Sin lugar a dudas, Envar «Cacho» El Kadri constituye uno de los símbolos de la militancia popular que en Argentina constituyó ese amplio movimiento que se conoció primero como la Resistencia Peronista a fines de los ’50 y durante la década del ’60 y luego el Peronismo Revolucionario. El almanaque señala fechas en la que […]
Sin lugar a dudas, Envar «Cacho» El Kadri constituye uno de los símbolos de la militancia popular que en Argentina constituyó ese amplio movimiento que se conoció primero como la Resistencia Peronista a fines de los ’50 y durante la década del ’60 y luego el Peronismo Revolucionario. El almanaque señala fechas en la que el recuerdo necesariamente debe ser exteriorizado y al cumplirse diez años de su fallecimiento, nada mejor que recuperar a través de sus propias palabras esa parte de la historia que lo tuvo como protagonista.
Su militancia comenzó al poco tiempo de producirse el derrocamiento de Perón. Los bombardeos a la Plaza de Mayo, los fusilamientos de José León Suárez y la proscripción del peronismo fueron acontecimientos que lo marcaron a fuego. Sobre las causas que lo llevaron a él y a toda su generación a involucrarse activamente en la política Cacho decía: «Creo que la primera de todas fue un profundo sentido de rebeldía ante la injusticia».
Apenas había salido de la adolescencia, junto a un puñado de compañeros fundó la Juventud Peronista. Al principio, las acciones que llevaban a cabo consistían en juntarse en la calle Florida y colgar algún retrato de Perón y de Evita, y desafiando al decreto-ley 4161 que prohibía a ambos nombrarlos en público gritaban consignas en su favor y cantaban la marcha peronista. «Era más bien ganar la calle y hacer actos de presencia, lo que después se llamaría agitación. Nosotros no conocíamos esos nombres, lo hacíamos empíricamente, un poco inorgánicos, como una forma de decir ‘aquí estamos'». Por supuesto que la represión no se hizo esperar y con la aplicación del Plan Conintes permanece preso entre los años 60 y 63.
Más adelante se organizaron en todo el país en el Movimiento de la Juventud Peronista , que luego originaría a las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), intentando en 1968 realizar un foco guerrillero en Tucumán, que no se pudo concretar al ser descubiertos por el ejército.
La adopción de la lucha armada como práctica política fue decidida luego de que fracasaran los intentos de golpes de militares peronistas y de que se impida el regreso de Perón: «En el año 66 quedó abierta la vía de la lucha armada por todos los medios, los militares prometen gobernar por veinte años, prometen ser los reorganizadores del país, van a ser una nueva república, y otra vez, con ese gobierno militar de Onganía la variante de ajuste pasaban a ser los trabajadores, otra vez la misma excusa de que había una necesidad de cerrar los ingenios que eran estatales, que había que privatizarlos, había que echar a la gente a la calle, entonces allí hubo para nosotros un punto de inflexión y ahí fue donde decidimos organizarnos para la lucha armada, una parte rural otra parte urbana, y enfrentar a los militares en el único terreno que ellos nos dejaban, que era el de la lucha armada».
A pesar del fracaso de Taco Ralo, las FAP se constituyeron en el primer grupo que tuvo una continuidad en la lucha armada en Argentina: «Uno con el fracaso puede hacer una novela de llorar y estar lamentándose toda la vida, o puede convertirla en una campana de largada de algo, en nuestro caso de inmediato la solidaridad de la gente, el hecho de que nos reconocieran como militantes, el hecho de que no hubiera ninguna duda de que todo lo que habíamos hecho estaba en función de la lucha y la revolución hizo que nos sintiéramos reconfortados. Éramos un grupo de jóvenes argentinos que sin ayuda de nadie había tomado la decisión de llevar adelante una lucha revolucionaria y la habíamos empezado a hacer. No es que nosotros un día nos despertamos como rebeldes o violentos y decidimos cambiar el mundo, sino que veníamos de esa larga militancia a pesar de nuestra juventud y de haber sido contemporáneos de todo ese proceso de ataque a los valores de la soberanía popular, de la democracia y conquista de los trabajadores».
