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EEUU-Oriente Próximo

El grupo de Baker frente al lobby judío

Fuentes: Rebelión

Traducido del inglés para Rebelión y Tlaxcala por Maria Poumier y Beatriz Morales Bastos

Introducción

Las posibilidades de un cambio en la dirección de la política de Estados Unidos en Oriente Próximo son extremadamente improbables. La razón es el creciente poder del lobby [1] judío en el Congreso, la masiva campaña de propaganda sionista en todos los medios de comunicación, el hecho de que Olmert lleve a Bush ‘agarrado por la nariz, como un buey’ y una gran cantidad de actividades relacionadas con ello. El resultado final es que el Congreso no retirará o reducirá las tropas estadounidenses ni el fondo de guerra para la guerra de Iraq. Con la ayuda de McCain y Clinton, Liebermann, Reid y Hoyer, Bush presionará para que le concedan más tropas en busca de un baño total de sangre en Bagdad. El Grupo de Estudio de Iraq de Baker, sitiado por sioncons y sionlibs [2], será incapaz de saber qué hacer con el problema de la violencia israelí contra los palestinos o de entablar un diálogo con Siria e Irán sobre cualquier tema más que en los términos más limitados y poco prometedores.

El Grupo de Estudio de Iraq de Baker y la guerra preventiva del lobby

Ehud Olmert, primer ministro de Israel, impuso firmemente la línea de partido para la Conferencia de Presidentes de las Principales Organizaciones Judías Estadounidenses (CPMAJO, en sus siglas en inglés) y los grupos pro Israel afines durante su visita a Washington el 13 de noviembre en la que expresó su apoyo categórico a la política de la guerra de Iraq de Bush y su estrategia de confrontación con Irán. Según el diario israelí Haaretz (14 de noviembre de 2006): «Olmert dijo que Israel y otros países de la zona deberían estar agradecidos a Estados Unidos y a Bush. Dijo que la guerra de Iraq tenía un dramático efecto positivo en la seguridad y estabilidad de Oriente Próximo, así como una importancia estratégica desde la perspectiva de Israel (el subrayado es mío) y de los Estados Árabes moderados. Olmert afirmó que estaba satisfecho con la postura adoptada por Bush respecto a Irán, que había ido más allá (el subrayado es mío) que en sus anteriores encuentros en mayo. «El papel de Irán en las conversaciones fue muy claro, muy serio y muy significativo, y salí del encuentro con un sentimiento extraordinario», afirmó Olmert.»

Nada expresa mejor el poder del lobby judío sobre la política estadounidense que el cobarde silencio de destacados demócratas ante esta flagrante intervención de un dirigente extranjero en la política interna estadounidense: el congresista demócrata Pelosi se tragó el sapo en silencio. Los únicos críticos de los congresistas se quejaron del ‘partidismo’ de Olmert -tomando partido por Bush, aceptando tácitamente que Olmert estaba vulnerando la soberanía estadounidense, un principio ampliamente aceptado por los cincuenta senadores y congresistas judíos y sus numerosos seguidores gentiles del ámbito prosionista.

Olmert se estaba adelantando claramente a cualquier propuesta nueva más flexible que pudiera emanar del Grupo de Estudio de Iraq de Baker. A este respecto, Olmert manejó a su antojo, con éxito, al presidente Bush – como una vez se vanaglorió el ex primer ministro Sharon. Tras el encuentro con Olmert, Bush se hizo eco de la voz de su amo y pidió al mundo que se uniera para aislar a Irán hasta que «abandonara sus ambiciones nuclearesSi siguen adelante con el programa, tiene que haber consecuencias. Y una buena manera de empezar es trabajar juntos para aislar al país… Las ambiciones nucleares de Irán no son en interés del mundo. Si Irán tiene armas nucleares, será terriblemente desestabilizador».

Olmert consiguió que Bush se comprometiera a adoptar una postura incompatible con las propuestas de Baker de reunirse con Irán: una estrategia de aislamiento, sanciones y amenazas militares es claramente incompatible con cualquier diálogo abierto y significativo, para qué hablar de una cooperación de Irán y Siria para estabilizar Iraq. Sin embargo, como Olmert afirma explícitamente, sigue la línea de los ‘intereses estratégicos’ de Israel de extender su poder y dominación en Oriente Próximo debilitando o destruyendo a sus adversarios. Por otra parte, Olmert avergonzó a los judíos sionistas al elogiar públicamente la invasión y ocupación de Iraq por Estados Unidos, cuando el 85% de los votantes demócratas y el 60% del electorado estadounidense está harto de las muertes (más de 2.890 ) y mutilaciones (más de 25.000) de los soldados estadounidenses. Para los y las congresistas demócratas del ‘Primero Israel’ (la mayoría) que desde el primer momento conocían la postura de Israel a favor de la guerra, su débil protesta era por el hecho de que Olmert estuviera tan pública, abierta y agresivamente a favor de la guerra, justo después de que los mismos zionlibs ganaran las elecciones ‘criticando’ la guerra (concretamente en relación a la ‘gestión’ de la ocupación).

El hecho de que Olmert interviniera tan abiertamente en la política estadounidense y Bush siguiera tan dócilmente no debería sorprender a los observadores de las relaciones entre Estados Unidos e Israel. Además, que los demócratas expresen ‘sorpresa’ o disgusto es el colmo de la hipocresía, ya que saben por experiencia propia que el Estado israelí, a través de su lobby que lo representa, interviene a diario en cualquier política que tenga que ver con Oriente Próximo. El AIPAC [3] se jacta incluso de escribir la legislación y de obtener amplias mayorías de congresistas y de su estrecha ‘coordinación’ (léase subordinación) con el régimen israelí para sincronizar sus operaciones políticas. Lo que enoja a los demócratas es que Olmert pusiera en evidencia su servilismo respecto a Israel. Aunque echaban sapos y culebras de la política belicista de Bush, no se atrevieron siquiera a convocar una rueda de prensa para criticar a Olmert, por temor a distanciarse de los millonarios pro Israel que suministran el 65% de los fondos del Partido Demócrata.

La postura de Olmert a favor de la guerra en Iraq, Irán y Siria fue precedida de una nunca vista campaña de propaganda en todos los principales medios de comunicación por parte de todos los principales ideólogos sioncon/sionlib: artículos, textos de opinión y editoriales invadieron las páginas de Wall Street Journal, Foreign Policy, Washington Post, New York Times, New Yorker y Christian Science Monitor. La habitual multitud de defensores incondicionales de Israel apodados «expertos en Oriente Próximo» promocionó la línea de Tel Aviv de sangría continua en Iraq y de agresión militar en Irán. Michael Rubin, Charles Krauthamer, Clawson, Eisenstadt, Ledeen, Wolfenson («los judíos estadounidenses deben trabajar duro por Israel y maximizar las ganancias para él»), Wurmser, Chertoff («Estados Unidos está amenazado por el derecho internacional «), Abraham Foxman («Irán es peor que la Alemania nazi») y una diatriba sin precedentes y sin replica, de una hora de duración contra Irán («Irán es Alemania y es 1938, pero este régimen nazi está en Irán…») por parte Benjamin Netanyahu en el programa de Glenn Beck en CNN a una hora de máxima audiencia precedió y siguió a la intervención política de Olmert en Washington. El Wall Street Journal atacó de forma contundente en un editorial al grupo de Baker, antes incluso de que éste publicara ningún reportaje, y respaldó la postura de Israel respecto a la guerra contra Irán, su apoyo a continuar la guerra en Iraq y la generalizada limpieza étnica de palestinos (40.000 palestinos han huido de Gaza en los últimos cinco meses frente a los 400 muertos y miles de heridos por los misiles y bombardeos israelíes). El embajador estadounidense ante Naciones Unidas, el «fanfarrón» John Bolton, soltó un maníaco sermón contra la Asamblea General de Naciones Unidas y todas sus agencias por haber aprobado condenar la masacre israelí deliberada y a sangre fría de una extensa familia de 19 personas, la mayoría de ellos mujeres y niños, mientras dormían en sus camas en el pueblo Beit Hanoun en Gaza. Bush expresó su ‘orgullo’ por el veto número 31 para detener las resoluciones de Naciones Unidas condenando los salvajes ataques de Israel contra los palestinos.

