La débil recuperación de la economía de EEUU (en medio de una crisis financiera que ya golpea con fuerza a Japón y a los Estados de la Unión Europea), dibuja un panorama incierto marcado por la persistencia del desempleo, la baja del consumo y un recrudecimiento del déficit fiscal, lo que hace temer una recaída de la crisis. En ese escenario, el crecimiento de la pobreza genera el fantasma de una crisis social que hasta hace poco parecía impensable en la primera potencia imperial.
EEUU no domina el mundo por formulaciones doctrinarias político-diplomáticas o eventuales discursos «democráticos» o «militaristas» de sus presidentes, sino porque impone al resto de los países la lógica de su poderío militar y económico, indestructible, salvo por un estallido nuclear del planeta.
Sorpresivamente, en la superpotencia más rica y poderosa del mundo, la pobreza subió al 14,3 por ciento en 2009.
Del mismo modo que la crisis financiera obligó a romper con el «libre mercado» (haciendo intervenir al Estado en el salvataje del capital privado), el colapso recesivo (todavía no superado) y el estallido del déficit fiscal obligó a la primera potencia a aplicar recortes en el gasto público de su propia población, que ya padece en carne propia el costo social del derrumbe de la economía.
Curiosamente, y forzado por la debacle económica y un déficit fiscal histórico, el Imperio ahora se ve obligado a aplicar sus propias recetas en casa para afrontar una crisis que ya ha derivado en crisis social, de la mano de la desocupación, la pobreza, y los despidos laborales que se suceden por todo el territorio estadounidense.
La tasa de pobreza en la población estadounidense aumentó al 14,3% en 2009, la mayor desde 1994, después de que la recesión afectara al empleo.
Un récord de 43,6 millones de estadounidenses se encontraban bajo el umbral de la pobreza el año pasado, informó la Oficina del Censo de Estados Unidos el jueves. La tasa se incrementó frente al 13,2% en 2008.
Eso significa que uno de cada siete de sus habitantes es pobre .
Por otra parte, el ingreso medio real por familia en 2009 fue de US$49.777, sin diferencias estadísticamente respecto al año previo. Los ingresos medios reales cayeron 1,8% para los hogares familiares y subieron 1,6% para los hogares no familiares.
Las estadísticas difundidas el miércoles por la Oficina del Censo de Washington son devastadoras, y alimentaron el temor de todos los que creen que el país está lejos de la recuperación y que la economía estadounidense está, en realidad, al borde de una segunda recesión, bautizada como el » doble dip».
Los economistas se han mostrado preocupados por la persistentemente alta tasa de desempleo, que subió 3,5 puntos porcentuales a 9,3% en 2009 frente a 5,8% en 2008, el mayor incremento desde que el Departamento de Trabajo comenzara a recopilar datos comparables promedio anuales en 1947.
«El deterioro en el mercado laboral de 2008 a 2009 fue el peor que jamás hemos visto», dijo Heidi Shierholz, economista laboral del think thank Economic Policy Institute, con sede en Washington. «Cuando se produce un gran deterioro del mercado laboral, la pobreza sube. La gran mayoría de los ingresos de la gente en este país depende del mercado laboral», añadió.
Según The Wall Street Journal, el vocero más influyente del poder financiero de EEUU: La crisis (endeudamiento y baja de recaudación) de los estados agrava el desempleo (desocupación y recortes salariales) y ya extiende los ajustes (reducción de planes sociales) a todo el territorio de EEUU.
Andrew Ross -el autor de «Demasiado grande para fracasar», un libro sobre la crisis financiera- dijo que en los próximos años ni la situación de la pobreza ni la del empleo mejorará de una manera sustantiva. Y explicó: «lo que hay que comprender es que para regresar a los niveles pre-crisis necesitamos crear 11.000.000 de trabajos, es decir 400.000 por mes…».
Pese a los anuncios de «recuperación» de la economía, empresas y bancos todavía están recortando empleos y obteniendo ganancias a través de reducciones de costos (incluido reducción de salarios) en lugar de potenciar un alza en la producción y en las ventas por medio de la reocupación laboral.
Por medio de los despidos laborales y la reducción del gasto social («ajustes»), que incrementan los niveles sociales de precariedad económica y de exclusión masiva del mercado laboral, bancos y empresas mantienen sus tasa de rentabilidad al costo de más desempleo y depresión de la economía real.
Y lo que parecía impensable hasta ahora, ya está sucediendo: Los «ajustes salvajes», que históricamente fueron exportados por el FMI (el gendarme financiero global) a los países subdesarrollados de Asia, África y América Latina, llegaron, como una extraña paradoja de la historia, al Estado de la primera potencia imperial.
Mientras la administración de Obama y las usinas financieras USA derraman todo tipo de teorías y de pronósticos «esperanzadores» sobre una hipotética «recuperación», los números reales indican que (y mientras florece la especulación financiera en Wall Street) la primera economía imperial no consigue despegar.
La crisis laboral con desempleo masivo que se expande por la mayoría de las regiones estadounidenses, azota con particular dureza extrema a California (que ya implementó un fuerte ajuste en julio de 2009), el mayor Estado de la Unión, equivalente a la séptima economía mundial, y que afronta un cuadro potencial (todavía larvado) de huelgas y protestas sociales.
En este escenario, la nacionalización de la crisis social por medio de los ajustes y los despidos laborales habilita un pasaporte hacia las huelgas y los conflictos sociales que hasta ahora aparecían como fenómenos inéditos en la primera potencia imperial.
http://www.iarnoticias.com/2010/secciones/norteamerica/0092_fabrica_pobreza_17sept2010.html