La Cumbre del G8 ha acabado hoy con la ya tradicional muestra de buenas intenciones. No obstante, las promesas del G8 se han vuelto a quedar cortas ante el reto de acabar con la pobreza. La Cumbre, marcada por las masivas movilizaciones sociales y el ataque terrorista a Londres, ha resultado ser poco más que […]
La Cumbre del G8 ha acabado hoy con la ya tradicional muestra de buenas intenciones. No obstante, las promesas del G8 se han vuelto a quedar cortas ante el reto de acabar con la pobreza. La Cumbre, marcada por las masivas movilizaciones sociales y el ataque terrorista a Londres, ha resultado ser poco más que una gran campaña de lavado de imagen.
El G8 ha prometido incrementar las ayudas a los países empobrecidos en 50 mil millones de dólares los próximos 5 años, de los cuales unos 20 mil millones irían a África. Tal y como denuncia la campaña británica Make Poverty History, la mayor parte de esta promesa corresponde a ayudas comprometidas anteriormente. Aun con todo, el conjunto las ayudas comprometidas serán muy inferiores al compromiso del 0’7 % del PIB de los países del G8.
El comunicado del G8 se queda además en promesas vagas y poco concretas, sin especificar cómo será ejecutada esta ayuda. La calidad de la ayuda oficial al desarrollo resulta casi tan importante como la cantidad. El G8 no especifica por ejemplo si las nuevas ayudas serán en forma de donaciones o de préstamos (que incrementan la deuda de los países empobrecidos) o si estarán ligadas a los intereses comerciales de los donantes en lugar de priorizar las necesidades de los países receptores de la ayuda.
En cuanto a la promesa de cancelación de la deuda externa de los países empobrecidos, el ODG reitera la denuncia de insuficiencia de la misma. La propuesta que el G8 pone sobre la mesa, y que se deberá discutir en la próxima reunión anual del Banco Mundial y el FMI, es insuficiente por hacer referencia tan sólo a un grupo muy reducido de países (18) y a una parte de la deuda (la multilateral, excluyendo las deudas al Banco Interamericano de Desarrollo), alcanzando, en caso de cumplirse en su totalidad, a menos del 2% del total de la deuda de los países empobrecidos.
Se trata, además, de cancelaciones condicionadas al cumplimiento de las políticas económicas neoliberales marcadas por el Fondo Monetario Internacional en el marco de la Iniciativa HIPC (de Países Empobrecidos y Altamente Endeudados, en sus siglas en inglés), que incluyen, entre otras medidas, una mayor apertura de mercados, más privatizaciones y promoción de las exportaciones en un mercado internacional marcado por relaciones muy desiguales entre países ricos y países empobrecidos. Esta condicionalidad se contradice con la misma declaración del G8 que argumenta que los países en desarrollo deberían tener la libertad de «decidir sus políticas económicas que se adecuen a sus propias estrategias de desarrollo». De nuevo, buenas palabras que mueren al trasladarse en iniciativas concretas.
Por lo que respecta al acuerdo final sobre cambio climático anunciado por el G8, los líderes de los países más poderosos del planeta han sido incapaces de acordar las medidas necesarias para un progreso efectivo en la lucha contra el cambio climático. Una vez más nos encontramos pues ante un plan retórico pero carente de un compromiso efectivo en las actuaciones: en el acuerdo no se establecen objetivos de reducción en las emisiones, no dispone un calendario de acciones, ni existe un compromiso presupuestario.
La carencia de resultados en la lucha sobre el cambio climático supondrá un problema insalvable para el desarrollo de muchos de los países empobrecidos. A pesar de que los países del G8 actualmente emiten una cantidad desproporcionada de los gases que aceleran el cambio climático (representan un 45% de las emisiones globales a pesar de tener únicamente un 13% de la población mundial), los efectos se producen también en los países menos emisores y más empobrecidos. La responsabilidad no es compensada, adquiriéndose así una deuda ecológica con los países empobrecidos. No existe solución a la pobreza si no se afronta con acciones concretas y decididas contra el cambio climático.
Finalmente, la falta de acuerdos concretos y compromisos relevantes en ninguno de los temas tratados en la cumbre, demuestra que los discursos grandilocuentes y aparentemente esperanzadores de los líderes del G8, sobre todo en torno a la lucha contra la pobreza y a la situación del continente Africano, no son más que una gran campaña de márqueting.
Desde el ODG queremos denunciar que el G8, una reunión informal de los presidentes de sólo 8 países de los 191 que componen las Naciones Unidas, carece de legitimidad democrática para erigirse en el gobierno del mundo. Ante esta realidad, es necesario crear un nuevo sistema de instituciones internacionales verdaderamente democráticas, para asegurarnos que cuestiones como la lucha contra la pobreza, el cambio climático o la gobernabilidad global no quedan en manos de los 8 más ricos.
La respuesta de Rodríguez Zapatero al G8
Más allá de lo acordado en la Cumbre del G8, en el día de hoy el ejecutivo español ha acordado incrementar el importe de la condonación de deuda a los 38 países que forman parte de la Iniciativa HIPC destinando 356 millones de euros más a los 1.860 millones de euros ya comprometidos con anterioridad. Desde el ODG damos la bienvenida a esta iniciativa gubernamental. No obstante, es importante recordar que esta cancelación se enmarca, al igual que las promesas de cancelación del G8, en una iniciativa que está exigiendo a los países endeudados estrictos ajustes económicos para sus economías, en los que se incluyen privatizaciones de sectores estratégicos para el bienestar de sus poblaciones. Por ello, pedimos al gobierno transparencia en la manera cómo se va a proceder, así como en el calendario de cumplimiento de la adopción de dichos compromisos, a fin que estas condonaciones no sean condicionadas y que sean diligentes en su ejecución.
Asimismo, en el Consejo de Ministros se han aprobado las orientaciones que servirán de marco rector para la política de conversión de deuda por proyectos educativos, medioambientales y de infraestructuras para el futuro. Este tipo de operaciones computan como Ayuda Oficial al Desarrollo, aunque no suponen nuevo flujo de recursos del Estado español hacia terceros países. Consideramos que estas actuaciones deben ser adicionales al compromiso del ejecutivo de alcanzar el 0,5% del PIB en AOD para el 2008, y en ningún caso deberán suponer una detracción de recursos para la cooperación al desarrollo. Asimismo, el gobierno español no debería tratar de alcanzar los acuerdos del Protocolo de Kyoto mediante proyectos de conversión deuda por inversiones que aumenten las capturas de gases que aceleran el cambio climático. Entendemos que los objetivos del Protocolo de Kyoto de deben conseguir mediante una auténtica reducción de las emisiones de dichos gases.
Observatori del Deute en la Globalització Càtedra UNESCO en tecnologia, desenvolupament sostenible, desequilibris i canvi global de la Universitat Politècnica de Catalunya Observatorio de la Deuda en la Globalización (Iolanda Fresnillo)