Si Bolton representa la derecha más extrema de un ya muy sesgado espectro conservador (los ‘fanáticos de la derecha’), no carece de apoyo, especialmente entre las organizaciones más respetables y representativas del lobby judío. «La comunidad judía continúa apoyando y le gustaría ver que (Bolton) continúa», afirmó Malcolm Hoenlein, vicepresidente de la Conferencia de Presidentes de las Principales Organizaciones Judías Estadounidenses. «Ha sido un abogado eficaz y es apreciado por el cuerpo diplomático». (The Forward [revista judía], 17 de noviembre de 2006). Hay que recordar que la mayoría de los principales grupos judíos apoyaron públicamente a Bolton cuando a principios de 2005 su nombramiento se convirtió en una batalla en Washington. No hay duda de que Bolton es un «abogado eficaz» para los intereses israelíes en Oriente Próximo por encima de las vidas de los estadounidenses, iraquíes, libaneses y palestinos. Sin embargo, Hoelein confunde el agradecimiento del cuerpo diplomático israelí por el resto de los diplomáticos del mundo a los que hacen gracia u horrorizan los espumeantes exabruptos de Bolton contra Europa, Asia, África, América Latina, Naciones Unidas, los juristas internacionales o cualquiera que no esté de acuerdo con él u ose criticar a Israel.

El actual embajador estadounidense en Israel, Danny Ayalon, desveló explícitamente en una entrevista el dominio que tiene Israel sobre la política de Oriente Próximo de la Casa Blanca: «El presidente de Estados Unidos George W. Bush no dudará en usar la fuerza contra Irán para detener su programa nuclear; tengo el privilegio de conocerlo bien, no dudará en continuar hasta el final si no hay otra opción« (periódico israelí Maariv 14 de noviembre de 2006). Éste es un caso en el que «conocer», en el sentido bíblico del término, transmite relaciones íntimas en relación a la conformidad de Bush con los deseos de su dominante compañero. El íntimo «conocimiento» que tiene Israel de la Casa Blanca se extiende a establecer el marco político de la política estadounidense respecto al programa nuclear de Teherán. Según la agenda del embajador Ayalon: «En primer lugar, el presidente tratará de agotar la vía diplomática; calculo que hay un 50 % de posibilidades de que el esfuerzo diplomático tenga éxito. En caso negativo, dará otro paso y considerará la imposición del aislamiento y bloqueo a Irán, como Estados Unidos impuso a Cuba en el pasado. Si esto no tiene éxito, no dudará en emplear la fuerza. Si las sanciones tiene éxito, mejor. Si no, actuará por todos los medios posibles, incluida la acción militar. [La guerra de Iraq] no es el modelo. Éste (el ataque a Irán) es más un caso de emplear un poder aéreo combinado con unas fuerzas terrestres limitadas… En uno de estos momentos difíciles, [Bush] me dijo personalmente que si uno continúa y persevera en su trayectoria, al final la gente acabará siguiéndolo (Maariv, 14 de noviembre de 2006).

La entrevista a Ayalon revela varios aspectos importantes del futuro curso de la política de la Casa Blanca respecto a Irán. El primero y más importante, los israelíes tienen conocimiento interno de la Casa Blanca y acceso a ella, y han logrado imponer a la presidencia sus políticas de confrontación. Además, han animado al presidente a «continuar y perseverar» en su política de guerra, aún cuando la mayoría del electorado estadounidense, de los pueblos y naciones del mundo, e incluso algunos de sus consejeros estén en contra de ‘su trayectoria’. Los israelíes les han consentido a los fundamentalistas cristianos de Bush la creencia de que ‘al final la gente acabará siguiéndolo’ en sus engaños mesiánicos, aún cuando todas las pruebas sean de lo contrario. La creencia de Bush no está lejos de la creencia israelí de que si uno desafía a la comunidad mundial y a la opinión pública durante el tiempo suficiente, estos acabarán por reconocer la rectitud del ‘Pueblo Elegido’. Israel, por supuesto, se permite el lujo de proyectar su arrogancia venal sabiendo perfectamente bien que tiene el respaldo de los vetos de Estados Unidos en Naciones Unidas y el apoyo militar de una superpotencia. A Bush le falta un poder superior (a no ser que incluyamos el poderoso lobby judío) para contrarrestar su aislamiento político. Bush tiene el dudoso honor de ser el presidente-más-servil-con-una-potencia-extranjera en la historia de Estados Unidos (superando a su predecesor, el ex presidente Clinton, Sionista Emérito), un aspecto destacado por el ex presidente Jimmy Carter en su último libro. Ningún presidente anterior había confiado nunca sus planes de guerra a un emisario extranjero antes incluso de entrevistarse con su alta comisión asesora, impidiendo así la posibilidad de que influyentes dirigentes del país, como los miembros del grupo de Baker, desempeñaran ningún papel relevante en el diseño de la política. Además, el servilismo de Bush con Israel/ el lobby judío se extiende a impedir a sus aliados europeos formular una política respecto a Irá alternativa a la propuesta israelí de ‘ataque preventivo’ militar. Según el diario israelí Haaretz: «Bush le dijo a su homólogo francés (el presidente Jacques Chirac) que no había que descartar la posibilidad de que Israel llevara a cabo un ataque contra las instalaciones nucleares de Irán. Bush dijo también que si este ataque tuviera lugar, lo entendería», (Haaretz, 20 de noviembre de 2006).

El inquebrantable poder del lobby judío expresado en el apoyo de la Casa Blanca a un ataque sorpresa israelí a Irán es tal que Bush no sólo ignora los consejos de la secretaria de Estado Rice, sino que descarta las fatídicas consecuencias: una contundente respuesta militar iraní contra las fuerzas de ocupación estadounidenses en Iraq que tendría como resultado miles de muertos, trastornos petrolíferos y políticos generalizados en todo Oriente Próximo, la desestabilización de los Estados del Golfo y un aumento del precio del petróleo. El director ejecutivo sioncon del Instituto Judío para los Asuntos de Seguridad Nacional (israelíes) (JINSA, en sus siglas en inglés), Thomas Neumann, sintetizó el sin precedentes control sionista sobre la Casa Blanca: «El gobierno era hoy más fuerte en relación a Israel que ningún otro gobierno [del que yo haya sido testigo] en mi vida», (JTA, 14 de noviembre de 2006).

Aunque los defensores de un ‘cambio’ en la política estadounidense en Oriente Próximo aplaudieron la dimisión de Rumsfeld y el nombramiento como secretario de Defensa de Robert Gates – un miembro del Grupo de Estudio de Iraq de Baker- como un augurio de una política más ‘realista’, menos belicosa, los dirigentes sionistas confiaban en que su influencia dominante sobre Bush mantendría a Gates en la línea de la política israelí. Mara Rudman, una zionlib ex miembro del Consejo de Seguridad Nacional de Clinton, al hablar en el sioncon «Foro Político de Israel» situó con exactitud el nombramiento de Gates en su verdadera perspectiva: «No es realmente a dónde va (Gates), es a dónde va el presidente«. Y como muestran las pruebas, el presidente ‘va’ a donde los israelíes y sus correas de transmisión estadounidenses le dicen. Thomas Neumann, jefe de propaganda del JINSA, descartó la posibilidad de que Gates dirigiera el Grupo de Estudio de Iraq de Baker: «Gates fue nombrado más porque tiene un historial de hacer lo que le dice (Bush) que haga. Gates no tienen nada de bueno ni de malo, ellos (la Casa Blanca) querían a alguien que no causara problemas«, (Agencia Telegráfica Judía, 11 de noviembre de 2006).

Junto con el apoyo de la Casa blanca, Israel ha conseguido movilizar su aparato político (el lobby judío) en Estados Unidos para dirigir la financiación de la campaña política hacia la elección de defensores incondicionales de Israel. Los directores de finanzas de la campaña demócrata, el congresista israeloestadounidense Rahm Emmanuel y el defensor del ‘Primero Israel’ el senador Charles Schumer, fueron respaldados por un multimillonario fondo para sobornos de Wall Street (como informaban el Time, Newsweek y el Wall Street Journal). Ellos aseguraron que se eligiera a más de 30 hombres y mujeres congresistas judíos, incluyendo todos los judíos confesos, varios dirigentes del senado y del Congreso casados con sionistas, así como partidarios de Israel garantizados 100% por el lobby, como la portavoz del Congreso Nancy Pelosi y el jefe de la mayoría del Senado Harry Reid (elogiado por el lobby judío por apoyo incondicional a Israel durante toda su vida – JTA, 20 de noviembre de 2006). En la primera prueba del poder sionista en el Congreso, Nancy Pelosi fue derrotada por una amplia mayoría en su intento de nombrar al congresista critico con la guerra de Iraq John Murtha como jefe de la mayoría en el Congreso, a favor de Steny Hoyer, un congresista mucho más acorde con los puntos de vista favorables a la guerra del primer ministro israelí Olmert.

