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El gran tema: la desigualdad

Fuentes: Bitácora

América Latina es la región más desigual del planeta. El 10% más rico de la población tiene el 48% del ingreso total, y el 10% más pobre sólo el 1.6%. Una distancia entre unos y otros de 50 a 1. En Brasil es de 54 a 1, en Colombia 57 a 1, en Guatemala 63 […]

América Latina es la región más desigual del planeta. El 10% más rico de la población tiene el 48% del ingreso total, y el 10% más pobre sólo el 1.6%. Una distancia entre unos y otros de 50 a 1. En Brasil es de 54 a 1, en Colombia 57 a 1, en Guatemala 63 a 1. En Italia en cambio 14 a 1, en España 8 a 1, y en los países escandinavos 3 a 1.

La desigualdad está en todo no sólo en los ingresos. Hay una aguda desigualdad en el acceso a la tierra. Hay desigualdad en la posibilidad de obtener créditos. Los 60 millones de pequeñas y medianas empresas sólo tienen el 5% del crédito que otorga el sistema financiero, el 95% va a las grandes. Hay desigualdad en la educación. Casi todos los niños inician la primaria, y esos es un gran avance de la democracia, pero sólo 4 de cada 10 terminan la secundaria. Los otros 6, desertan o repiten antes y son casi todos de los estratos pobres. Las causas: tienen que trabajar desde pequeños, sus familias no los pueden apoyar en la escuela porque están luchando por sobrevivir, algunos pertenecen al 20% de niños desnutridos (en Guatemala es el 48%). Hay inequidad en la protección en salud. En el Canadá mueren sólo 8 madres por cada 100.000 partos, en América Latina 94, y en Bolivia 230. En Suecia sólo 3 de cada 1000 niños mueren antes de cumplir 5 anos de edad, en América Latina 33, en Bolivia 67.

Estas desigualdades y otras, como la nueva la brecha digital, se refuerzan las unas a las otras, y crean »trampas de pobreza». Si un niño nació en una Villa Miseria en la Argentina, en una favela en Brasil, o en una población indígena en Chiapas, México, difícil termine la escuela primaria, no va a conseguir más que changas, va a ganar muy poco, y va a constituir una familia igual. El 80% de los niños que vienen de padres que no terminaron la primaria, tampoco la terminan.

Los círculos perversos de desigualdad, culminan en el cercenamiento de los derechos más básicos, como el derecho a la familia, y a la vida misma. Una proporción significativa de las parejas jóvenes pobres que quisieran formar familia no la forman por las incertidumbres económicas severas, y muchas familias pobres se quiebran bajo el stress socioeconómico permanente.

Por otra parte, la esperanza de vida es muy disímil según el sector social. Basta en cualquier ciudad latinoamericana en pasar algunas estaciones de metro, de las zonas más prosperas a otras más pobres para ver como va descendiendo. Como promedios mientras los canadienses viven 80.4 años, los latinoamericanos 72.6, 8 años menos, los guatemaltecos 12,5 años menos, los hondureños 11,2 años menos, y los bolivianos 15 años menos.

Hoy sabemos que no es que en América Latina hay pobreza, y hay desigualdad. Esa es una presentación superficial de los hechos. En América Latina un Continente de un potencial económico excepcional, inmensamente rico en materias primas estratégicas, fuentes de energía baratas, posibilidades agropecuarias, hay pobreza porque hay desigualdad. Un aumento de un 0.001 en el coeficiente Gini que mide la desigualdad en la distribución de ingreso, hace disminuir en 0.6 años la esperanza de vida. Al revés, aun cuando aumente el producto bruto si hay alta desigualdad la pobreza no retrocede.

La desigualdad genera pobreza, pero además impide un crecimiento económico sostenido. Reduce el número de consumidores, obstruye la formación de ahorro nacional, tensa al máximo la sociedad y genera ingobernabilidad. Cuando se le pegunta a los latinoamericanos en las encuestas, el 89% dice que resiente profundamente los elevados niveles de desigualdad de la región, y lo expresan en sus protestas permanentes, y en su pronunciado viraje político en los últimos años.

La desigualdad es inevitable, como solían decir los economistas ortodoxos, ¿es una especie de fase necesaria del desarrollo?. No parece. Los países líderes en desarrollo humano, competitividad, y progreso tecnológico como Noruega, Suecia, Finlandia, Canadá, Holanda, tienen todos alta equidad. La aseguran Estados muy activos y protectores, sistemas fiscales progresivos, y un consenso social sobre las virtudes de la equidad.

Así por ejemplo, entre otros, el caso argentino también desmiente categóricamente la ortodoxia. En los 90 la desigualdad bajo el impulso de las políticas aplicadas en el gobierno de Menem pegó un salto gigantesco. 7 millones de personas dejaron de ser clase media para transformarse en nuevos pobres. El coeficiente Gini brincó de 0.42 en 1992, a 0.47 en 1997. La sociedad se polarizó. La pobreza se disparó llegando a finales del 2002, al 58% de la población (era a inicios de los 60, menor al 10%). Todo ello no fueron fatalidades inexorables, sino el producto lógico de las políticas de destrucción del Estado, privatización salvaje, desprotección total de la pequeña y mediana industria y comercio nacional, concentración del crédito, y otros similares aplicadas con toda ortodoxia, y altas dosis de corrupción. Los resultados fueron la creación de gigantescas »trampas de pobreza» para gruesos sectores de la población que llevaron desde suicidios, a implosión de familias, y sufrimientos sociales cruentos.

La desigualdad no es un destino, puede enfrentarse. Debe haber una combinación de políticas afirmativas que abran oportunidades a los excluidos, políticas económicas que activen las posibilidades de las pequeñas y medianas empresas, democratización del crédito, un gran esfuerzo por asegurar educación y salud a todos. Los Gobiernos tienen una responsabilidad central, pero junto a ellos se requiere el concurso de la empresa privada poniendo en practica la idea de responsabilidad social empresarial, y la cooperación de todos los sectores de la sociedad civil. Asimismo una cultura proequidad. Un modesto país centroamericano de muy pocos recursos naturales Costa Rica, fue en esa dirección durante décadas, invirtiendo sistemáticamente en educación y salud pública. A pesar de viscitudes, tiene uno de los mejores coeficientes Gini de la región, y la menor cifra de pobreza (la mitad del promedio regional).

La equidad es una idea muy vieja. Ya Platón decía que las distancias en una sociedad no deben ser mayores de 3 a 1, y antes aun el Antiguo Testamento proclamaba a través de los Profetas la igualdad básica de todos los seres humanos. Las sociedades que la han practicado han logrado conformar economías inclusivas donde al ser todos productores y consumidores toda la sociedad gana, y están liderando las tablas mundiales. Es hora de lograr a través del esfuerzo colectivo que América Latina deje de ser la más desigual de todas las regiones.

(*) Profesor Honorario de la Universidad de la República. Su reciente best seller internacional: »Más ética, más desarrollo» termina de ser publicado en España por el Gobierno español, y está en edición por la UNESCO en Brasil, en portugués.