Lamentablemente, a los argentinos poco nos sorprende lo sucedido en la discoteca Kiss de Brasil, en donde más de 230 personas murieron a causa de un incendio. Tenemos una larga experiencia en «tragedias» y «catástrofes»: algunas pasmosamente idénticas a ésta, como Kheyvis y Cromañón. Otras bastante parecidas, como LAPA o el tren de la estación […]
Lamentablemente, a los argentinos poco nos sorprende lo sucedido en la discoteca Kiss de Brasil, en donde más de 230 personas murieron a causa de un incendio. Tenemos una larga experiencia en «tragedias» y «catástrofes»: algunas pasmosamente idénticas a ésta, como Kheyvis y Cromañón. Otras bastante parecidas, como LAPA o el tren de la estación Once.
Como dijimos en Culpable, nuestro libro sobre el incendio en Cromañón, era solo cuestión de tiempo para que este hecho volviera a repetirse, en cualquier lugar del mundo. Es que, más allá de las responsabilidades individuales, existe una lógica del sistema que causa periódicamente este tipo de hechos.
Como en Cromañón, la disco Kiss también tenía materiales inflamables que propagaron rápidamente el incendio y generaron el humo tóxico que causó la mayoría de las muertes, salidas de emergencia insuficientes que dificultaron la evacuación y una habilitación vencida. Muchos se detienen en quienes accionaron la pirotecnia que inició el foco, pero ese no es el eje del problema. Porque el incendio podría haberse iniciado de cualquier otra manera, y hubiera pasado lo mismo. Sin materiales inflamables y con los medios de salida adecuados, el local podría haberse evacuado sin víctimas.
El problema es, como en Cromañón, que los empresarios no invierten en mejorar la seguridad de los locales, porque de esa forma incrementan su ganancia. El problema es, como en Cromañón, que el Estado que debería controlar las condiciones en que funciona este tipo de locales, deja hacer. Es el sistema capitalista, en donde las ganancias de la burguesía son más importantes que la seguridad de usuarios y trabajadores; y donde el Estado no vela por la vida de todos nosotros, sino por la rentabilidad empresaria, el verdadero problema.
Por eso no es una tragedia, es un crimen social. Un crimen producido por la lógica del sistema, que encarna en responsables con nombre y apellido a los que hay que denunciar: el gobierno local y los dueños del boliche. Pero también hay que denunciar al resto de la burguesía y de los gobernantes, porque seguramente no es Kiss el único local comercial que funciona en pésimas condiciones de seguridad.
Por eso, además de exigir el juicio a los responsables directos, debemos exigir un amplio operativo, con control popular, para detectar y clausurar cada negocio en que no esté garantizada la seguridad de las personas. Cada boliche, cada fábrica, cada shopping que por ahorrar unos pesos ponga el riesgo nuestras vidas. Es imperioso poner un límite a la voracidad del capital y no dejar de tener presente que es este sistema el que causa las muertes, y que estos crímenes se seguirán repitiendo mientras siga operando la lógica del capital.