El lobby judío ha erigido una ‘barrera de fuego’ ante cualquier acercamiento de Estados Unidos a Irán, en particular, cualquier iniciativa en la dirección de las del Grupo de Estudio de Iraq de Baker. Esto es especialmente necesario debido a la grave crisis de Estados Unidos en Iraq y la percepción pública de una nueva guerra contra Irán más sangrienta y costosa. Además, el lobby está desesperado por contrarrestar las positivas medidas para crear confianza adoptadas por los enemigos de Israel en Oriente Próximo, principalmente Siria e Irán, respecto a intentos de acercamiento a Iraq. Las contramedidas israelíes no tardaron en llegar.

Iniciativas de paz provenientes de Siria

En noviembre de este año (2006), tras una visita a Oriente Próximo el primer ministro británico Blair hizo una declaración política llamando al diálogo y las negociaciones para un acuerdo de paz total en Oriente Próximo que incluyera a todas las partes interesadas, especialmente Siria e Irán. El régimen israelí rechazó inmediatamente la propuesta. ‘El lobby’ se hizo eco de la política de sus patronos y posteriormente la Casa Blanca y el Congreso siguieron su ejemplo. Siria pasó a establecer relaciones diplomáticas y cooperación económica y de inteligencia con el régimen iraquí respaldado por Estados Unidos, demostrando con ello un gesto importante hacia la ‘estabilización’ de la zona mesopotámica. El régimen israelí tildó esta política de medio para influir en los ‘terroristas’ iraquíes. Como era de esperar, el lobby judío, sus escribas y su expresión mediática minimizaron su importancia o calificaron de negativa la iniciativa siria y pidieron que «Siria siguiera las palabras de acciones», principalmente deteniendo el flujo de militantes a Iraq. Siria respondió señalando sus puestos fronterizos mucho más extensos que los del gobierno estadounidense o iraquí. El rechazo de las iniciativas de paz sirias (e iraníes) por parte del régimen israelí y su lobby, la Casa Blanca y los clientes del Congreso se dirige tanto a neutralizar estas aperturas como a adelantarse a iniciativas similares emanadas del Grupo de Estudio de Iraq de Baker. El vehemente rechazo por parte del lobby del papel de Siria como fuerza estabilizadora crea el marco para relacionarlo con Baker y debilitar sus recomendaciones cuando finalmente se hagan públicas. Un similar esfuerzo de propaganda del lobby se dirige a Irán e indirectamente a las propuestas de Baker de negociar con los iraníes.

Los esfuerzos de la Casa Blanca, Bruselas y Tel Aviv para aislar a Siria, minar sus pasos conciliadores y bloquear cualquier apertura por parte del grupo de Baker se basan en las acusaciones si fundamento de que Damasco asesinó a dos dirigentes libaneses ‘antisirios’, Rafik Hariri y Pierre Gemayel. En el caso de Hariri, el principal testigo contra Siria más tarde se retractó y cometió perjurio, y el principal investigador turco dimitió más tarde tras haber seguido solo una línea de investigación -para demostrar la complicidad de Siria- descartando la igualmente verosímil hipótesis de la implicación israelí. Los principales beneficiarios del asesinato fueron Estados Unidos e Israel, en el momento en que la Unión Europea acusaba a Siria. A los promotores de las actuales manipulaciones políticas del asesinato de Gemayel no se les escapan las lecciones históricas de la antisiria campaña de Hariri. Estados Unidos y su aliado israelí consiguieron obligar a Siria a retirar sus fuerzas de Líbano, y aparentemente hacer que el Sur de Líbano e Hezbolá en particular fueran vulnerables a un ataque militar israelí. Poco tiempo después, Israel utilizó un incidente fronterizo rutinario como pretexto para invadir y tratar de destruir a Hezbolá, y diezmar su base social entre los millones de residentes en Beirut y el sur de Líbano. Más que fortalecer la postura de Israel en Líbano e incrementar el poder de sus desde hace mucho clientes falangistas, la invasión fortaleció a Hezbolá e hizo aumentar el apoyo que tiene de la población libanesa a más del 60% (Guardian of London, 15 de noviembre de 2006). La campaña para cargar la muerte de Gemayel a Siria y Hezbolá está diseñada para promover el engrandecimiento del poder israelí en Líbano provocando un conflicto interno orquestando y movilizando una masiva campaña difamatoria contra Hezbolá para adelantarse al intento de esta organización de asegurarse una representación más equitativa de su apoyo electoral en el gobierno libanés. Los estrategas israelíes esperan provocar una operación ‘pinza’ en la que Hezbolá sea atacada por los falangistas en el norte y por Israel desde el sur.

Hezbolá sitiada debilitaría así a su aliado sirio como un posible interlocutor para el Grupo de Baker y animaría a los militaristas de Israel a recuperarse de su caída en desgracia tras la ruinosa aventura en Líbano. Embarrando a Siria con dos asesinatos, la Casa Blanca e Israel fortalecerán la campaña de sus principales organizaciones sionistas para minar la propuesta de Baker de abrir un diálogo con Siria (Daily Alert, 22 de noviembre de 2006). Más específicamente, neutralizara la secuela positiva en Washington del establecimiento de relaciones de Siria con el régimen cliente de Estados Unidos en Iraq. Por ello el furibundo proisraelí Wall Street Journal chilló: «Otro asesinato en Beirut para que lo contemple Jim Baker« (22 de noviembre de 2006).

El hecho es que Israel y sus representantes sionistas en Estados unidos son los principales beneficiarios de ambos asesinatos. Hay datos tanto concluyentes como detallados que señalan la complicidad israelí en los asesinatos. Existen varios casos de conocidos falangistas asesinados justo antes ser citados para testificar en Bruselas en un caso presentado por supervivientes palestinos contra altos cargos israelíes implicados en conocidas masacres en Líbano, especialmente en los campos palestinos de Sabra y Chatila en septiembre de 1982. El 24 de enero de 2002, Elie Hobeika, un caudillo falangista directamente implicado en la masacre, saltó por los aires en su barrio de Beirut junto con sus tres guardaespaldas justo dos días después de acceder a testificar contra los israelíes y a favor de los supervivientes palestinos. Hobeika, que era el principal enlace falangista con el IDF [ejército israelí] durante su ocupación de Beirut, afirmó haber trabajado con el Mossad israelí para organizar la masacre. Un misterioso grupo, ‘Libaneses por un Líbano Libre e Independiente’ lo reivindicó desde Chipre. Unas pocas semanas antes, otro testigo de la acusación belga y colega cercano de Hobeika, Jean Ghanem, había muerto en un accidente de coche. Unos pocos meses después, un tercer colega cercano de Hobeika y testigo potencial de la acusación belga, Michael Nassar, fue asesinado junto con su esposa en Brasil.

En relación a estos asesinatos y muertes inesperadas, la mayoría de los expertos y políticos libaneses, incluyendo los falangistas, señalaron a operaciones del Mossad. En otras palabras, el hecho de que los falangistas fueran clientes de Israel no descartó los asesinatos selectivos cuando estos eran en interés del Estado israelí: trataron a los falangistas, sus antiguos aliados, como condones usados. Pierre Gemayel, el nieto del fundador del fascista Partido Falangista libanés, era una figura marginal en la ecuación política libanesa; muerto se convierte en una figura central en la política de Israel en Oriente Próximo para asegurarse el poder.

En junio de 2006 las autoridades militares libanesas anunciaron la detención de Hussein al-Khatib, un libanés ex prisionero israelí que confesó haber trabajado en Líbano como parte de un equipo de asesinatos dirigido por el Mossad que mató a dirigentes libaneses y palestinos utilizando coches bomba. A lo largo de toda la historia libanesa a los agentes del Mossad se les han atribuido asesinatos políticos de adversarios palestinos y libaneses, coches bomba y operaciones de comando tanto en Beirut como por todo el país. Ya desde la fundación de Israel sus dirigentes, incluyendo a Ben Gurion, defendieron el promover la guerra civil para establecer un gobierno cristiano maronita aliado de Israel en Líbano.

En resumen, Israel tiene un motivo para matar a Hariri y Gemayel, tiene una historia de matar ‘clientes’ para favorecer sus intereses de Estado e indudablemente ha ejercido la práctica de ejecutar a las figuras políticas libanesas. Dado lo mucho que está en juego en relación con un posible desvío de la política estadounidense de implicar a Siria, como propone el Grupo de Estudio de Iraq de Baker, y dados los esfuerzos de Damasco para facilitar este diálogo dando legitimidad al ensangrentado cliente de Estados Unidos en Bagdad, la estratagema israelí de asesinato político e intensivo bombardeo mediático condenando a Siria tiene sentido político desde el punto de vista de la búsqueda por parte de Israel de dominio de Oriente Próximo.