«No nos han vencido»
Las movilizaciones populares que se sucedieron a partir del Cordobazo, el auge de las organizaciones armadas y la campaña electoral que llevaron a Cámpora a ocupar la presidencia por unos días Cacho El Kadri lo vivió desde la cárcel: «Parecía que estábamos al borde de la revolución» afirmaba en relación al 1973 y agregaba: «Esta idea del borde de la revolución es buena, porque también uno puede estar al borde del precipicio, estábamos al borde y confundimos ese gran apoyo y esa gran participación popular en todo el movimiento que sirvió de resistencia a la dictadura y que la acorraló y la obligó a dar elecciones y permitir que participara el peronismo y que Cámpora ganara en la primera vuelta. Esa fue una gran confusión de creer que todo el gran apoyo que había al movimiento de revuelta y resistencia a las dictaduras era un apoyo directo a los postulados de cada organización».
«Quisimos forzar los tiempos de la historia, no fuimos capaces de ver que los pueblos tienen otros tiempos, y había que haber respetado esos tiempos» afirmaba a modo de balance: «La gente entre el tiempo y la sangre elige el tiempo, dice que no vamos a sacrificar lo poco que tenemos, consolidémoslo. No es tan lineal todo, porque hubo muchos grupos que trataron de parar eso, el Peronismo de Base con esa idea de construir una organización independiente de los burócratas o de los traidores y trabajar con las bases, dentro de Montoneros también hubo expresiones que veían eso, pero ya los tiempos se habían agotado y la dictadura militar se instauró para acabar con cualquier tentativa aún reformista o contestataria, no hablemos ya de una tentativa revolucionaria».
A partir del ’75 se exilió en Francia, desde donde denunció internacionalmente los crímenes de la dictadura militar. Con el retorno de la democracia se dedicó a temas culturales, adoptando como oficios la producción cinematográfica y la dirección de un sello discográfico, pero siempre intentando aportar a la reconstrucción del movimiento nacional y popular.
Sus obsesiones fueron el recuerdo de los compañeros caídos y la voluntad de configurar la memoria histórica de nuestro pueblo, en ese sentido su aporte a través de charlas y encuentros -sobre todo con los jóvenes-, sea en barrios, universidades o actos en todo el país, fue invalorable.
«Como modelo de país no es este el que soñamos» decía en el año ’96, «no es este el país por el cual lucharon y entregaron su vida nuestros compañeros, este es el país del individualismo, del no te metás, del sálvese quién pueda, de la exclusión social, del modelo económico que beneficia a unos poco y deja con el rótulo ahora de marginales a la mayoría de la población».
A pesar de esa situación Cacho El Kadri afirmaba que «no nos han vencido, porque somos muchos los que inorgánicos, independientes, fuera de los partidos o modelos existentes seguimos pensando que es posible construir otro país, que es posible transformar las relaciones de competencia, de pisarle la cabeza al que está al lado, de trepar, de ganar, este modelo que nos han puesto como el único posible, el modelo del triunfador».
Nunca se calzaba el traje de militante para hablar en un acto o tener una discusión política, su militancia era la vida misma. Sostenía que para luchar no se necesitaba «leer algún manual» ni que la revolución se hacía «con escuadras o tiralíneas», sabía que bastaba identificarse con la lucha del pueblo y que sólo «hay que sentir como propia cualquier injusticia que se cometa contra cualquiera en cualquier parte del mundo», haciendo suya con total autoridad la frase del Che Guevara. Con humildad y con todas esas premisas buscó hasta el final «cavar la propia trinchera donde luchar».
El 19 de julio del ’98 ese corazón grande que tenía le dijo basta, tenía 57 años cargados de lucha, solidaridad y ternura. Quienes tuvimos la suerte de conocerlo sentimos la obligación de dar testimonio sobre su lucha -que es la misma por la que dieron la vida miles de militantes- y de continuar intentando cambiar este presente: «Así creo que esa derrota de un proyecto de país liberado se va ir revirtiendo en la medida de que cada uno de nosotros seamos capaces de construir desde nosotros mismos ese mundo solidario, más justo, más fraterno, más igualitario que soñamos y por el cual luchamos».