Se juntaron los poderes económicos, mediáticos, jurídicos y el congreso, y dieron un golpe institucional derrocando a la Presidenta Dilma, sin que se hubiese cometido ningún crimen, como exige la constitución. El pueblo incrédulo, apenas asistió a todo eso por televisión. Creían que iba a hacer un gobierno de frente nacional, donde cabrían todos, ¡menos […]
El pueblo incrédulo, apenas asistió a todo eso por televisión.
Creían que iba a hacer un gobierno de frente nacional, donde cabrían todos, ¡menos el pueblo!
Todo eso salvaría a la burguesía de la crisis económica, el PIB volvería a crecer y calmaría a los trabajadores.
La crisis económica sólo se agravó. Hasta porque los capitalistas en vez de invertir en la producción, prefieren el «rentismo» de los intereses. Y el estado brasileño paró de hacer inversiones públicas, porque el gobierno golpista prefirió dilapidar a las empresas estatales en las que antes se invertía. Y la tasa de inversiones sobre el PIB, en el 2016 fue de apenas el 16,9%, cuando el padrón necesario debería estar en torno al 25%, lo que revela que la crisis va a continuar por mucho tiempo.
La crisis social ya huele a tragedia con las protestas hasta de presidiarios y de la policía militar. Doce millones de trabajadores desempleados se suman a otros ocho que nunca trabajaron. Falta trabajo para 20 millones de adultos. Y la violencia social contra los pobres, que mata 50 mil jóvenes por año en las periferias, continúa silenciada.
La crisis ambiental, que afecta a todo el mundo, está allí, con el cambio climático, la sequía y la falta de agua, incluso en la capital federal en plena época de lluvias. Esto es una consecuencia de la furia del capital sobre los bienes de la naturaleza, con sus venenos, el monocultivo y la explotación depredadora de los minerales. Mariana está allí, con una herida abierta, y el Rio Doce, muerto, esperando la compensación de dos mil millones que la empresa Vale dice no tener, a pesar de los 13,3 mil millones de beneficio neto obtenido en el año 2016, que distribuirá entre sus accionistas, 52% residentes en el extranjero. ¡Y el poder judicial servil y promiscuo finge no darse cuenta!
El comandante del Ejército se dirige a la sociedad y dice que la nación está a la deriva, ¡y todo el mundo se queda en silencio, como si hablara de otro planeta! Ahora, cuando el comandante de las fuerzas armadas, la institución más disciplinada de la sociedad, advierte que el barco perdió el control, nadie sabe a dónde va y se hundirá… Es por eso que la situación es muy grave.
Para eso precisamos de elecciones generales, cuanto antes, combinada con una reforma política de emergencia, que garantice elecciones limpias sin influencia del poder económico y de la corrupción. Y el compromiso del nuevo congreso, convocar a una asamblea nacional constituyente exclusiva.
O sea, sólo recuperar la democracia podrá salvar a la sociedad, para que tengamos en el comando un gobierno legítimo y popular, que pueda debatir con la sociedad un nuevo proyecto de país.
Fuente: http://www.alainet.org/es/articulo/183833, tomado de la revista brasileña Caros Amigos