Iniciativas de paz iraníes

Un interlocutor clave para un acuerdo general en Oriente Próximo en el que Estados Unidos retenga a sus aliados estratégicos en Oriente Próximo pasa por el diálogo, negociaciones y compartir el poder con Teherán. Contrariamente a la demoníaca propaganda vomitada por el régimen israelí y el lobby judío en Estados Unidos, Irán ha demostrado repetidas veces que, lejos de fomentar el ‘terrorismo’, ha cooperado con Estados Unidos en toda una serie de importantes medidas compatibles con la política imperialista de Estados Unidos en Iraq y Afganistán.

En el periodo previo a la invasión estadounidense y subsiguiente ocupación de Iraq, es públicamente conocido y oficialmente reconocido el hecho de Irán apoyó a Estados Unidos a derrocar a Sadam Husein, proporcionó servicios de inteligencia a Estados Unidos, asesoró y apoyó la cooperación chií en la formación del régimen cliente de Estados Unidos, reconoció y estableció relaciones formales con el régimen títere a pesar de su colaboración en el asesinato de cientos de miles de civiles iraquíes.

Irán ha sido un baluarte fundamental contra Al Qaeda, los ha arrestado y en algunos casos ofrecido extraditarlos a occidente, demostrando así un decidido apoyo a algunos aspectos de la ‘Guerra contra el Terrorismo’ estadounidense. Igualmente importante, Irán ha desempeñado un papel fundamental en Afganistán occidental, especialmente en Herat, limitando considerablemente la influencia talibán. Irán trabaja estrechamente con los equipos italianos y de la ISAF [4] de reconstrucción en la reconstrucción de la región. El Financial Times (18 de noviembre de 2006, pág. 11) informa: «El principal factor que mantiene unido el oeste de Afganistán es la positiva influencia del vecino Irán que está ‘bombeando gran cantidad de dinero para la reconstrucción del oeste ‘, afirma un alto cargo de la administración estadounidense en Washington».

A pesar de todas las pruebas de lo contrario, el ejército de publicistas del ‘Israel Primero’ en Estados Unidos y Europa sigue relacionando Irán con Al Qaeda, los talibanes, el terrorismo iraquí. La campaña de la ‘Gran Mentira’ se dirige a aislar a Irán y a asegurar las sanciones de Naciones Unidas como preludio a un ataque sorpresa a ciudades, infraestructura, instalaciones de investigación militar y científica, e instalaciones de investigación nuclear iraníes. Para avanzar hacia la destrucción de Irán y la consolidación del dominio israelí en Oriente Próximo, el objetivo inmediato es adelantarse a la propuesta del Grupo de Baker de diálogo con Irán o un mínimo de parámetros de acuerdo, lo que casi debilitaría esta posibilidad.

La más feroz y eficaz campaña de propaganda pro israelí contra Irán se centra en sus programas de investigación nuclear. La campaña dirigida por los sionistas contra Irán no ha proporcionado base alguna que contradiga las conclusiones del equipo de inspección de la IAEA de que no hay pruebas de que exista un programa de armas nucleares. Las francas ofertas de Irán a Estados Unidos y Europa de giras de inspección con todos los inspectores han sido rechazadas rotundamente por la Casa Blanca como una ‘estratagema de propaganda’, una ‘estratagema’ que Israel se ha negado a ofrecer respecto a sus propias instalaciones de armas químicas y nucleares ilegales. Ningún experto o dirigente político en el mundo, actualmente o en el pasado reciente, ha discutido alguna vez que Irán esté violando el tratado de no proliferación nuclear. La oposición israeloestadounidense al enriquecimiento de uranio se aplica singularmente a Irán. Si no, todo el centenar de naciones que tienen programas de energía nuclear deberían ser amenazadas con una guerra preventiva.

Intentos de Palestina por la paz

A pesar de los continuos ataques sangrientos de la maquinaria militar israelí (las mal llamadas Fuerzas de ‘Defensa’ Israelíes, [IDF, en sus siglas en inglés]) el gobierno palestino de Hamas ha hecho dos propuestas de paz. Entre enero de 2005 y el 24 de junio de 2006, el gobierno de Hamas se abstuvo de responder a los ataques militares israelíes a Gaza y Cisjordania (a pesar de los numerosos asesinatos, demoliciones de casas y detenciones ilegales de activistas) con la esperanza de inducir a Tel Aviv a iniciar negociaciones de paz. El Estado israelí, respaldado por Estados Unidos, rechazó categóricamente la paz e impuso un bloqueo total a Gaza. Sólo cuando las IDF bombardearon una playa palestina llena de familias y mató a 18 niños y sus padres que comían en la playa Hamas respondió disparando proyectiles esporádicos y con la captura de un soldado israelí en un tanque encargado de bombardear los barrios de Gaza.

La posterior masacre de 400 palestinos (más de 200 de los cuales son civiles no combatientes, la mayoría de ellos mujeres y niños) entre julio y el 24 de noviembre de 2006 no ha logrado apagar la resistencia palestina. El régimen israelí ha rechazado sistemáticamente las propuestas palestinas e internacionales de acabar con el baño de sangre. El 24 de noviembre 2006 BBC News informó: «Israel ha desechado todas las ofertas de los grupos militantes palestinos de dejar de lanzar cohetes a Israel si éste dejaba de atacar a los palestinos. Un portavoz del gobierno israelí, Miri Eisen, dijo…[que] la oferta de dejar de lanzar cohetes desde Gaza demostraba la falta de un compromiso real con la paz (¡sic!)».

Según esta lógica retorcida, ¡las continuas descargas de artillería de Israel sobre las ciudades palestinas demostraba un compromiso ‘real’ con la paz! La BBC señala lo que la mayoría de los expertos reconocen es la desde hace mucho belicosa postura de Israel: «En el pasado Israel ha desechado sistemáticamente las ofertas de alto el fuego por parte de los militantes palestinos diciendo que se niega a tratar con cualquier tipo (la cursiva es mía) de lo que Israel describe como organizaciones terroristas», (24 de noviembre de 2006).

El régimen de Olmert rechazó categóricamente una nueva iniciativa de paz propuesta por Italia, Francia y España, que habría permitido a Naciones Unidas salvaguardar la frontera entre Gaza e Israel (Reuters/Haaretz, 21 de noviembre de 2006). En medio del sistemático asesinato diario palestinos y la limpieza étnica de más de 8.000 palestinos al mes (40.000 desde junio), la Asamblea General de Naciones Unidas votó, por 150 a 7, condenar a Israel por su asesinato masivo en Beit Hanoun y pidió una investigación. El embajador israelí abandonó la sala. El régimen israelí rechazó la resolución, continuó con su carnicería y mató a una docena de palestinos inmediatamente después como señal de su desprecio por Naciones Unidas.

El desdén de Israel por la opinión pública mundial tiene el rotundo apoyo de los Presidentes de las Principales Organizaciones Judías de Estados Unidos y sus homólogos en Canadá, Inglaterra, Francia, Argentina y todas partes del mundo. Pero es en Estados Unidos donde el poder del poder del lobby judío cuenta realmente: Estados Unidos, que ejerció el veto número 31 para proteger a Israel de una resolución condenatoria del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. El rechazo por parte de la Casa Blanca de la propuesta del primer ministro británico Tony Blair de una conferencia de Oriente Próximo global, que incluyera a Siria, Palestina, Iraq, el Estado judío e Irán, fue lo que permitió a Israel ignorar a toda la Unión Europea, Oriente Próximo y, en realidad, al resto del mundo. El Financial Times (18-19 de noviembre de 2006, pág. 6) informó: «El llamamiento hecho esta semana por Tony Blair de una ‘estrategia global en Oriente Próximo’ lanza el mensaje de que la paz en Iraq pasa por Jerusalén y Beirut. En su discurso sobre política exterior en la City londinense, el primer ministro británico reconoció que las crisis de la zona estaban relacionadas y requerían un enfoque exhaustivo».

Debería estar más claro que nunca que la limpieza étnica de palestinos más que ser un catalizador para el extremismo israelí es un reflejo de la omnipresencia de las actitudes racistas que caracterizan el extremismo sionista y que amenaza a todos en Oriente Próximo, Europa y Estados Unidos. El hecho de que los sionistas no se quieran comprometer, la creencia de que el futuro es nada más que suyo, la negación de la legitimidad del relato del otro y la determinación de luchar por la ideología de uno a expensas incluso del propio pueblo de uno son las características que han hecho imposible la resolución del conflicto israelopalestino. Estas características están en el centro del ataque sionista extremista a naciones y pueblos occidentales que proponen restricciones al militarismo israelí. En 2003 occidente fracasó en actuar a tiempo para proteger sus propios intereses en Oriente Próximo de una guerra respaldada por los sionistas. Está pagando un precio, pero los iraquíes y palestinos están pagando infinitamente más. Tenemos que hacerlo mejor en esta ocasión, con las mismas fuerzas de la Casa Blanca e israelíes presionando para una guerra preventiva contra Irán. Si no, se pagará de nuevo un alto precio porque los iraníes y la opinión mundial son infinitamente más fuertes.

