«Vengo en paz. No traje artillería. Pero con lágrimas en los ojos, les digo esto: si me fastidian, los mataré a todos». James «perro rabioso» Mattis en una reunión con iraquíes, durante la invasión de 2003. No tengo duda alguna en relación a que de toda la caterva de sociópatas a los cuales Trump ha […]
«Vengo en paz. No traje artillería. Pero con lágrimas en los ojos, les digo esto: si me fastidian, los mataré a todos».
James «perro rabioso» Mattis en una reunión con iraquíes, durante la invasión de 2003.
No tengo duda alguna en relación a que de toda la caterva de sociópatas a los cuales Trump ha entregado la dirección del área de seguridad de su grotesca administración, el más «impresentable» es James Mattis, el actual secretario de defensa. Y ello a pesar de que en dicho equipo se ha asignado papeles protagónicos a personajes de la calaña de: John Bolton (asesor de seguridad nacional), uno de los principales forjadores del «falso positivo» sobre la existencia de armas de destrucción masiva en el Irak del 2002 que sirvió de pretexto para la invasión del año 2003, que aún se mantiene vigente; Mike Pompeo (secretario de estado y exdirector de la CIA), defensor a ultranza de los métodos de interrogatorio basados en torturas así como también de sus ejecutantes, de los cuales ha llegado a decir con el mayor desparpajo: «… estos hombres y mujeres no son torturadores, son patriotas»; y Gina Haspel (directora de la CIA), una experta del espionaje y de las misiones encubiertas, con más de 30 años de experiencia en esa agencia y con severos señalamientos que la vinculan con las operaciones de tortura de prisioneros, dentro y fuera del territorio de los Estados Unidos.
Intentando una breve semblanza de este actual jefe del Pentágono, designado en 2017 en violación de una ley que prohíbe la designación para ese cargo de quienes hayan prestado servicio en las fuerzas armadas estadounidenses durante los siete años anteriores, ya que se retiró del servicio activo en el 2013, habremos de decir que se trata de un laureado oficial del «Cuerpo de Marines» con muy destacada actuación en la «Guerra del Golfo» (1991) y con altísimas posiciones de comando tanto en la invasión a Afganistán (2002) como en la de Irak (2003). La mediática gringa, tan dada a endilgarle apodos a todo el mundo, tanto amigos como enemigos, le ha bautizado con el de «perro rabioso» (mad dog), apodo que consideramos que está más que justificado en este caso si se toman en consideración muchos de sus cínicos y petulantes señalamientos como aquel de: «Sé cortés, sé profesional, pero ten un plan para matar a todos los que conozcas», pronunciado durante la ocupación de Irak en el 2003, al igual que el otro irrepetible señalamiento que da inicio a estas notas (1).
Es a este guerrerista, mezcla de sociópata con sicópata, a quien Donald Trump ha confiado la tarea de consolidar bajo la amenaza de las armas el «patio trasero» suramericano, una vez que haya atado todos los cabos sueltos dejados en los primeros meses de este 2018 por sus anteriores enviados a la región (Rex Tillerson, Mike Pence y Mike Pompeo), quienes privilegiaron la aplicación de presiones de naturaleza económica y diplomática para el logro de los fines que les fueron encomendados.
Como es sabido por todos la gira suramericana del jefe del Pentágono tuvo lugar entre los días 12 y 17 de agosto, contemplando reuniones con los ministros de defensa de los dos «pesos pesados» suramericanos (Brasil y Argentina), y siendo recibido además por los presidentes de los más arrastrados cipayos o «socios confiables», como ellos prefieren ser llamados (Chile y Colombia); siendo precedida por la visita a los mismos países del almirante John Richardson, jefe de operaciones navales de la armada estadounidense, y por la visita a Colombia de Nikki Haley, embajadora gringa en la ONU.
Dejando de lado todo eufemismo, el almirante Richardson fue enfático en señalar en todos los países visitados que las fuerzas armadas estadounidenses, y en particular la marina, querían asegurarse de que el país angloamericano fuese el «principal socio en materia de seguridad» de Latinoamérica; reconociendo que en esa materia, algunos funcionarios locales decían estar listos para la cooperación militar interamericana, desde misiones humanitarias, hasta misiones en ciberseguridad (2). Así mismo, en declaraciones a la Voz de América (VOA), señaló: «… queremos ser ese equipo estable, constante y comprometido que no deja de prestar su apoyo a la hora de la verdad». Y todos sabemos lo que significa para los gringos «la hora de la verdad», así como el hecho de que el equipo estable constante y comprometido del que está hablando es con toda seguridad la fuerza multiestatal invasora de nuestro país.
