Hace un par de días se produjo el acontecimiento tan esperado por algunos, temido por otros; el senado brasilero «impidió» a la presidenta Dilma Rousseff. Apartada del gobierno por 180 días que, todo parece indicar, conducirán a su destitución definitiva. El nuevo presidente es un viejo reaccionario y corrupto, marañero eterno de la política que […]
Hace un par de días se produjo el acontecimiento tan esperado por algunos, temido por otros; el senado brasilero «impidió» a la presidenta Dilma Rousseff. Apartada del gobierno por 180 días que, todo parece indicar, conducirán a su destitución definitiva.
El nuevo presidente es un viejo reaccionario y corrupto, marañero eterno de la política que traicionó a la ahora ex presidenta.
Hemos realizado un extenso análisis económico del Brasil los últimos 15 años. Los trabajos se pueden leer en este número de «Gallo Rojo».
Desde que Dilma fue reelecta en 2014 contó, a diferencia de lo que había sucedido en las dos elecciones de Lula y en la primera de ella, con el antagonismo de sectores de la burgesía brasilera. En particular las reacciones de «los mercados», regidos básicamente por los operadores financieros (bancos comerciales nacionales y extranjeros, así como grandes bancos de inversión sobre todo extranjeros) manifestaron su desagrado con ella.
Comenzó a desarrollarse la investigación judicial que se llamaría «Lava Jato» y que implicaría en hechos de corrupción a las principales empresas constructoras del país, junto a Petrobras y un amplio espectro de políticos de todos los partidos mayoritarios. Simultáneamente, en 2014 amplias protestas sociales repudiaron los gastos y las expulsiones de barrios enteros generadas por la preparación del mundial de fútbol. Y como culminación de todo esto se manifestó una brutal crisis económica con sus secuelas de caída del consumo de amplios sectores populares y de clase media, desempleo e inflación acelerada.
Este cóctel hizo caer la popularidad de todos los políticos sin excepciones, pero en primer lugar, la de Dilma.
La gran prensa que otrora apoyara o tolerara pacíficamente al petismo salió ahora a disparar su artillería pesada contra Dilma y contra su principal soporte; Lula. Amplias capas medias de la población que se habían beneficiado ampliamente con las políticas económicas y sociales del PT salieron a la calle, junto a la más rancia burguesía, a protestar exigiendo «Fora Dilma».
Simultáneamente Michel Temer maniobraba bajo cuerda, junto al demostradamente corrupto presidente de la cámara de diputados, Álvaro Cunha, armando la operación que acaba de culminar estos días. Cunha ha sido, después de cumplir su papel decisivo en el «impedimento» apartado del cargo por un juez de la Corte Suprema de Justicia.
Todo este tiempo «los mercados» en Brasil fluctuaron al son de dos músicas: 1) Los flujos de capital determinados por las indicaciones de la Reserva Federal de EEUU que al subir mínimamente la tasa de interés de referencia sobre fines de 2015 provocó una corrida brutal de capitales desde la periferia hacia el centro. Este movimiento se ha morigerado las últimas semanas a causa de la cautela que la misma Fed manifiesta, atemorizada por el terremoto financiero que originó la referida acción. 2) El desarrollo de la crisis política en el país. Cada vez que se aceleraba el proceso conducente a la destitución de Dilma los mercados subían. Y hacían lo contrario cuando los hechos señalaban en el otro sentido.
Los índices bursátiles subieron aproximadamente un 55% desde sus mínimos a principios de este año. El tipo de cambio del Real contra el dólar se revaluó, asimismo, un 15%. Las dos últimas semanas, al compás de un proceso político que se veía como irreversible, ambas variables alcanzaron valores máximos. En particular, cuando el nuevo presidente de la cámara de diputados, Maranhao, anunció hace unos días la invalidez del «impedimento» la bolsa se desplomó, por algunas horas un 6%. Y retomó los valores anteriores cuando el presidente del senado reafirmó que el juicio seguía adelante.
Como era de esperarse Temer nombró un gabinete blanco, macho y de derecha. La principal figura, el banquero Meirelles no es otro que el ex presidente del banco central de Lula. Para que se vea que el cambio no es tan radical como algunos afirman. El ministro de agricultura ya no es un antesalista del agronegocio (como Katia Abreu, la figura que nombró Dilma al asumir en 2014); es uno de los principales plantadores de soja del país. Nos hace acordar a aquel gabinete gran empresarial de Jorge Pacheco Areco cuando asumió en Uruguay en 1967. O a la «ceocracia» (como la llaman ahora) que nombró Macri en Argentina.
Todo parece cuadrar a la perfección…pero….resulta que ayer Bloomberg, sitio de las finanzas internacionales para nada afín a ideas socialistas o de izquierda afirma:
«El nuevo líder de Brasil, Michel Temer, tratando de unir una nación dividida ha seleccionado un gabinete de ministro desde diversos lugares de este extenso país: jóvenes, viejos, norteños, sureños. Pero, de los más o menos 24 nombrados hasta ahora todos son hombres y ninguno negro. Esto ha generado una crítica intensa e instantánea.»
«Después de los gobiernos del Partido de los Trabajadores, que incluían mujeres y negros el plan es ahora un gobierno Temer sin diversidad», escribió Miriam Leitao, una muy leída columnista del periódico O Globo y crítica del gobierno saliente, en un comentario que tuvo eco en las redes sociales. «Comienza a parecerse al pasado».
Y continúa, más adelante, Bloomberg: «Temer, que habló rodeado de hombres también eliminó los ministerios de la mujer, de la equidad racial y de los derechos humanos, el cual integró al ministerio de justicia»
Y, junto a su ministro de economía, prometió un gran ajuste fiscal para enderezar las cuentas públicas. Es que el déficit ronda el 10% del pbi. Una cifra insostenible, particularmente en una economía en fuerte recesión.
O sea que este presidente no electo, sumamente impopular (su aceptación es inferior al 10%) se planta ante un país donde en la población predominan mujeres, negros y mulatos para llevar adelante un ajuste que provocará más desempleo, caída de salarios y jubilaciones y reducciones en los planes sociales.
No ha tenido siquiera la cintura política, la sensibilidad, para gestos como reflejar en su gabinete en algo la composición racial y de género del país. ¿No habrá en Brasil mujeres y hombres de color suficientemente neoliberales como para llevar adelante el ajuste? Evidentemente la soberbia lo ha cegado. A él y a la runfla que hoy asume triunfal el gobierno. La historia les va a pasar la cuenta.
Considero muy difícil que, salvo algún choque externo ampliamente positivo que levante rápidamente la economía, Temer pueda continuar por mucho tiempo en la presidencia. Gran parte de las mismas masas que la últimas semanas se manifestaban gritando «fora Dilma» se lanzarán a las calles pidiendo su destitución. Y se les sumarán quienes han defendido al gobierno del PT y muchos que no querían a Dilma pero que tampoco buscaban le entronización de estos reaccionarios. Y se quedaban en su casa.
Veremos.