El rechazo israelí de las propuestas palestinas, europeas y de Naciones Unidas para negociaciones de paz se dirige igualmente al Grupo de Estudio de Iraq de Baker, que también considera que el camino a la paz en Bagdad pasa también por Jerusalén. La justicia, presionada por Israel y el grupo de presión judío del gobierno Bush, y por el Congreso estadounidense para apoyar la oposición de Israel a las negociaciones de paz, está diseñada para socavar cualquier recomendación [realizada] del Grupo de Baker y sus numerosos simpatizantes en los sectores militares, económicos, petroleros, en el Congreso y en los medios de comunicación que exigen presionar a Israel, la inclusión de Irán [en las negociaciones] y la reducción de las tropas estadounidenses en Iraq. Dirigidos por el archisionista Michael Ledeen del Instituto Estadounidense de Empresa, algunos en el lobby judío desechan el Grupo de Estudio de Iraq de Baker calificando a sus miembros de ‘los realistas y antisemitas’. Kagen y Kristol se burlan explícitamente de ellos llamándolos ‘derrotistas’ y traidores. (Novartis, 4 de noviembre de 2006).

El campo de Baker

No cabe duda que las propuestas del Grupo de Estudio de Iraq de Baker en dirección a la Casa Blanca y el Congreso surgen en un contexto favorable. Nunca el sentimiento antiguerra ha sido tan determinante como en las elecciones al Congreso de 2006; el 40% del electorado que votó rechazó a los candidatos republicanos que se identificaban con la política de Bush, y aun a otros menos afines. Los consejeros máximos del régimen han recomendado públicamente que se abran conversaciones con Irán, punto clave para el grupo de Baker. El consejero entrado en años de Condolezza Rice, David Satterfield, dijo al Comité del Senado para las fuerzas armadas : «Estamos listos para debatir de las actividades iraníes en Iraq. Estamos contemplando en qué momento vamos a poder tener este diálogo» (Financial Times, 16 de noviembre de 2006, pág. 1). Los comentarios de Satterfield llegaron después del testimonio ante el Congreso del general John Abizaid (mayor autoridad militar de Estados Unidos en Iraq), quien se negó rotundamente a enviar más tropas a Iraq. En entrevistas publicadas han abogado por una retirada progresiva algunos oficiales del más alto rango, en servicio activo o reservistas. Igualmente importante es el hecho inesperado de que las publicaciones semanales de los tres sectores militares (Ejército, Marina y cuerpo de los Marines), hayan publicado editoriales pidiendo la renuncia del secretario de Defensa Rumsfeld, dos días antes de las elecciones de mitad de mandato, y lo lograron.

Un artículo de Newsweek (20 de noviembre de 2006, pág. 40-43) se refirió positivamente al grupo de Baker como «escuadra de rescate», y otros sectores de los medios les siguieron la corriente. Un editorial del Financial Times (14 de noviembre de 2006) dice así:

«en los últimos cinco años hemos visto a Israel extender y consolidar su control sobre Cisjordania y el sector oriental de Jerusalén a pesar de toda la retórica occidental. Esto, así como la invasión de Iraq injustificada, es lo que tiene a toda la región a punto de estallar».

El grupo bipartidista de reflexión sobre Iraq, dirigido por James Baker, quien fuera secretario de Estado, y Lee Hamilton, quien fuera diputado e influyente en el Congreso, insiste en estos temas y sobre la necesidad de impulsar nuevamente el proceso de paz. Para esto se necesitará la intervención de Irán y Siria, y llevaría a tomar en cuenta el plan de paz propuesto por Arabia en 2002 : reconocimiento árabe completo de Israel, a cambio de retirada israelí de toda la tierra árabe ocupada. El ignorar las raíces de la inestabilidad en el Oriente Próximo, que la aceleración del ciclo de los conflictos en la región debería recordarnos, es una abdicación peligrosa de nuestra responsabilidad.

Al incluir a Hamilton y Simpson como antiguos dirigentes respectivamente republicano y demócrata del Congreso, así como a miembros del gabinete, Baker se asegura el respaldo de algunos sectores de los dos partidos y del Congreso. Baker logró que uno de los miembros del Grupo de Estudios de Iraq, Robert Gates, fuera el llamado a remplazar a Rumsfeld en el puesto decisivo de secretario de Defensa; ahora tiene potencialmente un acceso directo para influir sobre el poder ejecutivo. Con excepción de Edwin Meese, dirigente de la Fundación Heritage de extrema derecha, Clifford May, de la Fundación sioncon para la Defensa de la Democracia y Michael Rubin (que renunció poco después) todos miembros del grupo Primero Israel, Baker ha logrado rebajar la influencia de los sioncon que diseñaron la política belicista de la administración Bush en Oriente Próximo.

Igualmente importante es el hecho de que Baker tiene el respaldo de las mayores compañías petroleras y de gas de Houston-Dallas, que fueron apartadas de las decisiones sobre el Oriente Próximo durante la etapa de predominancia sioncon y militarista en la Casa Blanca. Están impacientes por volver a una política de mano extendida que sirva sus relaciones con los productores de petróleo de Oriente Próximo y que faciliten negociaciones comerciales con Irán y los Estados del Golfo. Las mayores organizaciones para la inversión, incluyendo las que tienen de dirigentes a los que más fondos donan a los lobbys proisraelíes, quieren un plan de paz que incluya a Irán, para poder participar en los fondos de inversión islámicos que están surgiendo en los países del Golfo, y manejan miles de millones de dólares.

En el frente interno, parecería que Baker y su grupo están en una posición fuerte para reorientar la política estadounidense para Oriente Próximo, entablando negociaciones con Siria e Irán, suniís y chiís, y hasta Israel y Palestina en un «gran diseño». La mayor parte de los intereses económicos estadounidenses respaldan un proyecto que limitaría la influencia israelí-sioncon sobre el uso y el abuso del poder militar estadounidense en Oriente Próximo, y abriría espacio a las empresas multinacionales y bancos multinacionales, que firman acuerdos con los dirigentes conservadores tanto árabes como iraníes; a la vez esto ensancharía para Estados Unidos el acceso seguro al petróleo, y expandiría la influencia estadounidense en las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central y el Sur de Asia, que tienen riquezas petroleras y de gas.

En el frente internacional, la coyuntura es aún más favorable al grupo de Baker. Irán ha aceptado un lugar en la mesa de negociaciones junto a Estados Unidos, para tratar de la estabilización de Iraq. Esto es central para cualquier proyecto regional, pues Irán tiene nexos e influencia entre los sectores con dirigencia chií en Iraq.

Por supuesto, habría un quid pro quo, pues cualquier acuerdo entre Estados Unidos e Irán implicaría que Estados Unidos acepte poner fin a su política de confrontación y amenazas militares contra Teherán. Como lo vamos a discutir en breves palabras, este es un punto álgido en Washington, pues confronta una resistencia intensa de parte de la estructura de poder «Primero Israel», que antepone los intereses israelíes por encima de todo (lobby, Congreso, medios masivos, financiadotes del partido demócrata). Para facilitar la apertura de un diálogo con Estados Unidos, Irán ofreció a la ONU acceso a todas sus instalaciones nucleares mayores, de manera a neutralizar a los histéricos belicistas que forman parte del temible ejército de los ideólogos del «Primero Israel». Según la BBC (23 de noviembre de 2006): «Irán dará acceso a los inspectores, para equipos y procesos de dos de sus instalaciones nucleares, dijo el IAEA, la agencia que dirige la agencia atómica en la ONU. Mohamed El Baradei dijo que deseaba que el ofrecimiento iraní diera paso a una serie de medidas que disiparían las sospechas sobre su programa nuclear. Según M. el Baradei, Irán accedió a dejar a los inspectores del IAEA recoger muestras del entorno de las instalaciones para llevarlas al antiguo emplazamiento militar de Lavizan. Irán también ha dicho que daría a la ONU acceso a ciertos documentos de una planta de enriquecimiento de uranio en Natanz».

Semejantes informes del IAEA ofrecen al grupo de Baker una sólida justificación para la apertura de un diálogo con Irán, y para asegurar a la opinión pública estadounidense y a los miembros del Congreso (por lo menos a los que el lobby no tiene agarrados por el cuello) que no se trata de hacerse de la vista gorda ante una amenaza nuclear. En contra de lo que pretenden los jefes de guerra israelíes y los propagandistas de su lobby, de que Irán es «una amenaza nuclear vital para la supervivencia de Israel», un informe de la IAEA publicado el 14 de noviembre y enviado al gobernador de la instancia de vigilancia, confirmó que Irán está ahora utilizando principalmente dos «cascadas» de 164 centrífugas para el enriquecimiento del uranio (Financial Times, 15 de noviembre de 2006, pág. 18). Esto significa que Irán todavía está muy por debajo de las 3000 centrífugas más o menos que se necesitarían para enriquecer uranio a escala industrial (loc. cit.). Si quisiera, Baker podría neutralizar a todo el coro proisraelí con subrayar que Irán carece obviamente del uranio enriquecido hasta el punto de convertirse en arma, que se necesitaría para fabricar una bomba. Podría señalar que, en cualquier caso, el uranio enriquecido está totalmente autorizado en el marco del tratado de no proliferación nuclear, y que la IAEA ha abierto el camino para la inspección de los proyectos nucleares iraníes.