Por su parte la «glamorosa» señora Haley, a la usanza de las giras efectuadas en sus momentos por la secretaria de estado Clinton a países invadidos, como Afganistán, Libia e Irak, se hizo presente el 09 de agosto (tres días antes del inicio de la gira de Mattis) en el primer consejo de seguridad del presidente Duque celebrado en el Tibú, a escasa distancia de nuestra frontera, visitando luego la zona como si se tratase de los suburbios de alguna ciudad invadida de Siria o Somalia. En dicha reunión que muchos consideramos como la preparación político-diplomática de la gira del jefe del Pentágono, no se limitó sólo a solicitar a la comunidad internacional la acción de «aislar» al presidente Maduro, quien a su juicio debe «pagar un precio» por lo que ella considera es la «crisis humanitaria en la frontera» (3), sino que llegó al extremo de ungir como líder del movimiento regional en contra de Venezuela y a nombre de su gobierno, al recién estrenado presidente colombiano, al señalar de manera enfática y sin recurrir a sus frecuentes eufemismos: «… Estados Unidos apoya que el presidente Iván Duque lidere un movimiento regional contra el Gobierno de Venezuela» (4).
Entrando de lleno en los detalles de la gira es necesario decir que el jefe del Pentágono visitó en seis días cinco ciudades suramericanas en cuatro países: Brasil, Argentina, Chile y Colombia, en cada uno de los cuales al reunirse con sus ministros de defensa y/o presidentes, trató diferentes temas (autorización de uso de bases militares, préstamos para adquisición de armamento, firma de convenios de cooperación militar, coordinaciones varias, etc.), destinados todos a incrementar la dependencia militar del imperio de dichos países. El único tema tratado de manera recurrente en todos los países fue el de Venezuela, ya que países que durante años recibieron nuestra solidaria ayuda humanitaria al haberle dado asilo a una cantidad importante de sus nacionales desplazados por sus conflictos internos (guerras civiles o cruentas dictaduras militares), se quejan ahora amargamente de que se hayan invertido temporalmente los flujos migratorios a causa de la guerra de cuarta generación que nos viene aplicando el imperio desde hace ya años; al mismo tiempo que con ello buscan impúdicamente congraciarse con el imperio que desde hace años ha venido planteando que sólo intervendría militarmente en Venezuela si fuese necesario para solventar una «crisis humanitaria». Es evidencia de lo anteriormente dicho el siguiente señalamiento emitido en Bogotá, el día viernes 17, por Sergio de la Peña, subsecretario adjunto de defensa de EE.UU. para asuntos del hemisferio occidental: «El caso de Venezuela es preocupante para toda la región, porque el flujo de refugiados fuera de Venezuela es significativo» (5); señalamiento que deliberadamente oculta que al menos en el caso de Colombia, más del 70 % de esos supuestos refugiados son ciudadanos colombianos o de nacionalidad venezolana-colombiana, representando una pequeña parte de los más de 6 millones que han vivido entre nosotros desde que comenzaron a llegar a mediados de los años sesenta, desplazados a causa de su terrible conflicto interno.
A una semana de finalizada la gira de este nefasto halcón debo decir responsablemente que estimo que ya ha sido acordada la integración de las fuerzas armadas de los países visitados a la fuerza multilateral que buscaba conformar el imperio para intervenir militarmente en Venezuela invocando supuestas razones de carácter humanitario, tal como lo hicieron en la Yugoeslavia de Milosevic en 1999; digo esto, basándome en los siguientes razones:
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Resulta muy poco verosímil que el jefe del Pentágono haya accedido a realizar una tarea en la cual previamente habían fracasado estrepitosamente el vicepresidente Pence y dos secretarios de estado (Tillerson y Pompeo), sin que antes se subiese logrado al menos un preacuerdo a ese respecto.
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Unas declaraciones del almirante John Richardson, jefe de operaciones navales de la armada estadounidense ofrecidas a la «Voz de América» (VOA), el servicio de radio y televisión internacional del gobierno de los Estados Unidos, poco antes de la llegada de Mattis, según las cuales algunos funcionarios locales de los países visitados decían estar listos para la cooperación militar interamericana, en especial para ejecutar operaciones «humanitarias» conjuntas.
