Durante un discurso en Escocia el año pasado, Alan Greenspan declaró: «los emperadores y los ejércitos vienen y van; pero a no ser que dejen una estela de ideas nuevas, su trascendencia histórica será efímera».
Greenspan estaba rindiendo homenaje a Adam Smith, cuyo libro «La riqueza de las naciones» es el fundamento de la economía. Pero sus observaciones plantean otra pregunta: ¿Cuál es el legado de ideas que ha dejado Greenspan?
Greenspan se jubila hoy tras 18 años al frente de la Reserva Federal de EE.UU. Su legado económico parece claro: Tanto la inflación como el desempleo son más bajos que cuando asumió el puesto. Durante su ejercicio, EE.UU. ha experimentado sólo dos recesiones leves y la expansión más prolongada de su historia.
Pero su legado intelectual es mucho más difícil de identificar. Mucha gente ha oído hablar del keynesianismo y del reaganismo. Los estudiantes universitarios de economía estudian la Curva de Phillips y la Regla de Taylor. Pero aún no existe un Greenspanismo o regla de Greenspan porque la esencia de Greenspan es su desconfianza hacia cualquier «ismo» o regla.
En 2002, el economista de la Universidad de Harvard Greg Mankiw encontró un artículo especializado que Greenspan publicó en 1964 llamado «La liquidez como determinante de los precios industriales y las tasas de interés». Mankiw dijo que anunciaba muchas de las características esenciales del desempeño de Greenspan en la Fed: un intenso estudio de los datos y el deseo de «integrar varios puntos de vista», que mostraba «una ausencia de dogma y agilidad mental». Pero Mankiw se preguntaba si presagiaba la carrera de Greenspan en otra manera menos favorable: «no dejó ningún legado», tras no haber sido citado ni una sola vez en el material académico posterior. Los seguidores de Greenspan dicen que su falta de dogma es básica para su éxito: su rechazo a matricularse con cualquier modelo de la economía le permitió cambiar de rumbo cuando un modelo dejaba de funcionar. Cuando en 1996 se dio cuenta de que el crecimiento de la productividad se había acelerado, frenando la inflación, llevó a que la Fed demorara la subida de las tasas de interés, lo cual probablemente ayudó a prolongar la expansión de los años 90.
En 2003, revirtió la creencia mantenida durante largo tiempo que señalaba que la deflación era imposible con papel moneda porque unos pocos años atrás vio cómo Japón caía en la deflación y el estancamiento. La Fed mantuvo las tasas de interés en EE.UU. en el 1% durante un año hasta que la economía empezó a crecer con fuerza y había pasado la amenaza de una deflación.
Greenspan ha pasado los últimos 2 años y medio intentando identificar la filosofía que guía sus decisiones. (Podría continuar haciéndolo en un libro cuando se jubile). Mankiw concluye que es «bayesiano». Thomas Bayes fue un ministro presbiteriano británico del siglo XVIII que hizo algunos aportes al ámbito de la toma de decisiones cuando se desconocen los determinantes claves del resultado. Un bayesiano toma una decisión no basándose en el resultado más probable sino en un abanico de desenlaces posibles.
Greenspan llama su estilo bayesiano de toma de decisiones «gestión del riesgo». Consiste en arriesgarse deliberadamente a cometer errores pequeños para evitar cometer los verdaderamente garrafales. En 2003, por ejemplo, la deflación parecía lejana. Greenspan probablemente habría estado de acuerdo con subir las tasas de interés a fines de ese año. Pero de haberse producido deflación, tal estrategia habría sido desastrosa: una vez que los precios y los salarios empiezan a bajar, las empresas y los individuos son aplastados por sus deudas y aun tasas de 0% no podrían detener la caída en espiral. Es cierto que mantener bajas las tasas de interés para impedir una remota posibilidad de deflación podría generar presiones inflacionarias, pero tal como dijo Greenspan al Congreso estadounidense: «Sabemos como enfrentar la inflación».
Pero es difícil mantenerse tan consistentemente agnóstico. «El desempeño humano sufre debido a que, en el fondo, somos pensadores deterministas con una aversión a las estrategias probabílisticas que aceptan la inevitabilidad del error», dice el psicólogo de la Universidad de California en Berkeley Philip Tetlock, quien escribió un libro acerca de las predicciones de 284 expertos en geopolítica a lo largo de 16 años.
Tetlock concluye que: «Lo que los expertos piensan importa menos que cómo lo piensan». Los expertos, tanto de la izquierda como de la derecha, que tienen una visión simple y unificada del mundo tienen más probabilidades de estar equivocados, y terriblemente equivocados. Tales «puercoespines», como los llama Tetlock, «saben sólo una gran cosa». Son menos inclinados a autocuestionarse y es más probable que descarten la evidencia que contradiga su visión, y son menos proclives a admitir errores. Los «zorros», por otra parte, «extraen conclusiones de una serie ecléctica de tradiciones, aceptan la ambigüedad y las contradicciones como inevitables». (Los apelativos de puercoespín y zorro vienen del filósofo Isaiah Berlin).
Greenspan es un zorro. Sus pronunciamientos poco claros y la ausencia de precisión reflejan la estructura cambiante de la economía. «La incertidumbre no es solamente una característica importante del escenario de la política monetaria; es la característica que define ese escenario», declaró en agosto de 2003. En la Fed, él y sus colegas más cercanos describen su trabajo como «epistemología», la ciencia que identifica lo conocido, lo desconocido y lo que no se puede conocer. En 2004 Greenspan dijo que una de las pocas cosas con las que cuenta quién quiera hacer un pronóstico sobre la economía es que el inventario de una empresa no puede caer por debajo de cero. Eso, agregó, es «probablemente todo lo que sé sobre cómo hacer un pronóstico».
¿El estilo de Greenspan dificulta que su sucesor, Ben Bernanke, pueda reproducir su éxito? No necesariamente. Pocos presidentes de bancos centrales adhieren rígidamente a un modelo y la mayoría aplica la gestión del riesgo, en alguna de sus versiones.