Más aún, Baker podría puntualizar que ya hay acuerdos de cooperación tácitos entre Estadso Unidos e Irán, en su común oposición a los talibanes, para la reconstrucción de Afganistán y la persecución de Al Qaeda donde sea. Además, Irán tiene acuerdos de cooperación en cuanto a los servicios de inteligencia con el régimen títere de Bagdad. Por fin, Baker podría recordar que Irán respaldó el derrocamiento estadounidense de Sadam Husein, y ¡ha reconocido el régimen títere proestadounidense!

Las gestiones diplomáticas sirias, especialmente la restauración de las relaciones con el régimen cliente de Bagdad, aportan una base positiva a Baker, quien propone entablar el diálogo con Damasco. A la vez, Irán ha tenido un encuentro con el presidente iraquí Jalal Talaban. En un momento en que este régimen cliente está perdiendo el control del país, y el ejército estadounidense está cada vez más incapacitado para confortarlo, el deseo iraní de estabilizarlo es una señal para Washington, de que desea cooperar para una línea común en los problemas iraquíes. La clara abertura de Siria hacia Estados Unidos es patente, en dirección al restablecimiento de relaciones : «Siria aceptó la fórmula de Iraq y la ONU acerca de la presencia de tropas estadounidenses en Iraq. En vez de exigir su retirada inmediata, Siria acordó que deberían retirarse gradualmente cuando no se les necesite.» (BBC, 25 de noviembre de 2006).

Baker tiene el respaldo del mayor aliado europeo en la Casa Blanca, el primer ministro inglés Blair, que defiende la idea de incluir a Siria e Irán en un acuerdo para estabilizar a Iraq. Blair abogó por un «plan general» que incluiría un acuerdo internacional para solucionar el conflicto palestinoisraelí. En el marco de negaciones, Israel se encuentra aislado frente al continente europeo entero y a Oriente Próximo en su negativa a negociar con Irán, Hamas y Siria.

En cuanto al conflicto palestino, Hamas está implícitamente contemplando una solución con dos Estados, basada en el reconocimiento de las fronteras de 1967. El ofrecimiento de Hamas es una manera de evidenciar la mentira israelí según la cual Hamas es una organización terrorista que se niega a negociar en el marco de una solución con dos Estados o a reconocer a Israel. Está claro que la pelota está en manos de Baker. Ya se verá si tratará de explorar lo que ofrece la abertura ofrecida por Hamas para reducir tensiones y conflictos sustancialmente en Oriente Próximo. La mayor parte de los expertos y dirigentes de Oriente Próximo (de la variedad que no es sioncon) viene martillando que el camino para la paz en Bagdad pasa por Jerusalén.

Lo más importante de todo es que la estrategia de Bush de «mantener el rumbo» en Iraq se encuentra repudiada por el mundo entero (con la sola excepción del primer ministro israelí Olmert, único beneficiario de la guerra), hasta por sus propios generales, socios de la supuesta «coalición», pueblo estadounidense y la mayoría de los soldados combatientes en Iraq. El desastre iraquí para la Casa Blanca incluso llevó a algunos propagandistas sioncon y arquitectos de la guerra a dar marcha atrás y atacar por oportunismo a Bush. En otras palabras, las propuestas de Baker apuntarán a un presidente aislado con una línea política totalmente desacreditada, cuyo único puñado de defensores es insignificante en la esfera económica y diplomática, pero que posee una poderosa, rica y bien colocada red de «gente de peso» disciplinada en lo que se conoce en Estados Unidos como «lobby judío».

Con formidables aliados en casa y un entorno internacional extremadamente favorable, uno podría pensar que las propuestas de Baker en el sentido de darle un nuevo giro a Oriente Próximo serían lo más fácil de adoptar.

Desgraciadamente, este no será el caso en absoluto. Lo que olvidan casi todos los que son favorables a Baker (comentaristas, editorialistas, reporteros de investigación con estilo propio, políticos y líderes de opinión en los medios) es lo siguiente : hay un gran elefante en medio del comedor, el lobby israelí o judío, y su influencia llega hasta el Congreso, el partido demócrata, los medios y otros vehículos más de los que actúan en la definición de la línea política estadounidense en Oriente Próximo.

El lobby judío frente al grupo de Baker

El lobby estadounidense judío, a las órdenes y al mando del Estado israelí a la vez, viene dirigiendo una campaña intensiva, a gran escala y parcialmente exitosa, de demonización de Irán y Siria, para que Estados Unidos obtenga de la ONU el voto de sanciones económicas. John Bolton, el clonado embajador en la ONU, fue el que más empujó al ataque militar sobre Irán. Para la agenda de AIPAC, una guerra contra Irán es una prioridad absoluta. Llevan tres años todos sus órganos exhortando a financiar y respaldar a los candidatos partidarios de la «solución militar» israelí al programa iraní de enriquecimiento del uranio; véanse al respecto los comunicados de prensa de los presidentes de las mayores organizaciones judías estadounidenses, los PMAJO.

Todos los días el Daily Alert, publicación de los PMAJO publica justificaciones de los crímenes de guerra israelíes, de los asesinatos de civiles y teje tenues sistemas de «explicaciones» para explicar cada brutalidad. Trátese del asesinato de una familia de diez personas en la playa en junio pasado o de una familia de diez y nueve personas muertos en la cama, en Beit Hanoun, o del millón de minas antipersonales regadas en Líbano dos días antes del cese al fuego, o del asesinato a sangre fría de la activista Rachel Corrie, ciudadana estadounidense, el Daily Alert justifica todo lo que haga el Estado israelí. Un ejército de ideólogos al servicio de «Primero Israel, al final Israel, siempre Israel» («profesores invitados» de alguna institución en Washington o «especialistas de Oriente Próximo» de alguna universidad prestigiosa sacan artículos todos los días llamando a Estados Unidos a derramar más la sangre de sus soldados por un «Israel más grande», mediante una guerra contra Irán. La arrogancia de estos payasos intelectuales desafía la imaginación. Mientras nuestro país todavía está empantanado en una guerra que va perdiendo, guerra diseñada y ejecutada por sus propias tropas en el Pentágono, celebrada por el lobby, nos están empujando a declarar una guerra más sangrienta, más extensa, más costosa contra Irán. A pesar de sus opciones desastrosas anteriores, los sionistas supuestamente estadounidenses han armado un formidable bloque de congresistas y senadores que son incondicionales de Israel y del punto de vista israelí sobre la política para Oriente Próximo.

Los demócratas nuevamente elegidos, los dirigentes del Congreso y los presidentes de grandes organizaciones no se atrevieron a protestar cuando el primer ministro israelí Olmert felicitó a Bush por su catastrófica guerra en Iraq, su política de «estabilización» y su voluntad de poner sobre la mesa la opción militar en cuanto a Irán.

Michael Chertoff, jefe de la Seguridad interior, declara su enemistad contra todo el corpus de las leyes internacionales, el parlamento europeo y las Naciones Unidas, en gran parte porque se oponen a los ataques preventivos ilegales y militares contra los adversarios de Oriente Próximo (véase Reuters, 17 de noviembre de 2006). Los demócratas, en sintonía con el lobby, han apartado al congresista opuesto a la guerra John Murtha, para que no sea el representante de la mayoría en la Casa Blanca, a favor de Steny Hoyer, un congresista dócil de Maryland, atento a los consejos del lobby. El senador Harry Reid, nuevo dirigente de los demócratas del Senado, ya recibió su certificado de buena conducta por parte del lobby judío del Estado de Nevada. Se puede contar con él para ponerle límites a cualquier «diálogo» con Irán o Siria. Lo mismo vale para Nancy Pelosi, portavoz de la mayoría en la Casa Blanca, quien denuncia cualquier desacato al Estado israelí cada vez que atiende una reunión de AIPAC.

