Hablar de deuda es hablar de soberanía. Las soberanías de las que hemos sido despojadas las «deudoras» por parte de los acreedores a través de la deudocracia en la que vivimos.
Hablamos de deudocracia cuando pagar deudas es más prioritario que cubrir las necesidades básicas de la población, cuando cumplir con los requisitos y las expectativas de los mercados es más importante que cumplir con los derechos económicos, sociales y culturales de nuestro pueblo. Esa deudocracia se ha convertido en una clara herramienta de despojo de la soberanía política, económica, social, territorial y reproductiva de los pueblos. Una desposesión que resulta que no es neutra desde el punto de vista de género.
Sin ir más lejos, la aplicación de medidas de austeridad impuestas a través de esta deudocracia no sólo significa una pérdida de derechos sociales, un aumento de la precariedad laboral y del empobrecimiento, con mayor intensidad entre las mujeres, y una intensificación de las desigualdades (también las de género), sino también una intensificación de la carga del trabajo de cuidados y reproducción que asumen, fundamentalmente, las mujeres.
Ante recortes y privatizaciones, son las cuidadoras las que asumen aquellas responsabilidades que antes asumía el Estado. Mientras en el inicio de la crisis se dió una destrucción de puestos de trabajo en sectores masculinizados como el de la construcción, la austeridad ha llevado a un mayor impacto en sectores feminizados como el de servicios básicos (salud, educación, servicios sociales, servicios de cuidados, …). El incumplimiento de la Ley de Dependencia, la congelación del salario mínimo, la reforma del IRPF y el aumento del IVA, el aplazamiento de las mejoras de pensiones de viudedad o la congelación de pensiones no contributivas, dejan también a las mujeres en una situación de mayor vulnerabilidad. Una vulnerabilidad que se ve de forma clara en el caso de las pensiones contributivas. En promedio, las pensiones contributivas que reciben las mujeres son un 40% inferiores a las de los hombres.
Pero la crisis de la deuda no tiene sólo una dimensión de género en cuanto a sus impactos, sino también en relación a las posibles «salidas» de la misma. Si la «salida» que construimos va encaminada a reforzar un sistema económico basado en la rentabilidad, la productividad, la competitividad y el crecimiento económico, y no en la centralidad de la sostenibilidad de la vida, ésta supondrá una profundización del sistema patriarcal. Si la «salida» de la crisis es «ciega» a las desigualdades de género, en realidad estará profundizando estas desigualdades y perpetuando el patriarcado.
SALIDAS DE LA CRISIS ¿CON O SIN DEUDA?
Cuando planteamos alternativas para salir de la crisis, debemos hacerlo en la dirección de construir un nuevo modelo económico y social, que se base en un sistema financiero al servicio de las personas. Un modelo de producción que «no nos cueste el planeta» y que tenga en cuenta las aportaciones de las tareas de cuidado y reproducción. Que se base en relaciones sociales y laborales justas y de igualdad, que permitan garantizar la vida digna que valga la pena ser vivida.
No cuestionar la deuda pública, garantizar su pago y, por tanto, desarrollar políticas de crecimiento económico para poder pagarla, nos mantiene esclavas al sistema, lo perpetúa. Es además una propuesta inviable, en tanto que supone «cargarnos el planeta», pero también porque no es posible sin la aportación de las mujeres a la economía a través del trabajo no remunerado de cuidados y reproducción.
Por otra parte, planteamientos como la necesidad de renegociar o refinanciar la deuda, o conseguir reducciones, quitas, sin abordar su ilegitimidad, permiten en realidad regenerar y reforzar el capitalismo financiero. Una «salida» que permita reducir el peso de la deuda, para volver a poner el contador a cero o a un nivel suficientemente bajo que la haga «sostenible», y permitir que los mercados finanzas sigan dominando las finanzas y políticas públicas, es una «salida» que perpetúa la actual correlación de fuerzas y, por tanto, las desigualdades sociales, económicas y de género.
En las antípodas de seguir manteniendo la rueda del capitalismo financiero, estaría la propuesta de impago de la deuda. Impago para generar una situación de ruptura con el sistema financiero y la actual correlación de poderes, que permita efectivamente darle la vuelta al conflicto capital-vida. Un impago que nos permita definir y decidir qué modelo productivo, financiero, monetario, energético, alimentario, fiscal, laboral o reproductivo necesitamos y queremos, para así construir un futuro desconectadas del dominio de los mercados financieros. No pagar la deuda para abordar el conflicto capital-vida y construir esta vida digna de ser vivida, es lo que podríamos llamar un «impago feminista de la deuda».
Situándonos pues en el plano del conflicto capital-vida que plantea el sistema capitalista, las respuestas a la crisis pueden suponer una regeneración del sistema, reforzando los intereses del capital, y que por tanto refuerce el patriarcado. O podemos abordar la necesaria deconstrucción del capitalismo para construir un futuro que nos permita «ganar» dicho conflicto en favor de la sostenibilidad de la vida.
Un impago de la deuda que no se plantee como herramienta para abordar el conflicto capital-vida, no podrá ser feminista. Como decíamos, un impago para volver a poner el contador a cero y reanudar las dinámicas de crecimiento económico, competencia, expolio de recursos y explotación laboral, que siga invisibilizando el trabajo no remunerado de cuidados y reproducción, no será nunca feminista. Un futuro que no aborde la ruptura con el dominio de los acreedores, de los mercados financieros, no podrá nunca poner la vida y los cuidados en el centro.
CONSEGUIR EL IMPAGO FEMINISTA DE LA DEUDA
En definitiva, resulta imposible romper con el capitalismo y el patriarcado bajo la deudocracia. Pero conseguir la correlación de fuerzas necesarias para hacer viable este impago feminista de la deuda no es cosa fácil.
La propuesta de la Plataforma Auditoría Ciudadana de la Deuda va en esta dirección. Se propone un proceso de aprendizaje colectivo, de empoderamiento, de conocimiento compartido sobre cómo hemos llegado hasta aquí para poder definir y decidir, desde abajo, cuáles deben ser las vías de salida y las alternativas. Es un proceso que necesariamente tenemos que hacer desde una perspectiva feminista y antipatriarcal, de análisis integral del problema: el capitalismo. Planteamos la auditoría como un proceso que nos permita analizar de forma participada los impactos de género del sistema deuda. Un análisis de género interseccional, que aborde también dimensiones y desigualdades sociales, de clase, de origen (migrantes), ambientales, culturales, económicas y políticas.
Este análisis colectivo y desde una perspectiva feminista de la problemática de la deuda nos debe permitir no sólo recabar conocimiento y concienciación popular entorno a la problemática de la deuda, sino acumular fuerzas en torno a la propuesta del impago feminista de la deuda. Todo ello para construir conciencia colectiva de que no puede haber soberanía ni vida digna en un sistema bajo la dictadura de la deuda.
Fuente: https://elsaltodiario.com/en-deuda/impago-feminista-genero-deuda–