotros, dinosuarios anteriores a la llamada «revolución» tecnológica digital, pensar cómo funcionaríamos sin celular, sin redes ni correo electrónico, sin guglear, mientras nos intentan seducir con la comodidad del mundo tecnológico, con un robot que haga la limpieza de la casa y nos avise si entran ladrones…
Todo este seductor avance tecnológico esconde el fin de la seguridad, la vigilancia sin límites, la recolección indiscriminada de nuestros datos personales para enriquecer a megaempresas, la pérdida masiva de puestos de trabajo con la robotización y automatización. Y ni siquiera podemos echarle la culpa a algún fulano, sino que la tienen los algoritmos -que no tienen nada de transparentes ni de equitativos.
Hoy debemos analizar la integración vertical de proveedores de servicios de comunicación con compañías que producen contenidos (por ejemplo, ATT&T compra HBO y Times-Warner), la llegada directa de los contenidos (informativos, recreativos) a los dispositivos móviles, donde la televisión pasará a ser una pantalla más, la trasnacionalización de la comunicación y sobre todo de los temas de vigilancia, manipulación, transparencia y gobernanza en Internet. Ah, y del video como formato a reinar en los próximos años.
Hoy cinco de las 10 empresas de mayor cotización en la bolsa son del sector tecnológico y las tres del podio son Apple, Google y Microsoft . Sí, el problema es la concentración oligopólica: por el lado gráfico, 1.500 periódicos, 1.100 revistas, 9.000 estaciones de radio, 1.500 televisoras, 2.400 editoriales, están controlados por apenas seis trasnacionales.
Los riesgos de este modelo concentrador de las tecnologías digitales van mucho más allá de lo que ahora conocemos como Internet. En diversos sectores de la economía y la gestión político-social, se están produciendo cambios internos facilitados por la agregación y el análisis de datos (lo que se conoce como big data ). Son solo las grandes entidades (empresas transnacionales, gobiernos poderosos) que tienen la capacidad de almacenar y procesar tal cantidad de datos y de transformarlos en algoritmos, que son la base de la inteligencia artificial.
Nuestros datos se han convertido en el principal insumo de la nueva economía digital, dado que Internet se ha convertido en el sistema nervioso central de la economía global, así como del conocimiento, la información, la política y la vida sociocultural de la humanidad, lo que significará, de no producirse cambios en la gobernanza de la red de redes, en nuevas dependencias de nuestros países.
Es que cuando se trata de sistemas internacionales, no existe ningún organismo facultado para normar muchos aspectos de los flujos de datos, y mucho menos para supervigilarlos. Los nuevos monopolios digitales están explotando este vacío de regulación y supervisión para consolidar aún más su poder, y negocian a puerta cerrada las regulaciones que decidirán el futuro de la red, con muy poca o ninguna incidencia real de la ciudadanía.
Internet y el ciberespacio son el escenario de disputas de poder, donde las grandes potencias y corporaciones trasnacionales protagonizan una pugna mundial por conquistar y dominar esta nueva dimensión, integrándola en el marco de los conflictos geopolíticos, geoeconómicos y militares. Por eso, es un reto urgente de nuestras sociedades rescatar la Internet ciudadana, antes de que sea tarde.
Y las decisiones sobre estas cosas no son técnicas, sino políticas: es imprescindible mantener el carácter abierto y descentralizado de la red mundial de computadoras, discutir privacidad y protección de datos en un mundo en que no sólo las personas, pero las cosas (coches, heladeras, aviones, casas) están y estarán cada vez más interconectadas.
Un tratado sobre las corporaciones digitales debiera ser claro y plenamente aplicable a las empresas que operan en el mundo en línea, y preservar el derecho democrático de los pueblos a tomar las decisiones de política pública, que debe reconocer que son entidades globales, que deben estar sujetas a normas globales, lo que exige contar con un mecanismo para hacer cumplir estas normas globales.
Pero las megaempresas tienen capacidad de cooptar a los Estados. Las negociaciones de los tratados bilaterales y multilaterales de libre comercio TPP, TPIP y TISA, del Mercosur-UE, reducirán la capacidad de los Estados periféricos para proteger la privacidad y otros derechos ciudadanos.
Según los últimos cálculos, en el mundo hay unos 10 zetabytes de información (un zetabyte es un 1 con 21 ceros detrás), y la única manera de interpretarlos es con máquinas. El DeepLearning es la forma como se hace la Inteligencia Artificial: son redes neuronales que funcionan de manera muy similar al cerebro, con muchas jerarquías. Apple y Google y todas las Siri en el teléfono, todos lo usan.