Nancy Pelosi eligió a Reva Price como consejera principal en política extranjera, para e Oriente Próximo y los «intereses judíos», con atención particular hacia los miembros convergentes del lobby que ofrecen contribuciones al partido demócrata. Como escribe Mathew Berger (amigo del lobby) en The Congressionnal Quarterly (24 de noviembre de 2006): «Los legisladores demócratas llevan sus credenciales proisraelíes… los donantes judíos que vienen a Washington para rencuentros privados como éste les dan completa anuencia. Al fondo está Reva Price, la cual hace de nexo entre la comunidad judía y los legisladores demócratas, en cuanto a línea política, y su papel es de consejera de Nancy Pelosi. Ahora con la intención de Pelosi de convertirse en el próximo portavoz de la Casa blanca, Reva Price va a poder llevar hasta el centro del poder las preocupaciones más candentes de la comunidad judía…»

Reva Price fue dirigente del ultrasionista Jewish Council for Public Affaires antes de llegar a consejera de Pelosi para las cuestiones que más importan al lobby en cuestiones de Oriente Próximo. Como subraya Berger, en la carrera a la elección, Reva Price «luchó duramente para contrarrestar la idea de que algunos demócratas (incluyendo a unos pocos que posiblemente se encuentren pronto dirigiendo comisiones) quieren presionar a Israel para que haga concesiones a favor de los palestinos…. Para esta elección… los legisladores judíos han puesto en claro que el caucus demócrata [5] apoyaría a Israel, y que los miembros que no estuvieran de acuerdo no tendrán influencia en la política exterior». Nancy Pelosi demostró su obediencia a la línea del lobby y de Reva Price cuando atacó con alevosía al antiguo presidente Carter quien critica a Israel planteando que «Carter no se expresa por el partido demócrata ni por Israel». Amy Friedkin, antiguo presidente de AIPAC y amigo de Nancy Pelosi durante más de veinticinco años, escribió: «La he oído decir muchas veces que el mayor logro del siglo XX ha sido la fundación del moderno Estado de Israel. Todo el tiempo en que estuvo en el Congreso, fue una gran amiga de la relación Estados Unidos Israel, y es una tarea principal para ella el estrechamiento de estos vínculos» (Jewishjournal.com 30 de noviembre de 2006).

Han aparecido numerosos artículos y comentarios en el Los Angeles Times, Washington Post, Wall Street Journal y New York Times, firmados por escritores devotos del «Primero Israel», que impugnan cualquier tentativa de Baker para modificar la política de confrontación con Irán, sin hablar de un llamado a convocar una conferencia internacional para resolver el conflicto israelí palestino.

El lobby judío tiene aliados poderosos, no solamente en el Congreso y en el partido demócrata mayoritario, sino también representantes en la rama ejecutiva, incluyendo operativos decisivos como el vicepresidente Cheney, el coordinador para la seguridad nacional de Oriente Próximo Elliot Abrams, el portavoz presidencial Joshua Bolton y el consejero de la vicepresidencia David Wurmser, así como todo un grupo de otros viejos devotos del «Primero Israel». El Congreso influenciado por los sionistas podría regar detalles sobre Gates quien estuvo involucrado en el escándalo Irán Contra, si se decide a aliarse con Baker, de la misma forma que sabotearon a Murtha sacando a relucir un chisme de unos treinta años atrás para cortar de raíz su aspiración a ser representante de la mayoría en la Casa Blanca.

Conclusión

El grupo de Baker, a pesar de la situación internacional ventajosa y el apoyo interior muy amplio, se enfrenta con el enorme poder y la oposición del lobby judío, en su tentativa para abrir nuevas perspectivas en la política medio oriental de Estados Unidos. Cada detalle tendrá que pasar por el escrutinio de un ejército de lobbistas decididos a favor de «Primero Israel», los miembros dóciles de los que dispone en el Congreso y en su buró director, y tendrá que encarar la hostilidad de miembros del ejecutivo, entre los cuales el propio George W. Bush, alineados junto al Estado judío. Uno de los primeros y mayores campos de batalla lo proporcionará la cuestión de una eventual cooperación de Irán y Siria para estabilizar la situación en Iraq, en vez de las sanciones y la confrontación militar. Lo primero que harán los partidarios del poder israelí será rechazar cualquier apertura hacia estos dos países. Volveremos a las habituales demonizaciones, fabricación de falsas citas deformadas por la traducción, regadas para impedir cualquier encuentro con el presidente iraní. Impondrán previamente una camisa de fuerza en cuanto a condiciones, que hará imposible el menor intercambio significativo y efectivo. Van a proponerle a la Casa Blanca seguir a la vez dos caminos: mantener la amenaza de sanciones económicas y militares, y buscar al mismo tiempo el acercamiento con Teherán para estabilizar el régimen cliente de Estados Unidos en Bagdad. Los sionistas y sus seguidores saben que es la manera de paralizar cualquier impulso. Irán no se va a prestar a perder su prestigio político para darle una mano a los militares estadounidenses en Iraq, para que después lancen sus bombas sobre las ciudades iraníes, sobre sus instalaciones nucleares, puertos, refinerías y otras infraestructuras vitales. Ni siquiera los talentos diplomáticos muy pregonados de Baker valdrán para convencer a Irán de hacer concesiones estratégicas a la Casa Blanca a cambio de nada, ni siquiera un acuerdo para la seguridad o la no agresión.

El ministro de defensa británico Des Browne anunció una gran reducción de tropas, al menos la mitad, de las que están en Iraq, para el año 2007 (según Al Jazeera, 26 de noviembre de 2006). La presión sobre Baker para un calendario semejante en cuanto a las tropas estadounidenses va a ser mayor aún, pero es un tema que ya tiene a su grupo dividido (New York Times, 27 de noviembre 2006).

Una proposición para reducir gradualmente las tropas estadounidenses en Iraq y recluirlas en bases militares no debería provocar oposición rígida de parte del Estado judío o sus representantes en Estados Unidos, a menos que la Casa Blanca ofrezca semejante resistencia. Para Israel y su lobby, la invasión y ocupación ya han cumplido con su primera misión de destruir el Estado iraquí, fragmentando la sociedad iraquí con divisiones étnico religiosas y tribales, barriendo con un sistema republicano sólido y laico, opuesto a la limpieza étnica en Palestina. Para Israel y su lobby, ya es tiempo de pasar a eliminar a otros adversarios de la dominación israelí en Oriente Próximo, Irán y Siria, precisamente. Por esto es que el lobby está gastando más recursos y ejerciendo mayor presión en la Casa Blanca y el Congreso, en el sentido de una escalada en la confrontación con estos dos países. Y por esto es que el lobby ya está desatando una campaña para bloquear cualquier apertura hacia Irán que pueda llevar a alguna promesa de seguridad.

¿Acaso Baker sabrá convencer a los dirigentes iraníes y sirios de que si ayudan a Estados unidos en Iraq, se les agradecerá concretamente? ¿Van a creer que si ayudan a los estadounidenses en Iraq, esto creará confianza en su buena voluntad en Washington, y le dará a Irán una imagen de potencia responsable en Oriente Próximo? Baker podrá decir que una cooperación fortalecerá el campo de la «buena gente realista» de Washington, debilitando a los «horribles sioncon«, lo cual llevará a no apuntar más a la confrontación militar. Hay políticos iraníes y diplomáticos, entre las fuerzas en competencia que desean la cooperación con Estados Unidos casi a cualquier precio, pero no pueden aceptar públicamente los términos restrictivos que el lobby y la Casa Blanca le propongan. Es imposible un diálogo, si la Casa Blanca e Israel siguen amenazando con un ataque preventivo. Es muy improbable que el grupo de Baker se atreva a desafiar al poderoso lobby judío planteando la posibilidad de refrenar la postura militarista israelí o siquiera pidiendo diplomáticamente al Estado judío que no formulen a gritos un ultimátum para un asalto aéreo contra Irán. A pesar del consenso universal (excluyendo a Israel y al lobby judío) según el cual el conflicto israelí palestino está en el centro de la discordia de Oriente Próximo, y el conocimiento publico y privado de que el mayor factor del conflicto es el robo de tierras y la limpieza étnica que practica Israel, a pesar de que James Baker reconoció todo esto cuando era secretario de Estado en el gobierno de Bush padre, es muy poco probable que el grupo de Baker proponga la convocatoria de una conferencia internacional sobre el problema de Palestina. Sabe de antemano que esto provocará un bloque de oposición en un Congreso que está bajo control del lobby, y las acusaciones de antisemitismo por parte de los fanáticos «especialistas» sionistas de Oriente Próximo, de los mandarines y la IVY League, esos «universitarios con uniforme».

El Grupo de Estudio de Iraq de Baker propone una vía alternativa para defender y extender el imperio estadounidense. Más específicamente, el grupo busca «estabilizar» a Iraq para abrir Oriente Próximo a los inversores financieros estadounidenses y a las compañías petroleras. Esta estrategia tiene sus límites en el bloque formidable que dirige el lobby judío con influencia de largo alcance en los medios, el Congreso, el Senado, y los dirigentes de las comisiones, especialmente en el partido demócrata.

