Al escuchar sobre la destitución del ministro Jorge Giordani y posteriormente leer su escrito público en Aporrea.org (fuente original en rebelion.org), varias cosas asaltaron a mi mente. Un primer cuestionamiento ante el anuncio me hizo recordar los 22 mil millones de dólares desfalcados a la nación a través del Sitme en el 2012 y que […]
Al escuchar sobre la destitución del ministro Jorge Giordani y posteriormente leer su escrito público en Aporrea.org (fuente original en rebelion.org), varias cosas asaltaron a mi mente. Un primer cuestionamiento ante el anuncio me hizo recordar los 22 mil millones de dólares desfalcados a la nación a través del Sitme en el 2012 y que él y posteriormente Edmeé Betancourt ex presidenta de BCV denunciaran sin que hasta ahora exista un solo responsable por ese hecho tan grotesco. Salieron primero los denunciantes, antes que la lista de los presuntos responsables fuese publicada.
Pero un segundo cuestionamiento se presentó en el momento de leer su escrito. Giordani, de quien nadie tiene duda que fue un acompañante del presidente Chávez en todo el proceso de concepción del proceso revolucionario y posteriormente del gobierno, entre otras cosas confiesa prácticamente que fue un «jarrón chino» en el gobierno del presidente Maduro, cosa que me hizo preguntarme porqué Giordani se prestó para tal circunstancia, en lugar de renunciar y hacer las denuncias que por cierto muchos, de alguna u otra manera pero con menos repercusión política, han estado formulando durante meses y quizá años, siendo estigmatizados por ello de contrarrevolucionarios, 5ta columnas o «pagados por la CIA», argumento de los que no tienen argumentos ante un debate serio sobre la actual situación del país.
Debo dejar claro que en los últimos años no compartí parte del fondo y totalmente la forma en la cual el ahora exministro Giordani condujo el asunto económico y en especial el asunto de la planificación en el país, pero no por ello dejo de reconocer que en algún momento del gobierno de Chávez fue importante el aporte de su conocimiento teórico sobre el área.
Tampoco puede desmeritarse los argumentos que expresados en su escrito sobre la situación actual de la economía, del liderazgo y la dirección política y de las nuevas relaciones de poder, pero lo que si es imposible de aceptar es la negación de la corresponsabilidad que el exministro Giordani tiene sobre lo que él mismo describe como la fotografía actual del país.
Falta de planificación en el gasto público, el regreso de Pdvsa como una caja negra dentro del gobierno, la ausencia de una dirección colectiva, la corrupción, la falta de un dirección política clara y en consonancia con el Plan de la Patria, «Golpe de Timón» y «las 3Rs», además de la sustitución de la democracia participativa y protagónica por la cooptación a lo interno del proceso revolucionario, la criminalización de la crítica revolucionaria leal y comprometida, no es un diagnóstico único y menos original de Giordani, pero lo que si tiene importancia es que una figura de su relevancia pública ponga en el tapete estos asuntos.
Lamentablemente, tanto el momento político de salir de Giordani por parte del gobierno, como las circunstancias que originan el escrito del mismo, nos deben poner a reflexionar más allá de lo evidente. Hoy el presidente Maduro se encuentra en una importante encrucijada que no puede aparentar seguir ignorando, el enemigo real se sigue alimentando de errores políticos sin volunta de rectificación concreta, pero aún peor, quienes han pretendido aportar críticas con propuestas son señalados y sometidos al escarnio público, invisibilizando lo que el pueblo que vive de su salario padece todos los días, el deterioro de su calidad de vida y la incertidumbre sobre el destino de los logros de la revolución.
Dentro de la revolución nadie cuestiona que Maduro es el conductor del proceso revolucionario, aquí lo que se exige es que se comprenda que después de Chávez, quien conduzca el proceso revolucionario lo haga con el pueblo, no como consigna sino como práctica real, y además con transparencia, legitimando cada acción con la incorporación activa del pueblo en la discusión, crítica y propuestas, no con toldos, sillas, sonidos, agendas y resultados en su mayoría prefabricados, sino con un método revolucionario, que permita el desarrollo y apropiación de las políticas públicas, tal como lo logró Chávez.
Una tercera etapa revolucionaria se acelera, después de la etapa Chávez, y ahora en la etapa post-Chávez, la revolución dentro de la revolución es una demanda que el país exige como el siguiente paso. Giordani, por las razones que sea, sólo es un trampolín para hacer más evidente una necesidad, la de seguir avanzando sin dudas ni titubeos hacia la construcción de un socialismo que aún no existe en Venezuela, y para ello, tanto el capitalismo, como su peor deformación: el rentismo, deben ser enfrentados con un modelo alterno basado en más y mejor democracia. No podemos permitir que el pueblo se convierta en un «jarrón chino» ante los verdaderos intereses trasnacionales: la neocolonización del territorio venezolano, con apoyo de la derecha y los barnizados de rojo.
* Nicmer Evans es politólogo. M.Sc en Psicología Social. Co-moderador del programa de opinión y análisis Golpe de Timón.