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La suscripción con el gobierno de Colombia de un acuerdo que contempla el envío de un buque hospital de la marina estadounidense a la costa colombiana para apoyar y asistir a los llamados «refugiados» venezolanos que se encuentran en ese país. Una medida que resulta cuando menos redundante si se toma en consideración que para el mismo propósito ya se encuentran actuando los «Cascos Blancos» argentinos (6) y (7). Siendo oportuno señalar además que mientras una inmensa cantidad de medios internacionales han señalado que este hecho representaría la primera incursión militar estadounidense en la crisis de Venezuela, el jefe del Pentágono insiste ladinamente en señalar que: «Es absolutamente una misión humanitaria. No enviaremos soldados, enviaremos médicos (…). Están desbordando la frontera» (8). Inquietantes frases en boca de quien acostumbra incurrir en violentos excesos verbales sin preocuparse en modo alguno por las consecuencias de los mismos, ya que a diferencia de lo que dice el viejo refrán, este «perro» ladra, pero además muerde.
Ahondando un poco en el tema del buque hospital es necesario decir que el Comfort, que es el buque al que nos estamos refiriendo, es un auténtico centro clínico flotante que puede ser equipado para transportar a unos 1.215 efectivos médicos militares; tiene capacidad para realizar 12 cirugías simultáneas; cuenta con 1.000 camas clínicas; y está dotado de helicópteros artillados para el transporte de las bajas (9) (¿!). Como partiría del puerto de Norfolk, en la costa este norteamericana es bastante obvio que habría de ser fondeado en alguno de los puertos del Caribe colombiano pues sería ilógico que lo hiciesen pasar por el Canal de Panamá para fondearlo en alguno de los puertos del Pacífico. También se ha hablado de enviar el barco hospital Mercy, de similares características que el Norfolk cuyo puerto de origen se encuentra en San Diego, California, sobre el Pacífico norteamericano. No se precisa tener grandes conocimientos de la geografía colombiana para abordar a la conclusión de que ambos buques, siendo absolutamente inútiles para atender a unos supuestos refugiados venezolanos que tendrían que ser transportados centenares de kilómetros para poder ser atendidos, ni serán fondeados en los sitios que han dicho, ni serán tripulados exclusivamente por personal médico, sino que serán con toda seguridad la vanguardia encubierta del dispositivo militar invasor. Recordemos que no sería la primera vez que tanto los Estados Unidos como Colombia utilizan el camuflaje de la Cruz Roja para sus acciones militares encubiertas.
Tal como titulásemos estas notas el jefe del Pentágono vino a ultimar los detalles de la intervención militar en Venezuela y efectivamente lo hizo; la fecha más probable de ocurrencia de este infausto evento que en caso de darse comportaría el riesgo de convertir a nuestro país y a toda la región en un gigantesco Vietnam, será en el lapso comprendido entre el 30 de agosto y el 12 de septiembre, coincidiendo como tantas veces hemos dicho, con la ejecución de las Maniobras Navales UNITAS LIX, en las costas del Caribe colombiano.
Aún no han acordado la forma de justificar tamaño exabrupto, ya que la justificación por vía de la existencia de una supuesta crisis humanitaria se les hace y se les seguirá haciendo cada vez más cuesta arriba, sobre todo después de la entrada en vigor de las medidas de carácter económico, financiero, monetario y cambiario puestas en vigencia por el gobierno revolucionario durante los últimos días.
Es claro que evaluarán la utilización de otros motivos para justificar la invasión, entre los cuales habrá de estar el de la generación de un falso positivo militar en la frontera, que serviría para presentarla como una respuesta solidaria conjunta a supuestas violaciones de la seguridad interior de Colombia y el de la espuria solicitud de invasión por parte de un gobierno venezolano paralelo a ser montado en Colombia, donde ya funciona un ilegal tribunal supremo de justicia desde las instalaciones del mismísimo congreso colombiano. Al análisis de estos escenarios dedicaremos nuestro próximo trabajo.
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(1) http://www.resumenlatinoamericano.org/2018/08/19/la-gira-de-mattis-el-perro-guardian-del-hemisferio/
(2) https://dialogo-americas.com/es/articles/us-wants-remain-partner-choice-south-america
(3) https://www.laiguana.tv/articulos/314273-fragatas-corbetas-submarinos-venezuela/
(4) https://celippor.blogspot.com/2018/08/laoligarquia-colombiana-pretende.html
(6) http://celippor.blogspot.com/2018/06/quehan-venido-hacer-los-cascos-blancos.html
(7) http://celippor.blogspot.com/2018/07/alertaa-los-cascos-blancos-argentinos.html
(9) https://www.aporrea.org/tiburon/n329979.html
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