Hoy el control emerge de la conjunción de medio, transporte y contenido. Los que controlan los sistemas de difusión, cada vez más inalámbricos, satelitales, eligen, producen y disponen cuáles serán los contenidos. El Big Data permite a la información interpretarse a sí misma y adelantarse a nuestras intenciones, y preocupa lo fácil que está siendo convertir la democracia en una dictadura de la información, haciendo de cada ciudadano una burbuja distinta.
Está de moda hablar de las noticias falsas, que en realidad son prácticas milenarias, que hoy son mucho más poderosas por su velocidad, potencia y bajo costo de producción. Son como el cáncer de la web que nacen como consecuencia de los modelos de negocios de Google, Facebook, Twitter y los miles de sitios que cada día intentan captar la atención en un mundo de concentración informativa y crisis del periodismo.
Las llamadas fake news es información falsamente descriptiva que busca manipular a la audiencia sin importar su propósito. Pero hasta que se creó la web, el acceso a audiencias masivas estaba monopolizado por quienes concentraban el poder político o los dueños de diarios, radios y canales de TV. La llegada de las redes sociales multiplicó el alcance de los internautas exponencialmente, dinamitando ese control primario de la información.
Ante el desastre producido por los terremotos el presidente mexicano Peña Nieto instó a los ciudadanos»no dejarse engañar ni confundir por la desinformación o noticias falsas de las redes sociales.
Aquella metáfora, en el filme The Truman Show, por la cual un hombre es sólo parte de un reality show dentro del cual cree haber nacido y vivido toda su existencia, según un guion ajeno que desconoce, nos plantea si no seremos un sueño inventado por los medios masivos de comunicación,
El negocio de la televisión y el cine está experimentando un cambio rápido a medida que el streaming de video gana terreno sobre los modos tradicionales de visualización. En los últimos años, el proveedor de cable Comcast compró a NBC Universal y DreamWorks. Disney compró a Marvel, Lucasfilm, e invirtió en el servicio de streaming MLB Advanced Media. Verizon compró a AOL y Yahoo para alimentar sus propias ambiciones de contenido y publicidad.
Todas esas megaempresas de Internet acumulan información sobre cada uno de nosotros cada vez que utilizamos la web, que ellos comercializan vendiéndola a otras empresas o a la Agencia de Seguridad Nacional de EE. UU. Una sociedad conectada es una sociedad espiada y una espiada es una sociedad controlada.
Hoy más que nunca, la dictadura mediática, cada vez en manos de menos generales de las corporaciones, busca garantizarse hegemónicamente la imposición de imaginarios colectivos, narrativas, discursos, verdades e imágenes únicas. Es el lanzamiento global de la guerra de cuarta generación a los usuarios digitalizados del mundo. ¿Será el inicio de la guerra de quinta generación?
A veces pienso que en esta guerra ideológica nos llevan a combatir en escenarios de batalla equivocados o perimidos, mientras ellos desarrollan sus estrategias, tácticas, ofensivas en nuevos campos. Todo cambia, mientras nosotros, desde el campo popular parece que estuviéramos anclados, aferrados, a los mismos reclamos y reivindicaciones.
¿De qué estamos hablando cuando reclamamos la democratización de la comunicación y de la información? ¿Para qué queremos nuevos medios, nuevas frecuencias si no contamos y sumamos nuevos contenidos que tengan que ver con nuestras idiosincrasias, nuestras luchas, nuestros anhelos, nuestra memoria?, preguntan unos. ¿Cuándo vamos a construir nuestra propia agenda y dejar de ser reactivos a la agenda del enemigo? ¿Cómo vamos a romper esta ilógica lógica comunicativa desde organizaciones verticales? La horizontalidad ayuda a construir unidad, en procesos de organización, con movilización, señalan desde los movimientos sociales.
Lo cierto es que la vieja caja de herramientas ya no nos sirve. La academia poco nos ha ayudado en los últimos 40 años y no ha sumado teoría a la praxis elaborada por nuestros pueblos. De eso es de lo que debemos hablar: cómo y con qué herramientas luchar en estos nuevos campos de batalla.
Este texto es la introducción el tema de Medios, en Diálogos por una Internet ciudadana: NuestrAmérica rumbo al Foro Social de Internet, Quito 27 de setiembre de 2017.
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