Todo parece indicar que la cumbre del G 20 será un evento más, que pase «sin pena ni gloria», pues la diversidad de intereses existentes no da para soluciones globales, más aún cuando en el mundo ha venido surgiendo una nueva configuración económica financiera y que no está ausente de grandes conflictos de intereses. Tal […]
Todo parece indicar que la cumbre del G 20 será un evento más, que pase «sin pena ni gloria», pues la diversidad de intereses existentes no da para soluciones globales, más aún cuando en el mundo ha venido surgiendo una nueva configuración económica financiera y que no está ausente de grandes conflictos de intereses.
Tal vez uno de los personajes más ingenuos al respecto, es el propio presidente del país anfitrión (Argentina), Mauricio Macri, que, en más dos años de gestión presidencial, ha mostrado una gran incompetencia para resolver los problemas de la crisis económica que vive su país y dependiendo además de las decisiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), que es la entidad que está determinando que se hace o no se hace en materia económica en la Argentina. Puesto que todos sabemos además, que el FMI trabaja para los intereses económico de los grandes capitales y no para resolver los problemas del ciudadano de a pie o del que se atreve a participar de una protesta o paro general.
Dentro de los diversos países que participan en dicho encuentro, los que dictan las reglas del juego, son los países más desarrollados y con economías relativamente sólidas, que suelen ser los que definen el camino a seguir en materia económica y comercial, en donde una buena parte del G 20 tiene que acatar lo que decidan los Estados Unidos, la Unión Europea, China, Rusia, Japón y la India, solo por destacar los países más relevantes en este sentido.
En el G 20 no se van a resolver los problemas derivados de la gran brecha entre unos pocos ricos y las grandes mayorías que viven de un salario, tampoco se van a resolver los problemas del desempleo, la pobreza, el subdesarrollo, las grandes desigualdades sociales y todas las lacras que ha venido generando el capital trasnacional.
Más aún cuando estamos enfrentados a dos polos importantes de intereses, uno que aboga por el «proteccionismo económico y comercial» (EE.UU.) y que no está interesado en la cooperación internacional y que quiere imponerle al resto del mundo, su propia forma de cómo tiene que funcionar la economía a escala global, pero siempre en función de sus propios intereses.
El otro polo y que representaría a la mayor parte de los países del planeta, está por una conducción económica donde prime el multilateralismo, la cooperación y una economía que beneficie a todos por igual, sin que se aplique la ley del más fuerte, por eso, es de cierta ingenuidad pensar que, en estas cumbres, se pueda avanzar en resolver los problemas más apremiantes de los habitantes de cada país.
Recordemos que el sistema capitalista como sistema económico no apareció sino hasta el siglo XVI en Inglaterra , en sustitución del feudalismo. Y dicho sistema hasta nuestros días, no ha resuelto el problema del hambre en el mundo, del subdesarrollo de la gran mayoría de países, de la extrema pobreza, la pobreza, la inestabilidad laboral, el desempleo, la inseguridad ciudadana y menos las crecientes desigualdades sociales que van surgiendo en los llamados países capitalistas desarrollados y emergentes.
Entonces, porque tendríamos que pensar que los representantes de los grandes capitales y las mafias bancarias anquilosadas en el G 20 tendrían la buena voluntad por resolver los problemas más apremiantes a escala global, ¿si desde el Siglo XVI no lo han hecho?
Hoy un sector del capitalismo mundial, representado por el eje anglosajón (EE.UU. Reino Unido) y una parte de la UE, que promueve a través de los medios de prensa a su servicio, las políticas del odio, las agresiones verbales y las sanciones a aquellos países que no se alineen con sus dictados y que eso, vaya a fructificar en el G 20 de Buenos Aires, es seguir viviendo en la ingenuidad política y económica.
Nos hablan de que allí se discutirá acerca del futuro del trabajo en la era digital (+desempleo), nos llegan con el cuento de que ahora podrán más atención en la educación, mientras reducen los presupuesto para tal área, nos dicen que están por un desarrollo sostenible, cuando uno de las mandatarios que estará presente en la cumbre, ni siquiera cree en el cambio climático y el desastre ecológico del planeta del cual somos todos responsables, ricos y pobres. Y lo que es para la risa, eso de garantizar la «seguridad alimentaria» (ejemplo Yemen-África), mientras promueven el boicot alimentario a las economías de Cuba, Venezuela, Irán y otros países.
Lo cierto, es que cada vez más, estamos entrando en una espiral cada vez más peligrosa, no solo desde el punto de vista económico comercial y sus respectivas guerras, también en el ámbito de los problemas medio ambientales, el agotamiento de los recursos naturales y el pertinente saqueo de las materias primas a cualquier precio, vía intervenciones militares, golpes vía judicial o parlamentarios, guerras civiles o simplemente dictaduras militares, que suelen ser la guardia pretoriana del poder del dinero.
La ingenuidad es tan grande, que pretender creer que en el G 20 se van a resolver los problemas derivados de la guerra comercial del Sr. Trump contra el mundo, de los aranceles al acero y los automóviles a la Unión Europea o lo relativo al tratado INF de reducción de armas nucleares , que Donald Trump quiere revocar o las reformas a la Organización Mundial de Comercio (OMC), es como seguir arando en el agua.
Ahora la prensa del sistema está abocada a grandes especulaciones en cuanto a lo que vaya a suceder y lo que no sucedió en el G 20, como si desde allí saliera la varita mágica que resolverá todos los problemas del mundo, eso de que todos (G 20) vayan a trabajar juntos en pos de la solución de los problemas globales, no es más que una quimera.
Lo único que podemos esperar de los representantes del capital, con algunas y muy pocas excepciones, es más de lo mismo o una mayor división antes los diversos intereses geopolíticos que están en juego y que nos podría conducir al desastre final, si sigue imperando el primitivismo del género humano.
Eduardo Andrade Bone, analista político, comunicador social, corresponsal de prensa.
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