Mientras ni el grupo de Baker ni los «Primero Israel» representan una alternativa democrática a la construcción imperial, es importante señalar una diferencia : el lobby judío está actuando directamente y con total coherencia para un poder colonial extranjero, que está más allá del alcance de los votantes estadounidenses, más allá de lo que rige la constitución estadounidense, y por encima de la ley internacional. Igualmente importante, a Israel y a su lobby le tienen sin cuidado la muerte o las bajas entre soldados estadounidenses en Iraq, como tampoco le importa el robo del dinero de los que pagan los impuestos en Estados Unidos. Esto, lo refuerza el hecho de que menos de dos por ciento de los soldados estadounidenses en Iraq son judíos (principalmente inmigrantes de Europa oriental) y seguramente muy pocos de ellos están en el frente. Hay muchos más jóvenes estadounidenses judíos voluntarios para servir en las Fuerzas de Defensa Israelíes. Se sabe que los soldados enviados al combate son sobre todo gente humilde, pobres de la ciudad o el campo, cristianos, y sin familiares en el lobby o entre los agentes de la bolsa en Wall Street. Así no hay vínculos personales entre el lobby y la guerra en Iraq, ni presión desde dentro del lobby para la menor reconsideración de sus campañas de belicosas en Oriente Próximo. En las guerras de Oriente Próximo libran batallas de gente pobre, y la guerra de un lobby opulento.

El grupo de Baker, por el contrario, tiene una base muy heterogénea, que incluye a algunos demócratas antiguerra, oficiales militares indignados por la manipulación del Pentágono y los sionistas, sectores de los medios, varios magnates del petróleo y financieros, y ciertos sectores entre los electores. Mientras que la administración Bush hace trizas la constitución, y socava el sistema electoral por la corrupción, todavía nos queda espacio y voz para articular nuestra oposición a la Casa Blanca y al lobby judío, en contraste con nuestra incapacidad para influir sobre el Estado israelí. En la misma medida en que las propuestas de Baker avancen en dirección a un acercamiento con Irán y Siria, debilita la capacidad de Israel y su lobby para sepultarnos en otra guerra proximoriental, por lo menos temporalmente. En la medida en que las propuestas de Baker logren imponer un calendario para la retirada de tropas estadounidenses, nos abre espacio para acelerar y ahondar el proyecto de reducción de tropas. La cuasi total ausencia de izquierda y «progresistas» en esta lucha por el poder que se avecina, a pesar de su peso histórico a escala mundial, se debe en gran parte a la influencia de los progresistas judíos en el movimiento anteguerra. Su negativa a reconocer el lobby judío como el principal obstáculo y mayor oponente a una nueva política estadounidense en Oriente Próximo es lo que anula la efectividad de cualquier protesta pública.

Un ejemplo de esto lo da el periodista de investigación Seymour Hersh, quien es una referencia constante para los progresistas. En su último artículo (New Yorker, 27 de noviembre de 2006), Hersh excluye cualquier mención del lobby judío y de su papel poderoso como la única organización importante que apoya la guerra contra Irán. En sus anteriores textos sobre la programación y la ejecución de la guerra de Iraq, omitió identificar los lazos duraderos y arraigados de los jefes del Pentágono (Wolfowitz, Feith, Rubin, Perle, Shumsky, etc.) con el Estado israelí. Al omitir sistemáticamente la mención de la red del poder sionista para empujar la política estadounidense hacia una guerra con Irán, socava cualquier esfuerzo por parte de sus lectores en el movimiento pacifista para actuar contra los principales arquitectos de una guerra preventiva contra Irán. Pero además, en su artículo, Hersh retoma la propaganda fabricada por Israel y el lobby, sobre una amenaza nuclear inminente, sin dejar de hacer un reportaje sobre el estudio detallado hecho por la CIA que invalida estas hipótesis. En una palabra, Hersh le da legitimidad y credibilidad a la propaganda de guerra del lobby y de Israel, e introduce la duda acerca de los informes serios de la agencia internacional a la energía atómica (AEIA), patrocinada por la ONU, que echa por tierra los argumentos israelíes. Es de reír el reportaje «investigativo» de Hersh, basado en «fuentes anónimas del más alto nivel» que le proporcionan información «altamente confidencial», sobre cosas que son de todos conocidas desde varias semanas atrás o incluso meses, regadas en los sitios web, en documentos públicos y hasta en las agencias de prensa. Cualquier «dato reservado» que ofrezca Hersh y que no sea del dominio público se basa en fuentes anónimas que nunca pueden ser contrastadas y cuyo análisis siempre coincide con la tendencia personal de Hersh a condenar a los gentiles WASP y a exonerar a sus hermanos.

Por su propia culpa, el movimiento por la paz, que se niega a tomar posición y enfrentar el lobby sionista, está condenado a desempeñar el papel pasivo de espectador en la batalla de Baker contra el lobby por el control sobre la política estadounidense en Oriente Próximo. Algunos miembros de la izquierda apostarán por los dos bandos a la vez mientras otros aplaudirán a las iniciativas de Baker, pero se negarán a reconocer que ninguna de sus propuestas llevará a nada mientras no sea derrotado el poder sionista en el Congreso y en la Casa Blanca. Esperemos que ante el clamor de los pesos pesados encumbrados, se abra un espacio para un debate real a partir de abajo, que se anteponga a su debate interno sobre «la mejor manera de manejar la guerra y el imperio», y proponga la retirada inmediata de tropas como parte de un «gran planteamiento» popular. Una verdadera paz en Oriente Próximo sólo llegará con el cierre de las bases militares extranjeras, el fin de la ocupación colonial israelí, el control público o la nacionalización de los recursos energéticos, y la separación de las iglesias todas (iglesia cristiana, sinagoga y mezquita) de la esfera estatal.

Al final, el grupo de estudios sobre Iraq de Baker recomendará una permanencia militar duradera y extensa en Iraq, en los Estados del Golfo y en los vecinos Estados árabes. La estrategia de «reorganización» que propone Baker significa mantener setenta u ochenta mil consejeros en armas, entrenadores militares y fuerzas especiales, todos entrañablemente unidos al ejército títere iraquí hasta donde alcance nuestra visión del futuro. Las propuestas de Baker no contemplan límites temporales ni espaciales para retirada o desplazamiento, lo cual le da a la Casa Blanca libertad para «mantener el rumbo» durante dos años más, seguir con la guerra y la ocupación, aumentar el número de tropas, engañar al pueblo, causar más muertes en las tropas estadounidenses y seguir masacrando a la gente en Iraq. Con semejantes propuestas, el llamado de Baker a favor de un diálogo más amplio que incluya a Irán y Siria ya ha abortado. Irán condiciona las negociaciones a un calendario de retirada de las tropas yanquis, y una política menos belicosa contra los iraníes. Siria, bajo pesada presión de la Casa Blanca, no tiene porqué aceptar una agenda basada en la presencia militar estadounidense sin límites, especialmente si incrementa el poder de fuego estadounidense en los países vecinos e ignora el control israelí sobre los Altos de Golán, tanto como sus operaciones sangrientas en el Líbano, para destruir a Hezbolá. Al final, el grupo de Baker lo que hace es estimular falsas esperanzas acerca de nuevas orientaciones, por su falta de voluntad o de capacidad para enfrentar los gritos preventivos de Bush para seguir con la guerra «sin novedad». Un aporte de Baker al régimen de Bush, que es el nombramiento de Robert Gates como secretario de defensa, ya indica que seguirá la política de Rumsfeld, un anuente hombre «Si, Señor» de sangre azul, exactamente como lo predijeron las lumbreras del lobby judío.

Notas

[1] Lobby, anglicismo muy utilizado en el lenguaje político actual y que equivale en castellano a grupo de presión o grupo de cabildeo. [N. de las T.]

[2] Zioncons y Zionlibs, respectivamente en el original. El primero es la suma sionista y conservador y el segundo de sionistas y liberales, ambas palabras formadas sobre el modelo de «neocon(servadore)s». [N. de las T.]

[3] El AIPAC (American Israel Public Affairs Committee), fundado en 1951, es el principal lobby pro Israel de Estados Unidos. [N. de las T.]

[4] International Security Assistancen Force, Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad, es una fuerza internacional de asistencia en Afganistán dirigida por la OTAN y aprobada por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en diciembre de 2001. [N. de las T.]

[5] El caucus, es, en Estados Unidos, la reunión del comité central de un partido. [N. de las T.]

Maria Poumier y Beatriz Morales Bastos son miembros de Rebelión. Poumier es asimismo miembro de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente, a condición de respetar su integridad y de mencionar a sus autores y la fuente. URL de esta página: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=42724